miércoles, 19 de junio de 2013

¿ES USA UNA DICTADURA? DE ESO Y OTRAS COSAS QUE SEGÚN CON QUÉ OJOS SE MIREN

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!


"En la DDR, la Stasi espiaba el correo d sus ciudadanos y el "mundo libre" lo llamaba dictadura.
Hoy EEUU hace lo mismo... ¿Es una dictadura?"


Dejando a un lado las faltas de ortografía, lo cierto es que es una interesante pregunta la que nos hace el pie de foto. ¿Si los EEUU espía a sus ciudadanos -igual que los Estados socialistas revolucionarios también espiaban a sus ciudadanos-, eso no convierte a los EEUU en una dictadura?

Los análisis con pretensiones sesudas y demasiado complejas no solo confunden a los que los escuchan, que no entienden ni papa; sino que a menudo solo sirven para que se hagan la picha un lío hasta quienes los hacen. Ahora bien, hay una gran diferencia entre analizar el mundo con ojos simples y hacer lo propio con ojos simplones. Para quien analiza la realidad con ojos simplones, lo cierto es que será imposible apecibirse de la diferencia que existe entre unos regímenes políticos y otros, ya que todos los que existen en el mundo actual -y, realmente, en el de siempre- incurren en fechorías parecidas.

Para quien analiza el mundo con ojos simples, es posible no obstante darse cuenta de que un régimen democrático puede hacer las mismas cochinaditas con las que se ensucian las manos los Estados totalitarios y demás autocracias. En ese sentido, los EEUU ordenan asesinatos selectivos, llevan a cabo torturas, espían a sus ciudadanos e invaden su privacidad, etc. Igual que hacía la República (no)Democrática Alemana. Igual que hace cualquier dictadura del Tercer Mundo. Lo que, sin duda, es particularmente censurable, dado que se trata de esos mismos EEUU que tan jactanciosamente presumen de ser los primeros en todo (y muy especialmente de ser los primeros en la democracia).

Sin embargo, si sigues mirando con ojos simples, pronto te darás cuenta de otras realidades que también están allí. Y que no borran la triste realidad anterior, pero son necesario complemento de la misma. Porque con las verdades aisladas lo mejor que podemos hacer es limpiarnos el culo, pues por si solas no demuestran nada de nada. Solo si tenemos una idea de por donde va la Verdad en su conjunto -esto es, la suma de todas las verdades aisladas que conocemos- podemos realmente formarnos una opinión fundada -que no necesariamente acertada- acerca de cómo son las cosas.

Por de pronto, la primera y más importante verdad aislada que yo saco de todo este asunto es que en los EEUU el poder esconde al pueblo sus malos manejos; mientras que en una dictadura, sobre todo si esta es totalitaria, esos malos manejos no solo no se ocultan, sino que hasta se exhiben públicamente.

Es lógico que así sea. Porque hay más verdades aisladas que me ayudan a comprender mejor la lógica del asunto. Una es que en los EEUU el pueblo tiene voz y voto a la hora de elegir a su Gobierno. Se celebran elecciones libres, y si el gobernante la pierde se va de vuelta a su casa. De hecho, ni siquiera es necesario esperar que termine el mandato de un cargo público para deshacerse de él. Porque existe un procedimiento de destitución constitucional que no me sorprendería que se le aplique al actual inquilino de la Casa Blanca (sobre este asunto leer esta entrada de mi blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/05/malos-vientos-soplan-para-obama.html). De manera que por eso los trapos sucios no se exponen públicamente. Si se actúa mal, se busca que el pueblo no lo sepa. Para evitar que, una vez se ha enterado, se pierdan las siguientes elecciones. Porque existe una democracia.

Otra verdad aislada es que, por el contrario, en un Estado totalitario, no es que el Gobierno ande publicando en sus periódicos las ruindades con las que se mancha hasta de sangre las manos todos los días. Pero tampoco se hace ningún esfuerzo por evitar que la gente sepa que el Gobierno es quizá la realidad de la vida con la que más ciudadito tienen que tener los ciudadanos del país. Al contrario, a los tiranos que están a la cabeza del poder les interesa que la gente sepa qué clase de malas artes emplea el Gobierno a la hora de relacionarse con su propio pueblo. Porque el poder de los gobernantes, en esos Estados, no nace del consentimiento popular -porque o no se celebran elecciones o éstas son una farsa en la que no se respeta ni siquiera el secreto del voto, lo que permite al Gobierno meter en cintura inmediatamente a cualquiera que no se atreva a no votar a favor de los gobernantes-. Sino que procede del terror que sus propios súbditos -más bien esclavos- sienten por sus mandatarios, que ya se sabe solucionan todos sus problemas de orden interno aplastando a los descontentos y a los discrepantes con todo el peso de su poder. Empapelándolos. Y cuando esto no es suficiente, persiguiéndolos. Y si tampoco con esto basta, eliminándolos físicamente como si tal cosa.

Sin duda alguna, cuando el Gobierno de los EEUU esconde a su pueblo la verdad en relación con ciertas actividades vergonzosas de las que es culpable, actúa de un modo inmoral. A la maldad cometida añade la mentira y la hipocresía. Pues señores, esa es una buena señal. Porque cuando el poder que es malvado necesita ser hipócrita es porque si no lo fuese su maldad no se toleraría. No se siente seguro, y tiene miedo de aquellos a los que gobierna. Pero cuando un Estado considera que puede actuar indecentemente sin ni siquiera esforzarse para que sus ciudadanos no lo sepan; ante lo que estamos es ante un poder que siente tan segura su posición que ni siquiera teme a aquellos a los que gobierna -es al reves, son los gobernados los que temen a su Gobierno-.

