sábado, 28 de octubre de 2017

CATALUÑA SE HA CONVERTIDO EN UN VENENO. TABARNIA ES EL ANTÍDOTO.

Hay quienes creen que Cataluña está legitimada para hacer lo que hace. Dicen que, aunque aceptó voluntariamente como el resto de regiones españolas ser parte de España en pie de igualdad y sus ciudadanos parte de la misma Patria común e indivisible que el resto de los habitantes de España, es razonable que sus autoridades actúen como lo han hecho si España en su conjunto no reforma su propia Constitución para estructurar un modelo de país que contente a la importante fracción de independentistas que existen entre la población de Cataluña (fracción que ni siquiera está claro que sea mayoritaria entre los votantes de últimas elecciones, y que desde luego en ningún caso constituye la mayoría del censo electoral).

Esa es la política de PODEMOS, que consiste en poner al mismo nivel, en ejercicio de cínica equidistancia, la acción golpista de la Generalidad y la acción del Gobierno en defensa de la unidad nacional y el orden constitucional vigente que los españoles aprobaron en 1978 (que tampoco a mi me agrada, pero que debería reformarse por otros medios). Dicha acción del Gobierno nacional español es legítima, al margen de si está mejor o peor planteada. Y lo sigue siendo por mucho que el Gobierno no haya hecho política en Cataluña digna de tal nombre y se limitara a mantener un statu quo que no parece muy del agrado de nadie.

No puede ponerse en ningún caso en el mismo nivel la actuación de la Generalidad catalana, que tiene la obligación de acatar el ordenamiento jurídico y de respetar la unidad de España; y la supuesta inacción del Gobierno español, que no tiene ninguna obligación de dar pasos en ninguna dirección, y menos aún si la dirección en la que da los pasos consiste en cambiar nuestro régimen político para que funcione al gusto de una fracción no está claro que mayoritaria de una sola región de España. Sobre todo, el Gobierno no tiene obligación de hacer nada que agrade particularmente a Cataluña, y menos si ofende al hacerlo a una clara mayoría de españoles que sean contrarios.

Al final, en los debates de las últimas semanas se plantearon temas interesantes, relativos al equilibrio de poder entre territorios. Los separatistas vascos y catalanes plantearon abiertamente su disconformidad con el hecho de que la Constitución española pueda ser reformada teniendo a todo el País Vasco y Cataluña en contra. Eso es rigurosamente cierto. De hecho, podría reformarse sin un solo voto favorable de unas cuantas regiones más de España. No porque exista espíritu alguno de rechazo hacia esos territorios, sino porque en su día se consideró que España era una única Nación, y que la decisión importante en orden a decidir sobre nuestras normas básicas de convivencia era cosa de los españoles sin distinción por territorios. ¿Fue esa decisión la mejor y más correcta? No lo diría, pero una cosa es considerar que sería conveniente dar algún peso a la voluntad mayoritaria existente en cada territorio en orden a reformar nuestra Constitución, y otra muy distinta dar derechos de veto a una ni a dos regiones españolas sobre las decisiones de nuestro país como conjunto. España debe poder reformar su Constitución aunque voten en contra todos los habitantes de una única de sus regiones, e incluso de dos.

Creo que la prioridad en estos momentos es recuperar el control sobre lo que a todos los españoles pertenece en Cataluña. Creo que las autoridades separatistas deben ser escarmentadas sin reparar en medios, incluida la fuerza militar, sin la que dudo que sea posible restablecer el acatamiento a la autoridad de las instituciones nacionales en Cataluña. Y creo que España debe revisar profundamente no solo su reparto de competencias entre instancias territoriales, sino su misma configuración territorial. Este no es un Estado Federal dentro del cual las entidades que lo componen tengan derecho a la existencia incluso en contra de la voluntad mayoritaria de la Nación. Este es un Estado esencialmente unitario, pese al alto grado de descentralización. Pocos discursos contribuyen tanto a destruir España como el de aquellos que afirman que Cataluña necesita a España tanto como España a Cataluña. ¡Necios!

