sábado, 28 de junio de 2014

"¡ROMA, TENEMOS UN PROBLEMA!"

Antes de leer el artículo, conviene leer el enlace adjunto:

http://infocatolica.com/blog/esferacruz.php/1406280206-claudio-orrego-y-una-traicion

¿Les suena de algo? A los que no, debería. Aunque solo sea porque esto que sucede en Chile es lo mismo que le ha sucedido a tantos que votaron AP y luego PP a lo largo de todos estos nefastos años de juancarlismo. Muchas personas crédulas e ignorantes han votado por gente que era evidente desde el primer momento que no tenía principios y que a poco que cambiase la opinión pública los iba a traicionar. Votaron PP, y aún lo hacen, aduciendo en favor de su desastrosa opción política que es mejor haber votado por eso que no hacerlo y que alcanzasen el poder los que defendían el mal abiertamente.

¡Tonterías! A la vista de lo que es hoy el PP en España, se hace difícil ver cuál sería la diferencia entre votar por ellos o hacerlo por PODEMOS. Bueno, una diferencia sí que veo: por lo menos a Pablo Iglesias se lo ve venir, y va de frente. Si tomara el poder y empezara a cagarla a lo grande y a hacernos imposible la vida a mi y al resto de las personas que comparten mis mismos ideales -cosa que no dudo ni por un instante que ocurriría-, es un hecho que no podría cogerlo por banda y decirle "nos has traicionado". No haría otra cosa que cumplir con su repelente programa electoral, y que satisfacer las expectativas de la gente que con su voto lo llevara al poder.

En ese sentido, yo no pondría la mano en el fuego por la honradez de ese señor ni porque crea verdaderamente la mezcla de gilichorradas y maldades cuya predicación le está haciendo tan famosete últimamente. Pero me jugaría por él sin dudarlo antes que por Rajoy, por la cúpula del PSOE, y por los demás desperdicios humanos que están a la cabeza de la casta política de nuestro país.

Triste que, después de tantas decepciones como las que los católicos hemos cosechado con el PP, tantos aún entre los que dicen creer en las mismas verdades religiosas que yo se planteen votarlos o los voten fehacientemente. ¡Vergüenza caiga sobre ellos por su clamorosa falta de visión e idiocia políticas! Son aliados del mal. Cosa que no puede decirse del PP porque el PP es una de las manifestaciones del mal mismo. Y no tienen excusa. Incluso el más ignorante puede conocer fácilmente lo suficiente como para darse cuenta de hasta qué punto votar al PP es casi como rendirle culto público a Satanás o como tatuarse un 666 en la frente. De manera que quien sigue votando al PP es porque no ha asimilado con la suficiente fuerza los valores del Evangelio. Cosa que, según se vé, puede predicarse de la mayor parte de la jerarquía episcopal española.


Quizá lo más sangrante es la falta de anticipación que los votantes católicos exhiben constantemente ante cada nueva situación política que se les va presentando. El proceso que refleja la noticia adjunta y el que observamos ha seguido el PP en España es un proceso que se ha dado en muchas partes una y mil veces, y siempre es el mismo. Primero, los que en teoría están comprometidos con el bien hacen igual que el tal Claudio Orrego y lo defienden tan mal que su defensa contribuye al fortalecimiento de las posiciones de sus enemigos más que a otra cosa (lo que le lleva a uno a preguntarse, a la vista de lo que viene después, si la mala defensa que se hace de las buenas causas no estará ya premeditada). Posteriormente, se acepta el mal como algo inevitable con lo que hay que aprender a tragar porque su imposición "tampoco es lo peor que podía sucedernos" y, por ende, la lucha contra él no puede centrar el debate público.

Con ese argumento se suele justificar la progresiva degradación de las "mejores" posiciones entre las que compiten en la arena política. Más tarde, los "adalides del bien" no solo se relajan en el bien, sino que empiezan a aceptar tranquilamente entre sus filas a partidarios más o menos moderados del mal, que acaban tornándose hegemónicos (a menudo porque los que defendían posturas más o menos tibias en el bien inician un proceso de gradual modificación de sus propias posturas que los acaba llevando al otro lado, en fiel seguimiento de los postulados marxistas de Groucho -"estos son mis principios, si no le gustan tengo otros"-). Y, al final, ¡oh casualidad!, resulta que los que hacía diez o quince años eran saludados como genuinos defensores del bien acaban defendiendo el mal con el mismo aplomo que los peores entre los partidarios del mismo.

Pero tanto ellos como sus siglas mantienen su "reputación". De tal manera que, si bien el pepero particular y el PP mismo considerado colectivamente hace mucho que se convirtieron en un partido tan contundente y despreciablemente homosexualista como el PSOE, IU, UPyD, C's o PODEMOS (y ahí están las leyes como la recientemente aprobada por Feijoo con mayoría absoluta en Galicia -http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2014-5488- para demostrar lo cierto de mi aseveración); todavía muchos los siguen asociando por ignorancia o por idiocia manifiestas a las ideas que hasta hace no tanto tiempo esos partidos afirmaban con toda hipocresía y falsedad defender. Aunque en esto puede jugar también un papel una tercera razón: la necesidad que muchas personas y voluntades débiles tienen de aferrarse a un clavo ardiendo para no deprimirse en demasía ni enloquecer.

Comprendo que muchos se aferren desesperadamente y en contra de las innumerables demostraciones en contrario a la infundamentada y falsa idea de que el PP se adhiere a sus propios puntos de vista. La alternativa sería reconocer la realidad y asumir que en este momento sus ideas son minoritarias (si es que no son marginales), y que si votan de acuerdo a ellas (que es lo que debería hacer cualquiera con la conciencia sana) están abocados a que su voto carezca de toda repercusión política en el corto, medio y quizá hasta largo y larguísimo plazo. Y, claro, eso da yuyu. Para muchos es mejor autoengañarse y convencerse a ellos mismos de que en realidad partidos como el PP siguen defendiendo, "como siempre lo han hecho" (particular que ya se vé que también es falso porque esa gente hipócrita muy probablemente nunca ha defendido aquello que decía defender) el mismo modelo de mundo y de sociedad en el que ellos creen; o que, por lo menos, no son enemigos del mismo. Y que, por lo tanto, votarlos en verdad contribuye sino a que las cosas mejoren, sí por lo menos a que no se tornen peores de lo que ya son.