Al final todo se reduce a esa tercera verdad aislada, que es esencial. A que cualquier observador imparcial que mire los hechos a la cara con ojos simples puede dar fe de que en los Estados socialistas totalitarios el poder puede hacer desaparecer a cualquier persona que no se someta a sus dictados perfectamente un buen dia de la faz de la Tierra sin que ninguna autoridad te de la más mínima explicación. Mientras que en los EEUU, Snowden puede hacer públicos los sucios y despreciables manejos de la actual Administración del Presidente Hussein sin que de momento se tenga la menor noticia de que su vida corra peligro por ello. Y no será porque no le tengan ganas...

No obstante, hay todavía más pequeñas verdades que vale la pena tener en cuenta. Que en los EEUU, incluso cuando el Gobierno hace aprobar legislación dudosamente constitucional -como la Ley Patriótica que aprobó Bush- cualquiera puede manifestar públicamente su oposición a esa legislación sin sufrir represalias. Que no solo eso, sino que además, debe tenerse en cuenta que aunque este mal que una democracia emplee la violencia, el miedo y la intimidación contra otros, no por ellos deja de ser democracia. EEUU ordena asesinatos selectivos, pero esto es una excepción. Es un poder excepcional que el Gobierno se arroga para combatir un peligro. Puede ser un poder excesivo, y puede creerse que el Estado no se debería conceder a si mismo ese poder, porque es un poder muy grande y puede utilizarse para fines distintos del que se supone que lo justifica. Pero es un poder excepcional.

Nada que ver con la terrible y descarnada realidad que encubren con su hedionda propaganda los Estados totalitarios, en los que los atropellos a la libertad y a la dignidad de las personas no solo no son una excepción. Sino que son la regla en torno a la cual se vertebra todo el sistema político. Son atropellos que se llevan a cabo por sistema, y sin necesidad de invocar una causa excepcional que les de una mala justificación. Normal, porque sin esos atropellos, el propio Gobierno no podría subsistir, dado que desaparecería el miedo que su población siente por él, y comenzarían los motines y las rebeliones contra unos gobernantes que no podrian esperar clemencia de un pueblo que seguramente los quemaría vivos con gozo y alegría.

Podríamos seguir haciendo mención de otras verdades aisladas que llevan a la Verdad de conjunto: que EEUU, pese a sus maldades, es una democracia y no una dictadura. Es una democracia imperfecta, hipócrita..., lo que se quiera. ¡Pero es una democracia! Tienen razón cuando afirman ser los primeros en la democracia. De hecho, son los únicos en la democracia (para saber por qué afirmo una tesis tan radical, lean http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/algunas-ideas-personales-sobre-la.html, http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/algunas-ideas-personales-sobre-la_30.html, y http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/como-conseguir-una-democracia-de-minimos.html). Aunque en esto no son los únicos (el respeto a los derechos fundamentales no es patrimonio de la democracia, porque incluso una dictadura autoritaria como fue la de Franco en España siempre respetará ciertos derechos elementales de las personas -aunque se pase los derechos de participación política de los ciudadanos por el arco del triunfo-), lo cierto es que los EEUU son un país por cuyo territorio (más verdades aisladas) un ciudadano puede moverse libremente, y del que se puede salir sin tener que darle explicaciones a nadie. ¡Qué lejos de los Estados socialistas en los que hay que pedir permiso hasta para moverse de un pueblo a otro; en los que tienes que explicar por qué quieres moverte, qué vas a hacer en el sitio al que vas...! ¡Y en los que, encima, después de haber hecho todo eso, aun te tienen que autorizar o no tus movimientos! Lo que sería hasta gracioso (por lo obsesivo) de no ser porque si no te autorizan a moverte del sitio en el que estás, nada en el mundo podrás hacer para que cambien las cosas. Puedes acudir a un tribunal de Justicia, pero no vale la pena hacerlo. Porque los que hay comen todos de la manos del Gobierno, y no hacen otra justicia que la que éste quiera que hagan, esto es, ninguna. Podríamos hablar de las cuestiones laborales. Del hecho de que en EEUU puede hacerse huelga libremente, mientras que en una dictadura totalitaria la huelga puede llevar fácilmente a que el Gobierno te ajusticie sin necesidad de proceso ninguno.

Si, podríamos seguir hablando de las diferencias entre unos sistemas de Gobierno y otros. Pero con lo ya dicho, basta para hacerse una idea general de como va el asunto objeto de la presente disertación de un servidor. Razonamiento cuyo objeto es dejar claro que una democracia puede funcionar mal o cometer injusticias, mientras que un Gobierno dictatorial puede, llegado el caso, tener las manos relativamente limpias (más que muchas democracias). Pero que al final lo fundamental no cambia. La democracia sigue siendo democracia. La dictadura sigue siendo dictadura. La democracia comete fallos, pero dentro de ella podemos votar otras opciones e intentar cambiar a mejor. Si la dictadura comete fallos, pues te jodes como Herodes, o la derribas violentamente.

Es lo malo que tiene mirar la realidad con ojos simplones. Se confunden churras con merinas. Todo eso hace que piense en un pequeño debate en que tomé parte ayer en twitter. Era sobre la postura de la Iglesia acerca de la evolución. Como católico que soy, el tema me interesaba particularmente. Un paleto decía que la Iglesia condena la teoría de la evolución. Otros le contestaban la verdad: que no lo hace.

El paleto seguía a lo suyo. Y yo intervine, para recordarle una cosa que es esencial. Que la Iglesia no niega, en lo esencial, la teoría de la evolución. Pero que tampoco la afirma. No toma partido. Y es que no les corresponde hacerlo. La Iglesia no es una asociación de biólogos. Que los biólogos opinen se posicionen acerca de las cuestiones relativas a su ramo. La única pregunta que a la Iglesia le interesa en relación con la evolución es si ésta es o no compatible con su propia doctrina religiosa. La respuesta es claramente que SI.

