lunes, 24 de abril de 2017

FRANCIA: PRESIDENCIALES, LEGISLATIVAS Y COHABITACIONES

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

No ha terminado todavía el recuento de los votos en Francia, pero el pescado ya parece estar todo vendido. Habrá una segunda vuelta entre Macron y Le Pen. Ese era el escenario que llevaban semanas anunciando los sondeos de opinión, y el que al final enfrentarán nuestros vecinos del norte el próximo 7 de mayo. Macron, con casi toda probabilidad, barrerá a Le Pen en segunda vuelta, de tal suerte que el petimetre del sistema devendría nada más y nada menos que en Presidente de la República. El octavo desde la creación por Charles De Gaulle del actual régimen político francés en 1958.

Le Pen puede estar satisfecha con sus resultados. Mas, a la espera de lo que suceda en la segunda vuelta, tiene más motivos para la moderación que para la euforia o el triunfalismo. Ha obtenido la mayor votación popular en términos absolutos cosechada por el Frente Nacional en toda su historia. Y el mejor resultado de su formación en unas presidenciales. Pero es Macron quien ha ganado la primera vuelta de las elecciones. De manera además clara, ya que Le Pen ha estado más cerca de que Fillon o Mélenchon la relegasen a la tercera o cuarta posición y la apeasen fuera de la segunda vuelta que de ganarle la primera vuelta a Macron. Así las cosas, y a no ser que el Frente Nacional consiga alzarse con la victoria en la primera vuelta de las elecciones legislativas del mes de junio, no tendrá razones para proclamarse el "primer partido de Francia", como ha venido haciendo en los últimos años. No ha fracasado como si lo hizo Wilders en Holanda, pero tampoco ha cosechado todo el éxito que habría podido esperar obtener en estos comicios.

Por otra parte, tenemos que el Frente Nacional, a lo largo de los últimos años, ha sobrepasado varias veces en porcentaje los sufragios obtenidos en esta primera vuelta presidencial. Obtuvo el 27% pasado de los votos en las últimas regionales. Es verdad que cada elección es diferente y que no se pueden extraer conclusiones precipitadas de este dato, pero tampoco se debe obviar. Podría indicar cierto estancamiento del partido. Y genera la duda legítima acerca de qué marca es más popular: si la de Marine Le Pen o la del Frente Nacional. Con todo, esto no debería poner en peligro al medio plazo el papel protagonista de la hija de Jean-Marie Le Pen, pues es incuestionable que ha sido bajo su liderazgo que el partido ha llegado hasta donde ha llegado. Es decir, mucho más lejos de lo que jamás soñara su padre.

François Fillon, que al comienzo del año era Presidente in pectore, es ahora un presunto cadaver político. El partido gaullista, Los Republicanos, que esperaba hacerse con todo el poder, ha perdido una oportunidad de oro que nadie sabe, en los tumultuosos tiempos que parecen estar por venir, si se volverá a presentar. Por vez primera no habrá un candidato gaullista en la segunda vuelta de unas presidenciales. No mejor le ha ido al Partido Socialista Francés, cuyo candidato Hamon ha obtenido un ridículo 6% del voto. El verso libre Macron, ex Ministro de Economía de Hollande, se convertirá en Presidente de la República, y si los socialistas quieren continuar siendo una alternativa de poder, pueden verse obligados a tragarse la ira que puedan sentir contra su antiguo correligionario para aliarse políticamente con él. Ahora bien, dado que Macron ha jugado con su condición de verso libre para ascender políticamente en este año de infarto, está por ver que considere rentable hacer las paces con sus antiguos compañeros de viaje. El aún Presidente Hollande y el Primer Ministro Cazeneuve le han dado su apoyo para la segunda vuelta, pero puede ser que tras las presidenciales los socialistas opten por hacerle la puñeta.

Razones para ello podrían tener. Son quizá los socialistas el partido que enfrenta el mayor dilema de todos. Le ha sucedido lo peor que puede sucederle a un partido, que no es caer derrotado, sino quedar en ridículo. Peor aún, no hace aguas por un flanco, sino por todos. Deberán debatir seriamente su futuro y clarificar qué es lo que quieren ser. Pero, tanto si actúan y adoptan una posición como si no, corren el riesgo de quedar desdibujados como partido y de quedar imposibilitados para competir electoralmente por el poder que hasta ahora se disputaban en exclusiva con los gaullistas. Peor aún, corren riesgo de absorción a manos de terceras formaciones políticas. Tanto por el lado del flamante Presidente Macron (que podria arrastrar en pleno al socialismo más descafeinado y partidario de la mundialización y de la globalización de la economía) como por el lado de las más rancias esencias marxistas y populacheras que representaban quienes apoyaron a Hamon frente a Valls en las primarias.