Y al tratar este asunto, volvemos a la Iglesia. ¿Podemos esperar que la gente no se autoengañe cuando la propia jerarquía de la Iglesia Católica en España los engaña? Seamos honestos con nosotros mismos: a los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal se les hace el culo Coca-Cola con el PP. Uno que ve 13TV puede acabar creyendo que Rajoy es en realidad un pseudónimo que ha adoptado Santiago Apóstol, que ha sobrevivido a lo largo de los siglos y que sigue siendo tan íntimo de Jesús como lo era por el tiempo en que, según la tradición, arribó a España. ¿Que a veces se critica al PP? Sin duda, pero, ¿de qué vale criticar al PP si se colabora en el bloqueo mediático de las alternativas políticas más aceptables desde un punto de vista católico entre las que podrían competir por el mismo especio del electorado que usurpa éste -e incluso de las que son totalmente irreprochables desde nuestros postulados religiosos, como era el caso de SAIn o de la coalición Impulso Social por la que voté en las últimas europeas-? Ya lo adelanto yo: de nada vale, salvo que lo que se quiera es colaborar con quienes escupen en los clavos de la Cruz de Dios.

Para mí es obvio que la alta jerarquía episcopal española en su mayoría es culpable de "colaboración con banda pagana". Y si la Iglesia en España actúa -al igual que en tantos otros países- de una manera masoquista, ¿qué podemos esperar del voto de los católicos? Pues que esté igualmente afectado de profundo masoquismo. ¿Las razones por las que esto es así? Pues serán distintas en lo que hace a cada persona. Habrá obispos y cardenales que se autoengañen más o menos por los mismos motivos por los que se autoengaña la mayor parte del laicado. Quiero creer que éstos son la mayoría. Pero, a la vista de la inteligencia y preparación que suelen tener los que ocupan esas posiciones dentro de la Iglesia, se hace difícil no creer que más de uno y más de dos serán verdaderamente apóstatas encubiertos.

El que más y el que menos de los obispos españoles tiendo a creer que estará más y mejor preparado que la generalidad de las personas que cursan estudios en nuestro país. Y muchos serán mentes verdaderamente poderosas. Alguno quizá hasta merezca ser calificado como mente prodigiosa. La clase de gente a la que uno le presume una comprensión de la realidad más profunda y juiciosa que la que cabe esperar de la mayoría. Gente a la que, por cierto, se le toleran ciertos clamorosos errores menos que a los demás. Razón por la cual, desgraciadamente, abro las puertas a cualquier opción, incluso a las peores imaginables para un católico. Puede que haya más desacierto que traición, pero también puede ser al contrario.

Sea como sea, "¡Roma, tenemos un problema!", y ese problema se tiene que solucionar. ¿Quién, cómo, desde dónde...? Todas ellas son cosas acerca de las que no me mojo porque desconozco la respuesta. A la única respuesta a la que sí puedo responder es a la de "¿Con ayuda de quién?" A esa respondo que con ayuda de la gracia del Espíritu Santo que Cristo prometió auxiliaría a su Iglesia esparcida por toda la Tierra. Ayuda la citada que es demasiado poderosa como para dar por hecho que ya no hay nada que hacer. Y que es la fuente de mi mayor y mejor Esperanza en lo que haya de traer el mañana. IHS

jueves, 19 de junio de 2014

¿POR QUÉ ES IMPOSIBLE?

¡Harto estoy ya de leer esa simplonería que tantos acérrimos de la Monarquía esgrimen en favor de la misma! La de que una República, vistos los antecedentes históricos, sería necesariamente un caos. De hacerles caso, tendríamos que pensar que existe algún tipo de sortilegio en base al cual nos es imposible aspirar a organizarnos como una República decente y esencialmente bien gobernada. Asumo que tan noble empresa encierra sus dificultades. ¡Pero no hay victoria sin sufrimiento!

Si la III República en España fuera un caos eso no tendría por qué ser a causa de la República misma. ¿Qué sentido tiene esa relación causa efecto según la cual se establece como verdad universal e incuestionable que la elección del Jefe del Estado por los propios ciudadanos inexorablemente aparejaría convulsiones revolucionarias de corte BOL(UDO)chevique? Ninguno. Es una tesis boba que nace de una superstición incomprensiblemente arraigada en una fracción excesivamente importante de la gente que comparte en lo fundamental mis valores y mi religión (otros también participan de ella, pero eso me subleva mucho menos). Buenas personas que, no obstante, deberian conducirse en esto de manera más acorde tanto a la racionalidad como al catolicismo (que, lejos de aplaudir a la superstición y sumarse a ella, lo que busca y siempre ha buscado es erradicarla de la superficie de la Tierra).