Ahora bien, eso significa que un católico es libre de creer que la vida en la Tierra procede de la evolución de especies anteriores o que no lo hizo. Creer una cosa o la contraria no hace a nadie ni más ni menos católico. Cuestión distinta es si un católico puede creer en la idea darwinista de que la evolución es pura casualidad y seguir considerado católico. ¡A esa proposición respondo con un NO categórico y contundente! Afirmar eso sería herejía.

Porque creer eso último implicaría que el hombre mismo es casualidad, igual que el Universo. Sería negar la existencia de leyes naturales que regulan el comportamiento de los animales. Todo lo cual sería incompatible racionalmente con creer como cristiano en el surgimiento del hombre y de todas las demás cosas que pueblan el Cosmos por voluntad expresa de Dios (¿Cómo va a aceptarse que quien dice ser católico defienda a la vez la creencia católica y la creencia contraria de la que es católica?).

Finalmente, el debate se terminó porque el paleto no respondió. Quizá eso signifique que atendió a buenas razones y se volvió un poquito menos paleto. O que pasaba ya del tema porque no le gustaba que le contradijeran. ¡Qué se yo! Ojalá sea lo primero, pero si no lo es, pues el asunto tampoco me quita el sueño. Lo mismo exactamente me sucede con el tema de la democracia en EEUU y de la dictadura en otros Estados. Quien quiera mirar a la realidad a la cara, bien por él. Quien se haga pajas mentales e intente ahora demostrarnos que los EEUU son en el fondo dictadura, igual que Corea del Norte (de la que ciertos majaderos seguro que son capaces de decir que es una democracia respetuosa con los derechos del pueblo)... Pues solo decirle que no está tan desencaminado el saber popular cuando afirma que quien se hace muchas pajas se acaba quedando ciego. En lo que hace a las pajas mentales, esa es sin duda la trágica consecuencia de la que sin duda es una mala costumbre. Que no ves ya nada. Ni con ojos simples, ni con ojos complejos, ni con ojos simplones ni con ojos de ninguna clase.

Terminé. Espero que les haya gustado el artículo. Buen día a todos los lectores, y que Dios les bendiga a todos ustedes. IHS

domingo, 16 de junio de 2013

LA CUESTIÓN CONSTITUCIONAL CHILENA

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

En los últimos meses, ha ido tomando cuerpo un estado de ánimo político en Chile en virtud del cual se observa un creciente rechazo a la Constitución actual del país, que se considera estrictamente necesario sustituir por otra.

De entrada, he de decir que en abstracto no me parece mal reformar la Constitución chilena, e incluso que sería partidario hasta de ir más allá, y de sustituirla por una nueva Constitución. No por nada, sino porque me parece que el sistema político de ese país es bastante mejorable, especialmente en lo que hace a la organización de la administración de Justicia. Pienso que ésta no está organizada de la forma en que cabría esperar que lo estuviese si Chile fuese realmente una democracia (para que se hagan una idea de por donde creo que deberían ir las cosas, me remito a los razonamientos que hago en los siguientes artículos: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/algunas-ideas-personales-sobre-la.html; http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/algunas-ideas-personales-sobre-la_30.html; y http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2012/08/como-conseguir-una-democracia-de-minimos.html).

Ahora bien, lo antedicho no quita para que servidor recele profundamente del tipo de propuestas constitucionales que están poniendo encima de la mesa últimamente los líderes políticos de la Concertación de Partidos para la Democracia (la alianza de partidos opositores a Pinochet que consiguió derrotar al general en el plebiscito de 1988, en la se incluyen formaciones tan variopintas como son la Democracia Cristiana, el Partido Por la Democracia y el Partido Socialista; y a la que han pertenecido todos los Presidentes posteriores al dictador Augusto Pinochet -con la sola excepción del actual inquilino del Palacio de la Moneda, Sebastián Piñera-). En los últimos tiempos, sectores de esta fuerza política hegemónica del Chile postpinochetista (lo es, por más que ahora no ocupe el poder) apuestan abiertamente por abrogar la actual Constitución del país, y por llamar a nueva Asamblea Constituyente. Teniendo en cuenta el precedente de Hugo Chávez en Venezuela y de los demás caudillos populistas (Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, etc.) que están siguiendo los pasos del fallecido mandatario venezolano; esta clase de llamamientos son como para echarse a temblar, porque huelen a chamusquina. Sobre, todo, es particularmente importante hacer mención de que éstos sectores de la Concertación acaban de verse sumamente fortalecidos tras la toma de posición potencialmente favorable a sus tesis que ha efectuado recientemente la ex-Presidenta Michelle Bachelet (del Partido Socialista). Aunque ésta no consideró durante su mandato (2006-2010) prioritaria la cuestión constitucional, y se caracterizó por una gestión más bien moderada (como la que han mantenido hasta ahora todos los Presidentes que ha dado la Concertación); ahora parece que, en su empeño para ganarse el voto de los sectores políticos más cercanos al bolivarianismo chavista ha decidido abanderar la radicalización de las posiciones políticas del Partido Socialista, que parece ir retornando progresivamente a las posiciones extremistas y suicidas que en su día enarboló el defenestrado Salvador Allende, aunque adaptadas al contexto geopolítico internacional del chavismo bolivarianista.

Recelo de éstas propuestas, porque los sujetos de que parten me parecen indignos de toda confianza, amén de oportunistas (quieren la ruptura que hace unos años afirmaban del todo innecesaria, y todo por ambición). No obstante, lo cierto es que tampoco me parecen de recibo las razones aducidas por los críticos con la Constitución chilena para proceder a sustituirla por la que ellos querrían.

