domingo, 13 de diciembre de 2015

HOMBRE SIEMPRE ANTES QUE BESTIA

http://www.publico.es/sociedad/pacma-nuestro-objetivo-escano-voz.html

El enlace de arriba es a una entrevista que acabo de leer. La protagoniza la "candidata" a la Presidencia del Gobierno del Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA). ¿Qué cuernos es ese partido? Pues el PACMA es el típico partido monguer que en democracia, por mal que legítimamente pueda llegar a pesarnos, hay que tolerar. Ahora bien, tolerarlo no implica abstenerse de dejar constancia pública de la bajísima consideración que me merecen sus ideas y propuestas. Considero que el PACMA es la clase de partido subnormal que solo podía surgir en el seno de una sociedad tan repugnante e impúdicamente decadente y aburrida como la nuestra. Defiende planteamientos tan de retraso como para que, si yo me dedicase a la política, vetara de antemano cualquier reunión o negociación con ellos. Incluso en el caso de que eso implicara mi finiquito político. ¿Reacción desmedida? Pues no.

Servidor está abierto al intercambio con personas que se adscriben a postulados diferentes de los suyos, e incluso totalmente ajenos a los mismos. Pero siempre y cuando no se trate ni de malvados ni de estúpidos, sino de personas con una mínima dotación intelectual y ética con las que valga la pena gastar tiempo y saliva en intercambiar palabras, que dudo mucho que sea el caso de estas personas. Moralmente, un malo es peor que un tonto; pero nunca me cansaré de recordar que en el terreno de los hechos prácticos a menudo sucede que un atajo de pobres gilipollas puede ser tan peligroso como un cártel de la droga o una banda terrorista. Y muy mentecatas me parecen personas que, en medio de una crisis estructural que pone en cuestión el mantenimiento de nuestra Sanidad Pública Universal (en la que yo no creo, pero que entiendo que si existe ha de procurar ser mantenida en buenas condiciones), no tienen mejor idea que la de proponer una "Sanidad Pública Universal para animales".

Bueno, que hay más. Pretenden prohibir el toreo exagerando la crítica al mismo hasta el punto de referirse a él como "crimen legal" pese a que con casi toda seguridad a esa misma gente se la suda tres carajos un auténtico Holocausto genocida como es el que España y todas las demás sociedades occidentales practican en la medida en que permiten y hasta casi fomentan la práctica del aborto. Más valdría y les valdría mostrarse igual de duros con los profesionales del exterminio (a los que me niego a dar el honroso nombre de "médicos") que, a sueldo de multinacionales de la muerte tales como Planned Parenthood, llevan a cabo esa nefasta práctica. Esos agentes de la destrucción del hombre a manos del hombre y no los toreros son los únicos verdaderos criminales a los que nuestro Estado y los demás de Occidente, al más puro estilo de James Bond, les concede "licencia para matar".

Yo no soy indiferente al sufrimiento animal, y en parte a causa de ello voy estando cada vez más convencido de que hay que prohibir los espectáculos sangrientos con animales, así como otras prácticas que implican crueldad innecesaria para con seres que son susceptibles de experimentar dolor. Incluso creo, en tanto que cristiano e hijo de la Iglesia Católica (dentro de la cual soy consciente de que el tema de que hablo está sujeto a discusión), que la supervivencia de determinado tipo de espectáculos es una reminiscencia pagana, y un eco atenuado de las maldades que en el mundo anterior a Cristo se practicaban en contra el hombre. Pero una cosa es esto y otra cosa muy diferente poner el interés de las bestias al nivel del de las personas, y no digo ya por encima del de éstas; o tratar de criminales a quienes no piensan de la misma manera que uno a este respecto.

Mientras el ser humano perezca y sufra legalmente (como ya ocurre en los Estados de nuestro entorno, en los que en general sucede que la vida de quien aún no ha nacido prácticamente no vale nada), mal rayo parta a las bestias. Tan sencillo como que hay cosas que ningún ser humano sensato pondría al mismo nivel. Por eso quizá pienso votar a VOX, pese a mis discrepancias con ellos. Porque podrán perder las elecciones, o haber desarrollado una estrategia electoral discutible, pero por lo menos no han perdido del todo el norte, como veo que sucede con PACMA. Además de con otros partidos bastante más populares y amenazadores para España que el animalista. IHS

jueves, 28 de mayo de 2015

SOLUCIÓN SALINA



He aquí una noticia relacionada con el gran mal del aborto que con tanto tino denuncia en la imagen adjunta una mujer ya difunta a la que con toda la razón del mundo me parece a mí que más pronto que tarde la Iglesia Católica hará santa: la Beata Teresa de Calcuta.

http://www.religionenlibertad.com/sobrevivio-a-un-aborto-mediante-solucion-salina-con-siete-meses-de-42599.htm

La historia habla por sí sola, y es como para leerla. ¿Los abortistas alguna vez os paráis a pensar en los sinsentidos terroríficos que producen las espantosas leyes que vuestro voto ha contribuído a hacer aprobar? No entro a juzgar si sois buenas o malas personas. Vuestro problema es más bien de inconsciencia. Los partidarios del aborto sois en vuestra mayor parte unos pasotas de tomo y lomo que permanecéis insensibles ante cualquier iniquidad, excepto cuando ésta os perjudica directamente o no os reporta beneficio de ninguna clase (pero el aborto, en un sentido egoista, os "beneficia" en el sentido materialista de la palabra al reducir el número de bocas a alimentar; de la misma manera que a muchos les "beneficiaba" el tener esclavos al aligerarles la carga de trabajo o hacer innecesario gastar dinero en pagar sueldos). Si hubiérais sido testigos del Holocausto, no creo que os hubiese impresionado gran cosa ni que el ser testigos de la maldad nazi os hubiese espoleado a la acción.

Por cierto, que el hecho de que las leyes abortistas tengan la sanción expresa o tácita del electorado no les añade un ápice de legitimidad. Los adoradores irreflexivos de la democracia y los políticos profesionales (y en esto los de C's o PODEMOS no son diferentes de los del PP o el PSOE) suelen atribuír a la voluntad mayoritaria del pueblo democráticamente expresada una infalibilidad comparable a la que los católicos atribuímos al Papa cuando habla ex cathedra. Dicen que cuando el pueblo aprueba algo tiene razón, y punto. Muchos descartamos esa idea con el mayor desprecio en tanto que subnormal; y consideramos evidente que a veces la mayoría tiene razón y a veces se equivoca (cosa que, aunque no guste, hay que respetar siempre que los errores de la mayoría no generen amenazas demasiado explícitas contra la minoría, en la medida en que de lo contrario no se podría hablar de democracia). 

En base a todo ello sucede que, cuando hablamos de las leyes que regulan el aborto, hablamos de normas jurídicas que buenamente pueden y hasta deben desobedecerse. Hoy en día, a la vista del hecho de que esta maldad se financia con dinero público, un hombre que no pague impuestos al Estado para evitar hacerse cómplice de estas atroces matanzas (que digo yo que deberían ser delito hasta para Manuela Carmena, ya que moralmente estamos ante un delito de sangre, diga lo que diga el Derecho) comparecerá ante la Justicia, pero bajo ningún concepto podrá ser considerado culpable de inmoralidad alguna. A eso hemos llegado.

viernes, 15 de mayo de 2015

APACIENTA A MIS CORDEROS

He aquí la noticia que me llevó en su día a redactar un artículo que se me había pasado publicar:



Si de verdad el Santo Padre ha hecho declaraciones como éstas, claro me queda que como Primer Pastor del rebaño de Cristo sobre la Tierra tiene mucho margen de mejora. En verdad, ahora que ha transcurrido un año y medio de pontificado de Francisco, no dudo de que nuestro Sumo Pontífice no ha aprendido todavía a confirmar en la fe a los hermanos, a los que a menudo genera unas dudas y unos quebraderos de cabeza que no les generaba su antecesor (que, por de pronto, se exponía mucho menos mediáticamente, y cuando lo hacía era evidente que se curraba mucho más sus declaraciones). Esta carencia de Francisco es seria, en la medida en que un Papa está ante todo para servir de guía al rebaño, y si no sabe hacerlo todos los bienes que pueda hacerle a la Iglesia de Cristo que encabeza de manera visible en este mundo no compensarán el mal que se deriva de esta circunstancia tan desafortunada.



Soy catequista, y el otro día una chiquilla comentó que en clase de religión le habían contado que el ángel Gabriel había dado un mensaje a un profeta llamado Mahoma, y que a partir de ese mensaje se escribió un libro sagrado. Evidentemente, se refería al Corán. A mí aquel comentario me llamó notablemente la atención. Por de pronto, porque no sé qué cuernos tienen en la cabeza los editores de libros de religión católica al introducir contenidos relativos a otras religiones en libros que se utilizan para impartir clase de esa asignatura. Lo único que se consigue con eso es generarles a los pobres chavales un cacao mental de primera magnitud. Cacao mental que no sirve más que para alimentar esa ignorancia religiosa a la que Benedicto XVI echaba con tanta sabiduría y más razón que un santo la culpa principal en lo que respecta al actual retroceso que en general está sufriendo el catolicismo en todas partes.



Fue para evitar que la chiquilla y el resto de los de mi curso de catequesis acaben albergando ideas confusas acerca del Islam (y crean erróneamente que el Corán tiene algo de sagrado o que Mahoma fue un profeta de Dios que charlaba en plan de colegui de toda la vida con su "brother" el arcángel Gabriel) que decidí dedicar unos minutos a hacer aclaraciones superficiales, pero a mi juicio suficientes y necesarias relativas a la naturaleza del Islam, de Mahoma y del Corán. Les expliqué brevemente:



-Que el Islam es una falsa religión que no tiene que ver prácticamente nada con el cristianismo y que lo niega (no lo complementa).