En el caso de que una III República funcionara mal, eso nada tendría que ver con el carácter no hereditario de la sucesión en la Jefatura del Estado. Podría tener que ver con fallos de tipo jurídico (las relaciones entre los poderes, la organización y/u otros aspectos fundamentales del modelo político podrían haber quedado mal establecidos a nivel constitucional) o con fallos prácticos derivados de la escasa catadura moral y/o de la incompetencia de quienes dirigieran esa República. Por otra parte, y continuando con mi tarea autoimpuesta de demolición de las bases sobre las que se sustenta el argumento del caos al que con tanto agrado recurren los monárquicos, ¿qué clase de argumento es ese contra la República viniendo de los defensores de los Borbones? ¿Acaso no es un caos ya la España que por la en este caso errada voluntad de Franco se organiza como una Monarquía? ¡Claro que lo es! Y si ahora mismo lo previsible sería que una República en España acabase en un completo desastre eso obedece en gran medida al hecho de que lo más probable es que el nuevo régimen seguiría estanto dirigido precisamente por el mismo atajo de desgraciados que ya en nuestros días se están encargando concienzudamente de conducir a España hacia la ruina o por los extremismos BOL(UDO)chevique y separata que esos mismos ineptos han fortalecido y seguramente seguirán fortaleciendo (al margen de que sigamos o no siendo una Monarquía).

Yo procuro no caer en el mismo pozo apestoso de pseudoracionalidad en el que tan contentos se zambullen la gran mayoría de los monárquicos. Y, por ende, evito criticar a la Monarquía achacándole la responsabilidad de realidades, que en sí mismas no están vinculadas con ella, ni directa ni tampoco creo que indirectamente. Como sucede actualmente con el caos que es España. Caos que no nace del hecho de que nos configuremos como una Monarquía ni se solucionará o dejará necesariamente de empeorar porque España vuelva a ser una República. De ahí que mi republicanismo se cimente sobre otras razones. Las mismas que me llevarían a ser republicano si fuera sueco o inglés pese a que parece un hecho que ni el país escandinavo ni la Gran Bretaña son un caos. Razones de Justicia, no de utilidad.

Es tiempo de que asumamos que, en el momento en que los reyes dejaron de tener verdadero poder (suceso histórico que siempre he creído que venía exigido desde el instante en que se tomó conciencia de la forma en que el avance tecnológico hacía posibles alternativas para el Gobierno de las sociedades más justas, racionales y deseables que el otorgamiento del Gobierno en base a criterios relacionados con la sangre -como ha sido el Gobierno vertebrado en torno a elecciones libres y separación de poderes-); mejor es no tener reyes que no nos van a servir para protegernos de nada peor llegado el momento.

Insisto en esta idea a la que se hace poca mención: la Jefatura del Estado en el marco de las Monarquías constitucionales -al igual que en el de aquellas Repúblicas en las que la Jefatura del Estado está separada de la Jefatura del Gobierno- carece de prácticamente todo contenido político. De hecho, en las Repúblicas parlamentarias, pese a no gozar casi de poder alguno, es habitual que se otorgue al Presidente de la República un poder de veto del que ya no goza prácticamente ningún Monarca (lo que tiene su sentido, en tanto que los Presidentes suelen ser electos directamente por el pueblo, mientras que los Reyes no merecen su cargo en base a derecho alguno diferente del que deriva de su pertenencia a una determinada estirpe). Solo ya por eso los Presidentes de las Repúblicas parlamentarias tienden a ser políticamente más relevantes que los Reyes. E insisto en que no lo son mucho. Por eso, en todos los países donde la Jefatura del Estado y la del Gobierno están separadas (con la curiosa excepción de Francia -sobre la que se habla en http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html-) lo que de verdad debería interesarnos a todos es en quién recae la Jefatura del Gobierno. Todo lo demás es pura superfluosidad.

A eso se debe en parte el hecho de que yo, que no creo en la pervivencia más que de lo que tiene contenido, considere más atinada una República monista (con Jefatura del Estado y Jefatura del Gobierno unidas) que un Estado -monárquico o republicano me es casi igual- en el que el Jefe del Estado sea una figura insignificante que no aporta absolutamente nada práctico al país. Entre otras cosas, porque siempre he creído que es acertado y de pura lógica que el máximo representante internacional del país sea quien de verdad ejerce el mayor poder dentro del mismo. Otorgar la máxima representación honorífica nacional e internacional del país a una persona sin poder real alguno son ganas de pagar sueldos que no vienen a cuento, y de complicarse la vida sin necesidad alguna.

Comprendo el miedo a la República, a la vista del desastre histórico que supusieron las dos anteriores. Pero insisto en esto: si Pablo Iglesias o alguien en ese plan llega a Jefe de Gobierno -momento en el cual, con Rey o sin él, ningún obstáculo serio en su camino se encontraría para organizar cualquier desaguisado-, me da igual que asuma también la Jefatura del Estado (que no le aportaría en la práctica nada que no tuviera ya como Jefe de Gobierno). Como tampoco me importaría apenas nada en absoluto -más allá de lo puramente sentimental- que en lugar de él la más alta representación honorífica del Estado fuera asumida por otro compañerito de PODEMOS -si la República fuese de ejecutivo dualista-. En realidad, no exagero si digo que quedaría bastante agradecido al cielo si esa clase de gente que tanto mal amenaza con hacerle al país ocupase a perpetuidad la Jefatura del Estado, siempre y cuando no pusiesen sus zarpas encima de la del Gobierno y se limitasen a cobrar sus retribuciones y a mantener las reuniones que les dictase el protocolo sin llegar a ejercer jamás ningún poder real.