A los elementos más claramente escorados hacia el socialismo que existen en la política chilena la actual Constitución no les puede gustar, eso es un hecho. Es una Constitución neoliberal, que por ende imposibilita el establecimiento de un Estado Social como el que existe en el continente europeo, del mismo modo que el consiguiente establecimiento de las redes clientelares mediante las cuales facilitar la retención del poder político por la minoría gobernante. Asimismo, es una Constitución eurocéntrica (y por ende ajena al multiculturalismo que forma parte de los actuales mantras de lo políticamente correcto); y es supuestamente irreformable (lo que no parece haber sido óbice para que la Constitución haya sido reformada un gran número de veces tras salir Pinochet del poder).

Ahora bien, en el fondo, todas estas características de la Constitución chilena no parecen a primera vista razón suficiente para pretender cambiar de Constitución. Porque al fin y al cabo, si la Constitución actual no les gusta, bien podrían reformarla. Ya se ha reformado muchas veces hasta el momento presente. ¿Por qué no seguir reformándola?

La razón es bien sencilla: no quieren reformar la Constitución porque saben que la dirección liberticida hacia la que querrían dirigir el país, igual que ha sucedido en los países de la órbita chavista, no contará con el necesario beneplácito del otro sector político nacional. Los conservadores chilenos no aceptarán la conversión de Chile en un Estado chavista. Y claro, los enemigos del actual régimen les acusan de obstruccionismo, de haber creado una Constitución que obliga a contar con ellos en todo caso para reformarla (aunque pierdan constamente las elecciones), y de por lo tanto impedir que el pueblo se rija por una Constitución que de verdad sea acorde a la actual conformación política de Chile.

Pero claro, en verdad, si ese fuera el único argumento que puedieran alegar en favor de su causa, sería evidente hasta qué punto quienes defienden dinamitar el actual orden politico chileno son unos antidemócratas reacios a todo consenso; e incapaces de hacer lo que deberían, si de verdad fueran demócratas: esperar a obtener el respaldo electoral necesario como para poder reformar ellos solos y sin ayuda de sus enemigos políticos la Constitución, y para hacerlo como ellos quisieran.

Razón por la que sus ataques a la Constitución no se centran en lo que realmente les importa, que es lo que dice; sino en un aspecto que no les importa, pero que les es útil sacar a colación: la supuesta falta de legitimidad del constituyente. Por eso recuerdan a todas horas que la Constitución de 1980 fue impulsada durante la dictadura pinochetista, y que por ende el referéndum a través del cual se aprobó la Constitución chilena no podía reunir las garantías necesarias como para poder ser considerado realmente valedero, y mucho menos para justificar mediante él un acto de tanta trascendencia como es el aprobar una Constitución para un país. Alegando la ilegitimidad de origen, los críticos de la Constitución matan dos pájaros de un tiro. Aunque a ellos lo que les molesta es lo que establece la Constitución (pues si esta fuese de su gusto a buen seguro no le harían ascos, independientemente de quién la hubiese aprobado), al atacarla por su procedencia pinochetista, pueden crear el estado de ánimo necesario para que acontezca una ruptura política en toda regla, para que el Gobierno disuelva la Cámara de Diputados, y para que se convoque a una Asamblea Constituyente que establezca por mayoría absoluta una nueva Constitución realmente representativa de la mayoría de la sociedad chilena. Y ahí está la clave. Si se aviniesen a reformar, es evidente que solo podrían conseguir un triunfo limitado (porque habría reformar con las que sus oponentes podrían transigir, pero jamás conseguirían el Estado chavista al que aspiran). Solo pasando por encima de los consensos anulando el actual orden constitucional les sería posible imponer las reglas de juego que ellas quieren, y garantizarse la total hegemonía política con la que sueñan, a costa claro está de reanudar el proyecto de Allende de establecimiento de una pseudodictadura más o menos encubierta, al estilo venezolano o argentino. En definitiva, que ellos sostienen que la Constitución de 1980 es ilegítima. Y el presente artículo se dedicará a esclarecer hasta qué punto ha de considerarse ese aserto veraz.

Desde mi punto de vista, la Constitución chilena de 1980 carece, al menos en su origen, de toda legitimidad popular. Así que en eso los chavistas críticos con la misma tienen razón. El referéndum mediante el que se aprobó no se celebró en un clima de limpieza, y las garantías democráticas brillaron por su ausencia.

Afortunadamente, la popular no es la única legitimidad posible, y menos en aquellos periodos de la Historia en los que los sistemas basados en elecciones, por unas razones o por otras, se vuelven del todo impracticables. Así que esa es la pregunta que yo me hago: ¿Era en Chile practicable el sistema de partidos en 1980?

Lo cierto es que no. Porque el sistema de libre confrontación de partidos no consiste tanto en que éstos compitan en las elecciones como en que confronten sus ideas y pareceres opuestos con libertad, y desde el respeto mutuo. Esto es, existiendo una voluntad de respetar el veredicto de las urnas y de no emplear medios ilícitos para la eliminación del contrario. Tal voluntad no existe nunca entre los totalitarios, pues si exisitiese no serían tales. Y los partidos que constituían la Unidad Popular (la coalición por la que Salvador Allende accedió en 1970 a la Presidencia) eran totalitarios de tipo marxista-leninista, por lo que ya podemos imaginarnos el especial concepto que tenían ellos de las relaciones con las demás formaciones políticas. Si no nos basta con la imaginación, repasemos brevemente los hechos. Salvador Allende ascendió a la Presidencia solo porque se avino a pactar con el Partido Demócrata Cristiano un Estatuto de Garantías Democráticas que se insertó en la Constitución chilena de 1925 con el objeto de salvaguardar los derechos fundamentales de los chilenos. Tras hacer esto, recibió el apoyo de la Democracia Cristiana para su investidura por la Cámara de Diputados (que fue necesaria porque Salvador Allende accedió a su cargo con solo una mayoría relativa de apenas el 36'6% del voto popular). Posteriormente, él mismo reconoció haber pactado sin ninguna intención de darle cumplimiento a lo que se pactó. Por razones puramente tácticas. En definitiva, y sin enrollarnos, que la Unidad Popular y Salvador Allende fueron los únicos culpables del fin del sistema de partidos chileno, y los que dieron las razones suficiente a los militares para que, una vez dieron el golpe de Estado -bendecidos por una Cámara de Diputados que menos de un mes antes había declarado expresamente que Allende pretendía instaurar una dictadura totalitaria de corte socialista-, se procediese a hacer un alto en el sistema de partidos.

