Mostrando entradas con la etiqueta Monarquía o República. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Monarquía o República. Mostrar todas las entradas

miércoles, 4 de octubre de 2017

EL DISCURSO DEL REY: BUENAS O MALAS NO SON MÁS QUE PALABRAS

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

El mensaje el Rey sobre el conflicto independentista en Cataluña es lo que todos los anteriores: mera enumeración de lugares comunes y expresión de conceptos pensados para no cabrear a nadie (o al menos a nadie que no sea declaradamente independentista). Ha sido un mensaje inútil, por culpa del cual el Rey ha gastado saliva que más le valdría haberse ahorrado. Porque, aparte de su hinchada habitual, nada lo que ha dicho va a congraciarle con la mayoría que sin duda hoy constituye la suma de los hostiles y de los indiferentes a su persona. Es más, resulta incluso probable que sus palabras le enajenen incondicionales y le añadan hostiles a derecha e izquierda.

Como deliberadamente evita tanto entrar a analizar el problema catalán en profundidad como proponer soluciones concretas al mismo (es decir, evita ser un mensaje de contenido político), no aporta nada a los ciudadanos leales al orden constitucional establecido, a los que no les dice nada que no sepan ya. Es decir, que aunque el discurso no sea un mal discurso, resultaba y resultará completamente prescindible. Por mucho que millones de compatriotas se agarren a él como un clavo ardiendo y quieran leer entre líneas con más o menos fundamento que en realidad Felipe VI hace un llamado inequívoco a aplicar el artículo 155 de la Constitución y a actuar con firmeza digna de tiempos mejores frente al independentismo, del que deja claro que ha actuado contra la misma legalidad que justifica su poder; el discurso es inconcreto y no adelanta nada acerca de lo que nos deparará el futuro inmediato. Pero, y este es el drama de Felipe VI, a la vez es evidente que su mensaje no puede ser político, porque nadie toleraría en democracia que un tipo al que nadie ha elegido para nada, por muy Rey que sea, y que debe su posición (por otra parte carente de poder sustancial) a su carga genética se pusiera chulo y le dijera a los cargos políticos electos por la ciudadanía lo que deben hacer. No es nadie como para hacer algo así. Y si lo hiciera, se le acabaría el chollo.

Peor aún, incluso si al Rey le diera por leerle la cartilla al Gobierno por los muchos errores que ha cometido en su tarea de impedir el referéndum catalán (chapuza que, sin embargo, parece haber tenido todo el éxito que cabía esperar y que está siendo astutamente instrumentalizada por los independentistas dentro y fuera de España), tampoco importaría mucho. Se ganaría el aprecio de muchos, incluido el mío. Y quizá se labraría una posición más allá de su dignidad regia, que seguramente perdería al corto plazo. Pero difícilmente sus palabras, por concretas y encomiables que fueran, podrían contribuir a que se impida la independencia de la República Catalana. Al fin y al cabo, ¿qué poder tiene el Rey y cómo puede influir sobre el curso de los acontecimientos? Mucho me temo que Felipe VI apenas tiene poder, y que de ninguna manera puede cortar el proceso independentista ni ningún otro proceso político de alguna entidad.

Cuando otros Jefes de Estado, como pueda serlo un Presidente de los EEUU o de la República Francesa, hablan de lo que sea sus discursos no son los de un Jefe de Estado meramente protocolario, sino también los de un Jefe de Gobierno investido de importantísimos poderes y capaz de tomar cartas en esos mismos asuntos acerca de los cuales habla. Incluso si el que habla es un Presidente protocolario de una República parlamentaria al uso (esto es, de una República cuyo Jefe de Gobierno sea diferente del Jefe de Estado y sea el elegido por el Parlamento), el Jefe de Estado suele ser una figura que ha accedido a su cargo como forma de mostrarle reconocimiento por un pasado más o menos meritorio que le ha hecho acreedor de la buena voluntad de quienes lo eligen (normalmente Parlamentos o Asambleas ad hoc sin más función que la de elegir Presidente). Suele tratarse de una figura conocida de antemano y que es capaz de concitar amplios consensos políticos precisamente porque no genera el rechazo que si generan otros; y eso hace de él una figura hasta cierto punto respetada por los ciudadanos.

Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de nuestro Rey. Porque cuando éste (o cualquier otro Monarca parlamentario contemporáneo) le habla a España, la Nación asiste al lamentable espectáculo que nos ofrece un pobre hombrecillo que tiene que tener mucho miedo de pronunciar una palabra más alta que otra, porque sabe que el día que los políticos se enfaden con él nos traen bajo el brazo la III República. Y por si esto no fuera ya de por sí patético, encima se suma ahora la humillación de que el discurso vago que no debía cabrear a nadie (al menos a nadie diferente de los separatistas) encima va y cabrea al tercer partido español y a no pocos tertulianos y opinadores profesionales. Indudablemente ha sido objeto de la hipócrita adulación del PPSOE y C's, y ha cosechado una vez más la aprobación incondicional de multitudes de acérrimos más o menos irracionales de la Monarquía. Empero, todo eso, que por otro lado era previsible, no sirve para ocultar el hecho de que se ha roto absolutamente el hechizo que antaño era propio de los universalmente alabados discursos de su papá Juan Carlos. Quizá más sean los españoles que lo desaprueban que aquellos que caen rendidos ante su "poderío".

Al final, mi conclusión es ésta: el discurso del más igual de todos los ciudadanos, Felipe Capeto, solo ha servido para demostrar que si hay algo que no cabe reprocharles a los independentistas catalanes es el hecho de querer organizar su nuevo Estado en forma de República. Que es exactamente lo que yo deseo para España. Sin necesidad de trampantojos tricolores e incluso restableciendo la digna águila de San Juan vigente en los tiempos de Franco. Maleable a los valores cristianos cuando no firmemente cimentada sobre ellos. Moderadamente descentralizada cuando no fundamentalmente centralista. Pero República al fin y al cabo en la que los principios más elementales de la democracia no sean excluidos a la hora de seleccionar a quien se ha de poner a la cabeza misma del Estado. Ni siquiera cuando ésta lo sea de modo meramente formal. Y que nos permita en todo caso otorgar la mayor distinción formal dentro del Estado de manera conjunta con el máximo poder de hecho que quepa ostentar dentro del mismo. IHS

martes, 12 de septiembre de 2017

RAZONES DE LOS PARTIDOS Y MONARQUÍA ESPAÑOLES PARA APOYAR LA INDEPENDENCIA DE LA REPÚBLICA CATALANA

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Ahora que han pasado unos días, toca quizá hablar sobre una de las facetas que menos han llamado a lo largo y ancho de la geografía nacional de los atentados acaecidos el pasado 17 de agosto en Cataluña. No me refiero al vergonzoso uso que de la matanza han hecho las autoridades políticas catalanas a fin de instrumentalizarla de muchas maneras para la causa de la independencia. Es un hecho que han sacado pecho de la supuesta operatividad de los Mozos de Escuadra (que a estos efectos da igual si es o no real y digna de reconocimiento o falsa y como tal mera propaganda separatista que deberíamos contrarrestar), y que han presumido de actuar como si de un Estado independiente ya se trataran. Desgraciadamente, el Gobierno español contribuyó a que esto fuera posible con una ausencia que reforzó la impresión de que los separatistas tienen razón cuando afirman que Cataluña no necesita para nada al resto de España y está preparada para echar a volar por su cuenta independientemente. El Gobierno ha permitido la usurpación manifiesta de competencias del Estado central, que son precisamente las que la Generalidad afirma que podrá ejercer una vez se convierta en el ejecutivo de una nueva República Catalana.

Así pues, este artículo no pretende lanzarse a la yugular del separatismo, sino indagar acerca de por qué tanto el Gobierno como los partidos políticos de importancia nacional y la propia Monarquía parecen no solo no querer remediar esta situación, sino estar encantados con ella y desear fervorosamente que vaya a más. Se trata de dilucidar si no va a ser al final que es posible que todos los grandes partidos políticos españoles quieran, por unas razones o por otras, la independencia de Cataluña. Al igual que el Rey Felipe VI de Borbón. Yo no puedo saber a ciencia cierta si mis especulaciones son o no ciertas, e igual estoy equivocado de medio a medio. Pero cuando, en una situación en la que la integridad nacional de España podría enfrentar el mayor riesgo conocido desde 1640 (cuando bien pudo haberse disgregado con carácter general en nuevas "taifas cristianas", pero consiguió mantener en lo esencial su unidad pese a la definitiva secesión de Portugal), y el Gobierno no tiene mejor idea que la de ausentarse tras una matanza terrorista para permitir que los separatistas presuman de tener controlada la situación y encima acusen a España de incomparecencia y de que en el fondo le traen al pairo los problemas relacionados con la seguridad de los catalanes, parece lógico especular con que no se trate de simple y siniestra incompetencia, sino más bien de simple y todavía más siniestra connivencia con el independentismo. De modo que ahí van mis especulaciones acerca de por qué a los actores políticos principales de España podría parecerles una gran cosa la independencia de Cataluña.