Cambiando radicalmente de tercio, ahora que trato acerca de mi fobia al monarquismo, no está de más recordarle a la mayoría de los que lo profesan (que se supone que son personas más o menos cercanas a mis valores morales y religiosos) que es bien poco los que quienes creemos en una sociedad de valores cristianos le debemos a los Borbones actuales (no entro a discutir nada sobre los del pasado). En realidad, no solo no les debemos nada, sino que tenemos muchísimo que reclamarles (y me inclino a creer que Dios aún más que nosotros). Nuestro abdicado Juan Carlos I y el recién entronizado Felipe VI no me parecen -al menos el primero- inocentes víctimas de nuestro ruin sistema, sino comparsas y a veces hasta primeros beneficiarios de la corrupción endémica, de la disgregación territorial, del sobredimensionamiento del Estado, del socavamiento de la familia, de la injusticia electoral, de los indultos a malnacidos (y la negación de los mismos a personas que seguramente los merecen infinitamente más), así como del incesante sacrificio de inocentes nasciturus... Por enumerar solo algunos de los muchos delitos perpetrados por el actual régimen. No estaría con los Borbones ni siquiera aunque España funcionara bien (aunque sin duda en ese caso moderaría mi apasionado republicanismo). Pero, habiendo contribuído los Borbones como lo han hecho a que sea posible el estado de cosas presente, habiendo traicionado tan vilmente el legado de aquel Franco por cuyo aval fue restaurada la dinastía en el trono; lo increíble es que no seamos las personas de valores cristianos que veneramos la memoria de Franco y de la Cruzada del 36 colectivamente consideradas las que con más decisión solicitamos la instauración de una III República de la que lo deseable sería que fuéramos los primeros partidarios.

¡O al menos eso yo creo, por paradójico que pueda parecer! No digo que sea el peor error que podemos cometer, pero en verdad sería un error que lo que podría llegar a considerarse un triunfo colectivo de nuestra Nación acabe siendo enarbolado cuando suceda (y probablemente sucederá) por los que anhelan su total destrucción o paganización, cuando no las dos cosas a un tiempo. En ese sentido, yo creo que las formaciones patriotas sensatas deberían hacer suya la causa de la República (aunque no la de la bandera tricolor bajo la cual se martirizó a tantos hermanos de fe católicos en los duros años de la nunca suficientemente maldecida II República y de la Guerra Civil que gracias a Dios concluyó con su afortunada finalización). O, por lo menos, posicionarse de manera claramente neutral, pemitiendo la coexistencia en su seno de sectores decididamente republicanos y de otros apegados a la Monarquía. Esa es mi opinión. Se que es falible. Por eso me encomiendo a la guía de Dios, pidiéndole lo siguiente: ¡Condúcenos a todos por tus caminos, que no por los nuestros!


Al final, todo esto hace que piense en la celebérrima película de Braveheart (aquella en la que un magistral Mel Gibson hace de William Wallace). Recuerdo con delectación el momento en el que, después de derrotar a los ingleses en Stirling, Wallace asiste a su propio nombramiento como Protector de Escocia y es testigo de una vergonzosa riña entre nobles. Instante en el que se larga ostensiblemente y anuncia su intención de invadir Inglaterra (para derrotar a los sajones en su propio terreno y obligarles a hacer una paz que reconozca la independencia de su patria). Grande el momento en el que Craig, uno de los más importantes nobles, le espeta "¿Invadir? Eso es imposible?" A lo que Wallace contesta "¿Por qué es imposible? Os habéis acostumbrado hasta tal punto a vivir de las sobras del plato del Zanquilargo [el Rey Eduardo I de Inglaterra] que habéis olvidado vuestro derecho a algo mejor. Entre vosotros y yo existe una diferencia: vosotros creéis que los escoceses existen para daros una posición; mientras que yo creo que vosotros existís para dar a los escoceses su libertad. Y yo voy a procurar que la obtengan." 

Pues algo parecido a lo que Wallace pensaba es lo que yo creo sobre la República. ¡Que demostrado me parece que si a tantos les parece imposible es solo en base al prejuicio! Y también, por qué no decirlo, a que han olvidado su derecho a lo mejor. Razón que explica que vivan sometidos a políticos a los cuales, si se sustituye en lo dicho por Wallace la palabra "escoceses" por "españoles", les es enteramente aplicable la definición dada por el héroe celta a los nobles de su país. Que seguramente no fueran más rapaces, sino menos, de lo que lo son los actuales mandatarios del nuestro. Muchos de ellos pobres diablos incompetentes; con los que no obstante me temo que se mezclan Enemigos malos de los que Dios tenga a bien protegernos, porque solo Él hasta cuán lejos son capaces de llegar en el mal. Mi consuelo es éste: más lejos que ellos llega etérnamente Cristo en el bien a los hombres. IHS

miércoles, 4 de junio de 2014

MI PERSONAL APUESTA POR LA REPÚBLICA

Por primera vez parece verdaderamente factible que España, en el corto o medio plazo, se convierta en una República. No doy por hecho que eso sea lo que vaya a suceder. No sería la primera vez que a la Monarquía se la da por definitivamente muerta, y ahí sigue.

Sin embargo, es un hecho que la República puede llegar, que hay un fuerte movimiento a favor de la misma, y que la descomposición del bipartidismo del PPSOE puede generar una inestabilidad política que favorezca el advenimiento de un nuevo régimen. Que, desgraciadamente, no por ser republicano tendría muchas probabilidades de ser mejor que el actual. Más bien todo lo contrario. Sobre todo si en él el actual reparto de poder entre la nada, la socialtontocracia, el BOL(UDO)chevismo y los separatas se desequilibra en favor de los dos últimos, como parece estar ya sucediendo, a tenor del resultado de las europeas.

Es normal que, a causa de esto, cunda el miedo, y muchos prefieran no moverse y seguir instalados en Guatemala antes que moverse de Guatemala a Guatepeor. Ahora bien, que esa postura sea comprensible no significa que sea sensata. De hecho, los que defienden seguir en Guatemala en lugar de marchar hacia Guatepeor olvidan que convertirse en Guatepeor no es más que la consecuencia lógica derivada del hecho de haber sido Guatemala (especialmente cuando no solo no se ha hecho nada por impedirlo, sino que se ha aceptado la conversión en Guatemala hasta con entusiasmo). Y que, por ende, permanecer en una Guatemala que, incluso sin convertirse en Guatepeor, es un hecho que va empeorando y hundiéndose un poco más en la más abyecta de las miserias a cada año que pasa, es pedir a gritos que venga un salvapatrias BOL(UDO)chevique a "redimirnos" a base de libertoclastia; además de estimular el deseo de una proporción cada vez mayor de los habitantes de las regiones díscolas de Vascongadas y Cataluña a separarse del resto de España.