Así pues, queda claro que en mi opinión el régimen pinochetista quedó legitimado política e históricamente hablando por las circunstancias excepcionales de quiebre de la convivencia generados por el Presidente Allende. Luego, si el régimen pinochetista era legítimo, esto significa que su Constitución forzosamente también debía de serlo, por más que no hubiese sido apoyada por el pueblo (con cuyo derecho a decidir llega un momento en que uno, si quiere sobrevivir, puede tener que limpiarse el pandero, como fue el caso).

Visto todo lo anterior, pasamos a otro punto. Hemos quedado en la legitimidad de la Constitución de Chile, pese a la falta de consentimiento popular. Pero también es cierto que lo normal en un sistema que se basa en elecciones, por su propia esencia, es que dicho sistema se estructure en torno de algún tipo de juridicidad respaldada por el pueblo. Los que niegan valor, al menos para fundamentar el actual sistema de partidos, a la Constitución de Pinochet, lo hacen partiendo de la idea de que ésta no fue aceptada por el pueblo. Y cierto es que no fue aceptada por éste. Al menos en origen. Mas tampoco eso importa tanto, dado que las legitimidades pueden adquirirse, aun cuando no se posean de inicio.

En el caso de la Constitución chilena, sin duda en su origen no podía decirse que hubiera recibido el aval del pueblo. Sin embargo, a lo largo del tiempo el pueblo ha aceptado tácitamente la Constitución en gran número de ocasiones. La Constitución ha sido expresamente aceptada una vez finalizado el régimen pinochetista por los gobernantes electos. Especialmente digno de remarcar es el hecho de que tales gobernantes han pertenecido todos ellos con la excepción del actual (Sebastián Piñera) a la Concertación. Me parece que es un hecho nada baladí. Los gobernantes antipinochetistas han avalado la Constitución al aceptar tomar parte en un juego que se ha desarrollado bajo sus reglas. Hasta ahora no se les había ocurrido que la Constitución fuera ilegítima. Y cuando no les ha gustado, la han cambiado. Dicen que no la han podido cambiar como ellos habrían querido, porque están obligados a consensuar los cambios con su contraparte política conservadora. Pero lo cierto es que se han efectuado cambios con chicha (como la eliminación de los Senadores designados). Y que pretender efectuar los cambios sin tener en cuenta a una minoría tan grande como es la conservadora (que es tan grande, insisto, que ha conseguido hasta volverse mayoría en las últimas elecciones presidenciales que ganó Piñera) es lisa y llanamente pretender dar carpetazo a la democracia que se dice defender. Al final, es de aplicación la doctrina llamada aquí en España de los actos propios. No puede uno actuar en contra de los propios actos. No es aceptable que la Concertación acepte tácita y hasta expresamente gobernar Chile sometida a la Constitución aprobada por el régimen de Augusto Pinochet; que gobierne bajo la antedicha ley fundamental el país durante una generación; y que justo ahora (cuando la Concertación, por otro lado, es menos poderosa que nunca, y más poderoso es el linaje político de los sucesores ideológicos del pinochetismo) sea cuando se propone tirar por la borda todo el legado del general. Que esto lo haga una misma formación ya es llamativo. Pero que lo haga una misma persona, que además ha gobernado el país, como es el caso de Michele Bachelet, es sencillamente una tomadura de pelo a todos los chilenos, de la misma manera que una irresponsabilidad que espero no tenga que ser estudiada el día de mañana como el chispazo que prendió la mecha de los acontencimientos que llevaron al próspero Chile de comienzos del siglo XXI (un auténtico modelo en todos los sentidos para Hispanoamérica, por más que es verdad que puede mejorar) al empobrecimiento, al populismo, y quizá hasta a la guerra civil que ni siquiera en los convulsos años setenta llegaron a vivir.

Termino este artículo enviando mis mejores deseos y parabienes a todos los chilenos de bien, a los que envidio porque en su país está echado el cerrojo al asensinato diario de niños con que los gobernantes de mi país, España, madre patria del país del que hoy me ocupo, se manchan las manos de sangre. Espero que Dios guarde a Chile de todas estas veleidades bolivarianas que los acechan. Que con un diablo al frente del país como fue Salvador Allende ya tuvieron más que suficiente. Así que no necesitan a otra diabla como se ve que es la no menos roja Michele Bachelet. He dicho.

IESVS HOMINVM SALVATOR

jueves, 6 de junio de 2013

ELEGÍA QUE LE DEDICO A UN HOMBRE QUE MERECE MI LLANTO

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!


Lo que ustedes van a leer lo escribí ayer en medio de un contexto realmente triste, y creo que vale la pena pasarlo con mínima modificaciones a mi blog. El protagonista merece por lo menos eso. Dios lo tenga en su gloria. RIP

Recién levantado hace no mucho para desayunar antes de irme a enfermería a estudiar, mi padre me ha sorprendido con la nefasta, terrible y desgarradora noticia de la muerte de Paco, el portero de uno de los dos portales anexo al nuestro y nuestro fontanero de toda la vida. Murió el día 2 y lo enterraron el 3. Demasiado aprisa sucedió todo, así que no pudimos ni siquiera asistir a su entierro. Paco era amigo de la casa, y ha estado presente en mi vida y en la de mis hermanos desde antes incluso de que naciésemos. Es una de las personas que más he admirado de todas las que he conocido. Que partiendo de lo más bajo llegó a alzar el vuelo muy alto. Trabajando y sufriendo como la gran mayoría de nosotros no trabajaremos ni sufriremos jamás, ni siquiera aunque nuestra vida nos fuera en ello.