-Que Mahoma no fue profeta de nada, sino que fue un simple hombre. Peor aún, si fue algo fue un falso profeta que enseñó cosas contrarias a las que Jesús había enseñado. ¿Y por qué es un tipo tan relevante en la Historia del mundo? Pues porque los musulmanes lo consideran erróneamente el mayor de los profetas de Dios. En definitiva, que para un católico no hay motivo ninguno para creer que cruzara una sola palabra en toda su vida con el mismo arcángel Gabriel que anunció su próxima maternidad a la Virgen María.



-Que el Corán es una creación humana que no tiene absolutamente de sagrado desde la perspectiva de los cristianos (no se vayan a creer que es como una especie de "continuación" o "complemento" de la Biblia o algo así mis niños). Y que si contiene algún aporte procedente del mundo de lo sobrenatural, dicho aporte procede de Satanás, que no de Dios.



Eso fue, más o menos, lo que yo procuré explicarles a mis catecúmenos en palabras que ellos pudieran entender bien. El caso es que yo no sé de qué puede servir nada de lo que yo le diga a mis niños sobre este particular al transmitir la fe y la doctrina católicas si luego va el Papa y se refiere al Corán como un libro "profético" que habla de "paz". Decir semejante clase de cosas solo puede denotar o bien una peligrosa ignorancia de en qué consiste el Islam (que no es imposible en la medida en que el Santo Padre no tiene por qué saber apenas nada de otras religiones); o bien un calculado intento de llevarse bien con los musulmanes que a nadie puede sorprender en un Papa tan proclive a hacer siempre lo que políticamente se considera correcto y luce bien delante de las cámaras de televisión. Yo no creo que Francisco ignore de que pasta está hecha la religión musulmana, así que me inclino por la segunda opción. ¿Algo diferente de lo que han hecho tantísimos de sus antecesores desde hace incontables siglos? En esencia, no.



Desgraciadamente, la Iglesia lleva siglos siendo políticamente correcta (a veces hasta la náusea), y ese ha sido en el pasado y sigue siendo en el presente uno de sus mayores lastres. Ahora bien, históricamente la Iglesia ha contemporizado con el poder, pero no a costa de confundir su propia doctrina (con la que, sobre el papel, estaban comprometido el poder político al que la Iglesia retribuía con su apoyo), ni de generar duda alguna acerca de la condición que se autoatribuye de única religión verdadera entre las que existen en el mundo, ni de dejar abandonados a los hijos fieles que soportan persecución en lugares del mundo en los que la sociedad no ha sido iluminada por la luz contenida en el Evangelio (de hecho, en el caso de las sociedades musulmanas hablamos de sociedades que han sido "vacunadas" a fin de hacerse lo más impermeables que sea posible a la propagación del Evangelio).



Mira que Francisco condena expresamente la persecución de los cristianos en Oriente Próximo y solicita que se haga algo para parar esto. Pero de nada vale tan valerosa petición si en la misma frase se nos oculta -peor aún, se nos niega- la raíz del mal que soportan los cristianos que no se someten al terror impuesto por los musulmanes. Y eso hace Francisco cuando afirma del Corán lo que no es en absoluto. ¿Sabe ahora más Francisco del Islam que Mahoma? Dice que lo que hace el Estado Islámico no es Islam (aunque quizá Francisco, como buen jesuíta, juegue con los conceptos; y en ese sentido es verdad que si Islam significa "sumisión a Dios", lo que practican, no los más afectos a la yihad, sino todos los musulmanes y en todas partes, no podemos considerarlo Islam -ya que, por paradójico que pueda parecer, el verdadero Islam sería el catolicismo-).



Ahora bien, si atribuímos a estas palabras el significado que probablemente quiso darles Francisco (esto es, que la religión de los salvajes del Califato Islámico no es la que predicó Mahoma), llama la atención que existan tantísimos paralelismos entre la forma en que según las propias tradiciones islámicas vivió Mahoma y la forma en que proceden los seguidores del Califa Ibrahim. Y llama todavía más la atención la escasa semejanza entre el Islam del falso profeta y el que, según el Papa, es el auténtico Islam que deberían vivir los musulmanes. A los que entiendo que el Papa no debería invitarlos a vivir el Islam color de rosa que sugiere que de verdad predicó Mahoma, sino la verdadera religión de Dios de la que él es máximo representante terrenal, que fue la que nos enseñó el Maestro del que Francisco no es más que vicario: Jesucristo. Que de sí mismo dijo "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí". Afortunadamente, aunque el Vicario de Cristo podrá flaquear, e incluso hacer bobadas o cometer maldades manifiestas; nosotros los cristianos tenemos la garantía de que el Mesías nunca falla. Alabado sea por los siglos. IHS

sábado, 9 de mayo de 2015

IMPORTANCIA DE RESTABLECER LA DIGNIDAD DEL CULTO

A monseñor Lorca, obispo de Murcia -al igual que al sacerdote al que éste ha defendido- habrá infinidad de palurdos que los critiquen y que vayan por ellos a degüello, incluso dentro del seno de la Iglesia (ya se sabe que hay millones de apóstatas que siguen siendo formalmente -que no de corazón- hijos de la Iglesia). Sin embargo, ya podríamos ir todos los católicos tomando ejemplo. No es plan de seguir prostituyendo o permitiendo que otros prostituyan indefinidamente la santa y venerable doctrina que Cristo hizo bajar del Cielo a la Tierra ni el culto que tributamos al Padre desde nuestras iglesias. Eso ni nos hace más caritativos ni beneficia a nadie más que al diablo. San Pablo ya nos alerta de que "Quien come y bebe indignamente el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor se come y se bebe su propia condenación" (en otras versiones la frase termina diciendo "...se hace reo del cuerpo y de la sangre de Nuestro Señor"). Aquí adjunto el enlace a la noticia que fundamenta esta nueva entrada del blog:

http://infovaticana.com/blog/cristo-era-sabio/2015/05/08/el-obispo-de-cartagena-respalda-al-parroco-linchado-en-facebook-por-recordar-la-doctrina-de-la-comunion/

Y lo mismo que sucede con la cuestión de permitir comulgar a quien no debe comulgar es lo que pasa con prácticamente todas las cosas que rodean el culto a Dios en el marco del sacrificio eucarístico. Hoy, mismamente, el espectáculo de las Primeras Comuniones (que en el orden natural de las cosas deberían ser el primer contacto mínimamente maduro con la vida cristiana; pero que, desgraciadamente, en muchos casos son el último -a no ser que, ya más adultos, los chicos que hoy comulgaron decidan retornar a la fe que dudo mucho que sus padres les estimulen nada a vivir aunque solo sea porque ellos mismos dudo de que la vivan nada en absoluto-) ha sido lamentable en extremo. No sabría decir si ha sido peor que en otros años pasados, pero reconozco que yo me lo estoy tomado especialmente mal. Porque uno le tiene cariño a niños a los que durante dos años ha estado dando catequesis, que si no iba a ir la celebración el Tato. 

Para mí, desde luego, la ceremonia no ha sido un plato de buen gusto. La mala educación de la mayoría de la gente que ha ido allá (que ha llegado al punto de que tuvo lugar una auténtica estampida antes incluso de que terminara propiamente la misa -aunque esa es una mala práctica asentada, dado que parece ser que la mayoría de la gente ignora que no corresponde marcharse antes de que el sacerdote abandone la estancia-) ha sido lisa y llanamente pasmosa. Por otra parte, la vulgaridad e impudicia más extremos en la forma de vestir de muchos hombres y mujeres jóvenes -e incluso algunos no tan jóvenes- por igual es cosa que a mi modo de ver ha clamado al Cielo y hasta al Infierno. Sin duda alguna, todos tenemos derecho a que se los acoja dentro de la Iglesia, pero solo si manifestamos formas externas que sean acordes a los valores que la Iglesia promueve en el mundo. Si a los paganos les gusta la impudicia, son libres de practicarla, pero en su casa. No en público, y mucho menos en un templo de Jesucristo. Aunque no es tan vergonzoso el hecho de que esa gente ignorante actúe así como el hecho de que quienes tienen poder para impedir estos hechos no hagan absolutamente nada. ¿Dónde queda el amor por lo sagrado de quien permite que sea mancillado como si tal cosa?

Asco constante y vergüenza propia y ajena es el sentimiento que en ningún momento me ha terminado de abandonar hoy durante el transcurso de la ceremonia, que apenas he podido seguir a la vista de los constantes cuchicheos de los familiares de los niños que andaban incordiando alrededor (que parecían estar de romería; cosa que también me indigna en la medida en que me parece muy probable que esa gente hubiera mostrado más respeto en una función escolar del que mostraron a Dios en la propia casa del Padre). Por no hablar del despilfarro radicalmente anticristiano que normalmente adorna en estas fechas la actitud de las familias ante el evento. Que me llama especialmente la atención, porque todo el santo día nos estamos quejando de la crisis y de lo mal que está todo, pero luego vamos y por una simple primera comunión organizamos con toda la familia un festejo digno de la boda de un hijo del Rey y nos gastamos un dineral. Dineral que más adelante diremos que nunca tuvimos cuando justifiquemos ante las cámaras de televisión delante de las cuales a tanta gente le gusta hacerse la víctima el por qué no pagábamos la hipoteca a ese banco malo malísimo que nos quiere desahuciar.