Así pues, no es posible atajar el problema permaneciendo como estamos. Se hace preciso coger el toro por los cuernos, y enarbolar la bandera de la reforma. Y eso implica que muchos de los que, como yo, se oponen a la nada pepera, a la socialtontocracia, a los separatas y al BOL(UDO)chevismo revisen la postura que esa gente, colectivamente considerada, mantiene mayoritariamente en relación con la Monarquía. La razón de ello: que es innecesaria, supérflua, y divide a los españoles mucho más de lo que lo haría una República. Aunque solo sea porque al común de la gente monárquica le molestaría mucho menos una República de lo que al común de los que somos republicanos nos molesta la Monarquía. Lo que es normal, dado que son muchos los que son monárquicos únicamente por miedo al BOL(UDO)chevismo. Gente que, en caso de no existir el BOL(UDO)chevismo, quizá tampoco sería republicana, pero se mostraría más indiferente ante la cuestión hasta el punto de quedarse quizá en casa en lugar de apoyar la Monarquía.

Muchos temen la República porque dan por hecho que vendría acompañada de ciertas cosas que, en honor a la verdad, no está escrito que tuvieran que venir con ella, como el BOL(UDO)chevismo. Insisto en que ese temor al que hago referencia es más bien infundado, dado que la Monarquía Parlamentaria es per se un sistema de ejecutivo dualista (para saber mejor a qué me refiero, pueden leer el que ahora mismo es el artículo más leído del blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html). Es decir, que la Jefatura del Gobierno y la del Estado están separadas. Contando la Jefatura del Estado -que evidentemente está en manos del Rey- nada y menos. 

Lo diré de este modo, a nosotros lo que nos tiene que dar miedo es que Pablo Iglesias Turrión de Suchard llegue a ser Jefe del Gobierno. Que luego la Jefatura del Estado la sumara Monedero o que la asumiese también Pablo Iglesias Turrión de Suchard porque quedara unificada con la Jefatura del Gobierno, a mi me la refanfinfla. En todas las naciones con la excepción de Francia y las que se organicen de manera similar, lo que de verdad interesa es a cargo de quién queda la Jefatura del Gobierno. La Jefatura del Estado es supérflua. Tranquilo me quedaría yo en el caso de que Pablo Iglesias Turrión de Suchard fuera Presidente de la República con carácter vitalicio siempre y cuando los Gobiernos estuvieran siempre presididos e integrados por personas que defendieran mis propios puntos de vista. Por el contrario, de nada nos serviría tener un Rey o un Presidente de la República irreprochables si un BOL(UDO)chevique a sueldo de los islamistas de Irán como el anteriormente citado profesor de la Complutense accede a la Jefatura del Gobierno.

¡De modo que ya está bien de tanto apego bobo al Rey! Tontos somos si vinculamos la cuestión de la Monarquía a cualquier otra cuestión relevante. Sobre todo porque cuando se vinculan innecesariamente unas cosas y otras es cuando se consigue que éstas acaben estando vinculadas de facto. ¿Cómo no vincular la República con el BOL(UDO)chevismo si son solo las formaciones políticas BOL(UDO)cheviques las que la defienden? Distinta sería la cosa si, por ejemplo, el PP, VOX o AES se posicionasen por la República. Y, en verdad, bastaría con menos. Sería suficiente con la neutralidad. Esto es, con que los partidos a los que he hecho referencia admitiesen la existencia tanto de alas decididamente monárquicas como de alas decididamente republicanas en su seno.

Creo que la gente identificaría mucho menos la República con el sectarismo ideológico BOL(UDO)chevique y chekista si de cuando en cuando aparecieran líderes políticos de formaciones políticas de signo contrario manifestando, siquiera tibiamente, su preferencia por la República. Lo que le haría un gran bien al país, porque eso disminuiría las posibilidades de que un triunfo de la alternativa republicana tuviera que venir necesariamente acompañado de un encumbramiento político de la socialtontocracia más agresiva y del BOL(UDO)chevismo. Esto es, de los Chacón, Madina, Iglesias, Garzón, Monedero, Lara... y demás excrecencias políticas (y algunas si no todas también humanas) herederas del zapaterismo.

También le haría un gran bien a la gente que comparte mis valores asumir de una vez que no hay diferencia entre esa gente y la nada pepera. Que es lo mismo Rajoy que Chacón, como prueban las leyes del estilo de ésta (http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2014-5488) que el PP aprobó teniendo mayoría absoluta en la región que fue cuna de su fundador, Manuel Fraga. Si asumiesen que, votando PP, hacen tanto mal al país como votando PSOE y contribuyen al éxito de los siniestros proyectos a los que el PP nunca ha resistido lo suficiente y con los que ahora hasta colabora; seguramente la República no intimidaría tanto a tanta gente. Que ya es hora de que supere la Guerra Civil. Que se vé obsesiona a todos, y no solo a los BOL(UDO)cheviques.

Se impone, entonces, apostar por la República, o, por lo menos, no oponerle una resistencia numantina. Si Rajoy fuera sensato -no digo honrado, sino simplemente sensato; con independencia de que luego el interés general del país pudiera seguir sin importarle un pimiento morrón-, estaría ya pensando en cómo efectuar una importante reforma política de España que vaya más allá de lo meramente cosmético; pero sin por ello dejar de tener en cuenta las cuestiones relativas a la cosmética, como lo es la de la Jefatura del Estado.