Si hubiera sido otra clase peor de hombre, habría tenido sus buenos motivos para hacerle ascos a la vida. Muchos que no se han esforzado ni la mitad que él permanecen amargados hasta el fin de sus días, porque permiten que el peso del mundo aplaste su espíritu. Paco no. Si hay un recuerdo de este grandísimo hombre que me llevaré a la tumba es su inquebrantable buen humor, la gracia que sabía sacarle a todo, y los buenos ratos que pasamos en casa el año pasado cuando hicimos obra y nos cambió los dos cuartos de baño mientras le andaba toreando a mi padre (que hay que tener mucho arte para hacerlo y que además te salga bien, y él lo tenía).

Hasta hoy me quería dejar bigote para parecer un sureño confederado. Ahora tengo una razón mejor. Ahora puedo dejárme el mostacho para parecerme un poquito más a uno de los seres humanos más nobles que he tenido el gusto de conocer en vida. Y con más sentido común.

A mi padre la noticia le ha dejado fatal. A mi también. Y lo mismo pasará cuando el resto de la peña se entere de la infausta noticia, que todavía no se les ha podido comunicar. No puedo evitar que me caigan las lágrimas mientras escribo estas líneas pensando que no volveré a saludar a Paco nada más salir de mi casa al cruzar enfrente de su portal.

En este duro momento, mi pensamiento en este momento va para Paco, y para el Dios que lo recompensará por la grandeza de corazón y la humildad con la que Paco ha vivido los días que se le concedieron. No son palabras vacías. Era un hombre que jamás daba la sensación de darse cuenta, cuando hablaba con uno de su vida, de lo extraordinarias que eran las cosas que había conseguido. De su boca jamás oi que saliese chismorreo alguno, ni comentario que pretendiese dejar a nadie gratuitamente en mal lugar. De casi nadie se puede decir otro tanto.

Iba a despedirme de Paco diciéndole adios. Pero prefiero hacerlo con un "hasta luego, y gracias". Le digo "hasta luego", porque estoy seguro de que, si me conduzco en esta vida como un hombre digno, es casi seguro que nos volveremos a ver. Y que si eso sucede ya no habrá separación que interrumpa una compañía mutua que en esta vida ha finalizado demasiado pronta y abruptamente, para mi gusto (joder, apenas era de la edad más o menos de mi propia madre; y que se sepa gozaba de aceptable buena salud). Y le doy las gracias por haber vivido y por habernos servido de ejemplo de fortaleza a todos los que le hemos conocido, además de alegrarnos la vida. Todo sea dicho, no es Paco el único al que le estoy agradecido. También le estoy agradecido a Dios por haber creado un mundo en el que, pese a todas las malas noticias de las que nos enteramos todos los días, todavía es posible vivir para conocer a gente como Paco.

PD: Gente como Paco que es una prueba viviente de la existencia de Dios. Porque es gente que te hace darte cuenta de lo inaceptable que es ese pensamiento en función del cual más allá de la muerte todos quedamos igualados en la nada, independientemente de cómo hayamos vivido. Se hace inevitable pensar que para que haya Justicia es imprescindible que las personas como Paco obtengan algún tipo de beneficio en pago de lo bien que vivieron, mientras que las personas como Miguel Carcaño obtengan algo diferente y peor que les produzca acusado perjuicio. Y cuando hablo de un beneficio, me refiero a algo tangible y duradero, y no al recuerdo agradecido de los vivos (que es algo que, al fin y al cabo, el muerto no va a disfrutar, y que además se agotará con el tiempo una vez termine la vida de los que lo conocieron). Se me viene a la cabeza eso que los cristianos llamamos Paraiso. Sobre todo, se hace inevitable pensar todo lo antedicho porque en realidad todos, de manera intuitiva, percibimos que hay modos correctos de vivir y modos incorrectos de hacerlo. Pretender que la muerte nos iguala a todos es negar la intuición más natural del hombre, y considerarla mera deformación cultural. No es posible demostrar que tengo razón. Pero tampoco aceptaré que ningún ateo venga a explicarme con condescendencia que la religión es un capricho arbitrario del intelecto cuya única finalidad es hacer de mentira piadosa que ayuda a reunir el valor necesario para afrontar la cruda realidad de la vida. Sobre todo, no aceptaré sin oposición que se me trate de capullo que se autoengaña por creer en Dios y en la vida de ultratumba porque que se sepa nadie (excepto Cristo para los que creemos en Él) ha vuelto de la muerte para decirle a los vivos que se supone que hay al otro lado. La Justicia con mayúsculas (que es la única que a mi me vale) depende de que haya Algo más allá de la muerte. Y puede creerse que la Justicia con mayúsculas (la objetiva, la que no está sujeta a los vaivenes de la opinión voluble de los seres humanos) tiene que existir, o puede no creerse. Mas en ningún caso podrá sostenerse que creer en ella sea una ridiculez. He dicho.

LIBERTAD, JUSTICIA Y FELICIDAD

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Quien me oye decir que soy libertario y lee como despotrico contra el Estado social puede creer, cuando publico enlaces como los que aquí os dejo (http://infocatolica.com/blog/coradcor.php/1306061207-el-dia-menos-pensado-el-papa-6#more20488) que soy un tanto contradictorio. Y sin duda, en muchas facetas de mi vida, soy bastante poco coherente. Pero no es una de esas facetas la del pensamiento. Creo que mis ideas están bastante bien cimentadas. Creo en la Justicia y creo en la Libertad. Pero no en pie de igualdad. Primero va la Justicia. Donde para que podamos convivir sea estrictamente necesario imponer ésta a toda costa, a la mierda es a donde yo mando a la Libertad. Mas, pese a la grave afirmación que acabo de proferir, me sigo reafirmando como libertario.