Argumento de peso en el debate que los socialistas mantendrán, si son sensatos, para determinar sus posiciones de cara al futuro es el enorme ascenso experimentado por el neocomunismo francés, cuyo candidato, Jean-Luc Mélenchon, ha obtenido un imperial 19'5% de los votos, quedando en un respetabilísimo cuarto lugar (su porcentaje de votos le habría permitido acceder a la segunda vuelta en 2002 y quedar tercero en la mayoría de las demás presidenciales francesas celebradas desde 1965 en adelante), y a muy poca distancia de Fillon. Ha sido el candidato que más ha mejorado sus resultados de lejos de entre los que contendieron por la Presidencia ya en 2012. Tal ha sido su crecimiento, que probablemente su irresistible ascenso haya sido una de las razones por las que el resultado final de la también antisistema Marine Le Pen (cuyo partido lleva décadas arrebatando sistemáticamente votos al entorno comunista que ahora se ha visto revitalizado gracias a Mélenchon) ha sido algo más corto de lo esperado.

Empero, la excelente performance de Mélenchon es también una de las razones por las que Marine Le Pen, pese a no haber obtenido el resultado de sus sueños, puede estar bastante satisfecha. Ha pasado a segunda vuelta y ha obtenido el mejor resultado de la historia del Frente Nacional en las elecciones presidenciales pese a la irrupción extremadamente fuerte de un competidor que comparte con ella el importantísimo caladero electoral del voto obrero más perjudicado por la mundialización agresiva. Peor aún, en realidad ha tenido que hacer frente al surgimiento de... ¡dos competidores! Pues por el flanco más conservador ha tenido que hacer frente a la fuerte competencia de la muy estimable candidatura de Nicolas Dupont-Aignan, gaullista desacomplejado y "soberanista" que ha superado las expectativas y rebañado casi el 5% de los votos. Y, sin duda alguna, el hecho mismo de que Fillon haya aguantado el tipo y alcanzado el 20% de los sufragios es señal de que algunos electores indecisos entre el gaullista y la identitaria se hayan inclinado en última instancia hacia el primero.

Volviendo a Mélenchon, soy de la idea de que aunque éste no haya logrado cumplir su sueño de pasar a la segunda vuelta en compañía de Le Pen (permitiendo a la V República y a la UE respirar aliviadas, al menos por el momento), su incuestionable éxito puede hacer saltar en mil pedazos al Partido Socialista, animando a los que opinan que es con el Frente de Izquierda con quien debe aliarse un socialismo que debe retornar a sus orígenes más nítidamente obreristas, y llevándolos a la ruptura con quienes preconicen el entendimiento con el más que probable Presidente Macron. Que no hemos de olvidar que es considerado un traidor y un arribista ideológicamente vendido al mejor postor por gran parte de las bases socialistas, que prefirieron en primarias a Hamon antes que al catalán y hasta hace nada Primer Ministro Manuel Valls en la medida en que consideraban que Hamon se diferenciaba más claramente de Macron que su competidor (el cual, en un alarde de fidelidad hacia los procesos democráticos celebrados por su propio partido, acabó apoyando al que será próximo Presidente con la fácil excusa del miedo a la "ultraderecha", aunque según parece más bien movido por una mezcla entre revanchismo y oportunista deseo de llevarse bien con quien ya entonces se perfilaba vencedor de la contienda).