Comencemos por el PP. Su caso es el más flagrante de todos. No porque lo diga yo, sino porque es el partido que gobierna España y el que, entre todos, tendría el deber principal y más evidente de actuar. En lugar de eso, su omisión ha tenido como resultado que se haya dejado pasar una oportunidad de oro para restablecer, sin necesidad de falsas excusas, la presencia ordinaria del Estado en Cataluña de manera que los catalanes vuelvan a acostumbrarse a ella (presencia que además estaría justificada por la necesidad de que la Policía Nacional y la Guardia Civil se hagan cargo de la lucha contra el terrorismo yihadista, sobre los que pese a la existencia de los Mozos de Escuadra sigue teniendo competencia el Estado Central). Peor aún, ha permitido que en lugar de eso suceda todo lo contrario: exaltación del independentismo y de su capacidad para llevar a la práctica sus delirios hasta el punto de obligar al Rey a pasar por la humillación de desfilar por Barcelona rodeado de las senyeras esteladas burguesas y rojas de los independentistas. Sin entrar, por no ser el asunto central del artículo, en la exaltación terrorífica del Islam como religión de paz, hasta el límite de hacer hablar en los actos de Ripoll a la hermana de dos de los asesinos (que no debería tomar la palabra en momentos como éstos ni siquiera si realmente repudia el horror cometido por sus hermanos en nombre de Alá y Mahoma). ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿No debería ser el PP, de entre todos los partidos de ámbito nacional, el más firme garante de la unidad de España?

A tenor de su idolatría ciega hacia nuestra desafortunada Constitución (que, pese a sus infinitas majaderías y desafueros, medio acertaba cuando proclamaba la unidad indisoluble de la Nación española), y del hecho de estar gobernando, cabría esperar que así fuera. Pero en realidad sospecho que ese no es el caso. Mucho me temo que el PP en realidad lo que esté es deseando encontrar la excusa perfecta para dejar marchar a una Cataluña independiente. Sin importar que se convierta en República, Monarquía, Califato musulmán, Imperio "Gayláctico", Matriarcado abortista o "Fragoneta" cani-gitanorra. Y tiene mucho sentido que así sea. El PP cree que la gobernabilidad de España sería infinitamente más fácil desprendiéndose de Cataluña. A lo más a lo que aspirará será a retardar ese momento para que a la UE no se le indigeste y pueda tomar las medidas que estime pertinentes. Pero es un hecho que el PP piensa que sin Cataluña aumentan sus posibilidades de reunir mayorías absolutas, sea solo o acompañado por C's.

Pasando al Rey, debemos de tener en cuenta que para las cabezas coronadas de todas partes la vitalidad y fuerza de sus reinos tienden a carecer de importancia desde el momento en que, afortunadamente, han dejado de gobernarlos para siempre. Al Rey Felipe VI de Borbón una hipotética segregación de Cataluña (tanto le da si en clave monárquica o en clave republicana) no le perjudica en nada, ni comprometería el boato de la Monarquía. Por el contrario, le beneficia en un sentido que debería ser obvio, dado que una secesión catalana garantiza que en un hipotético referéndum en el que se votase entre Monarquía y República la causa republicana pierda millones de votos. Cataluña es la segunda región más poblada de España, con casi ocho millones de habitantes. Y parece bastante claro que, en caso de celebrarse un referéndum para decidir entre Monarquía y República, Cataluña optaría abrumadoramente a favor de la República. Prueba de que la causa de la Monarquía es popular en Cataluña es que entre los separatistas la cuestión no es polémica: todos optan por la República como forma de Estado de una Cataluña independiente.