Pienso que son pocos los ámbitos de la vida humana en sociedad en los que puede requerirse que la autoridad (tan denostada por los anarquistas, tanto los de extracción comunista como los de procedencia capitalista) haga justa utilización de sus poderes con el fin de preservar la convivencia en sociedad o la supervivencia de ésta frente a las sociedades enemigas -que, por más que digan algunos papanatas, son potencialmente todas las ajenas a la nuestra y lo seguirán siendo en tanto que la Humanidad no conforme una única comunidad-. Y por ende, son pocas las ocasiones en las que haya verdaderamente ocasión de coartar y cercenar usos de la Libertad que realmente resulten lo suficientemente lesivos para la consecución de los objetivos antedichos (que son los que realmente justifican la misma existencia de la autoridad política).

Y soy libertario porque pienso que, fuera de las actuaciones verdaderamente imprescindibles del poder público, éste debe abstenerse de toda clase de intervención en la vida social. El poder no debe aspirar (pese a que es un hecho que puede hacerlo, y de hecho lo hace) a modelar la vida social. Por respeto a la dignidad de los seres humanos. Que, para bien y para mal, deberían de ser en lo esencial los dueños de su propio destino. Ese destino podrá ser mejor o peor, tanto en términos materiales como en los demás términos que pueden contribuir a la felicidad de las personas en esta vida. Pero no creo que sea asunto de que el Estado procure garantizarnos la Felicidad, por dos razones esenciales.

Primero, porque no puede hacerse cargo materialmente de dichas tareas. Solo puede hacerlo friéndonos a impuestos y endeudándose con Estados extranjeros (que son peligrosos acreedores, en tanto que algún día reclamarán su dinero, y no dejarán de hacerlo porque en no devolverlo vaya nuestra prosperidad material, que a ellos les importa una putísima mierda -y no podemos echarles en cara que así sea; y más a países como China, banquero del Occidente opulento, al que, siendo evidente que le da igual el bienestar de su propia gente, no le va a interesar más el de extraños como a sus ojos somos nosotros-). Eso es lo mismo que decir que no puede hacerlo, porque la cosa tendría sentido si pudiera hacerse sin ayuda. Tú puedes andar cuando te basta con tus propios esfuerzos para levantarte y moverte de un lugar a otro. En el momento en que resulta que te tienen que ayudar a levantarte, malo. Y al Occidente actual hay que levantarlo y llevarlo en volandas, pero no precisamente como sucede con los bebés (sino más bien como sucede con borrachos y yonquis).

Segundo, porque aunque pudiera hacerse cargo de esas tareas, y las llevase a cabo, el Estado no podrá ir más allá de lo material, y la Felicidad del individuo depende de algo más que de los factores materiales, por más que éstos sean importantes. No solo eso, sino que además un Estado empeñado en cargarse sobre las espaldas todo el trabajo necesario para "garantizar" (mal que bien, como ya se ha visto) la Felicidad de los ciudadanos le obliga a cercenar la Libertad de éstos, para evitar que utilizando esa Libertad dichos ciudadanos "la caguen" y perjudiquen sus propias opciones de Felicidad en su vida terrenal. Un Estado así nos condena a la perpetua minoría de edad, y nos castra tanto física como mentalmente, impidiéndonos desarrollar nuestras mejores capacidades al procurar evitar a toda costa que nos valgamos por nosotros mismos. Lo que, paradójicamente, puede hasta favorecer un sentimiento de frustración individual y colectiva que no contribuye a la consecución del ideal a que se supone que aspira esta clase de Estado, que hoy llamamos Estado Social (yo lo llamo Estado Felizonia -en homenaje al planteta al que los de la secta de los "movimientarios" que aparece en un capítulo de los Simpsons querían llevar a los prosélitos echos por su ridículo credo pseudomormónico-). Tan simple como que a la gente no le gusta sentirse inútil. Y tan peligroso. Porque cuando los individuos que integran una determinada sociedad ven cercenadas sus capacidades de supervivencia, la sociedad en la que se da este triste fenómeno es una sociedad cuyas posibilidades de resistir la presión de las sociedades enemigas se viene abajo, lo que aumenta la probabilidad de que por pretender garantizar la comodidad de los ciudadanos se acabe consiguiendo que, tras una conquista extranjera (concepto que hoy nos suena a chino, pero que quizá más temprano que tarde volvamos a sufrir en carne propia), éstos se conviertan en súbditos de tercera clase en el seno de una sociedad que habrá devorado a la suya y habrá privado a los componentes de la sociedad devorada de todo derecho más allá del de trabajar en condiciones que rondarán la servidumbre (si es que no suponen esclavitud propiamente dicha) para el provecho de los conquistadores, presumiblemente musulmanes ayudados por la cada vez más gruesa quinta columna instalada en nuestra propia tierra.

¿Todo lo dicho significa que a mi me de igual la Felicidad de la gente? ¡Por supuesto que no! Y al Estado tampoco debe darle igual esa Felicidad. Peor que un Estado imbécil que todo te lo pretende dar hecho es un Estado indiferente en el que a las autoridades se la pelan del todo las necesidades y deseos de su propio pueblo. Y no digo ya un Estado totalitario y cruel en el que se busca activamente hacer de la vida de sus esclavos (pues son eso quienes viven en esos Estados más que otra cosa) un auténtico Infierno sobre la Tierra, privándolos de ser posible hasta del menor momento de alegría verdadera no planificada de antemano por nadie.