De manera que aprovecharía este último año y medio de legislatura para empezar a trabajar en una reforma significativa de la Constitución. Aunque solo sea porque si la hace ahora saldría como el PP y el PSOE quisieran, mientras que si espera habrán sido las próximas generales, y quizá ni siquiera sigan él y su partido al frente del Gobierno; teniendo que lidiar el PPSOE con un Congreso de los Diputados mucho más fragmentado que el actual. Lo que significa que si el hundimiento del sistema, que puede sobrevenir en cualquier momento, acaece entonces, las formaciones BOL(UDO)cheviques más extremistas partirían de una posición mucho más fuerte que aquella de la que actualmente gozan (no olvidemos que PODEMOS, pese a su reciente éxito en las europeas, no cuenta con un solo asiento en el Congreso de los Diputados, por lo que no pintaría nada en el caso de que se llevase a cabo una reforma de la Constitución antes de la finalización de la presente legislatura).

En definitiva, que si fuese Rajoy y actuase sin otro móvil que el que me temo que preside la forma de conducirse, pasada y presente, de nuestra casta política parasitaria, que es el de la mera conveniencia personal, tengo claro que lucharía por non hundirme con el sistema. Y que, en lugar de forzar la inmovilidad, buscaría hacer como los antiguos patricios romanos cuando éstos tuvieron que enfrentarse a crisis con los plebeyos tales como la secesión del Monte Sacro. Esto es, cedería parte de lo que me sobra para no perderlo todo. De manera que, en lugar de enrocarme en la defensa de la Monarquía a toda costa, convocaría pronto un referéndum para que los españoles manifestasemos libremente si queremos seguir o no soportando a la Corona. Antes de que termine la legislatura, desde luego.

No digo que, en el caso de estar en la piel de Rajoy me volviese repentinamente republicano (porque si ahora el PP sale defendiendo la III República, eso no se lo cree nadie). Pero manifestaría mi clara disposición, pese a no ser republicano, a convertirme llegado el caso en el primer Presidente de la III República Española. Y, una vez conocido el resultado, intentaría pilotar el proceso de reforma de la Constitución, que se llevaría a cabo atendiendo al resultado, cuidando de excluir de las negociaciones a las formaciones políticas BOL(UDO)cheviques. Cuyas protestas fácilmente podrían desactivarse si PP y PSOE hacen causa común para imponerles un bloqueo informativo del estilo del que sufren VOX o AES.

¿Qué ganaría Rajoy con esto? Probablemente pasar por reformador (incluso aunque luego las reformas no fueran gran cosa), abierto, tolerante, respetuoso de la voluntad del pueblo incluso cuando ésta no fuese la suya, y por ende aumentar las probabilidades de que se salve el culo político de una casta que tendría la oportunidad de rehabilitar por lo menos hasta cierto punto su imagen ante el conjunto de la sociedad. Además, no hay que olvidar que si aquí se celebrase un referéndum sobre la Monarquía, igual ésta lo gana y Felipe VI pasa a reinar con renovadas garantías de terminar sus días como Rey de lo que quede de España (mirad hasta qué punto no puede decirse que esta cuestión sea una prioridad nacional: seguir siendo Monarquía o convertirnos en una República no es cosa que apenas pueda contribuir en nada a salvar el país del desafío separata). Lo que supondría un triunfazo para Rajoy.

Lo gracioso del caso es que, al llegar a este punto, surge la cuestión de si sería posible convocar un referéndum para consultar al pueblo español acerca de la cuestión republicana. Los partidarios de la República cometen el error bobo de negar legitimidad a la Monarquía, que fue votada en 1978 junto con la Constitución (el que votó a favor de ésta ya sabía que la Monarquía iba en el cesto; de manera que si le resultaba inaceptable le bastaba con votar NO a la Constitución). Los partidarios de la Monarquía nos toman a todos el pelo diciendo que la única forma de consultar al pueblo acerca de esto sería reformar la Constitución y que luego la reforma efectuada al respecto fuera votada en referéndum. Eso no es cierto. Cuando el Fiscal General del Estado sale en los medios diciendo que lo que no existe en la Constitución no existe en la realidad y no se qué otras pamplinas nos está mintiendo, así de sencillo.

Y su mentira es tan burda que no cuesta entender lo fácil que lo están teniendo hasta ahora el BOL(UDO)chevismo y el sepatarismo para dictar sus términos en el debate político. Explicaré por qué soy tan tajante a la hora de acusar a Torres-Dulce de mentirnos a todos deliberadamente (me imagino que porque sabe que muchos que están dispuestos a luchar por la República..., precisamente solo en la medida en que eso no implique entrar en el camino de la ilegalidad; de manera que le conviene hacer creer a la gente que el referéndum sería ilegal, aun cuando en verdad no lo sería).

Porque no lo sería. Sin duda alguna, Pablo Iglesias Turrión de Suchard y otros muchos BOL(UDO)cheviques desean que se celebre un referéndum para, en el caso de que salga la República, proceder a establecer la misma pasando por encima de la Constitución y hasta desechando ésta para proceder a abrir un nuevo proceso constituyente por la cara. Cosa que sí que es inconstitucional. Mas eso no quita que en sí misma considerada, la celebración de un referéndum en el que se pregunte a los españoles si están de acuerdo con que se modifique la Constitución para convertir España en una República no entra en contradicción con nuestra norma fundamental; que establece en su artículo 92.1 que "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos". A los monárquicos yo les pediría que, a la luz de la impudicia con que se nos engaña desde medios favorables a la Monarquía (lo que no disculpa los engaños que también vierten muchos partidarios del establecimiento de una República, como Pablo Iglesias -la nueva superestrella del sistema-), revisasen sus puntos de vista. Otra cosa sería hacer de tonto útil al servicio del parasitismo.