Se habla constantemente de la República Catalana. Nada que ver con el "Plan Ibarretxe", que, aunque no compartido por todos los separatistas vascos, proponía que el Rey de España siguiera siéndolo del País Vasco. Lo que rebosaba de lógica, dado que el separatismo vasco del PNV históricamente ha sido retrógrado en el más puro sentido de la palabra, y además el "Plan Ibarretxe" no preveía en absoluto la independencia del País Vasco, sino simplemente un tipo de relación entre éste y el resto de España semeja a la de los Estados Federados de EEUU con la Unión Federal, con la única adición de una soberanía plena -y no limitada como la de los Estados de EEUU- amparada en el eufemístico "derecho a decidir", en virtud de la cual una mera mayoría absoluta del Parlamento vasco podía forzar negociaciones para la independencia. Tampoco el caso catalán guarda semejanzas con el de Escocia, donde una mayoría clara de independentistas escoceses parecen desear que los Reyes de Gran Bretaña sigan siéndolo, solo que no de ningún Reino Unido, sino de un Reino de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, por un lado, y también de un Reino de Escocia, por el otro. El independentismo escocés republicano parece a día de hoy importante, pero minoritario.

Así pues, a Felipe VI seguramente le convenga mucho la independencia de Cataluña. Porque tenderá a garantizarle conservar la Jefatura de Estado sobre lo que quede de España a título de Rey que recibió de su padre y que Juan Carlos I recibió de Franco. Y le facilitará legársela a la futura Leonor I. Recordemos esto: dada la ausencia de méritos conocidos, es el título rancio y caduco el que mantiene a este hombre y a su familia como parte de la alta sociedad planetaria. Sin su título de Rey, el Borbón no es absolutamente nadie. Y, aunque por un casual fuera una persona capaz que pudiera abrirse camino hasta lo más alto de la sociedad en el campo que fuera, nada garantiza que sus hipotéticas buenas cualidades se transfirieran a su descendencia. Al final, el compromiso que el Rey no tiene con su patria con lo que lo tiene es con su familia. Y lo único que le interesa es conservar una corona de cierta importancia (y España seguiría siéndolo incluso en el caso de que se secesionara Cataluña). De modo que seguramente le satisfaga la independencia de Cataluña (aunque quizá no debiera satisfacerle tanto, dado que bien podría precipitar la evolución de los acontecimientos en España e incluso movimientos republicanos que considerasen que republicanizar España pudiera ser de ayuda a la hora de componer una solución por medio de la cual nos federásemos o confederásemos con Cataluña).

Respecto a PSOE y PODEMOS, que para esto vienen a ser una misma cosa, la independencia de Cataluña podría ser más deseable de lo que parecería en un primer momento. Es verdad que potencialmente favorecería al PP al facilitarle la consecución de mayorías, ya sea en solitario o aliado con C's. Sin embargo, hay un punto que debemos tener en cuenta: no se antoja impensable que, en caso de que se nos independizara la República Catalana, los problemas relacionados con la integridad territorial de España puedan atemperarse, dependiendo de si el separatismo vasco se subiera o no al carro de la independencia (cosa que no es segura, porque al País Vasco le beneficia infinitamente más seguir dentro de España de lo que pueda beneficiarle a Cataluña, como consecuencia de sus privilegios de tipo fiscal respecto del resto del país, salvo la Navarra que reivindican como propia). Si así sucediera, el antagonismo entre PODEMOS y C's podría disminuir lo suficiente como para que los naranjas estuvieran dispuestos a pactar con el PSOE y PODEMOS contra el PP. Posibilidad tanto más factible si el PP no hace esfuerzos serios contra la corrupción galopante en que parece llevar instalado desde su misma aparición.

Téngase en cuenta que, más allá de la economía, los desacuerdos entre los tres partidos no son demasiado grandes. Los tres partidos están a favor de las leyes LGTBI, los tres son de tendencias feminazis, los tres son ultraabortistas radicales (allí donde el PP es ultraabortista moderado), los tres son anticlericales y partidarios de revisar las relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica, los tres son partidarios de una regeneración democrática de pega que no ponga en peligro la completa hegemonía de las cúpulas de los partidos políticos sobre unos Diputados nacionales y autonómicos completamente irrelevantes. En realidad, los tres partidos podrían plantearse hasta un gobierno tetrapartito con el PP del mismo modo en que CDC (ahora PDCat), ERC y las CUP se entienden en Cataluña. Al fin y al cabo, salvo la política hostil hacia una Iglesia Católica y las medidas de falsa regeneración democrática, el PP comparte todas las políticas antes mencionadas -y no siempre en un grado más moderado-. Si pese a ello no hay pacto con el PP, es solo porque el simulacro de democracia hoy existente en España exige aparentar la existencia de un enfrentamiento perfectamente falso entre por lo menos dos grandes alianzas políticas.

