sábado, 28 de octubre de 2017

CATALUÑA SE HA CONVERTIDO EN UN VENENO. TABARNIA ES EL ANTÍDOTO.

Hay quienes creen que Cataluña está legitimada para hacer lo que hace. Dicen que, aunque aceptó voluntariamente como el resto de regiones españolas ser parte de España en pie de igualdad y sus ciudadanos parte de la misma Patria común e indivisible que el resto de los habitantes de España, es razonable que sus autoridades actúen como lo han hecho si España en su conjunto no reforma su propia Constitución para estructurar un modelo de país que contente a la importante fracción de independentistas que existen entre la población de Cataluña (fracción que ni siquiera está claro que sea mayoritaria entre los votantes de últimas elecciones, y que desde luego en ningún caso constituye la mayoría del censo electoral).

Esa es la política de PODEMOS, que consiste en poner al mismo nivel, en ejercicio de cínica equidistancia, la acción golpista de la Generalidad y la acción del Gobierno en defensa de la unidad nacional y el orden constitucional vigente que los españoles aprobaron en 1978 (que tampoco a mi me agrada, pero que debería reformarse por otros medios). Dicha acción del Gobierno nacional español es legítima, al margen de si está mejor o peor planteada. Y lo sigue siendo por mucho que el Gobierno no haya hecho política en Cataluña digna de tal nombre y se limitara a mantener un statu quo que no parece muy del agrado de nadie.

No puede ponerse en ningún caso en el mismo nivel la actuación de la Generalidad catalana, que tiene la obligación de acatar el ordenamiento jurídico y de respetar la unidad de España; y la supuesta inacción del Gobierno español, que no tiene ninguna obligación de dar pasos en ninguna dirección, y menos aún si la dirección en la que da los pasos consiste en cambiar nuestro régimen político para que funcione al gusto de una fracción no está claro que mayoritaria de una sola región de España. Sobre todo, el Gobierno no tiene obligación de hacer nada que agrade particularmente a Cataluña, y menos si ofende al hacerlo a una clara mayoría de españoles que sean contrarios.

Al final, en los debates de las últimas semanas se plantearon temas interesantes, relativos al equilibrio de poder entre territorios. Los separatistas vascos y catalanes plantearon abiertamente su disconformidad con el hecho de que la Constitución española pueda ser reformada teniendo a todo el País Vasco y Cataluña en contra. Eso es rigurosamente cierto. De hecho, podría reformarse sin un solo voto favorable de unas cuantas regiones más de España. No porque exista espíritu alguno de rechazo hacia esos territorios, sino porque en su día se consideró que España era una única Nación, y que la decisión importante en orden a decidir sobre nuestras normas básicas de convivencia era cosa de los españoles sin distinción por territorios. ¿Fue esa decisión la mejor y más correcta? No lo diría, pero una cosa es considerar que sería conveniente dar algún peso a la voluntad mayoritaria existente en cada territorio en orden a reformar nuestra Constitución, y otra muy distinta dar derechos de veto a una ni a dos regiones españolas sobre las decisiones de nuestro país como conjunto. España debe poder reformar su Constitución aunque voten en contra todos los habitantes de una única de sus regiones, e incluso de dos.

Creo que la prioridad en estos momentos es recuperar el control sobre lo que a todos los españoles pertenece en Cataluña. Creo que las autoridades separatistas deben ser escarmentadas sin reparar en medios, incluida la fuerza militar, sin la que dudo que sea posible restablecer el acatamiento a la autoridad de las instituciones nacionales en Cataluña. Y creo que España debe revisar profundamente no solo su reparto de competencias entre instancias territoriales, sino su misma configuración territorial. Este no es un Estado Federal dentro del cual las entidades que lo componen tengan derecho a la existencia incluso en contra de la voluntad mayoritaria de la Nación. Este es un Estado esencialmente unitario, pese al alto grado de descentralización. Pocos discursos contribuyen tanto a destruir España como el de aquellos que afirman que Cataluña necesita a España tanto como España a Cataluña. ¡Necios!

Ni siquiera las naciones que de por sí son compuestas necesitan a sus entidades territoriales subordinadas a toda costa. Incluso un país federal tan profundamente descentralizado como lo son los EEUU puede poner en duda la pervivencia misma de sus Estados cuando estos emplean su extrema autonomía política (que allí siempre se ha considerado, pese a que probablemente el término sea una "contradictio in terminis", como soberanía limitada por la soberanía plena y superior de la Unión Federal y subordinada a la de ésta -lo que, más allá de la intrascendencia práctica, deja claro hasta qué punto se toman en serio la autonomía política en ese país-) para traicionar los vínculos que los sujetan al resto de los EEUU. Por eso hubo una Guerra de Secesión, a lo largo de la cual no se vaciló en deponer los Gobiernos de los Estados rebeldes, nombrar autoridades militares, suspender los procesos electorales e incluso alterar las fronteras de Estados como Virginia en contra de su voluntad (razón por la que el Gobierno paralelo unionista del Estado acabó constituyendo el Estado de Virginia Occidental).

España no atraviesa ni creo que llegue a atravesar prueba comparable a la Guerra de Secesión. Empero, eso no quita que esta sea la mayor crisis que enfrenta el país desde que el 1 de abril de 1939 terminara la Guerra Civil. Crisis de entidad suficiente como para encararla a través del recurso a medidas extraordinarias. Que, insisto, a medio plazo deberían implicar la revisión del mapa territorial español. El catalán que se siente español debe tenerlo claro: si de verdad está comprometido con la causa nacional, eso significará que para ´él la pervivencia de España es un bien superior a la pervivencia de Cataluña. La desaparición de la propia región como entidad política ni administrativa no puede ser un precio a pagar demasiado alto para quien de verdad está comprometido con su Patria. Me alivia profundamente comprobar como algunos catalanes comprenden perfectamente esto, y en caso de ser necesario no vacilan, caso de que Cataluña consumase su separación del resto de España, en plantear abiertamente la posibilidad de separarse a su vez ellos de Cataluña y formar la región que no estaría mal que de aquí a poco tiempo cobrara forma y se convirtiera en nombre aprendido por los niños en el colegio al igual que el del resto de las regiones españolas: Tabarnia.

En ese sentido, no puedo dejar de recomendar a cualquiera que lea esto el apoyo activo a todo proyecto encaminado a la secesión de Cataluña, que no es tan legítima como el independentismo, sino infinitamente más que este. Porque es realizable sin necesidad alguna de cambiar nuestra Constitución (quizá incluso a través de varias vías). Y porque además es un proyecto cuya base, digna de todo reconocimiento, es la fidelidad de una importante cantidad de catalanes a los lazos de toda índole, no solo jurídicos y económicos, que los unen desde hace siglos a la totalidad del resto de España. Lealtad admirable que los lleva a plantearse incluso dejar de ser catalanes antes que romper sus lazos con España. Y que no solo parece ser extensiva a los tabarnios, sino también a los araneses, que algunas informaciones apuntan a que podrían plantearse también solicitar que se los transfiera a Aragón o que se dote al Valle de Arán de un estatuto particular. Por todo lo antedicho, animo a todos a que sigan una serie de páginas de Facebook que yo mismo he empezado a seguir en los últimos días, como lo son las siguientes:

-Barcelona is not Catalonia.

-Tabarnia is not Catalonia.

-Gente de Tabarnia.

Algunos dirán que animar a la secesión intracatalana es echar leña al fuego, porque siempre hay quien llamará "leña" al agua que apaga los incendios. Pero imbéciles que merecen acabar sus días calcinados por las llamas a cuyo avivamiento contribuyen por la vía de obstaculizar toda forma de luchar contra su propagación los hay en todas partes. Es un tipo de gente con la que hay que apechugar. Sea como fuere, si yo apuesto por favorecer el favorecimiento no solo de la rehispanización sino también de la descatalanización de franjas de territorio catalán tan extensas como sea posible, esto se debe a que hace tiempo que veo claro que es la única forma de enfrentar a los soberanistas a su propia lógica y de calmar sus ansias de ruptura y expansión.

Los españoles debemos estar orgullosos de nuestra mejor Historia, pero España no puede ser eternamente esclava de los territorios que históricamente la han compuesto en calidad de entidades subordinadas, so pena de que éstos cobren vida propia y acaban amenazando su integridad. Esto es lo que ocurre en Cataluña. Es lo que ha ocurrido y probablemente volverá a ocurrir en el País Vasco. Y es lo que quizá ocurra en Galicia y otros sitios del país. Pero también es lo que no ocurre a niveles dignos de mención en ningún lugar de Francia. País que antes de su Revolución es posible que hubiera avanzado menos que nosotros en el proceso de construcción del Estado-Nación. Se ha llegado a un momento de nuestra Historia en el que la vida de nuestros territorios históricos probablemente suponga a medio plazo la muerte del país. Por eso mismo, debemos liberarnos para siempre del lastre que para la Nación suponen los posibles conatos de naciones existentes dentro de nuestro territorio.

Se ha llegado a un punto en que el enemigo de España es Cataluña. Lista a la que probablemente una mayoría de españoles incorporarían a País Vasco y a Galicia. Pero, aunque esto sea menos evidente a primera vista, lo cierto es que el enemigo de España también lo es Navarra, también lo es Aragón, también lo es Andalucía, también lo es Baleares, también lo es Valencia, también lo es Murcia, también lo es La Rioja, también lo es Cantabria. Lo es incluso Castilla (tanto la Nueva como la Vieja) y lo es incluso León. Y lo es el mismísimo Principado de Asturias sobre cuyos cimientos se asentó la obra magna de recuperación del suelo nacional a manos del enemigo mahometano andalusí.