En fin, mi conclusión final es la de que cuando sufres un día así, lo que a uno le queda no es precisamente confianza en la forma en que hoy se maneja a todos los niveles la barca de la Iglesia. Para mí está claro que nadie nos va a respetar si nosotros mismos no nos sabemos hacer respetar. Y menos aún respetará a nuestro Dios. La gente respeta al falso diosecillo ante el que lamentablemente los musulmanes doblan la cerviz precisamente porque son plenamente conscientes de que le tienen un respeto más bien criminal en su exageración. Y, por contra, se cachondea de nuestro Dios en nuestras narices como si tal cosa precisamente porque no les parece que nosotros mismos sintamos particular respeto por Él. He ahí la cuestión: nos falta sangre en las venas. Ojalá de cuando en cuando tuviéramos más episodios de aquella Santa Ira de la que Nuestro Señor hizo gala cuando echó a los mercaderes del Templo, por haber convertido en tenderete la casa de su Padre. Ese es el ejemplo: ni matar, torturar o herir como se hace en los países en que se profesa el Islam; ni quedarnos con los brazos cruzados como si fuéramos un atajo de castrati gilipollas como suele suceder en Occidente. He dicho. IHS

domingo, 26 de abril de 2015

NPVIC Y CONSTITUCIÓN DE LOS EEUU. INCONVENIENCIA DE LA ELECCIÓN DIRECTA EN ESTADOS FEDERALES


[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Observo con creciente preocupación el constante avance que está experimentando en los EEUU la iniciativa que en inglés recibe el nombre de National Popular Vote Interstate Compact (Acuerdo Interestatal por el Voto Popular Nacional -o NPVIC, por sus siglas en inglés-). Se trata de una iniciativa que pretende que cada Estado usalense otorgue sus votos electorales al candidato a Presidente que obtenga la mayoría simple de los votos a nivel federal, con independencia del hecho de que gane o pierda las elecciones en el Estado. El primer Estado que hizo aprobar esta iniciativa fue Maryland, en 2007. Desde ese año, son ya once los Estados que se han sumado. El último fue Nueva York, orientado en ese sentido por su actual gobernador, Mario Cuomo.

El NPVIC establece que los Estados que lo aprueben por ley solo comenzarán a aplicarlo en el momento en el que haya sido aprobado por una pluralidad de Estados a los que corresponda otorgar 270 delegados -es decir, la mayoría absoluta de los que componen actualmente el Colegio Electoral-.

Este requisito para proceder a la aplicación de lo dispuesto en la iniciativa es lógico. Aplicarla antes podría no ser efectivo (dado que el candidato que obtenga menos voto popular podría ganar en todos los Estados que no la han aprobado, y de ese modo ganar las elecciones). Por el contrario, en el momento en que un grupo de Estados que eligiesen la mayoría de los delegados del Colegio Electoral aplicasen este sistema, los enemigos del Colegio Electoral estarían de enhorabuena, en la medida en que la institución quedaría abolida de facto, y la victoria en las elecciones presidenciales correspondería con toda seguridad al candidato que se hiciese con más votos en todo el país.

Todos los Estados que se han sumado son Estados liberales en los que la hegemonía política de los demócratas es abrumadora y los pocos republicanos que tocan poder consiguen hacerlo a base de someterse al discurso social y político de éstos, que es el hegemónico en esos Estados (igual que sucede a la inversa con muchos demócratas en muchos Estados de indiscutible predominio conservador). En el momento de aprobar el NPVIC, todos estos Estados tenían gobernadores y Legislaturas Estatales demócratas -con la única excepción de Nueva York, donde el Senado que aprobó el NPVIC era republicano-. En la mayoría de los casos, las mayorías electorales alcanzadas por los demócratas en las elecciones a gobernador o a las Legislaturas Estatales son apabullantes.

La iniciativa del NPVIC, en caso de aprobarse, implicaría el mayor cambio en el modelo político usalense acontecido en toda la Historia de la joven nación americana. Ningún cambio constitucional del sistema político entre los efectuados hasta el momento presente ha revestido la misma entidad que tendría éste, que vendrá impuesto a través de una simple reforma legislativa. Tan es así, que sus críticos en parte se le oponen por considerar que el NPVIC no es otra cosa que una reforma encubierta de la Constitución usalense. ¿Hasta qué punto es esa una opinión consistente?

Sin duda alguna, los Estados usalenses carecen de poder para derogar el Colegio Electoral que elige al Presidente de los EEUU (http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/breve-explicacion-del-sistema-de.html). Dicho Colegio Electoral fue establecido por la Sección 1ª del Apartado 2º del Artículo II de la Constitución de 1787, de manera que su disolución formal y la implementación de la elección presidencial directa por mayoría simple sería posible solo si se introdujese alguna Enmienda a la Constitución. Los apoyos que es necesario concitar a fin de enmendar la Constitución son enormes (voto favorable de dos tercios de cada cámara del Congreso y de tres cuartos de las Legislaturas Estatales). Por eso solo una vez han existido posibilidades razonables de enmendar la Constitución a fin de abolir el Colegio Electoral y de establecer la elección directa del Presidente de EEUU. Sucedió en 1969, cuando el Representante Emanuel Celler y el Senador Birch Bayh propusieron una Enmienda a la Constitución en virtud de la cual el candidato ganador de las elecciones pasaba a ser elegido directamente Presidente a condición de obtener al menos el 40% de los votos; celebrándose en caso contrario una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados.

Aquello era una chapuza, dado que se sustituía una tradición rebosante de sentido como -al margen de sus insuficiencias- lo es la de la elección indirecta del Presidente a través del Colegio Electoral (cuya composición, equivalente a la del número de Congresistas por Estado, no puede decirse que sea arbitraria) por un modelo de elección directa sin tradición histórica ninguna que no se ha empleado jamás para la elección de otros cargos públicos elegidos por comicios en EEUU, introduciendo esa cláusula boba del umbral mínimo del 40% a fin de poder ser elegido Presidente que, por un lado, carece de particular asidero racional (¿Por qué un 40% y no un 35% o un 45%? ¿No tendría más sentido exigir al menos el 50% más uno de los votos como en Francia?); y, por otro lado, nunca ha sido aplicada, al menos hasta donde yo sé, ni a las elecciones a las cámaras del Congreso ni a las elecciones a Gobernador, ni a las elecciones a las Legislaturas estatales). Más sentido habría tenido bien la instauración de una elección presidencial directa por mayoría simple acorde a la tradición política usalense, o bien la implementación de la novedad a todos los niveles electorales federales (es decir, también para las elecciones al Congreso).

El caso es que la propuesta de enmienda constitucional tuvo recorrido, dado que fue aprobada por una mayoría abrumadora de la Cámara de Representantes: 339 a 70. Más aún, recibió el apoyo de un Presidente que, por mucho que haya pasado a la Historia como uno de los más nefastos, fue en su momento uno de los más populares que nunca hayan tenido los EEUU: Richard Nixon. Solo la inquebrantable y numantina resistencia de una minoría compuesta sobre todo por Senadores de los Estados pequeños pudo impedir mediante un acertado ejercicio de filibusterismo (término con el que se conoce al bloqueo por una minoría suficiente de al menos el 40% de sus miembros de las actividades del Senado) la aprobación de tamaña aberración jurídico-política y salvar así el Colegio Electoral. Desde entonces se han vuelto a proponer enmiendas a fin de eliminar el Colegio Electoral, pero ninguna ha estado cerca siquiera de prosperar. El asunto perdió relevancia a ojos de la opinión pública usalense, y solo la recuperó cuando, en el año 2000, el candidato republicano y Gobernador de Texas, George W. Bush, derrotó al candidato demócrata y Vicepresidente, Al Gore, obteniendo menos voto popular que éste en las elecciones presidenciales (lo que no ocurría desde 1888).

Desde entonces volvió a tomar fuerza la idea de abolir el Colegio Electoral, aunque más que nada entre los demócratas. Que se daban cuenta de que sin apoyo bipartidista (y apenas hay republicanos prominentes que apoyen abrogar el Colegio Electoral) sería imposible intentar nada a ese respecto en el Congreso, que difícilmente aprobará una enmienda a la Constitución de 1787 que vaya en ese sentido. Ahora bien, los Estados (a través de sus Legislaturas) para lo que si son competentes es para decidir la forma en que deben otorgarse los delegados que a cada Estado corresponde designar con motivo de las elecciones. Esta es la razón que aducen en defensa de su propuesta los partidarios del NPVIC.

Los que cuestionan la constitucionalidad del NPVIC, por su lado, sostienen que el derecho de los Estados a repartir libremente sus delegados no llega hasta el punto de que un Estado pueda delegar su elección en lo que hagan los demás Estados, que es exactamente lo que hace el NPVIC cuando establece que el candidato ganador a nivel federal se llevará de calle los delegados de los Estados que lo han aprobado, con independencia de que haya perdido en el Estado. Yo, personalmente, creo que esa objeción no tiene una base lo suficientemente fuerte.

La X Enmienda es clara cuando establece que: "Los poderes que la Constitución no delega a los Estados Unidos ni prohibe ejercer a los Estados quedan reservados, respectivamente, a los Estados o al pueblo". En materia electoral, la Constitución no entra a regular más que unos pocos y muy concretos aspectos del sistema electoral federal. Así que, con la excepción del tamaño de las delegaciones de los Estados en el Congreso y en el Colegio Electoral; de la resolución de los casos en los que ningún candidato tenga la mayoría; de los lugares en que corresponde celebrar comicios a la Cámara de Representantes y las épocas y modo en que ha de hacerse lo propio en ambas cámaras del Congreso (cuestiones que, en ausencia de regulación federal, son reguladas libremente por cada Estado); y de la elección separada de Presidente y Vicepresidente, todas las demás cuestiones relacionadas con la regulación de las elecciones federales -tanto presidenciales como al Congreso- son de exclusiva competencia de los Estados.