De la mano de todo lo anterior va la razón que C's podría tener para desear la independencia de Cataluña. Que no es otra que la siguiente: aunque el partido sea de origen catalán e impulse calladamente políticas sospechosamente catalanistas en Comunidades Autónomas diferentes de Cataluña, se ha fortalecido lo suficiente en el conjunto de España como para que quepa esperar que siga presente en la política española de modo perdurable incluso en el caso de que se segregue su región de origen. Es un hecho que en las elecciones de 2015, C's obtuvo 35 de sus 40 Diputados fuera de Cataluña (en la que solo obtuvo 5). Cifra que en 2016 apenas se redujo, pasando a obtener 27 de sus 32 Diputados fuera de Cataluña (donde volvió a obtener 5). Tanto en Madrid como en la Comunidad Valenciana y Andalucía sus resultados fueron mejores en escaños y/o votos que los que obtuvo en Cataluña. De manera que C's no quedaría fuera de juego en el caso de una hipotética secesión catalana.

De hecho, la aparición de una República Catalana abriría a C's horizontes que no está claro que tuvieran el resto de partidos "unionistas" de Cataluña. Al tratarse de un partido originado en Cataluña, cabria imaginar que subsistiera y que se convirtiera en un partido sólidamente binacional, que jugase a hacer de nexo de unión entre Cataluña y la España de la que se escindiera. De hecho, cabría incluso imaginar que concentrara decisivamente el voto de los catalanes que conservaran sentimientos más o menos fuertes hacia España. Y, si bien es verdad que cabe imaginar que la vida política de la República Catalana sería fundamentalmente dominada por los partidos que conquistaran la independencia (según cómo evolucionara la nueva República, cabría hasta temer que los demás pudieran ser desarticulados por "deslealtad" hacia el nuevo régimen), no hay nada escrito de antemano acerca del futuro, de manera que bien podría ser que, andando el tiempo, los políticos que hoy abogan por mantener Cataluña dentro de España aceptaran los hechos consumados y participasen como si tal cosa en el juego político de la República Catalana.

En realidad, yo cuando pienso en esto dejo volar mi imaginación. Pienso que sería interesante que, efectivamente, tras la independencia de Cataluña los catalanes conservaran la nacionalidad española e incluso que sus descendientes la conservaran. Creo que no deberían (en todo caso se debería darles un plazo para optar por la nacionalidad española o por la catalana, y debería desnacionalizarse automáticamente a todo aquel que aceptara la nacionalidad catalana), que carecería de sentido y que sería un insulto a todos los españoles, pero de nuestra clase política espero absolutamente cualquier ruindad o crimen. Los políticos españoles consideran que el país existe para darle una posición y lo trata como su cortijo, no vacilando en hablar de la soberanía como si fuera una cosa que les pertenece y con la que pueden casi literalmente hacer negocio. En verdad son el mejor y más completo argumento imaginable en favor de la secesión de Cataluña y de cualquier otra región que se lo plantease. Por lo tanto, no veo imposible que ordenen al TC interpretar la Constitución, llegado el caso, de tal modo que se interprete el artículo 11.2 de modo tal que se considere imposible despojar a los catalanes nacidos españoles de la nacionalidad española, por ser españoles de origen. Y no me parecería imposible que tanto el PSOE como PODEMOS y C's (quien sabe si también el PP) se negasen a modificar nuestras leyes, que en la práctica permiten que quien ha sido español conserve su nacionalidad pese a adquirir otra extranjera sin más requisito que, en plazo de tres años, solicitar conservar dicha nacionalidad. En definitiva, que tendría su gracia que diversos políticos, especialmente de C's, adquirieran la nacionalidad española reteniendo la catalana, y que como consecuencia de ello hicieran política simultáneamente en España y en Cataluña. En mi mente contemplo ya a un flamante Albert Rivera estableciendo una vinculación personal entre los dos Estados al convertirse a un tiempo en Presidente del Gobierno del Reino de España y en Presidente de la República Catalana. ¿A que mola?