Con esto no afirmo que todas las regiones hoy existentes en España deban ser suprimidas y sustituidas por otras. Lo que afirmo es que debería ser principio fundamental de la organización política territorial española el siguiente: que no hay territorio de España que deba considerar que su continuidad está garantizada a no ser que sirva a los intereses de la Nación en su conjunto. No hay territorio que tenga derecho a dar por hecho que España respetará para siempre sus actuales fronteras, denominación ni estatuto fiscal privilegiado al estilo vasco-navarro, ni tampoco ciudades que se sientan con derechos indiscutibles de capitalidad. Tenemos que rehacer nuestro viejo mapa heredado de Javier de Burgos, o de lo contrario los límites entre autonomías acabarán en muchos casos convertidos en fronteras. Contra el veneno independentista catalán existe un antídoto que tiene nombre y se llama Tabarnia. Pongámosle nombre a los antídotos que precisen el resto de regiones, y pongámoslo pronto. Y ya de paso racionalicemos nuestras fronteras interterritoriales. Que la aparición de Tabarnias a lo largo y ancho de la geografía nacional no sea motivo para que también aparezcan nuevos enclaves de Treviño ni del Rincón de Adémuz o justificados por improbabilísimas razones de mejor comunicación. IHS

miércoles, 4 de octubre de 2017

¡SÍ SE EVITA A PALOS! "REPRESIÓN" EN CATALUÑA: DE LA FRONTERA ENTRE "PROPORCIONALIDAD" Y "BARRA LIBRE"

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Leía en Facebook una opinión relativa a la supuesta represión policial en Cataluña con motivo del 1-O. Se despachaba el asunto con una solo aunque expresivo párrafo, cuya última frase era la siguiente: "Ni un referéndum se hace así ni tampoco se evita a palos".

Vamos, que tanto para esta persona como para los millones de compatriotas que seguramente ven así el asunto, un referéndum ilegal no es algo que deba ser evitado. Digo esto porque si no es "a palos" (es decir, empleando la violencia legal cuyo monopolio ostenta el Estado), no sé cómo cojones se evita que alguien haga algo ilegal que está decidido a hacer a toda costa.

Entiendo que a ninguna persona medio decente le pueden gustar estas situaciones, pero la lógica de muchos de los que de buena fe critican la "brutalidad" policial olvida tres cosas. Una, que la cifra de heridos ofrecida por la Generalidad no es fiable (igual que no son fiables sus cifras de votos). Dos, que de esos supuestos 893 heridos, solo ha habido cuatro de cierta gravedad (es decir, que seguían recibiendo atención en hospitales al día siguiente del 1-O); y aún éstos, hasta donde yo sé, no se han debatido entre la vida y la muerte (lo que indica que, lejos de haberse reprimido el referéndum "a palos", la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado igual de lo que ha pecado es de excesivamente delicada, y lo digo muy en serio). Y tres, que al margen de que la violencia sea poca o mucha, hablamos de una situación en la que era imposible que no hubiera violencia y era legítimo emplearla proporcionalmente. Que es exactamente lo que se ha hecho, al margen de que millones de compatriotas sean tan delicados y tiquismiquis como para dejarse convencer de que "reprimir con proporcionalidad" en realidad significa reprimir "sin hacerles a los partícipes de este crimen contra la soberanía nacional de todos los españoles ni siquiera un rasguño". O lo que es lo mismo, no reprimir nada en absoluto lo que, guste o no, exigía actuar con energía.

Miedo me da, si a la gente le parece "demasiada" esa "terrible" violencia con que se manejaron las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Si esto les parece demasiado, todo les parecerá demasiado. Y si toda violencia les parecerá siempre demasiada, ¿qué pasará si la Generalidad declara la independencia de la "República Catalana" y si acto seguido intenta desmantelar las estructuras estatales presentes en territorio catalán? Que millones de compatriotas débiles de mente y sin carácter ni el menor espíritu de lucha por nada que merezca la pena ser peleado me digan lo que quieran, pero la vida de España vale las heridas y muerte de uno y de muchos, siempre y cuando sea estrictamente imprescindible para la salvación de un país que yo creo que es deseable que no desaparezca de la faz de la Tierra.

Al final, ese nauseabundo discurso de la "brutalidad" policial, muy propio de los que en toda España de hecho apoyan al separatismo y prefieren su triunfo total al restablecimiento del orden constitucional en Cataluña, tiene el mismo valor intelectivo que el de la señora Skinner en ese capítulo de "Los Simpsons" en el que le dice a un dependiente que quiere que le meta toda la compra en una bolsa, pero que la bolsa no pese. Hace un tiempo un catedrático de la UCM me lo definió a la perfección. Aunque no hablábamos de la cuestión catalana, decía que el discurso de la gente cuya mente ha sido podrida por nuestra sistema antieducativo denota una mentalidad profundamente infantil y desvinculada de todo lo que huela siquiera sea lejanamente a trascendencia. Razón por la cual les importa un bledo absolutamente todo, y no están dispuestos a sacrificarse mínimamente ni por los ideales que más dicen estimar. Aterra observar cómo tantísima gente no atiende ni a las razones más básicas y se empecina en exigir lo imposible, sin importar lo imbécil que sea la petición o lo evidente que resulte la imposibilidad de satisfacerla o los perjuicios que se derivarían de hacerlo.

Lo peor es que este tipo de mentalidad cobarde basada en la eterna y total claudicación que hoy predomina en Europa Occidental no es totalmente nueva. Aunque ahora adopte aires más absurdos, exigentes y chabacanos, en formas más cívicas y primitivas ya ha predominado en la Europa del pasado siglo. No en vano, en los años 30 del siglo XX dio lugar a las políticas de "apaciguamiento" dirigidas a evitar que Hitler se cabrease, y lo único que trajo fue el engrandecimiento casi sin oposición del Reich hitleriano y el fortalecimiento de una Alemania nazi que gracias a la política de rechazo total de la posibilidad de emplear la fuerza en su contra absorbió unos cuantos países (junto con su población y economía respectivos) para luego dar inicio a la mayor guerra jamás librada con mucha más fuerza de la que tenía solo cinco años atrás. Como entonces, tampoco ahora se aprende nada acerca de las lecciones de la Historia. IHS

SOBRE LA RADICAL FALTA DE SENTIDO COMÚN DE AQUELLOS QUE QUIEREN O A QUIENES LES DA IGUAL LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Leía en Facebook al típico simplote (en el sentido no de estúpido, que no puedo saber si es  o no el caso, pero sí de corto de miras) que respondía a una petición para que se detenga a Puigdemont y a los demás cabecillas de la insurrección separatista en Cataluña. Su respuesta consistía en preguntar a la autora de dicha petición si es que ella y los que la secundamos estamos a favor de detener a ciudadanos solo por "pensar diferente". A esa persona le respondo lo siguiente, que vale para todos los que participen de su increiblemente insensato punto de vista:

Verás, el pasado 1-O no se abrieron colegios electorales para "pensar diferente", sino con el propósito de, por la fuerza de los hechos, quebrantando la Constitución y marginando a una gran parte de los catalanes que se sienten españoles (que quizá sean incluso la mayoría) y a todos los demás compatriotas, cometer uno de los peores delitos posibles. Como lo es provocar la ruptura por la fuerza del país, hurtando a los españoles la soberanía y el derecho irrenunciable que tienen a decidir si conservan o no su propio territorio. Cataluña nos pertenece al resto de los españoles tanto como a los catalanes (del mismo modo que Andalucía, por poner un caso, pertenece tanto a los catalanes como a los andaluces y demás españoles). Por eso mismo, detener a los políticos responsables de tamaño despropósito no es detenerlos por "pensar diferente", es protegernos al resto y a Cataluña misma de las consecuencias que podría tener esa ruptura de la unidad nacional española. Decir lo que tú has dicho es como defender a unos pederastas diciendo que los detienen por "tener gustos sexuales diferentes" de los del resto de la gente.

Es aterrador leer palabras como las tuyas, que le quitan a uno la poca fe que pueda quedarle en este país (que, si piensa como tú, por mi se puede ir a hacer gárgaras). Pareces no entender que como en esta semana el Parlamento de Cataluña se le ocurra reunirse para que los 72 Diputados independentistas decidan "pensar diferente" de las Cortes Generales Españolas y el Tribunal Constitucional y declaren una independencia en virtud de la cual las normas comunes a todos los españoles dejarán de tener valor en Cataluña, podemos tenerla montada. Declarar la independencia de un nuevo Estado y decirnos a los españoles que a partir de tal día y tal hora somos extranjeros en nuestro propio país no es precisamente un juego. Es algo tremendamente serio, que, habiendo tantos catalanes que no están a favor de la independencia, puede incluso dar lugar al estallido de violencia y a incidentes sangrientos. Por no decir incluso a una o dos guerras civiles (la primera entre Cataluña y una España que no reconozca su separación por la fuerza; y la segunda entre los catalanes unionistas y los independentistas).