Ni siquiera las naciones que de por sí son compuestas necesitan a sus entidades territoriales subordinadas a toda costa. Incluso un país federal tan profundamente descentralizado como lo son los EEUU puede poner en duda la pervivencia misma de sus Estados cuando estos emplean su extrema autonomía política (que allí siempre se ha considerado, pese a que probablemente el término sea una "contradictio in terminis", como soberanía limitada por la soberanía plena y superior de la Unión Federal y subordinada a la de ésta -lo que, más allá de la intrascendencia práctica, deja claro hasta qué punto se toman en serio la autonomía política en ese país-) para traicionar los vínculos que los sujetan al resto de los EEUU. Por eso hubo una Guerra de Secesión, a lo largo de la cual no se vaciló en deponer los Gobiernos de los Estados rebeldes, nombrar autoridades militares, suspender los procesos electorales e incluso alterar las fronteras de Estados como Virginia en contra de su voluntad (razón por la que el Gobierno paralelo unionista del Estado acabó constituyendo el Estado de Virginia Occidental).

España no atraviesa ni creo que llegue a atravesar prueba comparable a la Guerra de Secesión. Empero, eso no quita que esta sea la mayor crisis que enfrenta el país desde que el 1 de abril de 1939 terminara la Guerra Civil. Crisis de entidad suficiente como para encararla a través del recurso a medidas extraordinarias. Que, insisto, a medio plazo deberían implicar la revisión del mapa territorial español. El catalán que se siente español debe tenerlo claro: si de verdad está comprometido con la causa nacional, eso significará que para ´él la pervivencia de España es un bien superior a la pervivencia de Cataluña. La desaparición de la propia región como entidad política ni administrativa no puede ser un precio a pagar demasiado alto para quien de verdad está comprometido con su Patria. Me alivia profundamente comprobar como algunos catalanes comprenden perfectamente esto, y en caso de ser necesario no vacilan, caso de que Cataluña consumase su separación del resto de España, en plantear abiertamente la posibilidad de separarse a su vez ellos de Cataluña y formar la región que no estaría mal que de aquí a poco tiempo cobrara forma y se convirtiera en nombre aprendido por los niños en el colegio al igual que el del resto de las regiones españolas: Tabarnia.

En ese sentido, no puedo dejar de recomendar a cualquiera que lea esto el apoyo activo a todo proyecto encaminado a la secesión de Cataluña, que no es tan legítima como el independentismo, sino infinitamente más que este. Porque es realizable sin necesidad alguna de cambiar nuestra Constitución (quizá incluso a través de varias vías). Y porque además es un proyecto cuya base, digna de todo reconocimiento, es la fidelidad de una importante cantidad de catalanes a los lazos de toda índole, no solo jurídicos y económicos, que los unen desde hace siglos a la totalidad del resto de España. Lealtad admirable que los lleva a plantearse incluso dejar de ser catalanes antes que romper sus lazos con España. Y que no solo parece ser extensiva a los tabarnios, sino también a los araneses, que algunas informaciones apuntan a que podrían plantearse también solicitar que se los transfiera a Aragón o que se dote al Valle de Arán de un estatuto particular. Por todo lo antedicho, animo a todos a que sigan una serie de páginas de Facebook que yo mismo he empezado a seguir en los últimos días, como lo son las siguientes:

-Barcelona is not Catalonia.

-Tabarnia is not Catalonia.

-Gente de Tabarnia.