sábado, 1 de octubre de 2016

¿"WELCOME REFUGEES"? SOBRE LA INMIGRACIÓN Y LA NEUTRALIDAD DE LA MONARQUÍA

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Cosas como el último discurso del Rey ante la Asamblea General de la ONU (http://www.elmundo.es/internacional/2016/09/19/57e018e8e5fdeac5588b4633.htmlme convencen cada vez más de la necesidad de convertir España en una República, aunque evitando consagrar como nueva bandera del país al horrible trampantojo tricolor en nombre del cual fueron martirizados durante la Guerra Civil tantos de mis correligionarios en la fe del Señor (trampantojo al que, desgraciadamente, adhieren de corazón la mayoría de aquellos entre nuestros compatriotas que son republicanos convencidos al igual que lo soy yo). Seré claro: estas declaraciones del Rey Felipe se salen con mucho de la neutralidad que, en teoría, debería guardar el Jefe de Estado en relación a las cuestiones de actualidad política. ¿O es que ahora todos en España somos partidarios del Welcome Refugees? Estoy convencido de que somos muchos los españoles que, si alguna vez nuestras autoridades se tomaran la molestia de consultarnos al respecto, votaríamos a favor de una política migratoria ultrarrestrictiva y de blindaje fronterizo (al menos en relación a Marruecos y a Gibraltar). ¿Es neutral el Rey al asumir como propio un mensaje que muchos españoles respetuosos de la ley y de los procedimientos democráticos desaprobamos? Está claro que no.

De momento, en España no existe, por desgracia para nuestro país, un partido político importante del estilo del UKIP inglés, el Frente Nacional francés, el FIDESZ húngaro, el PiS polaco, la AfD alemana o el FPÖ austríaco. Pero, ¿y si tal partido surgiera súbitamente? Si tal fuera el caso, lo menos que cabe esperar del Rey, a quien absolutamente nadie ha elegido para nada, es que no sea lo que aquí en el Sur de España llamamos un “bocachancla”, y que se abstenga de tomar partido. Una cosa es que el Rey tome partido por los demócratas vascos contra la ETA o por los constitucionalistas catalanes frente a los separatistas (en esos casos, el Rey no solo puede, sino que debe tomar partido, porque se trata de casos en los que determinados actores políticos o criminales -aunque en España ultimamente las dos cosas parecen ir cada vez más unidas- adoptan pronunciamientos que ponen en jaque el Estado de Derecho); y otra muy distinta que hable a favor de la acogida de inmigrantes. Como si oponerse a tal acogida fuera algo incompatible con el cumplimiento de nuestra actual Constitución. Dentro de lo que son las fuerzas políticas respetuosas del orden constitucional (y partidos parecidos a las formaciones políticas europeas anteriormente mencionadas lo serían escrupulosamente, como lo son en los países en los que operan), no es lícito que el Rey, al margen de lo que piense sobre los temas que se debatan, se posicione a favor de unos y en contra de los otros. Eso implica violar de modo flagrante su obligación de neutralidad.

Cosa que es más seria de lo que pueda parecer a primera vista. Y es que a mi el hecho de que un Presidente elegido por el pueblo en su conjunto y que de entrada sabemos que se adhiere a determinada orientación política emita opiniones sobre los asuntos de interés público acordes a esa misma orientación política que el pueblo conoce me parece lo más normal del mundo, y no se me ocurriría censurarlo (podría atacar las opiniones emitidas, pero no el derecho a emitirlas). Las urnas habrían legitimado a tal hombre para hacer una cosa así. Razón por la cual se le perdonarían las afirmaciones divisivas porque no cabría duda de que gozaría del aval expresado en su favor por el pueblo tras la celebración de los comicios que eligieran a tal Jefe de Estado. Pero a un monarca cuyo único mérito es el de ser el fruto de la unión del espermatozoide regio indicado con el óvulo regio igualmente indicado cuesta más aceptarle que se entrometa en la política democrática, siendo como es ajeno al proceso democrático. Si va a emitir opiniones que me van a sentar como una patada en el hígado (que es lo que ha hecho a propósito de los refugiados musulmanes venidos a nuestra tierra); entonces no veo el problema con que lo sustituyan Mariano Rajoy, Pedro SNCHZ o Pablo Iglesias. Puestos a rebuznar, ellos lo harían avalados directa o indirectamente por el pueblo y, seguramente, Rajoy o Iglesias lo harían mucho mejor y con mucho más estilo que Felipe de Borbón. Que, como orador, no es especialmente brillante, como tampoco su padre el enemigo jurado de Dumbo antes que él. IHS

jueves, 19 de junio de 2014

¿POR QUÉ ES IMPOSIBLE?