Quien crea que los derechos de Puigdemont, Pujol, Junqueras, Mas, Romeva o Anna Gabriel están por encima de nuestra convivencia, que todos ellos ponen en peligro con su proceso independentista, sencillamente es que no sabe razonar y es un peligro público para España o cualquier otro país del que fuera ciudadano, y para la democracia. Y son la demostración de hasta qué punto los tiranos que en el mundo han sido se nutren de la simplonería de los palurdos. La gente malvada progresa hasta dominar una sociedad porque engaña a los que son suficientemente débiles de mente como para dejarse engañar. Ocurrió en la Alemania Nazi y ocurre en todos los países en los que triunfa la tiranía y el odio.

¡En definitiva, que detener a los líderes de la sedición independentista no tiene nada que ver con "pensar diferente"! Y por eso mismo, desentenderse de la cuestión catalana diciendo que si los catalanes "piensan diferente" allá ellos, y que hagan lo que quieran es sentar las bases para la misma destrucción del orden en sociedad y hasta de la civilización humana. Que no podría ni puede ni podrá ser en un mundo en el que impere la ley de la jungla. Que, paradójicamente, quienes nos la quieren imponer son precisamente los partidarios del buen rollito a toda costa y de no hacer nada ni aunque Kim-Jong-Un les regalara una bomba para tirarla sobre mi Cai. ¡Si es que a menudo, y más en democracia, el sufrimiento de la gente es algo merecido! Ya les pasó a los pacifistas ingleses y franceses de los años 30, que pagaron su mongolismo con el estallido a los pocos años de la II Guerra Mundial. ¿No queríais paz a toda costa? ¡Pues tomad la mayor guerra que han contemplado los siglos! En el caso francés, aderezada con un quinquenio mal contado de ocupación nazi de Francia. ¡Que no aprendemos nada del pasado! Y por eso, como sugería George Santayana, estamos condenados a repetirlo (y más concretamente, como con buen juicio siempre añade Pío Moa, a repetir lo peor de él). IHS

EL DISCURSO DEL REY: BUENAS O MALAS NO SON MÁS QUE PALABRAS

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

El mensaje el Rey sobre el conflicto independentista en Cataluña es lo que todos los anteriores: mera enumeración de lugares comunes y expresión de conceptos pensados para no cabrear a nadie (o al menos a nadie que no sea declaradamente independentista). Ha sido un mensaje inútil, por culpa del cual el Rey ha gastado saliva que más le valdría haberse ahorrado. Porque, aparte de su hinchada habitual, nada lo que ha dicho va a congraciarle con la mayoría que sin duda hoy constituye la suma de los hostiles y de los indiferentes a su persona. Es más, resulta incluso probable que sus palabras le enajenen incondicionales y le añadan hostiles a derecha e izquierda.

Como deliberadamente evita tanto entrar a analizar el problema catalán en profundidad como proponer soluciones concretas al mismo (es decir, evita ser un mensaje de contenido político), no aporta nada a los ciudadanos leales al orden constitucional establecido, a los que no les dice nada que no sepan ya. Es decir, que aunque el discurso no sea un mal discurso, resultaba y resultará completamente prescindible. Por mucho que millones de compatriotas se agarren a él como un clavo ardiendo y quieran leer entre líneas con más o menos fundamento que en realidad Felipe VI hace un llamado inequívoco a aplicar el artículo 155 de la Constitución y a actuar con firmeza digna de tiempos mejores frente al independentismo, del que deja claro que ha actuado contra la misma legalidad que justifica su poder; el discurso es inconcreto y no adelanta nada acerca de lo que nos deparará el futuro inmediato. Pero, y este es el drama de Felipe VI, a la vez es evidente que su mensaje no puede ser político, porque nadie toleraría en democracia que un tipo al que nadie ha elegido para nada, por muy Rey que sea, y que debe su posición (por otra parte carente de poder sustancial) a su carga genética se pusiera chulo y le dijera a los cargos políticos electos por la ciudadanía lo que deben hacer. No es nadie como para hacer algo así. Y si lo hiciera, se le acabaría el chollo.

Peor aún, incluso si al Rey le diera por leerle la cartilla al Gobierno por los muchos errores que ha cometido en su tarea de impedir el referéndum catalán (chapuza que, sin embargo, parece haber tenido todo el éxito que cabía esperar y que está siendo astutamente instrumentalizada por los independentistas dentro y fuera de España), tampoco importaría mucho. Se ganaría el aprecio de muchos, incluido el mío. Y quizá se labraría una posición más allá de su dignidad regia, que seguramente perdería al corto plazo. Pero difícilmente sus palabras, por concretas y encomiables que fueran, podrían contribuir a que se impida la independencia de la República Catalana. Al fin y al cabo, ¿qué poder tiene el Rey y cómo puede influir sobre el curso de los acontecimientos? Mucho me temo que Felipe VI apenas tiene poder, y que de ninguna manera puede cortar el proceso independentista ni ningún otro proceso político de alguna entidad.

Cuando otros Jefes de Estado, como pueda serlo un Presidente de los EEUU o de la República Francesa, hablan de lo que sea sus discursos no son los de un Jefe de Estado meramente protocolario, sino también los de un Jefe de Gobierno investido de importantísimos poderes y capaz de tomar cartas en esos mismos asuntos acerca de los cuales habla. Incluso si el que habla es un Presidente protocolario de una República parlamentaria al uso (esto es, de una República cuyo Jefe de Gobierno sea diferente del Jefe de Estado y sea el elegido por el Parlamento), el Jefe de Estado suele ser una figura que ha accedido a su cargo como forma de mostrarle reconocimiento por un pasado más o menos meritorio que le ha hecho acreedor de la buena voluntad de quienes lo eligen (normalmente Parlamentos o Asambleas ad hoc sin más función que la de elegir Presidente). Suele tratarse de una figura conocida de antemano y que es capaz de concitar amplios consensos políticos precisamente porque no genera el rechazo que si generan otros; y eso hace de él una figura hasta cierto punto respetada por los ciudadanos.

Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de nuestro Rey. Porque cuando éste (o cualquier otro Monarca parlamentario contemporáneo) le habla a España, la Nación asiste al lamentable espectáculo que nos ofrece un pobre hombrecillo que tiene que tener mucho miedo de pronunciar una palabra más alta que otra, porque sabe que el día que los políticos se enfaden con él nos traen bajo el brazo la III República. Y por si esto no fuera ya de por sí patético, encima se suma ahora la humillación de que el discurso vago que no debía cabrear a nadie (al menos a nadie diferente de los separatistas) encima va y cabrea al tercer partido español y a no pocos tertulianos y opinadores profesionales. Indudablemente ha sido objeto de la hipócrita adulación del PPSOE y C's, y ha cosechado una vez más la aprobación incondicional de multitudes de acérrimos más o menos irracionales de la Monarquía. Empero, todo eso, que por otro lado era previsible, no sirve para ocultar el hecho de que se ha roto absolutamente el hechizo que antaño era propio de los universalmente alabados discursos de su papá Juan Carlos. Quizá más sean los españoles que lo desaprueban que aquellos que caen rendidos ante su "poderío".

Al final, mi conclusión es ésta: el discurso del más igual de todos los ciudadanos, Felipe Capeto, solo ha servido para demostrar que si hay algo que no cabe reprocharles a los independentistas catalanes es el hecho de querer organizar su nuevo Estado en forma de República. Que es exactamente lo que yo deseo para España. Sin necesidad de trampantojos tricolores e incluso restableciendo la digna águila de San Juan vigente en los tiempos de Franco. Maleable a los valores cristianos cuando no firmemente cimentada sobre ellos. Moderadamente descentralizada cuando no fundamentalmente centralista. Pero República al fin y al cabo en la que los principios más elementales de la democracia no sean excluidos a la hora de seleccionar a quien se ha de poner a la cabeza misma del Estado. Ni siquiera cuando ésta lo sea de modo meramente formal. Y que nos permita en todo caso otorgar la mayor distinción formal dentro del Estado de manera conjunta con el máximo poder de hecho que quepa ostentar dentro del mismo. IHS

miércoles, 27 de septiembre de 2017

AfD, O EL PELIGRO DE PERDER RÁPIDAMENTE TODO LO GANADO CON MUCHO ESFUERZO

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Dije en el artículo anterior que lo de opinar acerca de los resultados de las elecciones que se han celebrado en Alemania lo dejaba para otro día. Y dije mal, porque de los resultados las elecciones alemanas no tiene sentido ninguno "opinar". Los resultados de las elecciones alemanas hablan por sí mismos para el que sepa leerlos. No puede opinarse acerca de si los "nazis" (siempre según los medios) de AfD tuvieron o no un enorme éxito electoral inédito desde los días de los verdaderos nazis (es decir, desde los tiempos de NSDAP), ni acerca de si fue la peor noche de la Historia de posguerra para el SPD, ni de si ha tenido o no lugar un resurgimiento de los liberales del FDP, ni de si el resultado de Merkel es tremendamente decepcionante además de inesperado. Simplemente hay que observar los números y cotejarlos con los de anteriores elecciones.