Algunos dirán que animar a la secesión intracatalana es echar leña al fuego, porque siempre hay quien llamará "leña" al agua que apaga los incendios. Pero imbéciles que merecen acabar sus días calcinados por las llamas a cuyo avivamiento contribuyen por la vía de obstaculizar toda forma de luchar contra su propagación los hay en todas partes. Es un tipo de gente con la que hay que apechugar. Sea como fuere, si yo apuesto por favorecer el favorecimiento no solo de la rehispanización sino también de la descatalanización de franjas de territorio catalán tan extensas como sea posible, esto se debe a que hace tiempo que veo claro que es la única forma de enfrentar a los soberanistas a su propia lógica y de calmar sus ansias de ruptura y expansión.

Los españoles debemos estar orgullosos de nuestra mejor Historia, pero España no puede ser eternamente esclava de los territorios que históricamente la han compuesto en calidad de entidades subordinadas, so pena de que éstos cobren vida propia y acaban amenazando su integridad. Esto es lo que ocurre en Cataluña. Es lo que ha ocurrido y probablemente volverá a ocurrir en el País Vasco. Y es lo que quizá ocurra en Galicia y otros sitios del país. Pero también es lo que no ocurre a niveles dignos de mención en ningún lugar de Francia. País que antes de su Revolución es posible que hubiera avanzado menos que nosotros en el proceso de construcción del Estado-Nación. Se ha llegado a un momento de nuestra Historia en el que la vida de nuestros territorios históricos probablemente suponga a medio plazo la muerte del país. Por eso mismo, debemos liberarnos para siempre del lastre que para la Nación suponen los posibles conatos de naciones existentes dentro de nuestro territorio.

Se ha llegado a un punto en que el enemigo de España es Cataluña. Lista a la que probablemente una mayoría de españoles incorporarían a País Vasco y a Galicia. Pero, aunque esto sea menos evidente a primera vista, lo cierto es que el enemigo de España también lo es Navarra, también lo es Aragón, también lo es Andalucía, también lo es Baleares, también lo es Valencia, también lo es Murcia, también lo es La Rioja, también lo es Cantabria. Lo es incluso Castilla (tanto la Nueva como la Vieja) y lo es incluso León. Y lo es el mismísimo Principado de Asturias sobre cuyos cimientos se asentó la obra magna de recuperación del suelo nacional a manos del enemigo mahometano andalusí.

Con esto no afirmo que todas las regiones hoy existentes en España deban ser suprimidas y sustituidas por otras. Lo que afirmo es que debería ser principio fundamental de la organización política territorial española el siguiente: que no hay territorio de España que deba considerar que su continuidad está garantizada a no ser que sirva a los intereses de la Nación en su conjunto. No hay territorio que tenga derecho a dar por hecho que España respetará para siempre sus actuales fronteras, denominación ni estatuto fiscal privilegiado al estilo vasco-navarro, ni tampoco ciudades que se sientan con derechos indiscutibles de capitalidad. Tenemos que rehacer nuestro viejo mapa heredado de Javier de Burgos, o de lo contrario los límites entre autonomías acabarán en muchos casos convertidos en fronteras. Contra el veneno independentista catalán existe un antídoto que tiene nombre y se llama Tabarnia. Pongámosle nombre a los antídotos que precisen el resto de regiones, y pongámoslo pronto. Y ya de paso racionalicemos nuestras fronteras interterritoriales. Que la aparición de Tabarnias a lo largo y ancho de la geografía nacional no sea motivo para que también aparezcan nuevos enclaves de Treviño ni del Rincón de Adémuz o justificados por improbabilísimas razones de mejor comunicación. IHS

miércoles, 4 de octubre de 2017

¡SÍ SE EVITA A PALOS! "REPRESIÓN" EN CATALUÑA: DE LA FRONTERA ENTRE "PROPORCIONALIDAD" Y "BARRA LIBRE"

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Leía en Facebook una opinión relativa a la supuesta represión policial en Cataluña con motivo del 1-O. Se despachaba el asunto con una solo aunque expresivo párrafo, cuya última frase era la siguiente: "Ni un referéndum se hace así ni tampoco se evita a palos".