La V República enfrenta la que sin duda es su mayor crisis hasta el momento. Macron deberá ahora demostrar de qué pasta está hecho, y si es capaz de controlar los acontecimientos en lugar de dejarse controlar por ellos. Si no consigue imponer su autoridad sobre el Gobierno desde el principio, probablemente no consiga imponerla nunca y, pese a la incuestionable importancia de su cargo, sea incapaz de dictar los términos de la vida política de Francia. Su primer desafío es inmediato, porque en junio Francia celebrará la tercera vuelta de las elecciones presidenciales, que más que nunca es lo que serán las elecciones legislativas que en ese mes renovarán la composición de la Asamblea Nacional. En este momento es imposible saber qué sucederá cuando se celebren las legislativas. Partiendo de la base de que Macron es un vencedor accidental de las elecciones que debe casi exclusivamente su victoria a los escándalos de nepotismo que han salpicado a Fillon y ensombrecido su campaña (mucho más que a su propia capacidad para seducir a los votantes), y que carece de un verdadero partido detrás de él, parece imposible que consiga ensamblarlo a tiempo de obtener una mayoría parlamentaria afín que le permita designar a un Primer Ministro enteramente de su cuerda que se le someta en todo (que es lo que habitualmente desean los Presidentes de la República Francesa para ellos mismos).

Ahora bien, de su más o menos hábil proceder dependerá forjar alianzas que le permitan tener un Primer Ministro con quien, pese a su autonomía, poder colaborar de una manera más o menos fructífera y con quien, en definitiva, poder cogobernar Francia. La única alternativa a la descrita sería la de tener que lidiar con una cohabitación en virtud de la cual un Primer Ministro hostil lo desplace casi completamente del ejercicio práctico del poder y se convierta, a despecho del flamante Presidente de la República, en el verdadero gobernante de Francia (que, a despecho de las protestas presidenciales, es lo que ha sucedido siempre en casos de cohabitación, pese a los importantes poderes del Jefe de Estado). Esa para Macron sería una situación de pesadilla que lo condenaría a ver cómo su quinquenio transcurre sin más horizonte que el de las periódicas comparecencias televisivas con motivo de las cuales el Presidente transmita en nombre del país sus condolencias a las nuevas víctimas que desgraciadamente es previsible que seguirá produciendo de tanto en tanto el Estado Islámico y demás individuos u organizaciones inspirados por la criminal doctrina de la religión de Mahoma. Así pues, el juego de Macron se antoja complicado, porque, al no poder comer, tampoco puede dejar comer. Su situación es como la del famoso perro del hortelano. Al no poder forjar una mayoría propia, necesita que tampoco otros actores políticos puedan forjarla.

El hecho mismo de estrenar Presidencia es un factor que puede ayudarle a maniobrar para no verse completamente apartado del poder. A diferencia de los anteriores Presidentes, que hicieron frente a cohabitaciones tras haber ejercido durante varios años el poder y haber sido tácitamente víctimas del rechazo popular manifestado en el apoyo a sus principales rivales con motivo de las legislativas, Macron no podrá haber tenido tiempo de suscitar tal rechazo. Y quizá el electorado vería con malos ojos que se lo convirtiera en un pato cojo de buenas a primeras, marginándolo de la toma de decisiones importantes sin ni siquiera darle la oportunidad de mostrar lo que es capaz de hacer. Cosa que podría animar tanto a socialistas moderados como a gaullistas a darle una oportunidad y brindarle cierto apoyo parlamentario, máxime a tenor de su capacidad para disolver la Asamblea Nacional anticipadamente (cosa que seguramente haga a lo largo de su quinquenio a poco que se publicaran sondeos que apuntaran a la posibilidad de que ampliara su base parlamentaria y se socavara la de sus rivales).

Como ya se ha dicho, este escenario sería tanto más posible en el caso de que las legislativas no arrojaran una clara mayoría para ningún partido. Escenario que la victoria de Macron y el ascenso tanto del Frente Nacional de Le Pen como del Frente de Izquierdas de Mélenchon facilita sobremanera (hasta el punto de que no sería del todo descabellado que al final el propio Presidente Macron intentara favorecer de una manera o de otra la obtención de buenos resultados por parte del Frente Nacional y del Frente de Izquierdas en las legislativas que impidan una mayoría gaullista alternativa). Empero, una coalición del sistema amparada en la necesidad de apoyar a Macron contra los "extremismos" resultaría tendencialmente inestable, dado que implicaría un entendimiento entre unos socialistas y gaullistas que, en tradición más semeja a la española que a la alemana, jamás han gobernado juntos en una gran coalición. Dicha gran coalición que podría generar divisiones en ambos campos, ya que igual que hay socialistas que prefieren a Mélenchon hay gaullistas que prefieren a Le Pen. Sin contar con que facilitaría tanto a Le Pen como a Mélenchon articular un discurso de oposición.

