A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!
La verdad es que, si soy sincero, he de
confesar que a mi que la concesión a los negocios de libertad para decidir mantener abiertas sus puertas domingos y festivos, contra la que claman muchos de mis hermanos de fe católicos denunciándola como esclavismo solo no me parece
esclavismo, sino que para mi se trata incluso un pequeño
triunfo de la libertad en el marco de un Estado secular. Me explico: la
idea de la necesidad del descanso es una idea cristiana (por más que pueda haber estado presente en otras tradiciones culturales y religiosas), y cristiano es
también el ubicar el citado descanso el domingo.
Yo soy cristiano, y a
mi, en virtud de la que es mi concepción moral (que estimo verdadera con
exclusión de todas las demás en la medida en que las otras concepciones
no concuerden con aquella a la que yo me adscribo), me parece evidente
que mantener en funcionamiento los negocios ininterrumpidamente
eliminando todo descanso está mal y es hasta aberrante. De la misma
manera que me horrorizaría que se situase el descanso en un día
diferente del domingo, que es el Día del Señor.
Ahora bien,
vivimos en un Estado laico en el que a nadie se le obliga a nada en
materia de religión (y yo soy partidario de que así sea, pues considero
que el Estado jamás ha de reprimir religión alguna cuyas enseñanzas no
atenten por su propia naturaleza contra la posibilidad de una
convivencia pacífica entre las diferentes comunidades de que se compone
una sociedad -de ahí la imposibilidad de tolerar religiones como el
Islam-). Sin embargo, no serviría de nada que el Estado autorizase a que
las personas decidan libremente si ser o no ser cristianas si se
considerase con el derecho de obligar a los que no son cristianos a
vivir como si lo fuesen. Entre eso y el confesionalismo puro y duro creo
que casi me quedaría con el segundo, por una cuestión de estética y de honestidad.
A los paganos no se les
deben imponer los comportamientos que resultan moralmente aceptables
desde una perspectiva cristiana más que en la medida en que esto sea
estrictamente necesario para garantizar la paz social (Vg.: aunque
muchos paganos relativizan la dignidad de la persona humana y el valor
de su vida -especialmente en el caso de los no nacidos a los que se
extermina mediante la nefasta práctica del aborto-; esa no es razón para
dar barra libre a sus despropósitos con la excusa de que actúan de acuerdo a
lo que les dicta su conciencia -que, en este caso, no merece ser tomada
en consideración, por lo evidente y potencialmente mortífero de sus
yerros-).
Y, generalmente, las maldades que hacen peligrar la paz social
son únicamente las que afectan directamente y de manera injustificada a
terceros que no han elegido ser perjudicados por ellas. Fuera de estos
supuestos, las malas acciones han de ser toleradas por el Derecho, por
más que nos pesen, que no nos gusten y que hasta nos parezcan
constitutivas de inmoralidades de la peor especie (Vg.: entiendo que el
Estado no existe para perseguir el adulterio -pese a que éste me parece
moralmente reprobable-, porque la vigencia del matrimonio canónico a
efectos prácticos entre los cónyuges es cosa que les compete a ellos, correspondiendo reclamar el pago del precio debido por las infidelidades
solo ante Dios).
Es por todo lo anterior
que, pese a que mi opinión acerca de lo que supone la supresión de los
días de descanso de la actividad comercial es la de que esto sería
inmoral; a la vez me veo obligado a reconocer que se trata de una
inmoralidad que tanto yo como el conjunto de los hombres morales y
respetuosos de la Libertad estamos moralmente obligados a no impedir
empleando el poder coercitivo de la autoridad pública. La
actividad económica solo debe intervenirse y regularse en la medida en
que esto sea necesario para salvaguardar los derechos elementales de los
seres humanos (y, más específicamente, de los trabajadores
asalariados).
Evidentemente, nadie está aquí planteando darle plenos
poderes al empresariado para decidir como cada cual regula su relación
con los trabajadores (lo que no quita que estaría bien emprender algún
tipo de reforma constitucional que nos permitiese flexibilizar lo más
posible dentro de unos límites razonables nuestro ordenamiento jurídico
en su vertiente laboral, para que este pueda dar cabida al derecho a que
el despido se rija por lo establecido voluntariamente entre el
empresario y sus trabajadores a través de contrato -incluso si las que
se acuerdan son condiciones de despido libre-).
En definitiva,
que soy de la opinión de que, con carácter general, un empresario debe
poder abrir su negocio siempre y cuando le apetezca hacerlo; siempre y
cuando el trabajo de sus empleados no trascienda de ciertos límites
razonables (no es aceptable reducir o negarle el descanso a los
trabajadores más que en caso de la medida sea consensuada con éstos -y
aún en estos casos cuando se observen ciertas condiciones que impidan
que una concesión puntual se transforme en una vinculación irrescindible
cuya violación por parte del trabajador pueda acarrearle represalias
por la parte de su patrón-), y la libertad religiosa de éstos quede
debidamente salvaguardada (yo, como cristiano, no le reconozco a nadie
poder para privarme en nombre de mis obligaciones laborales de la
posibilidad de cumplir mi deber para con el Tercer Mandamiento
-"Santificarás las fiestas"-; razón por la cual reclamo mi derecho a
asistir a los oficios sagrados que se celebran durante todos y cada uno de los días de
precepto establecidos por la Santa Madre Iglesia).
El último de los puntos citados es
particularmente importante, dado que servidor considera que el no tocar
las narices en materia de religión y de conciencia a quienes nada han
hecho para merecer ser molestados es la base de toda paz social que se
pretenda a un tiempo viable y cimentada sobre la Justicia. Por eso acepto que cada cual elija libremente si santificar las fiestas que yo si creo que se deben santificar, pero no acepto la "santificación" del trabajo (al menos tal como la entiende el empresariado depredador que traslada sus empresas a Estados esclavistas como China), y menos aún si del mio se trata y si otros se atreven a santificar lo que yo no santifico a costa incluso de los deberes de los creyentes el Señor Jesucristo. IHS
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