Vamos, que tanto para esta persona como para los millones de compatriotas que seguramente ven así el asunto, un referéndum ilegal no es algo que deba ser evitado. Digo esto porque si no es "a palos" (es decir, empleando la violencia legal cuyo monopolio ostenta el Estado), no sé cómo cojones se evita que alguien haga algo ilegal que está decidido a hacer a toda costa.

Entiendo que a ninguna persona medio decente le pueden gustar estas situaciones, pero la lógica de muchos de los que de buena fe critican la "brutalidad" policial olvida tres cosas. Una, que la cifra de heridos ofrecida por la Generalidad no es fiable (igual que no son fiables sus cifras de votos). Dos, que de esos supuestos 893 heridos, solo ha habido cuatro de cierta gravedad (es decir, que seguían recibiendo atención en hospitales al día siguiente del 1-O); y aún éstos, hasta donde yo sé, no se han debatido entre la vida y la muerte (lo que indica que, lejos de haberse reprimido el referéndum "a palos", la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado igual de lo que ha pecado es de excesivamente delicada, y lo digo muy en serio). Y tres, que al margen de que la violencia sea poca o mucha, hablamos de una situación en la que era imposible que no hubiera violencia y era legítimo emplearla proporcionalmente. Que es exactamente lo que se ha hecho, al margen de que millones de compatriotas sean tan delicados y tiquismiquis como para dejarse convencer de que "reprimir con proporcionalidad" en realidad significa reprimir "sin hacerles a los partícipes de este crimen contra la soberanía nacional de todos los españoles ni siquiera un rasguño". O lo que es lo mismo, no reprimir nada en absoluto lo que, guste o no, exigía actuar con energía.

Miedo me da, si a la gente le parece "demasiada" esa "terrible" violencia con que se manejaron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Si esto les parece demasiado, todo les parecerá demasiado. Y si toda violencia les parecerá siempre demasiada, ¿qué pasará si la Generalidad declara la independencia de la "República Catalana" y si acto seguido intenta desmantelar las estructuras estatales presentes en territorio catalán? Que millones de compatriotas débiles de mente y sin carácter ni el menor espíritu de lucha por nada que merezca la pena ser peleado me digan lo que quieran, pero la vida de España vale las heridas y muerte de uno y de muchos, siempre y cuando sea estrictamente imprescindible para la salvación de un país que yo creo que es deseable que no desaparezca de la faz de la Tierra.

Al final, ese nauseabundo discurso de la "brutalidad" policial, muy propio de los que en toda España de hecho apoyan al separatismo y prefieren su triunfo total al restablecimiento del orden constitucional en Cataluña, tiene el mismo valor intelectivo que el de la señora Skinner en ese capítulo de "Los Simpsons" en el que le dice a un dependiente que quiere que le meta toda la compra en una bolsa, pero que la bolsa no pese. Hace un tiempo un catedrático de la UCM me lo definió a la perfección. Aunque no hablábamos de la cuestión catalana, decía que el discurso de la gente cuya mente ha sido podrida por nuestra sistema antieducativo denota una mentalidad profundamente infantil y desvinculada de todo lo que huela siquiera sea lejanamente a trascendencia. Razón por la cual les importa un bledo absolutamente todo, y no están dispuestos a sacrificarse mínimamente ni por los ideales que más dicen estimar. Aterra observar cómo tantísima gente no atiende ni a las razones más básicas y se empecina en exigir lo imposible, sin importar lo imbécil que sea la petición o lo evidente que resulte la imposibilidad de satisfacerla o los perjuicios que se derivarían de hacerlo.