Aprovecho este momento para introducir otra cuestión, que es la de la excesiva ambigüedad que manifiestan los partidarios de la República. Comprendo que los republicanitos socialtontócratas más agresivos o ya directamente BOL(UDO)cheviques no describan en detalle el tipo de República que ellos desearían, porque seguramente se enajenarían radicalmente a mucha gente, o incluso surgirían conflictos entre ellos. Sin embargo, hay cuestiones respecto de las cuales deberían posicionarse, y no lo hacen. Por ejemplo, cuando yo escucho hablar a los defensores de la III República sobre su deseo de que se convoque un referéndum, me pregunto si tanto cuesta aclarar algunas cosillas que tienen su importancia y que no son tan conflictivas como para no poder confesarlas.

Por ejemplo, estaría bien que aclarasen si, en el caso de que España se convirtiese en una República, ellos abogarían por el establecimiento de un ejecutivo monista o dualista. Cuestión no menor, a la que he hecho referencia en mi anterior artículo. Aunque solo sea porque para mí resultaría mucho más estimulante una República monista en la que la Jefatura del Estado le fuese transferida al Presidente del Gobierno que una República dualista en la que a Juan Carlos I lo sustituyese otro fantoche sin poder al frente de la máxima magistratura de nuestro Estado. Y creo que también redundaría en una mayor simplicidad y ahorro.

Es a causa de eso que considero que, si se convocara a referéndum, éste debería constar de dos preguntas que deberían ser las siguientes:

1ª Pregunta) ¿Estaría usted de acuerdo con que se modificase la Constitución a fin de que España pasase de ser una Monarquía Parlamentaria a ser una República?

a) SI

b) NO

2ª Pregunta) En el caso de que España se convirtiese en una República, ¿querría usted que el Presidente del Gobierno pasase a ser también Jefe del Estado, o prefiere que esas dos funciones las ejerzan personas distintas?

a) QUIERO QUE EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO SEA TAMBIÉN JEFE DE ESTADO, AHORA Y EN EL FUTURO.

b) QUIERO QUE LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO Y LA JEFATURA DEL ESTADO RECAIGAN, AHORA Y EN EL FUTURO, EN PERSONAS DISTINTAS.

Y con esta idea me despido de todos mis lectores. De los que hoy me despido diciéndoles que no es incompatible identificarse al mismo tiempo con dos lemas asociados a espectros tan distintos de la sociedad española como son, por un lado, el "¡Arriba España!" falangista tan habitualmente empleado por el bando franquista durante la Guerra Civil, y por el otro lado el "¡Salud y República!" que suelen emplear quienes defienden establecerla de vuelta en España. IHS

lunes, 2 de junio de 2014

MONARQUÍA, REPÚBLICA Y PREPARACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO

Si existe un argumento carente de peso entre los que se esgrimen para defender la mayor conveniencia de la Monarquía Parlamentaria y no de la República es el de la mayor "preparación" de la que, en el seno de una Monarquía, están provistos los Reyes en tanto que Jefes del Estado al haber sido educados específicamente para cumplir las funciones de máxima representación honorífica que se les encomiendan.

Difícilmente podía hacérsele un favor más flaco a la Monarquía que el de alegar a su favor tamaña pamplina. Aunque solo sea porque no existe plan de "estudios" en este mundo que te pueda "preparar" adecuadamente para una tarea de un calibre tal como el que supone la de representar internacionalmente a un Estado tanto hacia dentro como hacia fuera de sus fronteras. 

Por otra parte, siempre he creído que debería ser el más alto representante de la nación quien ejerce el máximo poder dentro de la misma. ¿Qué valor en orden a la representación puede tener un hombre que no pinta apenas nada en la vida política nacional? Me cuesta creer que de verdad en el extranjero haya demasiadas personas con formación que tomen en mucha consideración lo que sea que diga o haga en cada momento el Rey de España.

En cambio, estoy convencido de que esas mismas personas prestarán una atención incluso pormenorizada a lo que sea que digan o hagan en cada momento los Presidentes de EEUU o de Francia (aunque en el caso del Presidente de la República francesa, según, y el que quiera entender por qué afirmo una cosa así que lea el que de momento -y no sé por qué- es el artículo más leído de este blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html).

Ahora bien, incluso en el caso de que persistamos en el dualismo ejecutivo, y de que por ende la Jefatura del Gobierno y la Jefatura del Estado permanezcan separadas, me parece extremadamente dudoso que una Monarquía Parlamentaria facilite una "preparación" superior a la que podría exhibir el Presidente de una República Parlamentaria al estilo de Italia, Portugal o Alemania. Tengo mis dos buenos motivos para pensar de esta manera.

El primero es que es la "preparación" muchas veces depende más de los talentos y cualidades innatas de las personas que de su formación; o, dicho de otro modo, que a un paleto le puedes estar preparando veinte años ex profeso para representar al país y no por eso lo hará mejor que cualquier persona sensata, culta e inteligente que no hubiera recibido preparación jamás (conste que no estoy tachando al Príncipe de paleto; pero si ese fuera el caso no sería el primer reinado indigno que padeceríamos).

El segundo es que un Rey, por la propia naturaleza de su cargo, lo ejerce con carácter vitalicio no revisable (es decir, lo ejerce de por vida y sin que se lo pueda someter jamás a escrutinio popular). De ahí que sea hacerle un feo muy grande al pueblo eso de obligarle a cargar con un personaje indigno, incompetente o las dos cosas a la vez al que no podrá retirársele de la Jefatura del Estado hasta que muera o abdique. ¿Y todo por qué? Porque el espermatozoide que contribuyó a su formación como ser humano es el del padre adecuado y fecundó el óvulo de la reinona correspondiente en medio de un torrente de sangre azul.

Eso no sucede en una República (con independencia de que el ejecutivo sea monista o dualista), dado que al Jefe de Estado se lo ha de reelegir periódicamente. Es verdad que sería posible que la Presidencia de la República se ejerciera de manera vitalicia (cosa que a mi no me rebela ni lo más mínimo). Sin embargo, y con independencia del tiempo que durase el mandato del Jefe del Estado, la República seguiría siendo superior a la Monarquía desde una perspectiva democrática, aunque solo sea porque el cargo sería directamente asignado por el pueblo y por ende estaría abierto a cualquier ciudadano al margen de sus origenes familiares.