Es otra la razón que yo creo que podría esgrimirse para argumentar la inconstitucionalidad del NPVIC. Yo creo que esta iniciativa es inconstitucional en la medida en que, si bien el procedimiento elegido para instaurar el NPVIC es acorde a la letra de la Constitución -en la medida en que respeta, de iure, la existencia del Colegio Electoral-, la propuesta implica un fraude no ya de ley, sino de la Constitución, al igual que un abuso del Derecho. ¿Por qué? Porque, si bien se respeta formalmente la existencia de la institución que se reforma, dicha institución queda despojada de todo contenido a efectos prácticos.

Uno de los órganos políticos centrales a lo largo de toda la Historia política de los EEUU, como es el Colegio Electoral -concebido para que la soberanía de los Estados fuera debidamente tenida en cuenta a través de la emisión por cada Estado de una opinión colectiva propia y diferente de la de los demás Estados-, ya no podría cumplir su función, dado que el reparto de votos ni siquiera se efectuaría teniendo en cuenta la opinión política del Estado, sino la de los EEUU en su conjunto. Esto implica contravenir en el fondo -si no en la forma- la intención de los Padres Fundadores y una tradición que viene siendo observada ininterrumpidamente desde hace ya 226 años, cuando se celebraron las primeras elecciones y se eligió unánimemente Presidente a George Washington. Si se concibió el Colegio Electoral fue para ser relevante y modular lo que podríamos denominar el "resultado electoral en bruto", y no para ser mero altavoz de dicho "resultado electoral en bruto".

Tampoco es que el argumento que opongo al NPVIC sea irrebatible, ni muchísimo menos. Podría decirse que, si de verdad la intención de los Padres Fundadores hubiera sido realmente la que yo digo (esto es, la de que el Colegio Electoral fuera relevante y sirviera para dar forma definitiva al resultado de las elecciones presidenciales), lo más seguro es que hubiesen tomado precauciones más eficaces para garantizar a toda costa la relevancia política del Colegio Electoral. No estoy convencido de que ese sea un argumento válido. También podría decirse que, si de verdad los Padres Fundadores hubiesen estado por un sistema de elección directa del Presidente, lo habrían establecido sin más. Habrá quienes digan que quizá estaban abiertos a establecer un sistema flexible en el que cupieran múltiples posibilidades (una de las cuales sería la elección presidencial directa), todas ellas igualmente constitucionales. No lo veo razonable. No creo que los Padres Fundadores plantearan precisamente un modelo institucional susceptible de ser transformado de un modo tan sustancial merced a la voluntad de mayorías políticas pasajeras; aunque solo sea porque eso habría supuesto cimentar los EEUU sobre cimientos altamente inestables.

Lo que sí señalan acertadamente los adversarios del NPVIC es que la validez de los acuerdos interestatales, de la naturaleza que sean, depende de su aprobación por el Congreso. Así que, aunque el NPVIC fuera aprobado por un número suficiente de Estados, seguiría sin poder entrar en vigor en tanto no lo aprobara el Congreso, actualmente en manos republicanas. Hoy por hoy, no se antoja probable que un Congreso republicano aprobara nada que se parezca al NPVIC. Ahora bien, esta no es una barrera protectora contra el desafuero tan difícil de franquear como para dejar de preocuparse por lo que pueda suceder en el corto plazo. Parece probado que las mayorías republicanas en el Congreso obedecen a unos índices de participación popular en los comicios de vergüenza. Sin embargo, una propuesta como el NPVIC es la clase de asunto que podría movilizar a lo grande al electorado (incluso si las elecciones al Congreso estuvieran separadas de las presidenciales), y que podría ayudar a conformar una nueva mayoría demócrata favorable al acuerdo.

Otra cuestión jurídica a tener en cuenta a la hora de plantearse la conveniencia de una iniciativa del estilo del NPVIC es que, incluso aceptando la constitucionalidad de la misma, nos encontramos con que se estaría acometiendo una modificación trascendental del sistema político estadounidense sobre la base de una provisionalidad que no parece que constituya jamás el marco jurídico idóneo para ninguna gran reforma. ¿Por qué? Pues porque los Estados son libres para revocar el acuerdo adoptado, de modo que algunos de los Estados que aprobaran el NPVIC podrían revocarlo tras haber entrado éste en vigor, debiendo retornarse automáticamente al sistema electoral anterior. En definitiva, que la cuestión electoral podría convertirse en un motivo de enfrentamieto y encono político federal e interestatal permanente. Se votaría en las elecciones presidenciales sin la seguridad de que a los cuatro años el sistema para la elección del Presidente siguiera siendo el mismo.

De momento, por ir aclarando la situación actual del NPVIC, tenemos que un grupo de Estados que eligen 165 delegados han aprobado ya la iniciativa. De manera que los propulsores de la misma han recorrido el 61'11...% del recorrido que los separa de la consecución de su objetivo. Les quedan 105 votos y la aprobación del Congreso para que su sueño de institucionalizar la elección presidencial directa en los EEUU se haga realidad. Teniendo en cuenta solo los Estados que no han aprobado el NPVIC, bastaría con que la propuesta recibiera el apoyo de Texas, Florida, Pennsylvania y Ohio para tener que ser sometida al Congreso. Ya lo comenté antes y vuelvo a comentarlo: hablamos de un hecho político de primerísima magnitud. Por lo que ahora toca dejar de lado el debate acerca de su constitucionalidad, y entrar a discutir si la elección directa del Presidente de EEUU es o no correcta.

Adelanto que no estoy en absoluto de acuerdo. Considero que la instauración de un sistema de elección directa del Presidente de los EEUU -que, aplicado a la elección del Presidente del Gobierno español, me parecería un adelanto incuestionable- supondría un enorme error de enormes proporciones históricas y de primerísima magnitud. La razón fundamental que me lleva a posicionarme de esta manera es una que siempre he creído que debería ser obvia: en una Unión Federal, la voluntad de las entidades federadas que la componen consideradas colectivamente no debería dejar de ser tenida en cuenta. Dicho de otro modo, en el seno de un sistema federal de integración parcial de naciones que pese a la integración mantienen su soberanía no debería adoptarse jamás un sistema que permita que un candidato a cualquier cargo público federal a elegir por toda la Unión pueda ser elegido para el mismo siendo rechazado por la práctica totalidad de las entidades federadas (lo que, desgraciadamente, es cosa que puede suceder perfectamente si se les niega a éstas la posibilidad de emitir un voto colectivo propio).

Comprendo perfectamente que se considere que el voto popular debería tener un protagonismo mayor que el que actualmente tiene en la elección presidencial. Yo creo lo mismo, y considero que estaría bien estudiar si existen opciones que, sin desvirtuar el sistema, puedan dotarlo de mayor relevancia. Para mi resulta claro como el agua que los EEUU (o por lo menos su sistema presidencial) han funcionado hasta ahora dando por hecho que el acuerdo de un número de Estados que claramente represente una mayoría incontestable de la Unión, por endeble que éste sea, ha de prevalecer sobre el rechazo tajante de la minoría de los Estados, sin importar lo grande que sea ésta minoría, ni el hecho de que dicha minoría de Estados englobe a la mayoría de la población del país.

Mi posición es la de que debería existir un equilibrio entrambas posiciones. Pienso que no debería ser posible que el rechazo tajante a un candidato en un Estado desprovea totalmente de efectos a la aceptación mayoritaria en el resto, y de la misma manera soy de la opinión de que tampoco debería ser posible que un acuerdo por la mínima en un grupo de Estados que represente a la mayoría del país (que no tienen ni siquiera porque ser la mayoría de los Estados totales) prime sobre el rechazo tajante en una fracción importante de la Unión.

Por otro lado, no dudo ni por un momento de que la elección directa del Presidente no solo no soluciona en absoluto el problema antes descrito, sino que consagra el proceso histórico-político de "unitarización" de los EEUU (que amenaza con sustituir la tradicional concepción del equilibrio entre las instancias políticas soberanas federal y estatales en una hegemonía federal absoluta, convirtiéndose los Estados en un elemento meramente decorativo del sistema político usalense). Antes de entrar a concretar mi postura, analicemos la contraria. Los defensores de la elección directa del Presidente -a la que antaño yo era favorable por mi menor comprensión de la naturaleza del sistema federal usalense- alegan una serie de razones que consideran deberian animar a la gente a sumarse a su causa. En esencia, esas razones se compendian en estas cuatro:

-El Voto Popular Nacional es más "democrático" que la elección presidencial a través del Colegio Electoral, ya que lo democrático es que sean los individuos los que se posicionen acerca de quién quieren que sea su Presidente, y no los Estados.

-El Voto Popular Nacional otorga mayor protagonismo a las minorías políticas de los Estados dado que, en lugar de llevarse todo el ganador en cada Estado como ocurre ahora, cada voto americano cuenta. De manera que, gane o pierda su candidato, no existe un solo americano cuyo voto no tenga una incidencia directa en la elección presidencial.

-El Voto Popular Nacional impide que la atención de los candidatos se centre casi exclusivamente en los swing States (Estados cambiantes), que son los Estados que no tienen una preferencia política clara y en los que, por así decirlo, no está cantada la victoria de ningún candidato.