Lo peor es que este tipo de mentalidad cobarde basada en la eterna y total claudicación que hoy predomina en Europa Occidental no es totalmente nueva. Aunque ahora adopte aires más absurdos, exigentes y chabacanos, en formas más cívicas y primitivas ya ha predominado en la Europa del pasado siglo. No en vano, en los años 30 del siglo XX dio lugar a las políticas de "apaciguamiento" dirigidas a evitar que Hitler se cabrease, y lo único que trajo fue el engrandecimiento casi sin oposición del Reich hitleriano y el fortalecimiento de una Alemania nazi que gracias a la política de rechazo total de la posibilidad de emplear la fuerza en su contra absorbió unos cuantos países (junto con su población y economía respectivos) para luego dar inicio a la mayor guerra jamás librada con mucha más fuerza de la que tenía solo cinco años atrás. Como entonces, tampoco ahora se aprende nada acerca de las lecciones de la Historia. IHS

SOBRE LA RADICAL FALTA DE SENTIDO COMÚN DE AQUELLOS QUE QUIEREN O A QUIENES LES DA IGUAL LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Leía en Facebook al típico simplote (en el sentido no de estúpido, que no puedo saber si es  o no el caso, pero sí de corto de miras) que respondía a una petición para que se detenga a Puigdemont y a los demás cabecillas de la insurrección separatista en Cataluña. Su respuesta consistía en preguntar a la autora de dicha petición si es que ella y los que la secundamos estamos a favor de detener a ciudadanos solo por "pensar diferente". A esa persona le respondo lo siguiente, que vale para todos los que participen de su increiblemente insensato punto de vista:

Verás, el pasado 1-O no se abrieron colegios electorales para "pensar diferente", sino con el propósito de, por la fuerza de los hechos, quebrantando la Constitución y marginando a una gran parte de los catalanes que se sienten españoles (que quizá sean incluso la mayoría) y a todos los demás compatriotas, cometer uno de los peores delitos posibles. Como lo es provocar la ruptura por la fuerza del país, hurtando a los españoles la soberanía y el derecho irrenunciable que tienen a decidir si conservan o no su propio territorio. Cataluña nos pertenece al resto de los españoles tanto como a los catalanes (del mismo modo que Andalucía, por poner un caso, pertenece tanto a los catalanes como a los andaluces y demás españoles). Por eso mismo, detener a los políticos responsables de tamaño despropósito no es detenerlos por "pensar diferente", es protegernos al resto y a Cataluña misma de las consecuencias que podría tener esa ruptura de la unidad nacional española. Decir lo que tú has dicho es como defender a unos pederastas diciendo que los detienen por "tener gustos sexuales diferentes" de los del resto de la gente.

Es aterrador leer palabras como las tuyas, que le quitan a uno la poca fe que pueda quedarle en este país (que, si piensa como tú, por mi se puede ir a hacer gárgaras). Pareces no entender que como en esta semana el Parlamento de Cataluña se le ocurra reunirse para que los 72 Diputados independentistas decidan "pensar diferente" de las Cortes Generales Españolas y el Tribunal Constitucional y declaren una independencia en virtud de la cual las normas comunes a todos los españoles dejarán de tener valor en Cataluña, podemos tenerla montada. Declarar la independencia de un nuevo Estado y decirnos a los españoles que a partir de tal día y tal hora somos extranjeros en nuestro propio país no es precisamente un juego. Es algo tremendamente serio, que, habiendo tantos catalanes que no están a favor de la independencia, puede incluso dar lugar al estallido de violencia y a incidentes sangrientos. Por no decir incluso a una o dos guerras civiles (la primera entre Cataluña y una España que no reconozca su separación por la fuerza; y la segunda entre los catalanes unionistas y los independentistas).

Quien crea que los derechos de Puigdemont, Pujol, Junqueras, Mas, Romeva o Anna Gabriel están por encima de nuestra convivencia, que todos ellos ponen en peligro con su proceso independentista, sencillamente es que no sabe razonar y es un peligro público para España o cualquier otro país del que fuera ciudadano, y para la democracia. Y son la demostración de hasta qué punto los tiranos que en el mundo han sido se nutren de la simplonería de los palurdos. La gente malvada progresa hasta dominar una sociedad porque engaña a los que son suficientemente débiles de mente como para dejarse engañar. Ocurrió en la Alemania Nazi y ocurre en todos los países en los que triunfa la tiranía y el odio.