No niego la posible compatibilización de la Monarquía con la democracia, en la medida en que muy buenamente puede ser que la voluntad de la ciudadanía sea la de mantener la institución por fidelidad a la tradición multisecular de nuestros padres. No tengo problema en reconocer que la selección de cargos públicos a través de procedimientos ajenos a la voluntad popular es aceptable en un sentido democrático. Para mi, ese será el caso en la medida en que tales procedimientos no conlleven hurtarle al pueblo el derecho a que los procesos políticos en los que nos jugamos colectivamente nuestro destino deban forzosamente (si no en exclusiva) estar sujetos al poder de decisión de representantes que éste haya elegido, y en que los procedimientos no democráticos de selección de cargos públicos si que hayan sido democráticamente aceptados por el pueblo (bien en solitario o bien como parte de un conjunto más amplio de preceptos -solución esta última que fue la adoptada por España, que reconoció la Monarquía en el contexto de la ratificación del texto constitucional votado en referéndum el 6 de diciembre de 1978-).

Lo que si niego es que los ultras de la Monarquía nos tomen por estúpidos hasta un punto tal como para negar que, indudablemente, la elección popular directa de los cargos públicos es la forma más democrática de acometer la selección de los individuos llamados a ejercer los mismos; aunque no sea la única forma aceptable de hacer en democracia, como ya se ha indicado arriba.

Resulta obvio que, en el pasado, razones que no vienen al caso (entre otras, la imposibilidad por falta de adelanto tecnológico de crear sistemas políticos basados en elecciones en entidades de tamaño superior al concejo o cantón de turno; y por la seguridad que proporcionaba a la hora de proveer la sucesión necesaria de los gobernantes que iban falleciendo a fin de evitar guerras civiles) hicieron muy aconsejable el fortalecimiento de la institución monárquica, redundando éste en ventaja para toda la sociedad. Pero los tiempos cambiaron hace ya dos siglos y medio. El timón de la Historia ha girado, y este es un hecho demasiado evidente como para que todavía se lo niegue desde sectores relativamente amplios de nuestra sociedad.

Me apena profundamente observar hasta qué punto España, para su pesar y para mal de todos (también de los que siguen aferrándose a instituciónes que no pro su larga Historia cobran un sentido que perdieron a la par que la teconología hizo posibles nuevas formas de organizar políticamente a las comunidades nacionales), vuelve a marchar una vez más con retraso respecto a lo que marcan los tiempos que vivimos.

Y todo esto lo dice una persona que está convencida de que si existe algo peor que el PPSOE que padecemos es la irrupción en la escena política del neofrentepopulismo que encarnan formaciones tales como IU, PODEMOS o Equo y el ascenso del separatismo que amenaza con arruinar España como nación. Lo que demuestra una cosa que ya digo en este artículo de mi blog (http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2014/06/el-rey-ha-abdicado-salud-y-republica.html), y es que la República es cosa que hoy en día queremos para España incluso muchos de los que no nos avergonzamos de defender públicamente la insigne figura histórica del Caudillo. IHS

EL REY HA ABDICADO. ¡SALUD Y REPÚBLICA!

El Rey ha abdicado y lo sucede Felipe. No deseo que su reinado se alargue. Más allá del BOL(UDO)chevismo de PODEMOS, IU o Equo y de la socialtontocracia de un importante sector del PSOE; somos quizá millones los españoles que anhelamos la llegada de una República. Aunque claro, no de cualquier República. Yo, por mi parte, por lo que me inclino es por una República que no implique tirarnos de cabeza a la piscina de aguas fétidas de una nueva Guerra Civil en la que nos obligarían a bañarnos los partidarios de la nefasta bandera tricolor (y muy especialmente los que sustituyen el escudo por la despreciable estrella roja libertoclasta).

Abogo por una República verdaderamente democrática que se establezca, igual que lo hizo esta Monarquía, "desde la emoción en el recuerdo de Franco". Lo que a muchos españoles les parecerá contradictorio -dado que, innegablemente, no por necesario fue Franco menos dictador; y no por establecer una República sobre la base del reconocimiento a la labor aún no del todo desvirtuada de Franco se borra la realidad conocida de que éste era monárquico y entronizó a un Juan Carlos I que no ha hecho otra cosa que traicionar la inmejorable herencia recibida-, pero no por ello deja de ser la única salida sensata y digna que yo le veo al país.

Pienso en Batman cuando le dice a Gordon, al final de "El Caballero Oscuro", aquello de que "O mueres como un héroe, o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". Algo como eso es lo que le ha sucedido al pueblo español. Que lejos de honrar a los que lo han beneficiado, como hizo el Caudillo -que debería recibir cumplido homenaje los días 1 de abril y 18 de julio de cada año como verdadero Padre de la Patria que fue-, los vilipendian y se deshacen en elogios hacia los indeseables que en su día forzaron a auténticos héroes como lo fue Franco (de quien buenamente se puede decir que fue "el héroe que España se merecía Y TAMBIÉN el que necesitaba en ese momento") a intervenir para impedir que la nación que sin duda alguna aquellos valientes amaban con todo su corazón fuera arrojada por el totalitarismo patrio BOL(UDO)chevique al estercolero de la Historia.

Y peor aún, votan por los sucesores de aquella cuadrilla de maleantes masivamente, como pudimos comprobar en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Graves pecados individuales y colectivos por los que ya estamos rindiendo cuentas. ¿O alguien cree que es casualidad el proceso de creciente autodegradación que sufre nuestro país? Yo no me animo a afirmar tajantemente que sea castigo de Dios. Pero tampoco seré tan temerario como para negar por completo semejante posibilidad... IHS