Empero, si que voy a hablar de la política alemana. Y, más concretamente, del golpe que sufre no tanto a raíz de la entrada de AfD en el Bundestag, sino más bien a raíz de la posibilidad de que suceda exactamente lo contrario a no mucho tardar, y de que AfD salga de la política alemana exactamente por la misma puerta por la que entró. Esa es la posibilidad absolutamente imprevista que se abre al haber tenido lugar menos de un día después de las elecciones federales unas declaraciones incendiarias efectuadas por su principal Copresidenta: la líder de la formación en Sajonia, Frauke Petry. Que anunció la bomba en rueda de prensa conjunta en la que estaban presentes el otro Copresidente, Jörg Meuthen, así como los dos líderes de la campaña electoral al Bundestag: Alice Weidel y Alexander Gauland. Quienes, por lo que se ve, no tenían ni idea de que Petry tuviera tales intenciones, y quedaron visiblemente descolocados por la noticia, quedándose con cara de pasmo cuando la Copresidenta anunció que no formaría parte del grupo parlamentario de AfD, pero a la vez afirmó que no renunciará a su escaño en el Bundestag; además de aprovechar para soltar perlas tales como que muchos "militantes serios" se plantean seguir sus pasos, o como que durante la campaña electoral (exitosa hasta el punto de llevar a la formación a pasar de la nada a ser una de las terceras fuerzas políticas más poderosas de la Historia de la República Federal Alemana) la AfD se ha caracterizado por comportarse como un partido "anárquico". Noticia que sugería lo que hoy se ha confirmado: que Frauke Petry abandona AfD.

Todavía no están claras las consecuencias de tal abandono. Pero pueden ser trascendentales. Vayamos por partes. Frauke Petry ha sido desde 2015 la cara más visible del partido, y es la Copresidenta bajo cuya dirección la formación adoptó la postura claramente antimusulmana, euroescéptica y antirefugiados a la que AfD debe su trayectoria ascendente. Es verdad que, en abril del presente año, perdió el pulso para encabezar la candidatura a la Cancillería, le crecieron los enanos, pasó a un segundo plano, y se dejó robar protagonismo por Weidel y Gauland. Con eso y todo, sigue siendo seguramente el rostro más identificable que ha dado AfD en su corta singladura política. Su marcha equivaldría a la marcha fuera de PODEMOS no de Errejón, sino de un Iglesias desposeído del liderazgo. Asimismo, es la líder del partido en Sajonia, que es con diferencia el Länd en el que AfD es más poderosa electoralmente, según se ha visto en estas elecciones, y en el que ha conseguido convertirse en la primera fuerza política. Con ella literalmente a la cabeza, dado que no solo los tres Diputados de distrito (para entender el sentido de estos términos, ir a https://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2017/09/el-sistema-electoral-aleman-de.html) que en la presente elección acaba de ganar AfD los ha ganado en Sajonia, sino que además ella es la que, de entre esos tres Diputados de distrito, mejor resultado electoral ha obtenido con diferencia.

Todavía hay más. Frauke Petry era una líder que daba buena imagen al partido, por la excelencia que caracteriza su trayectoria profesional como química y empresaria: recibió la Orden del Mérito de la República Federal Alemana, que es la máxima condecoración al mérito civil en el país teutónico (lo que de por sí la dota de un aire de inteligencia, mérito, capacidad e intelectualidad que, al margen de si es fiel reflejo o no de la realidad, hace difícil presentarla como si de una fanática desneuronada repite-consignas se tratara). No dudo de que habrá líderes en AfD con muy buenos currículos, pero es dudoso que haya uno solo realmente comparable a Frauke Petry en esto. En definitiva, que es un personaje político al que no se debe menospreciar, y que es concebible que dé lugar a una escisión seria que se lleve buena parte de AfD por delante. posibilidad que todavía es apresurado dar por hecha, pero que indudablemente existe. Y a la que apuntan la marcha anunciada también hoy del líder de AfD en Renania del Norte-Westfalia, Marcus Pretzell, quien casualmente es el segundo y reciente marido de Petry (embarazada del que será su quinto hijo y el primero en común con Pretzell, tras los cuatro que tuvo con su, desde un punto de vista cristiano, legítimo y verdadero marido, un pastor luterano sajón). ¿Es una marcha significativa? Lo previsible le quita fuerza, pero tampoco el personaje era insignificante en AfD con anterioridad a su boda con Petry, y le han seguido otros cargos. Habrá que ver el arrastre que consigan tener, tanto en el Bundestag como en los Landtag (nombre de los Parlamentos de los Länder), pero muy especialmente en el primero. Allí, cualquier número de parlamentarios podría conformar un grupo parlamentario, aunque de derechos más bien reducidos. Sin embargo, si llegan a los 35, si que podrían constituir un grupo parlamentario propio alternativo al que constituyera AfD (que, sin embargo, tras haber obtenido la friolera de 94 Diputados en las elecciones, tiene Diputados de sobra para perder).

Dije antes que la división ocasionada por Petry ha sido imprevista. Lo que desde luego no ha sido es imprevisible. Si por algo se caracteriza AfD es por su cainismo y completa falta de cohesión interna. Ya el cofundador e impulsor principal de AfD, Berd Lucke, tras su desalojo de la Presidencia precisamente por Petry y Meuthen, constituyó un nuevo partido que ha cosechado nulo éxito, centrado en el euroescepticismo pero alejado de las posturas antimahometanas de AfD. Y las filiales regionales de AfD han sufrido un sinnúmero de divisiones. Este hecho, curiosamente, sirve para ilustrar la fuerza del partido, que incluso en esta situación de guerra civil intermitente que a cada poco se reactiva ha sido capaz de cosechar un éxito sin precedentes en la política alemana. Igual que a Lucke podría sucederle a Petry. En esta ocasión, sin embargo, hay diferencias.

Lucke, que posiblemente sea un individuo algo idealista desaprovechó un filón electoral evidente, y quiso jugar a ser una especie de "FDP liberal-euroescéptico". Eso no seduce a nadie, porque el euroescepticismo alemán, como el de todas partes, si bien hunde parte de sus raíces en la economía, también bebe de la fuente del legítimo resentimiento que despiertan las políticas de autodestrucción demográfica y cultural. En Alemania incluso más que en otros países, porque además es un país dominado por un exagerado (y por ende insano) sentimiento de culpa, en el que desde hace décadas se cultivan sentimientos de autorepudio. Ese es el discurso gracias al cual leía hace semanas que una socialdemócrata de origen turco afirmaba tan ricamente que, más allá de la lengua, no es posible identificar algo así como "una cultura alemana". Los políticos tradicionales que han llenado Europa de inmigración no deseada y además de eso peligrosa podrán mirar para otro lado, pero es comprensible que a la gente le disguste en lo más hondo la desvergüenza de una extranjera que por un lado exige el respeto de su cultura (por horribles que sean muchas de sus tradiciones o de los principios religiosos mahometanos que la han modelado durante siglos), pero que luego niega contra la más palmaria evidencia que el país de acogida tenga una cultura propia. Esas palabras son insultantes, e incluso cabe considerarlas amenazadoras (¿qué respeto mostrara la turca por una cultura que tiene el desparpajo de afirmar que no existe más que en la cabeza de gente a la que tacha poco menos que de chiflada?).

Por eso a la gente le gustó que Gauland, durante la campaña electoral, hablara a favor del respeto por los alemanes que combatieron heróicamente por su país durante la II Guerra Mundial (al margen de que, en el caso de muchos inconscientemente, combatieran a favor de esa causa criminal de Hitler por la que el país lleva tres generaciones pidiendo perdón sin tiempo casi para otra cosa). Y por eso AfD comenzó a romper la baraja política nada más adoptar planteamientos que la acercaron a movimientos espontáneos de la ciudadanía tales como PEGIDA (Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente). Y por eso mismo una escisión acaudillada por Petry podría tener éxito, siempre y cuando no reniegue del discurso que ella misma, por más que ahora los medios la vendan como "moderada" (tras haberla antes pintado con los colores del fanatismo), propulsó cuando tomó con Meuthen las riendas de AfD en 2015. Con eso no digo que Petry deba limitarse a repetir el discurso de AfD. Si quiere que alguien la siga, seguramente le convenga diferenciar en algo sus propuestas de las del partido del que se escinde. ¿En qué? No lo sé, entre otras cosas porque no se nada de las ideas que ha defendido Petry dentro del partido.. No sé si sería un partido más estatista o más antiestatista, más cristiano o más pagano en lo social, más proclive al enfrentamiento o al pacto con el sistema... No alcanzo a imaginar en qué se diferenciaría el hipotético partido de Petry, pero casi por fuerza en algo tendría que diferenciarse.

La importancia mayor de lo que suceda, todo sea dicho, no radica tanto en lo sucedido como en la prontitud con que ha sucedido. Si esto sucediera dentro de dos años, sería distinto. Sucede ahora, justo tras las elecciones, y en función de si Petry se queda aislada o es seguida por muchos está la clave de lo que pase después. Si su escisión parece ganar fuerza, podría tener consecuencias que excedieran con mucho a AfD. La inefable "Canciller del Mundo", Ángela Merkel, podría encontrarse con una oportunidad de oro para impedir la consolidación de AfD que no esperaba. ¿O sí la esperaba? ¿Podría ser Merkel la instigadora última de la marcha de Petry y de los problemas internos de AfD? ¿Podría haber seducido Merkel a Petry con algún tipo de promesa de futuro reciclaje político si dinamita AfD? De cosas mucho peores y golpes mucho más bajos creo capaz a la Canciller, que no por nada lleva doce años seguidos gobernando Alemania; aunque todo esto es elucubración, y no doy por hecho que Petry sea la clase de mujer que se vende ni que al final sus motivos para estar en política fueran espurios.