¡En definitiva, que detener a los líderes de la sedición independentista no tiene nada que ver con "pensar diferente"! Y por eso mismo, desentenderse de la cuestión catalana diciendo que si los catalanes "piensan diferente" allá ellos, y que hagan lo que quieran es sentar las bases para la misma destrucción del orden en sociedad y hasta de la civilización humana. Que no podría ni puede ni podrá ser en un mundo en el que impere la ley de la jungla. Que, paradójicamente, quienes nos la quieren imponer son precisamente los partidarios del buen rollito a toda costa y de no hacer nada ni aunque Kim-Jong-Un les regalara una bomba para tirarla sobre mi Cai. ¡Si es que a menudo, y más en democracia, el sufrimiento de la gente es algo merecido! Ya les pasó a los pacifistas ingleses y franceses de los años 30, que pagaron su mongolismo con el estallido a los pocos años de la II Guerra Mundial. ¿No queríais paz a toda costa? ¡Pues tomad la mayor guerra que han contemplado los siglos! En el caso francés, aderezada con un quinquenio mal contado de ocupación nazi de Francia. ¡Que no aprendemos nada del pasado! Y por eso, como sugería George Santayana, estamos condenados a repetirlo (y más concretamente, como con buen juicio siempre añade Pío Moa, a repetir lo peor de él). IHS

EL DISCURSO DEL REY: BUENAS O MALAS NO SON MÁS QUE PALABRAS

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

El mensaje el Rey sobre el conflicto independentista en Cataluña es lo que todos los anteriores: mera enumeración de lugares comunes y expresión de conceptos pensados para no cabrear a nadie (o al menos a nadie que no sea declaradamente independentista). Ha sido un mensaje inútil, por culpa del cual el Rey ha gastado saliva que más le valdría haberse ahorrado. Porque, aparte de su hinchada habitual, nada lo que ha dicho va a congraciarle con la mayoría que sin duda hoy constituye la suma de los hostiles y de los indiferentes a su persona. Es más, resulta incluso probable que sus palabras le enajenen incondicionales y le añadan hostiles a derecha e izquierda.

Como deliberadamente evita tanto entrar a analizar el problema catalán en profundidad como proponer soluciones concretas al mismo (es decir, evita ser un mensaje de contenido político), no aporta nada a los ciudadanos leales al orden constitucional establecido, a los que no les dice nada que no sepan ya. Es decir, que aunque el discurso no sea un mal discurso, resultaba y resultará completamente prescindible. Por mucho que millones de compatriotas se agarren a él como un clavo ardiendo y quieran leer entre líneas con más o menos fundamento que en realidad Felipe VI hace un llamado inequívoco a aplicar el artículo 155 de la Constitución y a actuar con firmeza digna de tiempos mejores frente al independentismo, del que deja claro que ha actuado contra la misma legalidad que justifica su poder; el discurso es inconcreto y no adelanta nada acerca de lo que nos deparará el futuro inmediato. Pero, y este es el drama de Felipe VI, a la vez es evidente que su mensaje no puede ser político, porque nadie toleraría en democracia que un tipo al que nadie ha elegido para nada, por muy Rey que sea, y que debe su posición (por otra parte carente de poder sustancial) a su carga genética se pusiera chulo y le dijera a los cargos políticos electos por la ciudadanía lo que deben hacer. No es nadie como para hacer algo así. Y si lo hiciera, se le acabaría el chollo.