-El Voto Popular Nacional devuelve protagonismo a los pequeños Estados, cuyo voto pasaría a importar tanto como el de los grandes. Nada que ver con lo que sucede en este momento de la Historia usalense en el que es un hecho que los Estados pequeños apenas cuentan, dado que su representatividad en el Colegio Electoral es tan pequeña que no se los toma en consideración. Ni siquiera cuando se trata de swing States, pues lo que aportan o quitan al candidato que gana en ellos es tan poquita cosa que practicamente no vale la pena el esfuerzo de prestarles una atención que más vale que se concentre en los grandes Estados que de verdad pueden provocar un vuelco.

Esas son las cuatro razones de más peso que les he leído u oído aducir en favor del NPVIC a los defensores de dicha iniciativa. Aunque estoy de acuerdo parcialmente con casi todas ellas, considero que se les da un enfoque equivocado, y una solución todavía más desacertada que espero que no sea la que finalmente elija el país. Así que voy a contestarlas una a una.

La idea de que es más democrático que se posicionen políticamente los ciudadanos y no los Estados no la comparto en absoluto, dado que es una simpleza. Quienes así razonan lo reducen todo al número total de individuos, obviando la diferencia cualitativa existente entre las naciones unitarias y las asociaciones de naciones más o menos integradas (federaciones y confederaciones); y olvidando por completo la idea de soberanía colectiva de la nación, que se expresa a través de la emisión de un voto conjunto de la misma en favor de los principales actores políticos. Idea que sigue siendo válida incluso cuando la nación pierde su independencia y pasa a ser una nación asociada cuya soberanía se ve limitada por un poder federal superior. Mientras haya nación y haya soberanía, es preciso que la soberanía colectiva pueda seguir ejercitándose. Dado que los EEUU aún no son una nación unitaria (pues si esto ocurriera ya no serían los EEUU, sino otra cosa muy diferente), entiendo que no hay razón para despojar a los Estados de su derecho a emitir un voto en tanto que colectividad en favor del candidato más apoyado dentro de los límites del Estado.

En cuanto a la idea de que la implementación de la elección presidencial directa devolvería su importancia al voto de las minorías políticas de los Estados, dicha idea implica partir de la base de que existen Estados muy inclinados hacia los republicanos y otros muy inclinados hacia los demócratas (Estados rojos y azules, respectivamente). E implica deducir automáticamente que, como el ganador se lo lleva todo, el voto de un demócrata de un Estado rojo o de un republicano de un Estado azul no significa nada, lo que desincentiva la participación, dado que millones que en otro caso votarían saben de antemano que el candidato del otro partido se llevará su Estado de calle. Y que, por ende, la elección presidencial directa devolvería su importancia a las minorías políticas de los Estados, y las animaría a participar en el proceso democrático y a identificarse más plenamente con él, sintiéndose representadas por el mismo.

Este es un argumento hasta cierto punto válido, pero se exagera su importancia; y no deja de ser falso en la medida en que se basa en una media verdad. La Historia en democracia de los EEUU es la más larga del mundo. Hoy en día, es verdad que el país está políticamente más polarizado de lo que lo había estado nunca en todos los años que han seguido a la Guerra Civil. Sin embargo, hace solo 30 años, el "ultraconservador" Ronald Reagan ganó en todos los Estados del país con la única excepción de Minnesotta (donde perdió por nada); y obtuvo ventajas abrumadoras de más de dos dígitos en Estados hoy día considerados bastiones inexpugnables del liberalismo tales como California, Illinois, Maine, Nueva Jersey, Oregón, Vermont o Washington. Ganó hasta en Massachusetts. Lo que significa que no es cierto que las minorías en los EEUU estén condenadas a la total irrelevancia, dado que siempre es posible cambiar esa situación. ¿Que cómo? Pues convirtiéndose en mayoría.

Eso sin contrar que no puede darse por hecho que los EEUU van a estar siempre igual de polarizados políticamente de lo que lo están en la actualidad. Quizá dentro de diez o veinte años nos encontremos con que minorías políticas que -según los partidarios de la elección presidencial directa- no tienen nada que hacer en sus Estados han conquistado la mayoría en los mismos. De todas maneras, el de la marginación de las minorías políticas de los Estados es uno de los argumentos más sensatos que aportan en favor de su causa los partidarios del NPVIC.

Los EEUU beben de dos fuentes de soberanía, que no son otras que el pueblo usalense y los Estados Federados. Sin embargo, es un hecho que, tradicionalmente, el sistema político usalense ha favorecido la representatividad de los Estados no prestando la suficiente atención a la representatividad popular. Y es cierto que este hecho desalienta a las minorías a participar en procesos electorales, y por ende dificulta su identificación con una democracia que no sienten que les represente (y para comprobar hasta qué punto esto no es una exageración, basta observar los indices patéticos de participación en las elecciones usalenses que se han ido registrando en el último siglo). La cultura política valora la victoria por encima de todas las cosas -rasgo muy típico del carácter anglosajón, y especialmente usalense-, y muchos de quienes saben que van a perder directamente se abstienen de tomar parte en los comicios. Eso debería cambiar. Aunque no a costa de privar de toda importancia al parecer del Estado mismo colectivamente considerado. Que es lo que, desgraciadamente, pretenden los partidarios de la elección presidencial directa.

En cuanto a la tercera razón de peso que los defensores de la implantación de la elección presidencial directa esgrimen para defender sus alocadas pretensiones unitaristas, que es la de que así se evitaría que los candidatos le presten más atención a unos Estados que a otros; empezar diciendo que es una solemne tontería, cuando no un engaño deliberado. Los partidarios de suprimir el Colegio Electoral sostienen que actualmente la atención de los candidatos se centra casi exclusivamente en los denominados swing States. Y que solo si se aprueba la elección directa del Presidente y cada voto americano cuenta lo mismo los candidatos se verán obligados a repartir su atención equitativamente.

Dicen que la elección directa es la única manera de devolver importancia al voto de los ciudadanos de los pequeños Estados, y de conseguir que los candidatos procuren hacer campaña en el mayor número de Estados posibles. Dicen que, dado el dispar tamaño de los Estados, los pequeños Estados, incluso en el caso de que sean swing States, difícilmente recibirán ni la menor atención de los grandes candidatos, a los que les compensa más tentar a la suerte y rezar para ganarlos que hacer campaña en ellos y dejar de prestar su atención a los mayores Estados, que son los que realmente son necesarios para ganar la Presidencia.

Es verdad que en los actuales EEUU hace ya décadas que los candidatos se concentran en los Estados que reúnen a la vez estas dos características: ser grandes Estados y ser swing States. Pese a todo, incluso reconociendo esto, se me hace difícil entender que la forma de otorgar mayor valor a la opinión de pequeños Estados como Rhode Island o Delaware sea pasar por alto la voluntad del pueblo de cualquiera de esos dos Estados. Es más, se omiten detalles importantes. Como el de que, en verdad, la voluntad de los pequeños Estados perdería relevancia. Pues en el Colegio Electoral los Estados pequeños están sobrerrepresentados y los grandes infrarrepresentados, mientras que, si se aprobara la elección directa del Presidente, los Estados pequeños pasarían a ser todavía más irrelevantes al perder esa pequeña ventaja de la que hoy gozan.

Conste que esto no es malo en sí mismo. Yo soy partidario de que cada Estado pese en la elección presidencial lo que le corresponda en atención a la proporción de la participación electoral global en las elecciones que corresponda a ese mismo Estado (lo que, potencialmente, implicaría que cada Estado pesaría tanto como la proporción de electores establecidos en él, dado que tal sería el resultado si participase en la elección el 100% del electorado, que tendría motivos hasta "patrióticos" si se los quiere llamar así para participar en las elecciones, en la medida en que de la emisión de su voto dependería el peso político de su Estado).

Me explico. Mientras los Estados sigan estando representados por igual en el Senado, los intereses de los menos poblados estarán debidamente protegidos. Es decir, que ya son lo suficientemente poderosos como para necesitar un peso mayor del que en base a su población les correspondería en la elección presidencial. De hecho, considero que es conveniente privarles de ese peso porque en los actuales EEUU existen unos cuantos Estados que son lo suficientemente irrisorios en términos de territorio, de población o de las dos cosas como para que uno no pueda dejar de preguntarse si no sería mejor que dichos Estados se integraran con otros para constituir Estados de dimensiones más normales. Lo que tiene su importancia más allá de la estética.

Históricamente, Nueva Inglaterra ha dispuesto de un poder mucho mayor dentro de los EEUU que el que debería corresponderle en base a su población, ya que concentra dentro de sus fronteras seis Estados, de los cuales cinco (a saber, se trata de los Estados de Maine, Nueva Hampshire, Vermont, Rhode Island y Connecticut) son minúsculos en términos territoriales. El mayor de todos los Estados de Nueva Inglaterra, Massachusetts no es tampoco demasiado grande (a decir verdad, creo que solo Hawaii, Nueva Jersey, Delaware y los otros Estados de Nueva Inglaterra antes mencionados son menores en superficie). Y en verdad da la sensación de que el hecho de que no estén unidos responde más a la inercia de la tradición y a la codicia política (separados suman 10 votos en el Colegio Electoral más de los que corresponderían a Nueva Inglaterra si ésta fuese un único Estado) que a la existencia de diferencias irreconciliables de ninguna clase entre los citados Estados.