Por otra parte, Fillon ha sido derrotado y su liderazgo político parece amortizado. Pero Los Republicanos no tienen por qué compartir la suerte de su líder. Si por un casual consiguen la mayoría absoluta en las elecciones legislativas (regidas por un sistema mayoritario que hace perfectamente posible contemplar esa eventualidad a causa de las grandes diferencias en escaños que pueden producir pequeñas diferencias en votos sobre lo previsto), estarían en disposición de ejercer una enorme influencia sobre los acontecimientos. Podrían colaborar con Macron, pero en calidad de socio fuerte que al final es el que se sale con la suya e impone los términos. O podrían directamente negarle el pan y la sal y disponerse a obligarle a nombrar un Primer Ministro afín que se convirtiera en verdadero gobernante de una en extremo inestable V República. Argumentos para hacerlo existirían: recordemos que Macron pasa por ser un Presidente accidental que se ha conseguido abrir camino gracias a la debacle de Fillon, y que es fácil para quien crea eso considerar que no ha recibido un verdadero mandato para gobernar Francia a lo largo del próximo quinquenio.

De hecho, si por un casual Fillon saliese airoso de sus problemas con la Justicia, bien podría promocionarse como el Presidente más que probable al que solo la perfidia y la traición de que Macron habría sido beneficiario impidieron aposentarse en el Eliseo, y podría resarcirse gobernando Francia desde Matignon en calidad de Primer Ministro completamente independiente del Presidente de la República (a diferencia de lo sucedido cuando ocupó el cargo en calidad de primer espada de Sarkozy). No descartaría que el propio Sarkozy (cuyos "abandonos" de la política no me aventuraría jamás a dar por definitivos) pudiera entrometerse y considerar la alternativa de convertirse en Primer Ministro, especialmente si la alternativa es morirse de aburrimiento sin más alternativa que la de pasar los días en compañia de Carla Bruni. Y lo mismo Alain Juppé (aunque de Juppé cabría esperar más protagonismo en caso de que Los Republicanos optasen por colaborar con Macron). O podría cederse el paso a una nueva figura (¿Copé? ¿Baroin? ¿Bertrand? ¿Rachida Dati?), aunque existiendo el riesgo de quemarla apresuradamente al exaltarla directamente al que, en este escenario, sería el cargo provisto del máximo poder político de la República, y por ende, el más impopular. Al menos en potencia.

En cuanto a Le Pen, el mero hecho de pasar a la segunda vuelta abre ante ella la oportunidad de compensar el desempeño solo moderadamente bueno que ha tenido en la primera vuelta con una actuación deslumbrante en la segunda. ¿Qué cabría considerar deslumbrante de cara a una segunda vuelta en la que la derrota está casi completamente garantizada de antemano? Es difícil asegurarlo. Yo, más que aferrarme a un porcentaje concreto del voto, diría que podría considerarse una actuación deslumbrante todo lo que implique obtener un resultado sensiblemente mejor que el esperado (todo ello en un contexto de participación de los electores en los comicios que permita atribuir dicho resultado a los méritos de la candidata y no al desencanto de los electores con Macron). Un 35% puede ser un gran desempeño si llegado el 7 de mayo los sondeos otorgan a Le Pen el 30%; pero un 40% podría saber a poco si el día de la verdad los sondeos la muestran frisando el 45%.

Sea como fuere, si Le Pen se desempeña particularmente bien en la segunda vuelta, todo lo dicho en este artículo acerca de su actuación (que, a mi modo de ver, ha sido solo moderadamente buena) quedaría en juicio de valor meramente anecdótico y carente de toda trascendencia. Tiene la oportunidad de convertir su aprobado alto o notable bajo en un incuestionable sobresaliente. Si consigue obrar tal proeza, su partido encararía las elecciones legislativas con unas perspectivas sensiblemente mejores, y con la esperanza de consagrarse, por número de votos en la primera vuelta de las legislativas, como el indiscutible "primer partido de Francia"; e incluso de conseguir algo más práctico, como lo sería conquistar una posición de alguna importancia en la Asamblea Nacional (posibilidad que existe, especialmente en la medida en que sus votos y escaños impidieran a cualquier otra formación hacerse con la mayoría en la cámara).

