jueves, 1 de febrero de 2018

GOBERNANTES SIN HIJOS = POLÍTICA DE TIERRA QUEMADA




Hoy en día se jalea (y cada vez con mayor desparpajo) el desprecio de la maternidad. Conforme van pasando los años, se publican más reportajes en los que madres (no tanto padres) tildadas de "valientes" y "heroicas" por atreverse a "hacer públicos sus sentimientos" afirman estar muy arrepentidas de haber tenido hijos, porque ya no tienen tiempo para "llenar sus vidas" (yo diría más bien para matar el tiempo) haciendo el cafre tanto como antes. Forma de pensar que, si de por sí es egoista en grado sumo, se antoja especialmente despreciable cuando quien así ve el mundo tiene la poca vergüenza de manifestar en público que no solo no se avergüenza de su pobre concepción de la existencia, sino que encima estuviera orgulloso de ella. ¿Y a qué concepción de la vida me refiero? Pues a aquella en virtud de la cual parece que el recorrido del ser humano por este mundo no tuviera más objeto que el hartarse de disfrutar sin finalidad alguna hasta que, un buen día, se considere que la juerga ha durado bastante y nos eutanasiemos con toda la tranquilidad del mundo, satisfechos de haber cumplido nuestro papel en esta representación del todo carente de finalidades que desde sus orígenes mismos sería el entero Universo. ¿Qué quieren que les diga? Incluso un mundo de máquinas tipo "Matrix" o "Terminator" se me antojaría a priori harto más estimulante que el tipo de vida deliberadamente desprovista de trascendencia y de lazos profundos con terceros que nuestra élite política, económica, "contracultural" y mediática se esfuerza día tras día por presentarnos, todos a una, como el modelo de lo deseable.

¿Es casualidad la coincidencia en el tiempo del fortalecimiento de esta corriente de opinión y la proliferación de gobernantes sin hijos? Claro que no. Lo sería si estos gobernantes sin obligaciones familiares destacaran por sus políticas de fuerte protección a la familia. Pero si por algo destacan es precisamente por manifestar de muchas formas su deseo de destruir aquello que no tienen a través de lo que ciertamente cabe denominar una "política de tierra quemada" en toda regla, a través de la cual inducen el suicidio literal de la sociedad regando la antaño verde pradera de gasolina, prendiéndole fuego, arrancando todo brote verde que pudiera dar lugar al mejoramiento de sus perspectivas a medio o largo plazo, y sembrando de sal a conciencia el horrible baldío resultante. ¿Cómo? A través de muchos métodos, de los cuales uno de los más eficaces es convencer a tantos como puedan de que la vida familiar es indeseable, y denigrar con cada vez menos disimulo a quienes nos sigamos aferrando a una visión de la vida más acorde a la que tuvieron nuestros padres y a la que dicta el sentido común y la razón natural, además de la tradición religiosa (y muy particularmente la cristiana). Así, a la vista de las políticas que en muchos terrenos han desplegado o despliegan estos individuos (desde la migración a la familia, pasando por el empleo, el aborto, la revisión de la Historia, la negación de la objetividad biológica hasta el punto de considerar optativo el propio sexo humano, la política exterior filoislámica y la creciente complacencia con las agresiones al culto y a los símbolos y santuarios cristianos), no sé si alarmarme por lo que hacen. O si, por el contrario, dejar que mi corazón se inunde de esperanza, porque su linaje genético terminará con ellos.

Creo que ni lo uno ni lo otro. No vale de nada caer en la desesperación, porque aunque no veamos solución, no podemos dejarnos comer la moral, pues si dejamos que nuestro ánimo sea abatido puede ser que no estuviéramos atentos a oportunidades ciertas de cambiar el rumbo que eventualmente surgieran en próximos años. Por otra parte, tampoco tiene sentido caer en triunfalismos de ninguna clase derivado de la constatación de hasta qué punto la escoria gobernante no tendrá continuación biológica. No nos engañemos, ellos no necesitan hijos para que alguien prosiga su labor: les basta con corromper a los nuestros y convertirlos en filfa humana de la peor calaña semejante a ellos mismos, carente de todo sentido de la rectitud y la Justicia (no digo ya cristiana, sino meramente natural) y dispuesta a pisotear a su prójimo con tal de saciar el hambre de prosperidad meramente mundana y de garantizarse una vída materialmente plácida, aunque en último término corrupta y estéril. Tanto como sin duda alguna lo son en su gran mayoría las actuales élites gobernantes de Occidente. ¡Todo sea por mantener un pedazo tren de vida! Aunque sea a costa de ir sembrando el camino de fetos abortados y de familias rotas por tonterías perfectamente susceptibles de resolverse. Ese es, damas y caballeros, el mundo actual. Tal y como hemos permitido que nos lo construyan los gobernantes apóstatas de este desventurado siglo. IHS 

PD: Las personas sin hijos, como es mi caso, sin duda alguna que pueden contarse entre lo más empático del planeta Tierra. Sin embargo, esta crítica boba al contenido de esta entrada no debe hacernos perder de vista que están saliendo adelante en el Occidente ex-cristiano políticas contra la familia como no se han visto en la Historia del mundo. Es el caso de la defensa decidida y cada vez más agresiva del aborto y de la contracepción en todas sus formas; de la equiparación de las uniones sexuales estériles homosexuales a las heterosexuales (que son las únicas que de manera natural pueden generar nueva vida humana, y las que es más deseable que cumplan dicha función como forma de salvaguardar la dignidad de nuestros congéneres, evitando los diversos riesgos que conllevaría una producción generalizada de seres humanos por métodos artificiales -desde su crianza desnaturalizada a su conversión en objeto de compraventa-); de la aceptación de un trastorno como lo son las tendencias transexuales (llegando al extremo de locura de pretender convertir el sexo -biológico y objetivo- en una mera "identidad" social y subjetiva); o la proliferación creciente de reportajes o tramas de películas y series en las que la maternidad es presentada como algo mayormente indeseable que no beneficia nada a quien pretende prosperar en esta vida. Por todo ello insisto en que resulta imposible no preguntarse si no existirá una relación entre lo que sucede y esa llamativa y extraña cantidad de gobernantes que no comparten la general preocupación de sus gobernados con hijos por el futuro de la prole. Eso al margen de que claro que haya padres de familia (Zapatero y su continuador Rajoy en España) que han perpetrado o perpetran políticas idénticas a las arriba descritas.