Si la escisión se consolidase, podrían resolverse los problemas de Merkel para la formación de Gobierno mediante la convocatoria de nuevas elecciones. El sistema electoral alemán es tremendamente exigente, y la ruptura de AfD podría pasarle factura electoralmente hablando. Merkel podría convocar nuevas elecciones en las que tendría esperanzas de que el debilitamiento de AfD le permitiera alcanzar la mayoría parlamentaria junto con los liberales del FDP. Pero más importante que eso es que tendría la posibilidad de echar fuera del Bundestag a AfD, que correría el riesgo de quedar por debajo de 5% exigido para entrar, sin que seguramente le fuera posible ganar los tres distritos necesarios para compensar tal debacle y mantenerse en el Bundestag. Y, aunque quizá eso no satisfaría a Merkel tanto como la total desaparición de los partidos antimahometanos del Bundestag, existiría la posibilidad de que AfD fuera sustituida por un partido encabezado por Petry que hipotéticamente sería más moderado. En todo caso, las ganancias serían previsibles, y lo único que tendría que hacer la Canciller para cosecharlas sería entorpecer artificialmente las negociaciones con vistas a la formación de Gobierno.

Siempre, sin embargo, existiría el riesgo contrario: el de que los partidos separados se fortalecieran. Evidentemente, es imprevisible que en nuevas elecciones la AfD repitiera su marca, y más aún que lo hiciera Petry. Pero AfD sumó en las últimas elecciones el 12.6% de los votos, lo que da para que ambos partidos escindidos sacaran de sobra más del 5% exigido para entrar, al margen de cuál de ellos quedara mejor. No sería lo más probable (existiría un riesgo cierto de que el más débil de los dos partidos quedase fuera del Bundestag), pero tampoco es imposible. Y si el resultado de la operación, dado el alto grado de proporcionalidad del extraño sistema electoral alemán, fueran dos partidos antimahometanos que, pese a sus diferencias, coincidieran en odiarla, y que encima sumaran más fuerza juntos que la que ha mostrado AfD en los últimos comicios, el fracaso de la Canciller podría poner fin a su vida política.

Todo sea dicho, aunque me horrorizaría una división seria por sus efectos potencialmente devastadores, si el resultado de todo esto fueran dos partidos capaces de convertirse en habituales del Bundestag e incluso de incrementarse por separado, eso sería ideal. Si fueran capaces de actuar al menos parcialmente de concierto y al menos uno de los dos fuera mínimamente capaz de tender puentes con otras fuerzas del espectro político alemán, sería difícil dar imagen al conjunto de aislamiento total. Es más, podría conseguirse algo que no se ha conseguido de momento en ningún lugar. Y es que incluso donde los partidos antimahometanos y defensores de la herencia cristiana de Occidente son más fuertes, ellos mismos son el mayor enemigo del éxito. Son partidos con ideologías quizá demasiado concretas, o casas grandes de partidos en los que coexisten familias diversas. Pero no dan la impresión de poder llegar a convertirse en un espectro político alternativo. Esto no es una crítica, sino la constatación de un hecho, por lo demás comprensible (dado que los sistemas electorales prácticamente nunca premian la mayor división de un electorado). Normalmente, son partidos que dan la impresión de poder sustituir a conservadores o socialistas (normalmente más a los primeros que a los segundos), pero el mismo hecho de ser un único partido dificulta imaginarlos sustituyendo a ambos. En ese sentido, quizá la formación de un partido de Petry al margen de AfD sea la forma de que existan partidos ideológicamente diferenciados, uno más claramente a la caza del SPD/Verdes/ex-comunistas, y otro preferentemente dedicado a desafiar a la CDU/FDP. No es nada probable, pero si ocurriera podría abrir perspectivas impensadas: la sustitución no de un partido, sino de la práctica totalidad del arco parlamentario.

No obstante, y por desgracia, si hay una división lo más probable es que los partidos surgidos de ella sean parecidos. Alguna diferencia menor los separará, pero seguramente ambos tiendan a luchar por un electorado semejante, y ambos tiendan a ampliarse a costa del mismo tipo de electorado. Podría repetirse la historia del FPÖ de Haider, dividido cuando el propio Haider abandonó el partido para fundar el BZÖ. Ambos partidos compitieron, y ambos entraron en el Nationalrat austríaco. Prosperaron hasta el punto de que durante dos elecciones seguidas (2006, 2008) ambos crecieron, e incluso llegaron a sumar el máximo histórico del antimahometanismo austríaco (superando por separado la gran marca que obtuvieron unidos bajo Haider en 2002). Pero eran partidos demasiado parecidos, y completos vasos comunicantes. Algo así como la UPyD y el C's españoles antes de la total victoria que sobre los primeros obtuvieron los segundos.

En fin, aquí terminamos por hoy. Baste dejar sentado que Alemania vive tiempo interesantes. Pase lo que pase, ¡que no se pierda la esperanza en que el restablecimiento de cierta cordura es posible! IHS

martes, 26 de septiembre de 2017

EL SISTEMA ELECTORAL ALEMÁN DE REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL PERSONALIZADA. ¿ARCADIA FELIZ? ¿ENGAÑABOBOS?

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Alemania es el mayor poder económico de la Unión Europea contemporánea, amén de un país en muchos sentidos considerado modélico. Las razones son variadas, pero una de las que quizá tengan más peso es su complicado sistema electoral: el sistema conocido como de "representación proporcional personalizada" (a partir de ahora RPP). Es un sistema universalmente considerado innovador y que algunos países han imitado, y otros como España parece que podrían plantearse imitarlo llegado el caso (Alfredo Pérez Rubalcaba prometió su implantación durante la campaña electoral de 2011, y C's también ha defendido implementarlo). El presente artículo va a tratar acerca de si, al menos en lo relativo a su sistema electoral, la buena fama de Alemania está justificada o si, por el contrario, el país teutónico se beneficia injustificadamente de lo que cabría considerar una visión mitificada de las supuestas virtudes de la RPP. Cosa que viene particularmente a cuento, dado que el pasado día 24 de septiembre se celebraron las elecciones en el país teutón, cuyos resultados, si acaso, se comentarán en otro artículo.

Lo primero de todo es señalar la forma en que funciona el sistema electoral alemán. Este ha sufrido importantes reformas. Antes de 2011 era un sistema proporcional que se basaba en una circunscripción nacional de 598 Diputados. A dichos 598 Diputados se restaban los escaños obtenidos por candidaturas independientes vencedoras en distritos uninominales (de los que se hablará después), así como los obtenidos por partidos políticos que no tuvieran derecho a participar del reparto proporcional de escaños. En toda la Historia electoral alemana posterior a la Reunificación, solo en una ocasión, con motivo de las elecciones de 2002, se tuvieron que restar 2 Diputados (los obtenidos en distritos de Alemania Oriental por los ex-comunistas) a los 598 de base de la circunscripción nacional, quedando 596. La cifra resultante (sea 598 u otra menor) eran los escaños que se repartían proporcionalmente empleando la fórmula Hare/Niemeyer entre todos los partidos que consiguieran el 5%, que ganaran en tres distritos o que pudieran optar a un reparto sin barrera y fueran representativos de las minorías nacionales alemanas (los eslavos sorbios, o los frisones y daneses germánicos; que, por cierto, es llamativo que nunca hayan obtenido representación pese a que el sistema se lo pone más fácil que a los partidos verdaderamente alemanes). Una vez hecho ese reparto entre los partidos, éstos a su vez tenían que repartir sus escaños entre las listas electorales de los Länder, de acuerdo a la proporción que de los votos totales del partido hubieran sacado sus listas electorales cerradas y bloqueadas de cada Länder.

Pero no hemos terminado. Entretanto, se procedía a la asignación de los 299 distritos uninominales (cifra que, como se puede observar fácilmente, constituye la mitad exacta de los 598 escaños de base de la circunscripción nacional). Éstos 299 escaños NO SE SUMABAN a los 598 antes mencionados, sino que se superponían a ellos. La idea era que la mitad de los miembros de las listas electorales fueran reemplazados por 299 candidatos elegidos directamente por los ciudadanos en distritos, y así garantizar que al menos la mitad de los Diputados tuvieran una relación más próxima con la ciudadanía. Los distritos se repartían entre los Länder de acuerdo a su población (es decir, que, a diferencia de los Diputados repartidos proporcionalmente, los de los distritos venían predeterminados ya antes de las elecciones), y se configuran de manera tal que no deben haber diferencias importantes de población entre los mismos. Los Diputados elegidos por distrito ocupaban las plazas de los proporcionales, a los que solo les quedaban las que no les hubieran arrebatado los Diputados de distrito. Si en cualquiera de los Länder el triunfo en distritos igualaba o superaba el resultado obtenido tras el reparto proporcional de escaños, al partido en cuestión se le adjudicaban todos sus Diputados de distrito (aunque hacerlo implicara una desproporción en su favor), no enviando al Bundestag ningún Diputado elegido por su lista electoral proporcional, y sin modificar los resultados de los demás partidos (que no perdían los Diputados ganados por el partido o partidos beneficiarios por sus victorias en los distritos). A causa de esta última disposición, la cifra de Diputados del Bundestag era variable, en función de los distritos excedentes que los partidos más poderosos acumulasen en los Länder. Así, en 2009 el Bundestag resultante de la segunda victoria electoral de Merkel alcanzó los 622 Diputados (598 Diputados de base + 24 excedentes de los distritos).