¡Harto estoy ya de leer esa simplonería que tantos acérrimos de la Monarquía esgrimen en favor de la misma! La de que una República, vistos los antecedentes históricos, sería necesariamente un caos. De hacerles caso, tendríamos que pensar que existe algún tipo de sortilegio en base al cual nos es imposible aspirar a organizarnos como una República decente y esencialmente bien gobernada. Asumo que tan noble empresa encierra sus dificultades. ¡Pero no hay victoria sin sufrimiento!

Si la III República en España fuera un caos eso no tendría por qué ser a causa de la República misma. ¿Qué sentido tiene esa relación causa efecto según la cual se establece como verdad universal e incuestionable que la elección del Jefe del Estado por los propios ciudadanos inexorablemente aparejaría convulsiones revolucionarias de corte BOL(UDO)chevique? Ninguno. Es una tesis boba que nace de una superstición incomprensiblemente arraigada en una fracción excesivamente importante de la gente que comparte en lo fundamental mis valores y mi religión (otros también participan de ella, pero eso me subleva mucho menos). Buenas personas que, no obstante, deberian conducirse en esto de manera más acorde tanto a la racionalidad como al catolicismo (que, lejos de aplaudir a la superstición y sumarse a ella, lo que busca y siempre ha buscado es erradicarla de la superficie de la Tierra).

En el caso de que una III República funcionara mal, eso nada tendría que ver con el carácter no hereditario de la sucesión en la Jefatura del Estado. Podría tener que ver con fallos de tipo jurídico (las relaciones entre los poderes, la organización y/u otros aspectos fundamentales del modelo político podrían haber quedado mal establecidos a nivel constitucional) o con fallos prácticos derivados de la escasa catadura moral y/o de la incompetencia de quienes dirigieran esa República. Por otra parte, y continuando con mi tarea autoimpuesta de demolición de las bases sobre las que se sustenta el argumento del caos al que con tanto agrado recurren los monárquicos, ¿qué clase de argumento es ese contra la República viniendo de los defensores de los Borbones? ¿Acaso no es un caos ya la España que por la en este caso errada voluntad de Franco se organiza como una Monarquía? ¡Claro que lo es! Y si ahora mismo lo previsible sería que una República en España acabase en un completo desastre eso obedece en gran medida al hecho de que lo más probable es que el nuevo régimen seguiría estanto dirigido precisamente por el mismo atajo de desgraciados que ya en nuestros días se están encargando concienzudamente de conducir a España hacia la ruina o por los extremismos BOL(UDO)chevique y separata que esos mismos ineptos han fortalecido y seguramente seguirán fortaleciendo (al margen de que sigamos o no siendo una Monarquía).

Yo procuro no caer en el mismo pozo apestoso de pseudoracionalidad en el que tan contentos se zambullen la gran mayoría de los monárquicos. Y, por ende, evito criticar a la Monarquía achacándole la responsabilidad de realidades, que en sí mismas no están vinculadas con ella, ni directa ni tampoco creo que indirectamente. Como sucede actualmente con el caos que es España. Caos que no nace del hecho de que nos configuremos como una Monarquía ni se solucionará o dejará necesariamente de empeorar porque España vuelva a ser una República. De ahí que mi republicanismo se cimente sobre otras razones. Las mismas que me llevarían a ser republicano si fuera sueco o inglés pese a que parece un hecho que ni el país escandinavo ni la Gran Bretaña son un caos. Razones de Justicia, no de utilidad.

Es tiempo de que asumamos que, en el momento en que los reyes dejaron de tener verdadero poder (suceso histórico que siempre he creído que venía exigido desde el instante en que se tomó conciencia de la forma en que el avance tecnológico hacía posibles alternativas para el Gobierno de las sociedades más justas, racionales y deseables que el otorgamiento del Gobierno en base a criterios relacionados con la sangre -como ha sido el Gobierno vertebrado en torno a elecciones libres y separación de poderes-); mejor es no tener reyes que no nos van a servir para protegernos de nada peor llegado el momento.