El camino de Mélenchon es algo más complicado. Su posición le permite plantearse tanto ejercer un papel destructivo como uno constructivo. Y puede hacer semejante cosa porque tiene la capacidad de hacer algo que Le Pen no puede hacer en absoluto: pactar con otros actores de la escena política. Le Pen solo puede ser destructiva, mientras que las posibilidades de Mélenchon son notablemente más amplias. Para ejercer un papel destructivo no tiene que hacer absolutamente nada, salvo seguir ahí en la brecha y prepararse para, junto con el Frente Nacional, concentrar los suficientes votos y escaños como para intentar impedir que los demás contendientes se hagan con una mayoría en la Asamblea Nacional. Desempeñar un papel constructivo exigiría más esfuerzo e inventiva, dado que tendría que intentar ensamblar una coalición jacobina con los socialistas, ecologistas y demás partidos radicales tradicionalmente aliados del Partido Socialista.

Sin embargo, es dudoso que ni siquiera los socialistas más proclives al entendimiento con Mélenchon estuvieran por la labor de aceptar que éste liderara la citada coalición, dado que el peso histórico de las siglas del Partido Socialista Francés es demasiado grande. Todo ello pese a que, después de su extraordinario resultado presidencial, Mélenchon tiene, por pura lógica electoral, todo el derecho a aspirar a liderar una coalición semejante. Si por un casual lo consiguiera, podrían tomar cuerpo posibilidades imagino que insospechadas para el candidato jacobino. Tengamos en cuenta que, si el socialista Hamon, y los marxistas Poutou y Arthaud se hubieran retirado de la campaña cuando aun estaban a tiempo y hubieran pedido el voto para Mélenchon, éste es casi seguro que habría pasado hoy a segunda vuelta ganando claramente la primera. Cierto que para, probablemente, perder la segunda vuelta frente a Macron. Pero, si la que hubiera pasado junto a él hubiera sido Le Pen, muy probablemente estaríamos a las puertas de su elección el próximo 7 de mayo como Presidente de la República.

Eso significa que, de cara a las legislativas, una coalición de signo inequívocamente jacobino podría aspirar a plantarle cara a todos los demás contendientes, e incluso a obtener la victoria electoral (siempre bajo la suposición de que Macron y los socialistas moderados, de un lado, y Los Republicanos, del otro, concurrieran a los comicios por separado). En la segunda vuelta de las legislativas, lo más probable es que las fuerzas comprometidas con el sistema hicieran piña contra Mélenchon. Pero, ¿y el Frente Nacional? Retirarse para cerrarle el paso a Mélenchon no casaría demasiado bien con su mensaje de que la política en Francia se reduce al Frente Nacional contra todos los demás; y le dificultaría avanzar en su proyecto de acaparar el voto obrero francés. Su ala nacional-bolchevique a buen seguro que preferiría pactar con Mélenchon antes que con el Presidente Macron. Por otra parte, la existencia de un ala nacional-bolchevique en el Frente Nacional que Marine Le Pen ha favorecido no debería llevarla a olvidar que si a lo largo de los últimos años el Frente Nacional ha crecido como lo ha hecho es, en parte, por haber sabido mantener un equilibrio entre sus diversas alas.

El Frente Nacional de su padre, Jean-Marie Le Pen, que ya en 2002 alcanzó la segunda vuelta de las presidenciales frente a Jacques Chirac era sensiblemente menos estatista en lo económico y sensiblemente más conservador en lo social, gozando de amplio apoyo en los sectores más tradicionalistas del catolicismo francés. Esos apoyos no se han perdido. En el Frente Nacional hay liberales y bolcheviques, católicos y ateos, conservadores "carrozas" y simpatizantes de la ideología de género. Es una formación para nada monolítica, en la que se dan unos equilibrios sumamente complejos que quizá constituyan la mayor amenaza a la pervivencia del partido en el futuro. Coexisten sectores que seguramente serían más partidarios de pactar con Los Republicanos, otros que preferirían a Mélenchon, y otros que cabe creer que no se aliarían ni implícita ni explícitamente con nadie en absoluto. Y la única forma de contentar a todos es seguir como hasta ahora e ir completamente por libre. Cosa que permite sobrevivir y hasta crecer y prosperar al Frente Nacional, pero que a la vez es la clave que explica por qué es tan extremadamente difícil que conquiste el poder.