Este sistema, relativamente fácil de entender, era demencial por varias razones. La primera de ellas es que se trataba de un sistema sujeto a posible manipulación -hecho no desmentido por la ausencia de la misma a lo largo de los años-. Así, tenemos que el partido vencedor en tres distritos entraba en el reparto proporcional de Diputados, aunque sus votos no alcanzaran el 5% ni perteneciera a una minoría nacional. Es lo que sucedió en las elecciones de 1994, cuando los ex-comunistas de Alemania Oriental obtuvieron solo el 4'4% de los votos, pero ganaron 4 distritos (y con ellos el derecho a tomar parte de un reparto proporcional que les deparó 30 curules). ¿Entienden a dónde quiero llegar? Bajo este sistema, era perfectamente posible que, cuando un socio de Gobierno anduviera débil electoralmente, el partido mayor le apoyara en 3 distritos para garantizar su acceso al reparto proporcional de escaños (cosa que podría hacerse sin perjudicar el resultado proporcional del partido, dado que el voto a la lista proporcional y el voto al Diputado de distrito se pueden perfectamente otorgar a candidaturas de diferentes partidos). Nunca ocurrió, pero era un riesgo que generaba el sistema. De hecho, como esta regla no ha cambiado en el nuevo sistema electoral ya aplicado durante las últimas elecciones de 2013, no entiendo por qué la CDU de Merkel no apoyó al FDP en 3 distritos para así garantizar que su 4'8% de los votos hubieran tomado parte en el reparto proporcional de asientos en el Bundestag, lo que le hubiera garantizado la mayoría absoluta). ¿Lo haría a propósito para garantizar una mayoría de izquierdas y así "verse obligada" a favorecer la irrupción de enormes masas de refugiados en Alemania o medidas de ingeniería social anticristiana y antirracional tales como el Sucedáneo de Matrimonio para Personas del Mismo Sexo, so pena de que el SPD rompiera la Gran Coalición para aliarse con Los Verdes y los ex-comunistas germano-orientales y hacerle una moción de censura? Nunca se me había ocurrido verlo así, pero no me sorprendería semejante maquiavelismo en una líder tan carente de escrúpulos como lo es la "Canciller del Mundo".

El segundo motivo por el que el sistema previamente vigente era demencial se resume en el fenómeno conocido con el nombre de peso negativo del voto. Ha sucedido alguna que otra vez en las elecciones federales alemanas que un exceso de votos en según qué Länder haya llevado a que se asignara a dicho Länder un escaño adicional inútil (por tenerlo ya asegurado el partido gracias a su éxito en los distritos uninominales); en lugar de adjudicárselo a Länder en los que pudiera ser sumado efectivamente si en el anterior se hubieran sacado menos votos. Es decir, que se han dado situaciones en las que un partido ha tenido que arrepentirse de sumar votos en un lugar, y habría preferido obtener menos votos allí y los mismos en otro sitio en el que le habría beneficiado la adjudicación de escaños. No sé si se entiende bien el concepto, que no sé explicar mejor, pero en democracia esto es una monstruosidad. Penalizar a un partido por hacer una performance "demasiado buena" en un territorio y estructurar el sistema electoral de modo tal que le habría convenido más obtener peores resultados en el mismo y los mismos resultados en otro territorio es un contra-Dios. No estamos hablando de que sumar votos no beneficie (es decir, de que te diera lo mismo tener en un Land x votos o 10.000 menos), que ya sería como para pensárselo. Estamos hablando de que perjudica (es decir, de que para tí habría sido mejor sacar en lugar de x votos los 10.000 de menos). ¿Éste era el sistema modélico que debía exportarse al resto de la Tierra y que supera a todos los preexistentes? Pues yo no conozco ningún otro sistema en el que obtener votos "de más" perjudique a nadie. Y es que se supone que obtener el máximo apoyo popular posible debería ser el objetivo de todo demócrata. Eso, y que una democracia debería premiar los votos, o por lo menos no castigarlos haciendo que empeore el resultado electoral.

Un tercer motivo en virtud del cual queda deslucido el sistema electoral alemán es su fracaso a la hora de promover una conexión mayor entre los representantes y sus representados. La razón es sencilla: los Diputados de distrito pueden ser parte de las listas electorales proporcionales. Es decir, que un Diputado de actitudes perrunas, como los españoles que conocemos, y sumiso a las directrices de la cúpula de su partido ya no tiene que preocuparse de renovar escaño. Sencillamente es incluido en la lista electoral y a tomar viento fresco la gente de su distrito, si se tercia y lo ordena el partido. Por otra parte, incluso si se impidiera a los Diputados de distrito presentarse en las listas electorales, el efecto pernicioso de éstas seguiría manifestándose, dado que no cabe duda de que habría Diputados que no vacilarían en traicionar las promesas hechas a los votantes si la cúpula del partido se lo exigiera con ánimo de compensar la pérdida de apoyo en su distrito figurando en las listas electorales proporcionales. Indudablemente, el fenómeno se atenuaría, pero persistiría sin duda alguna.

Bien, esos eran los defectos del sistema electoral alemán que regía hasta 2011. Ese año, y en cumplimiento de la orden que le dio al respecto el Tribunal Constitucional Federal alemán tiempo antes, el Gobierno de Merkel (en aquel tiempo apoyada por los liberales) hizo aprobar modificaciones en la legislación electoral alemana. Dichas modificaciones se hicieron fuera del plazo, pero antes de todos modos de las primeras elecciones posteriores al Bundestag, que serían las celebradas en 2013. Las razones por las que el Tribunal Constitucional Federal alemán ordenó los cambios se relacionaron, fundamentalmente, con los distritos sobrantes. Éstos planteaban tres problemas. Tres posibilidades que el Tribunal Constitucional Federal consideró incompatibles con la Constitución alemana. La primera era el fenómeno del peso negativo del voto, de por sí incompatible con el principio democrático, que proscribía un sistema electoral que perjudicaba a quienes, como ya se ha visto, obtenían "demasiados" votos. La segunda era que la adición de los escaños de distrito cuando éstos excedían en número a los proporcionales, como es fácil de entender, atentaba contra la proporcionalidad entre los partidos políticos (si cualquiera de los Länder aumentaba uno o varios Diputados su representación respecto de la que le correspondiera proporcionalmente, los partidos beneficiarios obtendrían más Diputados de los que les correspondían proporcionalmente y los partidos que no sumaran, aunque conservaran los obtenidos de manera ordinaria -que representarían un porcentaje menor sobre el total de Diputados de los respectivos Länder-). La tercera era que la proporcionalidad se mandaba a paseo no solo entre los partidos políticos, sino también entre los Länder (los que enviarán Diputados de más se beneficiarían en perjuicio del resto al aumentar el tamaño de su Diputación).

Ese último problema de la desproporción entre la representación de cada Länder lo planteaba también el reparto proporcional de escaños (recordad: primero entre los partidos, y posteriormente entre las listas electorales de cada partido en cada Länder). Aunque el objetivo de este sistema de reparto era que el número de Diputados proporcionalmente atribuidos de cada Länder fuera proporcional, valga la redundancia, al número de votos emitidos en él (opción respetable e incluso superior al criterio tradicional que atiende a la población que figura en el último censo en lugar de a los electores que participan en las elecciones), lo cierto es el que el sistema no garantizaba en absoluto ni siquiera el cumplimiento de este objetivo. El tamaño de la Diputación "proporcional" de cada Länder (estamos para este razonamiento excluyendo a los Diputados elegidos en solitario por distritos), dependía no de la votación global en cada Länder, sino de la votación de cada partido dentro del Länder. Para explicarlo de modo sencillo: si en Alemania hubiera dos elecciones seguidas en las que el censo y la participación no se modificaran, y tanto a nivel nacional como de los Länder el número de votos emitidos fuera el mismo, el número de Diputados correspondiente a cada Länder podría alterarse si se alterase la correlación de votos entre cada partido político (por mucho que en realidad el peso de éste en la elección fuera el mismo en ambas elecciones). Esto es quizá lo que al Tribunal Constitucional Federal alemán le pareció peor de todo y de remedio más urgente. Lo que es lógico, dado que Alemania es una Unión Federal, y se entiende que la desproporción en el peso político de los Länder es mucho más grave que la desproporción en el peso político de meros partidos políticos.

Así pues, en 2011 se llevó a cabo la reforma ordenada desde el Tribunal Constitucional Federal. Veamos ahora en qué han cambiado las cosas. A la vista de lo anteriormente expuesto, podría considerarse que la razón principal de los defectos que planteaba el sistema electoral alemán antiguo se derivaban, principalmente, de su excesiva complejidad. Y por ende, no parece demasiado aventurado creer que la forma de corregirlos sin cambiar demasiado radicalmente de sistema electoral pasaría por articular un sistema más sencillo, como, por ejemplo, podría serlo uno basado en la suma, y no superposición, de escaños proporcionales y escaños mayoritarios. Esa sería una solución, aunque implicara modificar la Constitución, y se habría podido incluso realizar con facilidad, pues no parece que tras hacer compartido con ellos ocho de sus doce años al frente del Gobierno, Ángela Merkel tenga problemas para entenderse con los socialdemócratas, el otro gran partido de Alemania. ¡Pero no! Por lo que optaron fue por convertir lo que de por sí era algo complicado en un galimatías incomprensible, que he tenido que volver a estudiar con solo relativo éxito antes de poder explicar la manera en que funciona mediante palabras algo comprensibles. Vayamos a ello.