Como es lógico, no soy partidario de que se obligue a fusionarse a entidades soberanas que deben ser libres de decidir si constituir o no una entidad integrada mayor. Pero si creo que es conveniente desincentivar, en la medida de lo posible, la pervivencia de los pequeños Estados. Y la forma de conseguir eso es reducir lo más que sea posible el poder de los mismos, siempre y cuando eso no tenga como consecuencia la ruptura de los principios políticos esenciales en torno a los cuales ha de ordenarse una asociación de naciones parcialmente integradas como es una federación.

De todas maneras, lo importante es que el argumento esgrimido a este respecto en favor del NPVIC es radicalmente falso, hasta tal punto que cuesta creer que los propulsores de la elección directa no sean conscientes de ello y, a pesar de todo, mientan descaradamente. La implementación del NPVIC disminuiría el peso de los pequeños Estados en la elección presidencial, sin que en modo alguno fuesen compensados con un mayor poder de atracción del que ya poseen sobre los candidatos.

No por nada, sino porque el efecto evidente del voto directo no sería otro que el de focalizar la atención de los candidatos en las grandes ciudades. Las elecciones se convertirían en una competición por la conquista del voto de las MacroUrbes, no del de los MicroEstados. Los candidatos republicanos a los que hoy por hoy los millones de votos obtenidos en ciudades tales como Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Filadelfia, San Francisco, Seattle, Cincinnati, Boston, Baltimore, Minneapolis no les valen absolutamente para nada acudirían más a esos sitios a fin de mantener o aumentar sus caladeros electorales. Y los demócratas harían lo propio en ciudades tales como Houston, Dallas, San Antonio, San Luis, Albuquerque, Charleston, Atlanta o Nueva Orleáns.

En definitiva, que sin duda alguna los candidatos ampliarían su radio de acción, pero no a los Estados pequeños (que seguirían igual de postergados que antes, solo que ahora disponiendo de mucho menos peso que antes en la elección del Presidente). Cosa que insisto en que no me parece mal, ya que una cosa es ser favorable a que los Estados pequeños no queden reducidos a la condición de diminutas e ignoradas manchas de tierra, y otra muy diferente es premiar su pequeñez natural con ventajas políticas que no son precisas para proteger su posición relevante dentro de la Unión, y con ella su soberanía. No obstante, lo que si rechazo es la forma en que los propulsores del NPVIC hacen apología de su propuesta intentando a sabiendas de lo que hacen colar como argumentos en favor de la misma circunstancias que dan lugar a efectos muy diferentes de los que ellos les atribuyen delante de la opinión pública.

Concluyendo, que esas son en resumidas cuentas mis razones para oponerme al NPVIC y a la elección directa del Presidente de EEUU. En cuanto a las novedades que pueda deparar la evolución de la iniciativa, ya seguiré informando si es preciso... Un abrazo en Jesucristo a todos los lectores, y hasta la próxima. IHS

martes, 7 de abril de 2015

ASCO Y VERGÜENZA, LA RESPUESTA QUE MERECE LA BLASFEMIA

Tras varios días sin hacer caso de esta publicación, me he tomado por fin la molestia de léerme este articulito:

http://blogs.publico.es/davidtorres/2015/03/31/cristianismo-hasta-el-fondo/

Me lo enviaba una persona a la que estimo, pero que en modo alguno comparte mi religión (él se declara budista y ateo), y que seguramente pensaba que me parecería digno de un comentario. ¡Y tanto que me lo ha parecido!

¿Qué decir de la entrada de este tal David Torres? Sencillamente, que me ha subyugado, y me ha hecho darme cuenta de hasta qué punto estaba preso en las garras de la Iglesia. ¡Qué mal enterado estaba de los contenidos de mi religión, y de las ideas que verdaderamente propugnaba Cristo! Menos mal que hombres nacidos muchos siglos después de los hechos que motivaron la aparición del Cristianismo en cuestión han arrojado luz sobre el misterio, y me han explicado que este 2015 hará 7 años que me adscribí libre y voluntariamente a un culto ateo cuyo vórtice es esa misma muerte de Dios de la que nos habla la filosofía de Nieztsche.

A partir de ahora, a preocuparme únicamente por las cosas por las que me de la real gana preocuparme en cada momento. ¿Renunciar a la moral? No, hombre, no. Pero sí reconocer que es puramente subjetiva, y que lo que hoy me parece sacrosanto (como los derechos de los niños*), mañana puede no serlo nada en absoluto..., especialmente si no me apetece que siga siendo así. ¡Fuera de mi vida la oración, la Biblia y la misa, que eso es un rollo! Si alguna vez me aburro y creo que, aunque solo sea para variar, me apetece una "experiencia trascendental", un poquito de yoga o de santería bastarán para sazonar mi vida con una pizca de mística extravagancia (ya que estamos, podría también realizar ofrendas y sacrificios a los antiguos dioses, ya que me gusta mucho la Historia y hace muchas centurias que nadie participa en las procesiones de los Hermanos Arvales, ni quema incienso en el altar del genio del "divino Julio", ni se divierte conmemorando las proezas de Ganímedes, sacando el corazón en homenaje a Kukulkán, o quemando niños para mejor congraciarse con Moloch).

Hablando en serio, las ideas de los paganos y apóstatas acerca del papel histórico me pueden merecer hondo respeto y notable interés; siempre que se expongan desde el respeto y sin atentar contra la realidad mediante la deformación insolente y rastrera de la misma. Desgraciadamente, este artículo no cumple mis mínimos (pienso que para cualquier creyente y para la mayoría de los no creyentes es fácil comprender mi postura a poquito que se lee). Peor aún, he de decir que me resulta ofensivo en extremo.

Me ofende en lo personal, dado que yo no me considero un sadomasoquista, no creo que los ritos de mi religión tengan nada de caníbal, ni que la manera en que la mayoría de la gente católica (y más concretamente cofrade -sector con el que ahora estoy algo más familiarizado desde que ingresé, y a mucha honra, en la Archicofradía del Ecce Homo de Cádiz​-) viva la Semana Santa como una "orgía de porno duro eclesial" ni como un "orgasmo patriótico". ¿Que alguno hay que se excede y acaba pareciendo un descerebrado adorador de Torrente o de Francisco Franco más que del Dios altísimo? No digo que no, pero es injusto asociar esto al ADN de la religión católica, en la medida en que no es de recibo denunciar como consecuencia de la predicación de la Iglesia actitudes que son radicalmente contrarias a la doctrina que la Iglesia predica (y que no son las que yo he observado en la mayoría de la gente cofrade que he conocido en estos últimos meses). Aunque, todo sea dicho, para gente como la que escribe el artículo el mero hecho de ir a misa o de escuchar el himno u honrar la bandera de España son actividades que acabarán entrando dentro de la categorías de "orgías de porno duro eclesial" y de "orgasmos patrióticos". Y me da pena pensar y miedo pensar que esas deleznables ideas las comparta la persona que me lo envía, tanto si reconoce abiertamente que es así como si no.

Dice el autor (y lo mismo piensa una larga legión de pobres diablos que se adscriben a sus puntos de vista) que si este país fuera católico, apostólico y romano "seguiríamos quemando herejes en las plazas". ¿Es que los paganos de todas las especies tienen acaso historial mejor que el del Cristianismo? ¿Qué son sus múltiples mundos sino las cabezas de una misma Hidra? ¿Y qué es por contrapartida nuestro imperfecto pero indiscutiblemente preferible mundo, cincelado principal aunque no únicamente por la religión de Cristo?

Yo digo que los paganos tienen todo el derecho a echarnos en cara los errores o maldades cometidos en nombre de la Iglesia, individualmente considerados. Mas el paganismo como colectivo carece de legitimidad alguna para reprocharnos absolutamente ninguna de nuestras traiciones a un Evangelio en el que ni siquiera creen. Si hemos hecho mal, ha sido por depositar en Cristo la misma poca fe que ellos ponen en Él, recurriendo por ello a métodos similares a los de los paganos. A menudo, el mayor bien que ha echo el Cristianismo ha sido la extirpación de las ideas contrarias a él mismo, incluso cuando lo ha hecho empleando medios ilícitos desde el punto de vista del Evangelio. Nuestros pecados son todos mera supervivencia de sus maneras erradas -cuando no criminales- de entender la vida del hombre sobre la Tierra, y no los arreglaremos dándoles nueva vida como lo está haciendo esta abominable sociedad apóstata y abortista, por la que con gran placer proclamo mi asco.

De todos modos, la ofensa personal es poquita cosa comparada con una más importante. No en vano está escrito "Amarás a Dios sobre todas las cosas". En ese sentido, señalar que el tono del artículo no solo denigra la dignidad de hombres como yo a los que ven, que impotentes nos vemos ante este nuevo atropello de los que nos desprecian por nuestra adscripción religiosa. Lo grave es que atenta contra la Majestad del Dios omnipotente al que no ven ni con sus ojos ni con su corazón. Verdad es que no creen en ese Dios, ni por tanto en su Majestad. Pero deberían respetarnos a nosotros, y deberían saber que las ofensas contra Dios son para el creyente cosa peor y más lesiva que los desaires que recaen sobre nosotros mismos y sobre aquellos a los que más amamos.

Denota un indisimulable mal gusto el enviar a un creyente material que implica tratar, empleando un lenguaje deliberadamente vulgar e inapropiado, un tema que para esa misma persona -en tanto que creyente- es de suma importancia. No se insulta directamente a Cristo, pero se emplea un vocabulario obsceno que no me inspira más que vergüenza ajena y del que es radicalmente inaceptable que se haga uso cuando a quien se menta es precisamente a Cristo, y delante de un creyente; y más aún cuando encima toda esa bilis se vierte en un artículo de prensa gracias al cual la ofensa se la pueden tener que tragar millones de creyentes y de personas que pese a no serlo no estén desprovistas de sensibilidad y de respeto por esos mismos creyentes cuya creencia no comparten. ¿Que es legal? Me parece perfecto que lo sea, y no reclamo castigo penal para el blasfemo; pero eso no quita que su artículo es inmoral, y que me reservo el derecho a declamar también públicamente mi desaprobación.