A Mélenchon, sea como fuere, podría bastarle con que el Frente Nacional no tome partido. Si ese fuera el caso, y dado el peculiar sistema electoral francés basado en unas estúpidas elecciones triangulares (que permiten tomar parte en la segunda vuelta a todos los candidatos que obtengan más de un 12'5% de los votos, celebrándose una segunda ronda que no garantiza que el ganador obtenga mayoría absoluta), podríamos encontrarnos con que la coalición jacobina de Mélenchon pegara con fuerza en las elecciones. De hecho, podría incluso ganarlas. Quizá por mayoría. Todo dependería de la capacidad de Mélenchon para mantener vivo el entusiasmo de quienes ahora han apostado por el aspirante neocomunista. En definitiva, que lo que planteo es que, si Mélenchon jugara correctamente sus cartas de aquí a las legislativas, podría perfectamente aspirar a convertirse nada más y nada menos que en el Primer Ministro y gobernante efectivo de Francia. Algo a lo que Marine Le Pen en estos momentos no aspira ni en sueños.

¿Se imaginan ustedes al "Chávez francés" convertido en Jefe de Gobierno de la República Francesa? Puede parecerles una locura, pero a mi me parece harto más factible que una victoria de Marine Le Pen el próximo 7 de mayo en la segunda vuelta de las presidenciales. De una cosa si estoy muy seguro: Macron se arrepentiría más temprano que tarde de haber sido elegido Presidente; y Matignon (sede del Primer Ministro) se conduciría respecto al Eliseo (sede de la Presidencia) de modo amenazadoramente parecido a como la Comuna de Danton y Robespierre se conducía respecto a la Convención Nacional. En cristiano: que Mélenchon haría lo que le diera la real gana. No creo que se anduviera preguntando "¿Qué haría De Gaulle en mi lugar?"; ni que le preocupase para nada que su forma de gobernar pudiese estar poco a tono con el espíritu de la V República.

En realidad, ya en una de mis últimas entregas especulé con la posibilidad de que Francia quedara abocada tras las presidenciales a una "IV Cohabitación" entre un Presidente de la República y un Primer Ministro de diferente signo político (ver en http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2017/02/francia-hacia-una-cuarta-cohabitacion.html). Entonces no vi venir la marea roja de Mélenchon, y especulaba con que si se sumaba un cuarto contendiente a la carrera presidencial ese fuera Hamon. Y no imaginaba más posible cohabitación que la de Macron con una mayoría parlamentaria y un Primer Ministro gaullista. Si entonces las perspectivas de futuro de Francia me parecían interesantes, ahora no quepo en mi de la expectación ante lo endiabladamente intrincado del escenario político que se abre ante como abismo de Moria ante los galos.

¿En peligro la V República? ¡En peligro absolutamente todo! El escenario político francés encierra peligros para la UE, la OTAN y el equilibrio global potencialmente mayores que los que encierran el Brexit o la Presidencia de Donald Trump (quien tácitamente apoyó para esta primera vuelta a Le Pen, del mismo modo en que Obama apoyó a Macron que más que Presidente de la República parece que aspira a ser Delegado del Gobierno de los demócratas yankis en Francia-). Incluso si el sistema sale al corto plazo airoso de este lance, no por ello quedará conjurada una amenaza que es de muerte (y que se relaciona directamente con un factor al que apenas hemos hecho referencia y es quizá el más importante de todos: la presencia creciente del Islam en Francia y la escalada del terrorismo yihadista y del sectarismo religioso que conlleva). Pues bien pudiera ser que una colaboración más o menos estable entre niños buenos tales como Macron, Copé, Juppé, Bayrou o Manuel Valls solo sirviera para alimentar más todavía los extremos y fortalecer a Le Pen y a Mélenchon (cuyos partidos no cabe descartar completamente que actúen concertadamente, dentro de ciertos límites, para llevar al límite de resistencia a las instituciones de la V República).

Al final, solo es posible sacar en claro lo siguiente del escenario político que abren las elecciones de hoy en Francia: Charles De Gaulle se revuelve intranquilo en su tumba. Su experimento, a mi modo de ver un tanto chapucero y defectuoso, hace aguas por todas partes. Lo único que falta para que la V República que construyó sobre la base de la execrable traición a sus compatriotas pied-noirs de Argelia estalle en mil pedazos es, no que el Emperador se pasee desnudo a la vista de todos, sino que alguien se atreva a afirmar lo evidente delante del pueblo. ¡Candidatos a ello no parece que vayan a faltar! IHS