En líneas generales, el sistema es semejante al anterior, pero reformado de un modo que lo complica mucho. Las bases del reparto proporcional son las mismas: en principio, los 598 escaños de base que como mínimo han de componer el Bundestag. En primera instancia, dichos 598 escaños son repartidos, pero no entre los partidos políticos, sino entre los Länder. Y no se repartirían en función del número de votantes, sino en función de los datos de población del censo más reciente, siguiendo el modelo de los EEUU que además se aplicaba y se sigue aplicando a los 299 distritos uninominales. Una vez establecida la cifra de reparto de escaños a los Länder, se procede al reparto de escaños entre las listas de cada partido político sobre la misma base que antes de la reforma. Es decir, que a los 598 escaños mínimos del Bundestag se les resta, en su caso, los conseguidos en los distritos uninominales por independientes o por partidos que no puedan participar en el reparto proporcional -que siguen siendo exactamente los mismos que antes de la reforma -los que sacan menos del 5% del voto proporcional, menos de 3 distritos, dejando de lado el régimen especial de los partidos representativos de minorías nacionales, cuyo régimen también sigue inalterado-). Y, posteriormente, la cifra resultante, sea 598 o sea otra algo inferior, son los escaños que se reparten entre cada lista de partido político de cada uno de los Länder empleando el método Sainte-Laguë (que sustituye al anteriormente empleado de Hare/Niemeyer).

Si como resultado de esta operación las listas de cualquier de los Länder obtienen más Diputados de los que les fueron atribuidos en el primer reparto entre ellos de todos los 598 Diputados, se va aumentando de uno en uno la cifra empleada para la atribución de escaños a las listas de los partidos de Länder -sea 598 u otra menor-, y así hasta que las listas sumadas obtengan tantos Diputados como se otorgaron a los Länder en el primer reparto (y si los Diputados atribuidos son menos que los que corresponden, la cifra empleada como base para la atribución va disminuyendo para conseguir el mismo objetivo: ajustarla a la cifra de escaños atribuida a los Länder según su población). A las listas de partido en los Länder se descontarán los escaños obtenidos por cada partido en los distritos.

Y en esto llegamos al paso que cabría considerar decisivo: la cifra de escaños atribuida a cada lista de partido tras descontarle los escaños proporcionales se incrementará hasta que todos los partidos reciban (sumando los escaños de distrito) la cifra resultante del reparto anterior entre las listas electorales de cada Länder y, sumada a ésta, la cifra de escaños que proporcionalmente correspondería al partido contando SOLO los votos que obtuviera en los distritos en los que sus candidatos hubieran perdido el escaño. La diferencia entre éstos votos y los primariamente atribuidos serían los escaños compensatorios que, sumados a los primariamente atribuidos, nos darían el número de escaños definitivos que obtendría cada partido en cada uno de los Länder, que ahora volverían a ser repartidos de acuerdo a las reglas antes vistas (ocupando todos los Diputados de distrito un escaño, y confiriéndose solo los hipotéticos escaños sobrante de cada partido a los candidatos de sus listas electorales de acuerdo a la posición que ocuparan dentro de ésta). Si algún partido recibiera en cualquiera de los Länder más Diputados que candidatos contuviera la lista, los sitios de más permanecerían vacantes.

Este es, grosso modo, el sistema electoral hoy vigente en Alemania. Un galimatías tal que me genera incluso la duda de haberme quedado correctamente con la copla (de manera que animo a cualquiera que lea esto a investigar por su cuenta si puede). Éste es el sistema considerado a lo largo y ancho del mundo modélico, antes y después de su transformación de 2011. Y ahora toca entrar en valoraciones. Este extraño sistema electoral alemán: ¿Es una Arcadia feliz? ¿Es un engañabobos? ¿Cómo corresponde que lo califiquemos? A trasladar mi particular visión del asunto dedicaré esta segunda mitad del artículo.

Del sistema electoral alemán de RPP hay muchos partidarios en España que incluso lo proponen como el sistema supuestamente más deseable para nuestro país. Y es verdad que el sistema electoral español adolece de tales males como para que quepa interpretar que la RPP tal como la tienen montada en Alemania constituiría un avance para nuestro país. Con eso y todo, quizá quienes así ven el asunto deberían replanteárselo. Porque, tanto el sistema antiguo como el nuevo plantean una problemática común: la mala elección de medios para alcanzar sus fines. El antiguo sistema, queriendo favorecer una mayor conexión entre representantes y representados sin por ello perjudicar la proporcionalidad del resultado, no conseguía ni lo uno (el Diputado de distrito podía y puede ser elegido en listas proporcionales) ni lo otro (las victorias de un partido en un gran número de distritos y la imposibilidad de dejar vacantes los escaños llevaba a su sobrerrepresentación en el Bundestag, sobrerrepresentación que ha sido en varias legislaturas clave para la formación de Gobierno). Y encima, favoreciendo la debilidad electoral, a causa del efecto antidemocrático del peso negativo del voto; y facultando manipulaciones del sistema que, por más que en Alemania no hayan tenido lugar, en España se antojan sumamente probables, a tenor de lo que ha sido la cultura política postfranquista posterior a la aprobación de la Ley para la Reforma Política. Creo sinceramente que no cuesta nada imaginar a los partidos políticos españoles haciendo trampas con la elección de Diputados de distrito para garantizar que sus hipotéticos aliados en caso de necesidad estuvieran presentes en el Congreso de los Diputados.

El nuevo sistema solo soluciona, y mal, el problema de la proporcionalidad. Digo que lo soluciona mal porque lo ha solucionado a un precio exorbitante: el empleo de un método absurdamente complicado que pareciera ideado por el doctor Frankenstein: estructurar un sistema de escaños compensatorios susceptible de incrementar desmesuradamente el tamaño del Bundestag. Así, en 2013 la cámara se vio ampliada de los 598 escaños de base a 631. Pero hasta eso se queda corto comparado con lo sucedido el pasado 24 de septiembre, cuando a causa de la irrupción de dos partidos más (los resurrectos liberales del FDP y la nueva fuerza ascendente de AfD) la cifra de escaños se ha disparado a 709, que no es descabellado que sean incluso más en alguna legislatura futura. Y todo ello para que, no obstante, siga vigente cierta desproporción votos/escaños, dado que AfD, que ganó (en términos del segundo voto que sirve de referencia para el reparto proporcional de escaños) las elecciones en Sajonia, obtuvo sin embargo solo 11 Diputados frente a los 14 que allí obtuvo la segunda fuerza, que fue la CDU de Merkel. Sin perdernos en esto y centrándonos en la cuestión del desmesurado aumento de tamaño del Bundestag (que en teoría podría alcanzar un máximo de 897 Diputados), ¿es en verdad tan problemático que las dimensiones de un Parlamento aumenten o disminuyan tan abruptamente de legislatura en legislatura como para rechazar automáticamente el sistema electoral que permite tal eventualidad? En si mismo, no diría que ese fenómeno sea automáticamente perverso. Desde luego, no lo será si lo justifica la consecución de algún objetivo político de enjundia para cuyo cumplimiento no existiera otro camino y se tomaran medidas a fin de prevenir las alteraciones demasiado abruptas en el funcionamiento normal de una cámara que tiene que celebrar votaciones y reunirse físicamente en un espacio limitado que admitirá un aforo máximo y que habrá que preparar, con los costos correspondientes, en función del número de sus integrantes (particular sobre el que puede leerse en https://mundo.sputniknews.com/europa/201709261072653097-alemania-parlamento-gastos-elecciones/).

En el caso alemán, sin embargo, es dudoso que las variaciones del tamaño del Bundestag respondan a exigencias que no pudieran ser satisfechas de una manera harto más sencilla. Es decir, que si lo que se quería era asegurar la proporcionalidad, habría tenido más sentido la abolición pura y simple de los Diputados de distrito, ya que la situación vendría a ser la misma, pero ahorrándose complicaciones. Y si finalmente se entendiera que igual el de la proporcionalidad es un ideal sobrevalorado, que es lo que creo, no tendría sentido retornar al chapucero sistema electoral previo a 2011, sino que, en todo caso, tendría más sentido establecer un sistema cuerdo de asignación de escaños en virtud del cual se eligieran Diputados de distrito que fueran más cercanos a las preocupaciones populares y tendentes a garantizar una mayoría parlamentaria y otros en una circunscripción electoral nacional. Sistema que además solo tendría sentido si existiera un número idéntico de Diputados mayoritarios y proporcionales, dado que si ambos criterios de selección de parlamentarios están presentes en el sistema electoral, cualquier diferencia entre las proporciones de unos u otros conllevará necesariamente una arbitrariedad injustificada que solo puede evitarse dando a ambos grupos de Diputados el mismo peso. Todo sea dicho, incluso si no se procede de ese modo, se antoja notablemente más razonable establecer una proporción fija de Diputados de distrito, y no una constantemente variable.