Todas esas razones son las que me llevan a terminar este largo estado solicitándole educadamente a la persona que me envió esta mierdecilla que se abstenga de volver a enviarme artículos del jaez de este que comento de David Torres. Críticas desfavorables del Cristianismo estoy dispuesto a leerlas y a debatirlas desde el respeto mutuo. Despreciables blasfemias contra mi Padre Dios e insultos contra mi Madre la Iglesia como los que se contienen en este artículo, no, por favor. Es cierto que es material interesante para la apologética, pero el precio a pagar es demasiado alto, y yo no tengo interés en pagarlo. IHS

*Por cierto, que no tengo el más mínimo reparo en invocar los derechos de los niños y en imputarle al paganismo de todas las especies la grave culpa que supone el tradicional desprecio de los mismos allí donde no ha irrumpido la fe verdadera para alumbrar con la luz de Cristo a los hombres de tantos pueblos que han permanecido encadenados a las tinieblas o retornado a ellas. Si, a pesar de los escándalos de pederastia en que está envuelta la Iglesia, y de la negligencia o maldad cómplice demostrada por muchos pastores de la misma; lo cierto es que yo no me avergüenzo de la relación histórica que ha existido entre la Iglesia y la niñez. Al fin y al cabo, si la pederastia hoy es un crimen reprimido y perseguido penalmente eso solo se debe a que en su día el triunfo de la Iglesia llevó a que esas prácticas odiosas fueran proscritas y duramente penadas por sociedades que siempre la habían aceptado y hasta estimulado. En mi mundo, hay "sacerdotes" y "católicos" corruptos e hipócritas que la han practicado, practican y practicarán a escondidas. En los mundos de los paganos, ya se sabe que esto siempre se ha practicado, se practica y se practicará sin especial reproche social ni legal, cuando no a plena luz del Sol (especialmente cuando el desafuero corre a cargo de los más poderosos). Lo que implica una diferencia en favor de nuestro mundo. Que además hunde sus raíces en una religión que afirma que los infantes sufrientes recibirán cumplida compensación por los daños injustamente recibidos a manos de sus agresores en la otra vida. Allí donde el ateísmo da a esos mismos pequeños con la puerta en las narices y les dice que, una vez termine su vida, ni sus malhechores pagarán lo que les hicieron ni ellos recibirán indemnización alguna. Alternativa demasiado triste y desesperanzada como para aceptarla bajo ningún concepto.

sábado, 7 de febrero de 2015

UN ARTÍCULO DEL QUE ESTOY ORGULLOSO

Voy a publicar un artículo que antaño escribí para el blog provincial gaditano de AES, y que, si bien el de AES es un proyecto muerto, deseo que siga en circulación, porque el problema a que hace referencia sigue del todo de actualidad [Y, afortunadamente, aunque el proyecto de AES está muerto, existen actualmente en 2017 proyectos similares como los representados por VOX y por la coalición RESPETO. A los que el principal reproche que cabe dirigirles es no dar pasos hacia una integración mutua entre ambos].

¿Qué cuernos pinta AES en Cádiz? Muy sencillo: ¡GIBRALTAR!

"Hoy no me he levantado con ganas de hablar de la justicia de la causa por la que Alternativa Española combate -con las armas que le proporciona el actual sistema, claro está-. Así que mi propósito al escribir esta nueva entrada del blog del partido no es convencer a nadie de las bondades del proyecto nacional de AES. No voy a explicar por qué entiendo que debe ser defendida la vida, ni por qué España debe sobrevivir a la deriva soberanista reestructurándose territorialmente en clave más centralista, ni por qué el Estado debe patrocinar políticas que se pongan al servicio de la familia natural (y no de su destrucción, como sucede actualmente).

En este momento lo que me apetece es extenderme sobre los que a mi parecer son los motivos que puede tener un gaditano defensor del tipo de ideas que AES representa para votar en las sucesivas convocatorias electorales por nuestra formación o por las coaliciones en las que ésta se integre antes que por las formaciones políticas que participan del sistema o de su ideología (PSOE, PP, IU [lease actualmente también PODEMOS], C's, UPyD, EQUO, PACMA, PA, PSA…) o por las que no proponen nada digno de mención (Hartos.org, Ciudadanos en Blanco…). En definitiva, me propongo responder a la siguiente pregunta: ¿Qué cuernos pinta AES en Cádiz?

Estoy en disposición de afirmar que AES pinta mucho en Cádiz. Más de lo que pueden imaginarse incluso quienes ya colaboran con el proyecto en esta provincia. Las razones que me llevan a afirmar la veracidad del aserto anterior son múltiples. Pero, por de pronto, hay una que quizá destaca respecto de todas las demás, porque es una razón específicamente gaditana: ¡Gibraltar!

Aunque mucha gente pueda ignorarlo, lo cierto es que ningún Gobierno entre los que se han sucedido al frente de este país desde los días de Franco ha albergado sinceramente la intención de hacer todo lo que esté en su mano por recuperar la Roca de manos de ese desleal “amigo” y “aliado” que para España se supone que es el Reino Unido (socio, conjuntamente con España, de organizaciones tales como la UE y la OTAN). Esto es lastimoso. La política de los Gobiernos juancarlistas se podría entender en los días de la Inglaterra victoriana; porque no era cosa de desafiar a Gran Bretaña cuando ésta era la potencia más poderosa de la Tierra. De hecho, que ahora no lo sea tampoco significa que abogue por recuperar el Peñón a cañonazos.

Sin embargo, una cosa es no marchar insensatamente a la guerra contra un país que sigue siendo más fuerte que el nuestro (y que no vacila en aplastar implacablemente a los más débiles, como se demostró cuando la Guerra de las Malvinas contra Argentina) y otra muy diferente es no tomar medidas encaminadas a favorecer un cambio de opinión respecto de la cuestión gibraltareña tanto a nivel español, como a nivel llanito y a nivel británico.

En sus tiempos, Franco se atrevió a dar pasos afortunados con vistas a convertir Gibraltar en una sangría económica permanente para el tesoro público británico. Se dio cuenta de que el Reino Unido no defiende Gibraltar por puro patriotismo, porque Gibraltar no es Gran Bretaña misma, sino solo una colonia que ni siquiera está poblada por anglosajones. Entendió bien que el Reino Unido solo querrá mantener la colonia en tanto poseerla le suponga un beneficio. Por eso reforzó el puerto de Algeciras, para hacerle leal competencia a la Roca; y cerró la Verja que nos separa del Peñón en 1969.

Actualmente está en boga burlarse de las medidas que tomó el Caudillo con el fin de intentar atajar este grave problema nacional -estos tiempos maniqueos lo han convertido en la encarnación del mal a los ojos de la mayoría de la gente, que constituye una masa iletrada y aborregada que no ve una contradicción en el hecho de odiar a Franco y denigrar su memoria a la vez que vota a los grandes partidos repletos de antiguos camisas azules y de hijos de éstos-. Todo lo cual no quita que lo cierto es que la política de Franco en relación al Peñón es casi la única línea de actuación inteligente que ha emprendido España para hacer frente a esa cuestión eternamente candente para nuestra patria.

En verdad, y siendo cierto que lo que voy a decir supone un ejercicio de Historia-ficción, es fácilmente concebible que si la política de Franco se hubiese mantenido quince o veinte años más el Gobierno londinense se hubiese visto emplazado a deshacerse de una colonia que habría quedado convertida en un perfecto trasto inútil. El Reino Unido ha demostrado que lleva muchas décadas dispuesto a ceder ante cualquier adversario fuerte. Ahí está China -que consiguió la devolución de Hong-Kong simplemente porque Londres tenía miedo de su enorme poder militar y político-. Soy consciente de que España no es comparable en poder a la política y militarmente pujante China, pero tampoco hay motivo alguno para creer que seamos tan débiles como para no poder ni siquiera emprender una política mínimamente fuerte (que además no sería agresiva, sino más bien de autodefensa contra Gibraltar, habida cuenta de los gravísimos perjuicios que nos ocasiona la existencia del malhadado paraíso fiscal llanito).

No podemos intimidar al Reino Unido con la amenaza de una fuerza de la que éste está mejor surtido que nosotros. Sin embargo, nos bastaría con aislar Gibraltar por tierra para acercarnos a la consecución de nuestro objetivo. Después estaria por ver si lo conseguiríamos o si no. Sea como sea, no está de más hacer ver que, incluso si no consiguiéramos recuperar Gibraltar, restableceríamos nuestra dignidad como Nación y aligeraríamos el monto total del perjuicio que, sin duda alguna, causa esa colonia extranjera a toda España. Pero muy especialmente a esta provincia. No olvidemos nunca que Gibraltar, antes incluso que un asunto español, es un asunto gaditano, y lo es por dos buenas e importantes razones:

1ª) Todo el territorio de Gibraltar normalmente habría de pertenecer al ámbito provincial gaditano, pues la ciudad se sitúa en la comarca del Campo de Gibraltar y de la Bahía de Algeciras; de tal manera que es a éstos territorios a los que les impide desarrollarse todo lo que en otro caso podrían absorbiendo una gran cantidad de intercambios económicos que normalmente acaecerían en esos otros territorios o se desviarían hacia los mismos. No cabe duda de que, si Gibraltar retornara a España y a Cádiz, todo ese comercio habría de incidir favorablemente en la marcha de la economía de la comarca y en el nivel de desarrollo político y social de la misma, que actualmente es ínfimo.

