domingo, 14 de diciembre de 2014

A PROPÓSITO DE LA POLÍTICA FRANCESA



Cuelgo aquí en mi blog un interesante sondeo relativo a las elecciones legislativas de Francia según el cual el FN por vez primera conseguiría una representación mínimamente nutrida compitiendo bajo el tradicional (e injusto además de peligroso) sistema electoral de la V República. Hecho que para mí goza de mayor relevancia que los apoyos que sea que pueda conseguir Marine Le Pen en unas presidenciales en la medida en que creo que seguramente su mensaje resonaría con muchísima más fuerza proclamado desde un escaño de la Asamblea Nacional que desde un puesto de europarlamentaria o en calidad de candidata ganadora de la primera vuelta de las presidenciales, pero vencida en última instancia, como es casi seguro que sucederá, independientemente de contra quién se enfrente (especialmente si se trata de un candidato de la UMP gaullista).


Aunque sigue llamando la atención que, con un 23% de los votos que le atribuye el sondeo (que yo creo que es un porcentaje que de aquí a 2017 es factible que vaya a más -por más que en verdad Marine Le Pen se me antoja bastante más popular que su formación política-, y que en cualquier caso supera con creces su hasta ahora mayor éxito -el de las legislativas de 1997-), el FN obtenga un menor número y proporción de escaños que el obtenido en las célebres elecciones de 1986, únicas celebradas bajo un sistema electoral diferente, en este caso proporcional aplicado a circunscripciones plurinominales (el cual, todo sea dicho, no me parece menos injusto que el tradicionalmente vigente -de hecho, yo lo tengo por peor y por más pernicioso para la democracia y para la ciudadanía-). En aquella convocatoria, los muchachos de Jean-Marie no alcanzaron ni siquiera el 10% de los votos, pero consecharon 35 curules de un total de 577; mientras que ahora aspirarían a entre 14 y 24 de un mismo total (que ya se ve que no es mucho, pero les permitiría salir de la total irrelevancia legislativa, y que insisto en que creo que podrían ir a más). Y eso teniendo el triple de votos de los cosechados entonces.

En cuanto al resto, la UMP superaría la estruendosa victoria que cosechó el gaullismo en 1993, y conquistaría hasta el 87'5% de la Asamblea Nacional francesa. Aunque es importante insistir en que la magnitud de la victoria obedecería únicamente al hundimiento socialista, y en ningún caso sería resultado de mérito propio alguno de los gaullistas. De hecho, el doble juego de éstos se antoja verdaderamente desleal, dado que lo que parece probable es que, en aquellas circunscripciones donde el FN pueda ganar, los gaullistas se beneficien del rechazo de los socialistas a Le Pen (que les llevaría a movilizarse activamente en favor de los candidatos de la UMP, y a retirar candidatos en las elecciones triangulares incluso en los casos en los que los candidatos socialistas quedaran por delante de la UMP), mientras que la UMP no devolvería el detalle en aquellas circunscripciones en las que la victoria se dilucidara entre el FN y el PSF, Verdes u otras fuerzas marxistoides (negándose a pedir el voto para ellos incluso en aquellas circunscripciones en las que los candidatos de la UMP no pudieran concurrir a la segunda vuelta entre los candidatos que superasen la octava parte de los votos). Consecuencia de ello es que el PSF, PCF y demás formaciones aliadas podrían quedar reducidos a menos del 10% del hemiciclo. Así pues, que nadie se engañe: la victoria de la UMP no sería el resultado de la adhesión masiva del pueblo francés, sino solo del rechazo al FN y la propia estrategia desleal de los gaullistas.

Al sistema, pese a su injusticia, hay que reconocerle que garantiza la gobernabilidad. ¡Yo diría que la garantiza hasta demasiado! ¿Se habría comido una rosca Hitler si este sistema electoral se hubiera aplicado en Alemania? Sin duda alguna, en las elecciones legislativas de junio y noviembre de 1932 y las de marzo de 1933 habría barrido a lo grande (más si cabe al no ser el sistema electoral francés de segunda vuelta exclusivamente entre los dos candidatos más votados). Empero, es sumamente probable que le hubiesen parado los pies tan pronto como en 1930. Difícilmente habría pasado de un segundo plano. Recordemos que su mayor aliado fue la inestabilidad parlamentaria que precedió a sus triunfos electorales, y que bajo un sistema como el francés ésta muy probablemente se habría visto extremadamente atenuada, y hasta es posible que no se hubiera producido en absoluto. En definitiva, que, si bien el sistema electoral francés es una bomba de relojería, al menos tiene la virtud de impedir un ascenso demasiado rápido de corrientes políticas desestabilizadoras.

¿Como el FN? No, no como el FN. El FN no es santo de mi devoción. Coexisten en él un ala católica y más o menos partidaria del libre mercado interior y de la relajación de las regulaciones económicas abusivas que concentrá quizá lo mejor de la política de Francia y un ala nacional-"boludochevique" que espanta y se salva solo por su manifiesta antiislamidad -común a todo el partido-. Pero a mi un Florian Phillipot no me suscita más que repulsión y náuseas, y la propia Marine Le Pen me genera desconfianza, dado que hasta el momento presente ha demostrado ser una hija sin escrúpulos que no ha vacilado en acuchillar políticamente a su propio padre, Jean-Marie Le Pen. Sin el cual ella no sería absolutamente nadie. Ahora bien, con todas las críticas que quepa hacerle al FN, no se trata de un partido político fanático ni descerebrado que amenace la existencia de la democracia ni que merezca comparación de ninguna clase, por lejana que sea, con el Partido Nazi alemán. Quienes si merecen repudio son quienes vulgarizan el nazismo y frivolizan en relación con todo lo que supuso al pretender hacer pasar por nazi todas y cada una de las ideas que no comparten. Obviando que a menudo son ellos, que tanto se complacen en presentarse a sí mismos como "antifascistas", los que comparten muchas de las peores y más abyectas ideas paganas de Hitler en materia de promoción de la eugenesia a través de la eutanasia y el aborto. Esa gente, y no Marine Le Pen, son el único peligro real además del islámico al que la democracia se enfrenta en todas partes. IHS