Peor aún, incluso si al Rey le diera por leerle la cartilla al Gobierno por los muchos errores que ha cometido en su tarea de impedir el referéndum catalán (chapuza que, sin embargo, parece haber tenido todo el éxito que cabía esperar y que está siendo astutamente instrumentalizada por los independentistas dentro y fuera de España), tampoco importaría mucho. Se ganaría el aprecio de muchos, incluido el mío. Y quizá se labraría una posición más allá de su dignidad regia, que seguramente perdería al corto plazo. Pero difícilmente sus palabras, por concretas y encomiables que fueran, podrían contribuir a que se impida la independencia de la República Catalana. Al fin y al cabo, ¿qué poder tiene el Rey y cómo puede influir sobre el curso de los acontecimientos? Mucho me temo que Felipe VI apenas tiene poder, y que de ninguna manera puede cortar el proceso independentista ni ningún otro proceso político de alguna entidad.

Cuando otros Jefes de Estado, como pueda serlo un Presidente de los EEUU o de la República Francesa, hablan de lo que sea sus discursos no son los de un Jefe de Estado meramente protocolario, sino también los de un Jefe de Gobierno investido de importantísimos poderes y capaz de tomar cartas en esos mismos asuntos acerca de los cuales habla. Incluso si el que habla es un Presidente protocolario de una República parlamentaria al uso (esto es, de una República cuyo Jefe de Gobierno sea diferente del Jefe de Estado y sea el elegido por el Parlamento), el Jefe de Estado suele ser una figura que ha accedido a su cargo como forma de mostrarle reconocimiento por un pasado más o menos meritorio que le ha hecho acreedor de la buena voluntad de quienes lo eligen (normalmente Parlamentos o Asambleas ad hoc sin más función que la de elegir Presidente). Suele tratarse de una figura conocida de antemano y que es capaz de concitar amplios consensos políticos precisamente porque no genera el rechazo que si generan otros; y eso hace de él una figura hasta cierto punto respetada por los ciudadanos.

Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de nuestro Rey. Porque cuando éste (o cualquier otro Monarca parlamentario contemporáneo) le habla a España, la Nación asiste al lamentable espectáculo que nos ofrece un pobre hombrecillo que tiene que tener mucho miedo de pronunciar una palabra más alta que otra, porque sabe que el día que los políticos se enfaden con él nos traen bajo el brazo la III República. Y por si esto no fuera ya de por sí patético, encima se suma ahora la humillación de que el discurso vago que no debía cabrear a nadie (al menos a nadie diferente de los separatistas) encima va y cabrea al tercer partido español y a no pocos tertulianos y opinadores profesionales. Indudablemente ha sido objeto de la hipócrita adulación del PPSOE y C's, y ha cosechado una vez más la aprobación incondicional de multitudes de acérrimos más o menos irracionales de la Monarquía. Empero, todo eso, que por otro lado era previsible, no sirve para ocultar el hecho de que se ha roto absolutamente el hechizo que antaño era propio de los universalmente alabados discursos de su papá Juan Carlos. Quizá más sean los españoles que lo desaprueban que aquellos que caen rendidos ante su "poderío".

Al final, mi conclusión es ésta: el discurso del más igual de todos los ciudadanos, Felipe Capeto, solo ha servido para demostrar que si hay algo que no cabe reprocharles a los independentistas catalanes es el hecho de querer organizar su nuevo Estado en forma de República. Que es exactamente lo que yo deseo para España. Sin necesidad de trampantojos tricolores e incluso restableciendo la digna águila de San Juan vigente en los tiempos de Franco. Maleable a los valores cristianos cuando no firmemente cimentada sobre ellos. Moderadamente descentralizada cuando no fundamentalmente centralista. Pero República al fin y al cabo en la que los principios más elementales de la democracia no sean excluidos a la hora de seleccionar a quien se ha de poner a la cabeza misma del Estado. Ni siquiera cuando ésta lo sea de modo meramente formal. Y que nos permita en todo caso otorgar la mayor distinción formal dentro del Estado de manera conjunta con el máximo poder de hecho que quepa ostentar dentro del mismo. IHS