2ª) Si el perjuicio que Gibraltar causa a España como Nación es importante (sin duda alguna, Gibraltar nos priva del control total del Estrecho y por ende causa cierto perjuicio económico a la Nación, y un perjuicio militar potencial y de prestigio aún mayor), pero no de tipo vital (la viabilidad misma de España no está en peligro como consecuencia de la existencia de Gibraltar, y nadie diría hoy que el de Gibraltar sea el principal problema de España); con Cádiz sucede exactamente al contrario. Aunque no sea la única causa, no cabe duda de que la colonia pirata contribuye de manera notable a que Cádiz sea la provincia más deprimida de España, situación que probablemente no tendría lugar en caso de que ese territorio no hubiese sido hurtado a la soberanía española durante los últimos tres siglos (todo el tráfico económico a través del Mediterráneo habría tenido que pasar por territorio español y gaditano); de ahí que no es aventurado considerar a Gibraltar como el enemigo público nº 1 de los intereses de la provincia; que no de los de España en su conjunto.

¿De todo esto que se saca? Que la defensa del interés general de Cádiz pasa no solo por la implementación de políticas económicas muy diferentes de las ensayadas durante los últimos decenios (que nosotros creemos deben fomentar la reactivación de la vida laboral de la provincia, y no la cultura del carnaval subvencionado), y por el establecimiento de un nuevo modelo político que nos facilite controlar adecuada y eficazmente a nuestros gobernantes. También pasa, si o si, por la defensa de políticas que se encaminen a la reincorporación del Peñón al territorio español. Todo lo que no sea esto (sea la aceptación del actual statu quo o el reconocimiento al pueblo gibraltareño de un falso derecho a la autodeterminación), es abogar por una política que perjudica a España, pero que arruina a Cádiz y la condena a un subdesarrollo más propio del Tercer Mundo que de la ciudad más antigua de Europa. Aquella que antaño diera un primer cónsul no italiano a Roma en la figura del noble Lucio Cornelio Balbo, amigo del mismísimo Cayo Julio César.

Y eso es exactamente lo que hacen tanto el PP, como el PSOE, como IU -lease actualmente también PODEMOS-, como C's, como UPyD, como Equo (por hablar de los partidos implantados a nivel nacional). ¡Ninguno de ellos se manifiesta a favor de bloquear Gibraltar! Su posición a este respecto parece la de fomentar lo que ya lleva sucediendo desde ese nefasto año de 1985 en el que se reabrió la Verja: convertir a la colonia, que es la parte débil (el Reino Unido es más fuerte que España, pero ésta lo es incomparablemente más que Gibraltar), en el agente de la relación entre ésta y la Madre Patria española que se considera con la sartén por el mango y por ende se atreve a adoptar una posición agresiva respecto de una España de la que debería limitarse a defenderse, si las cosas fueran bien. Pero van fatal, de ahí que la provoquen sin miedo ninguno a las consecuencias de su chulería.

Afortunadamente, con AES sucede exactamente al contrario. El partido con el que colaboro está comprometido a hacer todo lo que esté en su mano -siempre dentro de los límites que dicte la responsabilidad- a fin de recuperar la Roca para España. De hecho, su plan de acción a este respecto parte de la base de que Gibraltar es una colonia, y de que precisamente por ello, y porque es una colonia de un país que se dice aliado de España, su mantenimiento en poder británico es un despropósito al que lo único que hay que ponerle es punto y final.

Gibraltar y el Reino Unido han demostrado estar dispuestos desde siempre a pasarse sus Tratados con España por el arco del triunfo. Eran poderosos, podían hacerlo. España quizá no sea tan poderosa, pero también puede forzar sus compromisos y desentenderse de algunos de ellos. La palabra dada por gobernantes irresponsables no es de recibo que empeñe el destino de toda una Nación ni tampoco de ninguna parte de la misma.

Dicen que si volvemos al Tratado de Utretch quebrantaremos el Convenio sobre el Derecho del Mar. ¿Y a nosotros qué? El Reino Unido quebrantó Utretch cuando le vino en gana, y lo sustituyó por la más pura arbitrariedad (dicho de otro modo, que hizo exactamente lo que le salió del carajo). España, si quebrantara el Convenio para el Derecho del Mar, lo haría con el objeto de restablecer la vigencia de un Tratado bilateral con el Estado que podría considerarse agraviado, que es el Reino Unido.

Total, ¿acaso el Reino Unido no ha quebrantado disposiciones aún vigentes de Utretch como la que delimita la frontera con España a fin de engrandecer la colonia pirata? ¿O como la que dictamina que no consultará la cuestión de la soberanía sobre la Roca más que con España; como hizo al elaborar una Constitución para el Peñón que afirma que Gibraltar nunca será enajenada sin el consentimiento de los llanitos? Entonces no seamos tan quisquillosos con las cuestiones jurídicas, que tratamos con un Estado que se la pasa abusando del Derecho Internacional. No comento, por cierto, la cuestión de la reacción que tendría la UE. Aunque solo sea porque no creo que para España supusiera un perjuicio demasiado grande salirse de ella. Incluso podría considerarse una liberación. Tal como hoy se plantea, Europa no funciona. Pese a todo, diré que no creo que se nos expulsase por lo que al fin y al cabo es la defensa de nuestra reivindicación sobre un territorio al que tenemos derecho histórico y del que tenemos necesidad. No porque adquirirlo por si solo de solución a nuestros problemas, pero si porque contribuiría a quitarnos un enorme peso de encima.

Otro elemento importante a tener en cuenta es que hoy en día Gibraltar no desea formar parte de España. Cosa muy comprensible. El nuestro es un país en ruinas, gobernado por una partitocracia parásita y corrupta que ni respeta a su pueblo ni lo hace respetar en el extranjero. Gibraltar es un próspero paraíso fiscal, y el Reino Unido, con toda su actual decadencia y todo, sigue siendo un país respetado dentro de la comunidad internacional que puede proteger su colonia eficientemente.

En ese sentido, pasar de ser una colonia que además recibe facilidades del país colonizador y el tributo de la Universidad de la provincia cuyo territorio lleva tres siglos usurpado (véase a este respecto tanto http://aescadizprovincia.wordpress.com/2013/12/01/el-provocador-ministro-de-gibraltar-huye-por-una-ventana-en-algeciras-al-grito-de-fuera-piratas-de-la-universidad-alternativa-espanola-aes-tambien-estuvo-alli/ como http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/11/un-manifiesto-impactante.html), a ser un municipio de la provincia más deprimida y con más paro de toda España parece un mal negocio para los gibraltareños. Y más ahora, que es dudoso que la propia España sobreviva a la embestida separatista vasca y catalana. [situación que el Brexit agrava, porque otro peligro que enfrenta España, pero que el Reino Unido podrá capear con más éxito a causa de su salida de la UE es precisamente el de que tenga lugar una implosión desordenada de esta organización].

¿Cómo va a ser éste un país al que los llanitos se quieran unir? ¡Si ni siquiera nos resulta atractivo a nosotros mismos! Y no es que la opinión de los llanitos sea fundamental. En su mayor parte, no son más que colonos, mayormente italianos, traídos a propósito por el Reino Unido con el fin de deshispanizar el territorio. Muchos de ellos elegidos de entre comunidades con las que Gran Bretaña sabe que históricamente nos hemos llevado mal los españoles (moros y sefardíes). Ni nos interesa que se les conceda derecho ninguno a la autodeterminación, ni tampoco ellos merecen que se les reconozca. Sin embargo, no solo vivimos hoy en un mundo que le da valor a la democracia, sino que nosotros mismos le damos tanto o más valor del que le dan nuestros adversarios políticos, que solo se sirven de ese concepto como de un señuelo con el que atraer a los incautos, recibir sus votos, hacer con sus vidas lo que ellos quieran y que los perjudicados aún crean que tienen influencia sobre los verdugos de sus derechos e intereses.

Precisamente, es mi fe y la fe de AES en la democracia (en una verdadera democracia, no en el sucedáneo partitocrático, inmoral, suicida e hipócrita que se practica aquí) la que nos lleva a entender que, si bien a Gibraltar no se le debe tratar jamás como si poseyera ningún falso derecho a la autodeterminación, no por eso dejaría de ser una gran cosa que la reincorporación de la Roca a España fuera querida por el mayor número de gibraltareños posibles. Por de pronto, porque eso hablaría bien de nuestro país. ¡Qué duda cabe de que nos gustaría que hasta los monos votasen con alegría por el retorno a la España que nunca debió resignarse a abandonar aquella tierra!

Desde AES no nos engañamos, porque somos realistas. Sabemos que lo que yo querría no está en nuestra mano, porque no depende únicamente de nosotros. Ahora bien, si que podemos contribuir a que se creen ciertas condiciones políticas y sociales en la provincia de Cádiz y en el conjunto entero de España que faciliten que algún día se llegue a plasmar en la realidad dicha posibilidad. Por eso trabajaremos. Por eso la provincia de Cádiz puede confiar en nosotros. No permaneceremos indiferentes ante el que sin duda es su mayor problema. Y tenemos ideas acerca de lo que conviene hacer, al margen de que se recupere o no Gibraltar. Sobre esas ideas iremos hablando en sucesivas entradas del blog. ¡Palabra!" IHS