Precisamente esa arbitrariedad es uno de los rasgos merecedores de mayor desaprobación que plantea el actual sistema. Y es que, quiérase que no, tanto en su versión anterior como, de modo todavía más agresivo en su versión posterior a 2011, el sistema electoral alemán de RPP es un sistema basado en la existencia de una minoría de 299 Diputados elegidos por distritos dentro de un Bundestag de tamaño variable que en esta legislatura tendrá 709 miembros frente a los 631 y 622 de las dos legislaturas precedentes (lo que significa que existen 410 Diputados que no han sido elegidos por los distritos, a diferencia de los 332 y de los 323 no elegidos por distritos tras las elecciones de 2013 y 2009, respectivamente). Esto puede ser mejor o peor, pero en verdad se trata de una arbitrariedad carente del menor sentido. Pues no lo tiene establecer una cantidad de Diputados de distrito claramente concebidos para ser la mitad pero que en 2009 representaron el 48'07% de todos los Diputados del Bundestag, en 2013 el 47'39% y en 2017 el 43'3%. A esto se lo llama chapucería e improvisación electorales.

Finalmente, es preciso señalar último de todos el que para mi es el mayor defecto del sistema electoral alemán: su carácter draconiano, que lo hace insensible a la existencia de fracciones que en buena lógica merecerían aspirar a obtener alguna representación parlamentaria, por poca que fuera, y que solo exceptúa la regla para favorecer a grupos caracterizados precisamente por no identificarse con Alemania (actitud verdaderamente suicida que, aplicada a España, sería la ruina total de nuestro país, que ya bastante ha favorecido en estos últimos cuarenta años las tendencias centrífugas). Indudablemente, ambos son defectos que se pueden entender teniendo presente que Alemania no fue libre para establecer su nuevo orden institucional de posguerra, que la vigilancia por los Aliados de los pasos dados por la Alemania Occidental fue muy estrecha, y que aquel proceso ya de por sí mediatizado hasta el extremo desde fuera estuvo además marcado a fuego por el recuerdo del caos electoral de la República de Weimar (que tanto dificultó la formación de Gobiernos estables que gozaran de apoyos parlamentarios estables, y tanto contribuyó al nacimiento del Reich hitleriano).

Se consideró que la República de Weimar era el contramodelo a evitar, al menos en términos electorales (aunque también institucionales, como demuestra el robustecimiento de los poderes del Canciller en relación a los del Presidente -que quedó relegado a la condición de figura meramente decorativa-), y por lo tanto se quiso impedir a toda costa la "excesiva" proliferación de partidos minoritarios, y para ello se estableció la barrera del 5% del voto nacional para acceder al Bundestag. Sin renunciar al proporcionalismo, que tras la implementación de los mecanismos del llamado "parlamentarismo racionalizado" se convirtió en una excusa perfecta para establecer un sistema basado en listas electorales que permitiera ejercer un elevado grado de control sobre los Diputados, reduciéndolos al orden y facilitando la estabilidad de lo que claramente desde el principio se convirtió en una partitocracia al estilo de las que se fueron formando en el resto de Europa Occidental. Siendo también una forma de forzar los Gobiernos de coalición, lo que tampoco es inocente, dado que favorecer ese tipo de Gobiernos era también una forma de hacer ver que Alemania había superado la época nazi de partido único que monopoliza completamente el poder (necesidad que la incorporación de Alemania Oriental ha reforzado, dado el pasado comunista de los nuevos Länder). En cuanto a la excepción favorable a las minorías nacionales según la cual a éstas se las exceptúa de la regla del 5%, obviamente era una forma de demostrar que Alemania había aprendido la lección, y que pasaba del ultranacionalismo nazi a convertirse en el mejor amigo de las minorías. Mentalidad que no fue ajena a semejante decisión, igual que no fue ajena a la decisión de Merkel de admitir en tropel a refugiados sirios y de otros muchos sitios.

Así y todo, incluso en esto cabe dudar de que los artífices de la conformación del sistema electoral alemán eligieran bien los métodos. Es dudoso que fuera precisa una barrera tan elevada como la actual del 5% para conseguir los efectos deseados. Seguramente barreras sensiblemente menores también habrían servido para impedir la proliferación excesiva de pequeños partidos. Sin embargo, es que al final lo que resulta dudosa es esa misma obsesión por impedir a toda costa la aparición de pequeños partidos, gran problema al que se suelen enfrentar todos los sistemas basados en la aplicación de fórmulas de reparto proporcional de escaños a circunscripciones amplias. Claro, si la totalidad de los integrantes de un Parlamento se eligen de ese modo, la preocupación es comprensible. Pero no puede ser que se le pongan un trono a la premisa y un cadalso a la consecuencia. No puede ser que se exalte la "superior justicia" de la proporcionalidad y que, acto seguido, se abomine de sus legítimas consecuencias y se reduzca la proporcionalidad, como en el caso alemán, a una proporcionalidad entre los cuatro o seis más grandes, excluyendo de la legislatura al resto. ¿Que se quiere proporcionalidad? Pues entonces que se aplique correctamente, excluyendo no ya la draconiana barrera alemana, sino también cualquier otra barrera, por pequeña que sea. ¿Que, como consecuencia de esto, se considera que se pone en peligro la gobernabilidad del país? Pues que se añadan a los Diputados elegidos de manera proporcional un número y proporción fijos de Diputados de distrito (preferentemente la mitad), y que éstos se elijan separadamente y se sumen a los otros, sin incurrir en apaños extraños como el teutón.

Si esto se hubiera hecho en Alemania, seguramente la elección separada de Diputados de distrito habría permitido a los grandes partidos compensar de sobra los efectos de la reducción/supresión de la barrera. En el escenario aquí planteado las posibilidades de mayorías de Gobierno estables aumentarían, e incluso seguramente resultasen más fáciles de conseguir las mayorías absolutas. Eso incluso en el caso de que, como yo creo que sería más correcto, los Diputados de distrito se eligieran a través de alguna versión más o menos modificada del llamado voto alternativo (sistema de "segunda vuelta instantánea" que permite al elector ordenar a todos o a parte de los candidatos -yo preferiría que a todos- por preferencias, que se van sumando progresivamente hasta que algún candidato cumpla los requisitos que se impongan para alzarse con la victoria). Es verdad que la independencia de los Diputados sería mayor que bajo el sistema actual, circunstancia que a mi no me parece que tenga nada de malo, pero que algunos podrían creer que pondría en peligro la formación de Gobiernos estables.

Empero, el argumento a mi modo de ver carece de peso. Si se mantuviera el sistema de elección parlamentaria del Canciller (o, para el caso, del Presidente del Gobierno español), dicha independencia no sería absoluta y, por ende, no sería probable que pusiera en peligro la existencia de un Gobierno sólido y estable, dado que con motivo de la interrelación entre el Bundestag y el Canciller, los Diputados, incluso de distrito, seguramente tendrían muy presente que, a causa de la vinculación entre la elección parlamentaria y la del Canciller, es realmente a los candidatos a la Cancillería a quienes de hecho respaldan con su voto los ciudadanos; de manera que, a no ser que por cuestiones de política interna la imagen del Canciller quede debilitada, difícilmente se le van a rebelar. Y si alterasemos sustancialmente el sistema y la Jefatura de Gobierno fuera decidida directamente por los ciudadanos sin que tuviera que recibir la aprobación del Bundestag, la independencia de los Diputados (que sería harto mayor, al no depender de ellos la formación de Gobierno) podría dificultar la aprobación de toda la legislación que deseara el ejecutivo, pero no pondría en peligro la existencia del Gobierno mismo.

Bien, no cabe duda de que me he despachado a gusto contra el sistema electoral de Alemania. ¿Alguna virtud que quepa reseñar del mismo? Indudablemente, las principales virtudes del sistema electoral alemán están en algunas de sus intenciones, al margen de que luego se lleven desastrosamente mal a la práctica. Así pues, es un sistema que busca la consecución de dos objetivos loables. Uno primero que quizá sea más inasequible, como lo es encontrar la forma de compaginar cualquier clase de reparto proporcional de poder entre formaciones políticas con capacidad de influencia seria de los ciudadanos sobre los legisladores.así elegidos. Es dudoso que pueda impedirse que la elección proporcional desemboque en la conformación de estructuras de poder partitocráticas, pero es un objetivo que, si fuera posible instrumentalizarlo, sería encomiable. En segundo lugar, también me parece correcto aspirar a determinar el poder de los territorios no en base a la población en constante cambio, sino en base a un dato objetivo, traslúcido y no manipulable como lo es la participación electoral. Esa es una idea particularmente buena que considero que es susceptible de ser imitada en todas partes, y que favorece una alta participación electoral que evite se ciernan riesgos de deslegitimación de las instituciones democráticas; si bien en un sistema de RPP como el alemán es difícil de llevar a la práctica, y en un sistema basado en la elección separada de Diputados de distrito sería complicado (los distritos tienen que estar ya establecidos con anticipación a las elecciones). Así y todo, las dos intenciones antedichas son los rasgos que valoro más positivamente del sistema, pero de intenciones no se vive, e insisto en que, si bien creo que todo sistema electoral debería procurar alcanzar los mismos dos objetivos que persigue el alemán (especialmente el segundo), nunca la forma concreta en que Alemania busca la consecución de dichos objetivos podría servirle de modelo.

¿Arcadia feliz? ¿Engañabobos? Pues el sistema electoral alemán de RPP esencialmente es un engañabobos, aunque con algunas escasas virtudes que permiten afirmar que no es el peor sistema electoral entre los que cabe instrumentar, al menos por sus efectos (menos nocivos para Alemania de lo que puedan serlo para España los defectos de su sistema electoral suicida y proseparatista). Pero que no le salvan de ser catalogado como el más chapucero y peor articulado entre todos los sistemas electorales existentes en el ámbito de las democracias avanzadas de Occidente. He dicho. IHS