Se necesita un Estado que no se cargue pesos que no es posible ni sano transportar (buen símil éste último, pues a veces, incluso aunque tengas la fuerza necesaria como para cargar un gran peso, no debes hacerlo porque la machada solo sirve para perjudicar tu salud). Pero que no por ello deje de ayudar en nada a la gente. Yo, como libertario, pienso que se necesita un Estado libertario, que por ende se asiente sobre sólidos principios políticos de respeto a la Libertad. Que no deje hacerlo todo, y que no tenga miedo a prohibir cosas que antes no se han prohibido (como el comercio con quienes compiten desleal e inmoralmente mediante la utilización del trabajo esclavo en países del Tercer Mundo; o las artimañas jurídicas mediante las cuáles el gran capital busca evadir impuestos incluso cuando éstos no son abusivos), pero que a la vez nos libere de muchas cadenas irrazonables que hasta ahora han impedido que demos rienda suelta a toda nuestra potencialidad creativa (como las que impone la actual concepción de la fuerza vinculante de los convenios colectivos; la regulación inmotivada de actividades económicas en cuyo desarrollo puede ir el nivel de prosperidad de la sociedad, pero no la vida de ésta; o la imposición de una legislación tan tuitiva de los derechos de los trabajadores como para ahuyentar a un empresariado que es, casi sin excepción, el único que puede realmente convertir a aquellos en tales). Lo que tengo por cierto que implicaría un número mucho más elevado de viejas cadenas rotas que de nuevas cadenas impuestas. Un Estado que viva, y que deje vivir al ciudadano como quiera en la medida en que su forma de vivir no comprometa la propia vida del Estado, garante de la supervivencia de la comunidad humana separada de las demás a la que representa.

Cuando tengo que hablar del Estado que a mi me gustaría no puedo evitar que se me vengan a la cabeza los EEUU. No porque piense que esa gran nación es la República libertaria que a servidor le gustaría que fuese (están lejos de serlo, y bajo unas cuantas administraciones más como la del Presidente Hussein perderán practicamente toda posibilidad de convertirse en algo que se le parezca). Pero si porque son el modelo más parecido que hoy existe, y en cierto modo, porque marcan el camino a seguir en un aspecto que es fundamental. El relativo a lo que es la definición de cuál ha de ser la relación que exista entre el Estado y la Felicidad de los que se someten al imperio de éste. Ya lo dice la misma Declaración de Independencia al enumerar los derechos inalienables de los seres humanos. Se habla del derecho a la Vida (Life), del derecho a la Libertad (Liberty), y del derecho... ¿De qué otro derecho? No es el derecho a la Felicidad (Happiness). No se habla de proporcionar la Felicidad a los ciudadanos, ni de negársela. Pero tampoco se muestra indiferencia ninguna hacia las aspiraciones tan legítimas y hasta saludables que los ciudadanos puedan albergar en relación a la posibilidad de alcanzar la Felicidad más plena posible en su vida terrenal. No señor, nada de eso.

El que se menciona es el derecho a la Búsqueda de la Felicidad (Pursuit of Happiness). Esto es, a establecer un marco en el que sea posible que el ciudadano busque libremente el camino que ha de llevarlo a la felicidad terrena, sin garantizarle no obstante éxito en la consecución de la misma. Puede que en los EEUU no exista el marco más indicado para que éste derecho se haga efectivo, pero desde luego parece evidente que ellos, al menos, si que son conscientes de la existencia del derecho en sus justas proporciones. Ni sucede como en Europa, donde se sobredimensiona este derecho al pretenderse garantizar la Felicidad de los ciudadanos (en la teoría, en la práctica no creo que esa sea la motivación de los gobernantes); ni sucede como en Venezuela, China, Corea del Norte o Cuba; donde es evidente que el Estado ataca de manera consciente las posibilidades de Felicidad de los ciudadanos al margen de lo dispuesto por la autoridad. E incluso, en casos extremos como el de China o Corea del Norte, se busca activamente la Infelicidad de los gobernados, cuya vida parece querer teñirse de gris, cuando no de negro directamente.

Poder dedicarse a la Búsqueda de la Felicidad sin que ésta se te garantice tiene otras consecuencias. De modo que regresamos al pantanoso terreno de la Libertad y de la Justicia. Ya se sabe que para mi la Justicia es el primero de todos los valores y principios en los que sustentar la sociedad y por ende el Estado. Si se desprecia la Felicidad, se atenta contra la Justicia y contra la Libertad -pues no sería posible impedir la Felicidad activamente sin cercenar brutalmente la Libertad humana-. Así que todo lo que sea indiferencia hacia la Felicidad de los gobernados o guerra declarada contra la misma, me parece inadmisible. Y si se promete garantizar los bienes materiales necesarios para que pueda disfrutarse de una mínima Felicidad, pues ésto implica atacar directamente la Libertad; y atacar indirectamente la Justicia al pretender imponer la Felicidad a costa de libertades que no deberían de ser conculcadas (¿Es justo que se pretenda garantizar la Felicidad del ciudadano faltádole al respeto tutelándolo como si fuese menor de edad sometido a la patria potestad del poder político? ¿Es justo pretender proporcionar a todo el mundo sin reparar en los medios la "base material" supuestamente necesaria para ser feliz como si realmente todos mereciésemos ser felices? ¿No es eso mucho suponer?).

En verdad, la Búsqueda de la Felicidad presupone la existencia de un marco justo dentro del que el ciudadano, mínimamente protegido de los avatares de la vida (aunque bien, dentro de la reducida esfera a la que el Estado extiende dicha protección); puede hacer uso de una Libertad que también el propio derecho sobre el que hablamos le presume para llegar a alcanzar un objetivo que por otras vías solo puede conseguirse faltando a la Justicia y a la Libertad. Conclusión, que solo optar por reconocer el derecho a la Búsqueda de la Felicidad sin inventarse falsos derechos a la Felicidad a cargo del Estado nos permite aspirar a conseguirlo todo (la Felicidad) sin perder nada sin lo cual ese mismo todo quedaría realmente desvirtuado y hasta en peligro. Eso pienso.

Un abrazo a todos los lectores. Con ellos sea la bendición de nuestro Señor, Dios y Redentor Jesucristo.