domingo, 15 de diciembre de 2013

¿QUÉ SANTIFICAMOS? ¿LAS FIESTAS O EL TRABAJO?

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

La verdad es que, si soy sincero, he de confesar que a mi que la concesión a los negocios de libertad para decidir mantener abiertas sus puertas domingos y festivos, contra la que claman muchos de mis hermanos de fe católicos denunciándola como esclavismo solo no me parece esclavismo, sino que para mi se trata incluso un pequeño triunfo de la libertad en el marco de un Estado secular. Me explico: la idea de la necesidad del descanso es una idea cristiana (por más que pueda haber estado presente en otras tradiciones culturales y religiosas), y cristiano es también el ubicar el citado descanso el domingo.

Yo soy cristiano, y a mi, en virtud de la que es mi concepción moral (que estimo verdadera con exclusión de todas las demás en la medida en que las otras concepciones no concuerden con aquella a la que yo me adscribo), me parece evidente que mantener en funcionamiento los negocios ininterrumpidamente eliminando todo descanso está mal y es hasta aberrante. De la misma manera que me horrorizaría que se situase el descanso en un día diferente del domingo, que es el Día del Señor.

Ahora bien, vivimos en un Estado laico en el que a nadie se le obliga a nada en materia de religión (y yo soy partidario de que así sea, pues considero que el Estado jamás ha de reprimir religión alguna cuyas enseñanzas no atenten por su propia naturaleza contra la posibilidad de una convivencia pacífica entre las diferentes comunidades de que se compone una sociedad -de ahí la imposibilidad de tolerar religiones como el Islam-). Sin embargo, no serviría de nada que el Estado autorizase a que las personas decidan libremente si ser o no ser cristianas si se considerase con el derecho de obligar a los que no son cristianos a vivir como si lo fuesen. Entre eso y el confesionalismo puro y duro creo que casi me quedaría con el segundo, por una cuestión de estética y de honestidad.

A los paganos no se les deben imponer los comportamientos que resultan moralmente aceptables desde una perspectiva cristiana más que en la medida en que esto sea estrictamente necesario para garantizar la paz social (Vg.: aunque muchos paganos relativizan la dignidad de la persona humana y el valor de su vida -especialmente en el caso de los no nacidos a los que se extermina mediante la nefasta práctica del aborto-; esa no es razón para dar barra libre a sus despropósitos con la excusa de que actúan de acuerdo a lo que les dicta su conciencia -que, en este caso, no merece ser tomada en consideración, por lo evidente y potencialmente mortífero de sus yerros-).


Y, generalmente, las maldades que hacen peligrar la paz social son únicamente las que afectan directamente y de manera injustificada a terceros que no han elegido ser perjudicados por ellas. Fuera de estos supuestos, las malas acciones han de ser toleradas por el Derecho, por más que nos pesen, que no nos gusten y que hasta nos parezcan constitutivas de inmoralidades de la peor especie (Vg.: entiendo que el Estado no existe para perseguir el adulterio -pese a que éste me parece moralmente reprobable-, porque la vigencia del matrimonio canónico a efectos prácticos entre los cónyuges es cosa que les compete a ellos, correspondiendo reclamar el pago del precio debido por las infidelidades solo ante Dios).

Es por todo lo anterior que, pese a que mi opinión acerca de lo que supone la supresión de los días de descanso de la actividad comercial es la de que esto sería inmoral; a la vez me veo obligado a reconocer que se trata de una inmoralidad que tanto yo como el conjunto de los hombres morales y respetuosos de la Libertad estamos moralmente obligados a no impedir empleando el poder coercitivo de la autoridad pública. La actividad económica solo debe intervenirse y regularse en la medida en que esto sea necesario para salvaguardar los derechos elementales de los seres humanos (y, más específicamente, de los trabajadores asalariados).


Evidentemente, nadie está aquí planteando darle plenos poderes al empresariado para decidir como cada cual regula su relación con los trabajadores (lo que no quita que estaría bien emprender algún tipo de reforma constitucional que nos permitiese flexibilizar lo más posible dentro de unos límites razonables nuestro ordenamiento jurídico en su vertiente laboral, para que este pueda dar cabida al derecho a que el despido se rija por lo establecido voluntariamente entre el empresario y sus trabajadores a través de contrato -incluso si las que se acuerdan son condiciones de despido libre-).

En definitiva, que soy de la opinión de que, con carácter general, un empresario debe poder abrir su negocio siempre y cuando le apetezca hacerlo; siempre y cuando el trabajo de sus empleados no trascienda de ciertos límites razonables (no es aceptable reducir o negarle el descanso a los trabajadores más que en caso de la medida sea consensuada con éstos -y aún en estos casos cuando se observen ciertas condiciones que impidan que una concesión puntual se transforme en una vinculación irrescindible cuya violación por parte del trabajador pueda acarrearle represalias por la parte de su patrón-), y la libertad religiosa de éstos quede debidamente salvaguardada (yo, como cristiano, no le reconozco a nadie poder para privarme en nombre de mis obligaciones laborales de la posibilidad de cumplir mi deber para con el Tercer Mandamiento -"Santificarás las fiestas"-; razón por la cual reclamo mi derecho a asistir a los oficios sagrados que se celebran durante todos y cada uno de los días de precepto establecidos por la Santa Madre Iglesia).


El último de los puntos citados es particularmente importante, dado que servidor considera que el no tocar las narices en materia de religión y de conciencia a quienes nada han hecho para merecer ser molestados es la base de toda paz social que se pretenda a un tiempo viable y cimentada sobre la Justicia. Por eso acepto que cada cual elija libremente si santificar las fiestas que yo si creo que se deben santificar, pero no acepto la "santificación" del trabajo (al menos tal como la entiende el empresariado depredador que traslada sus empresas a Estados esclavistas como China), y menos aún si del mio se trata y si otros se atreven a santificar lo que yo no santifico a costa incluso de los deberes de los creyentes el Señor Jesucristo. IHS

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