Insisto en esta idea a la que se hace poca mención: la Jefatura del Estado en el marco de las Monarquías constitucionales -al igual que en el de aquellas Repúblicas en las que la Jefatura del Estado está separada de la Jefatura del Gobierno- carece de prácticamente todo contenido político. De hecho, en las Repúblicas parlamentarias, pese a no gozar casi de poder alguno, es habitual que se otorgue al Presidente de la República un poder de veto del que ya no goza prácticamente ningún Monarca (lo que tiene su sentido, en tanto que los Presidentes suelen ser electos directamente por el pueblo, mientras que los Reyes no merecen su cargo en base a derecho alguno diferente del que deriva de su pertenencia a una determinada estirpe). Solo ya por eso los Presidentes de las Repúblicas parlamentarias tienden a ser políticamente más relevantes que los Reyes. E insisto en que no lo son mucho. Por eso, en todos los países donde la Jefatura del Estado y la del Gobierno están separadas (con la curiosa excepción de Francia -sobre la que se habla en http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html-) lo que de verdad debería interesarnos a todos es en quién recae la Jefatura del Gobierno. Todo lo demás es pura superfluosidad.

A eso se debe en parte el hecho de que yo, que no creo en la pervivencia más que de lo que tiene contenido, considere más atinada una República monista (con Jefatura del Estado y Jefatura del Gobierno unidas) que un Estado -monárquico o republicano me es casi igual- en el que el Jefe del Estado sea una figura insignificante que no aporta absolutamente nada práctico al país. Entre otras cosas, porque siempre he creído que es acertado y de pura lógica que el máximo representante internacional del país sea quien de verdad ejerce el mayor poder dentro del mismo. Otorgar la máxima representación honorífica nacional e internacional del país a una persona sin poder real alguno son ganas de pagar sueldos que no vienen a cuento, y de complicarse la vida sin necesidad alguna.

Comprendo el miedo a la República, a la vista del desastre histórico que supusieron las dos anteriores. Pero insisto en esto: si Pablo Iglesias o alguien en ese plan llega a Jefe de Gobierno -momento en el cual, con Rey o sin él, ningún obstáculo serio en su camino se encontraría para organizar cualquier desaguisado-, me da igual que asuma también la Jefatura del Estado (que no le aportaría en la práctica nada que no tuviera ya como Jefe de Gobierno). Como tampoco me importaría apenas nada en absoluto -más allá de lo puramente sentimental- que en lugar de él la más alta representación honorífica del Estado fuera asumida por otro compañerito de PODEMOS -si la República fuese de ejecutivo dualista-. En realidad, no exagero si digo que quedaría bastante agradecido al cielo si esa clase de gente que tanto mal amenaza con hacerle al país ocupase a perpetuidad la Jefatura del Estado, siempre y cuando no pusiesen sus zarpas encima de la del Gobierno y se limitasen a cobrar sus retribuciones y a mantener las reuniones que les dictase el protocolo sin llegar a ejercer jamás ningún poder real.


Cambiando radicalmente de tercio, ahora que trato acerca de mi fobia al monarquismo, no está de más recordarle a la mayoría de los que lo profesan (que se supone que son personas más o menos cercanas a mis valores morales y religiosos) que es bien poco los que quienes creemos en una sociedad de valores cristianos le debemos a los Borbones actuales (no entro a discutir nada sobre los del pasado). En realidad, no solo no les debemos nada, sino que tenemos muchísimo que reclamarles (y me inclino a creer que Dios aún más que nosotros). Nuestro abdicado Juan Carlos I y el recién entronizado Felipe VI no me parecen -al menos el primero- inocentes víctimas de nuestro ruin sistema, sino comparsas y a veces hasta primeros beneficiarios de la corrupción endémica, de la disgregación territorial, del sobredimensionamiento del Estado, del socavamiento de la familia, de la injusticia electoral, de los indultos a malnacidos (y la negación de los mismos a personas que seguramente los merecen infinitamente más), así como del incesante sacrificio de inocentes nasciturus... Por enumerar solo algunos de los muchos delitos perpetrados por el actual régimen. No estaría con los Borbones ni siquiera aunque España funcionara bien (aunque sin duda en ese caso moderaría mi apasionado republicanismo). Pero, habiendo contribuído los Borbones como lo han hecho a que sea posible el estado de cosas presente, habiendo traicionado tan vilmente el legado de aquel Franco por cuyo aval fue restaurada la dinastía en el trono; lo increíble es que no seamos las personas de valores cristianos que veneramos la memoria de Franco y de la Cruzada del 36 colectivamente consideradas las que con más decisión solicitamos la instauración de una III República de la que lo deseable sería que fuéramos los primeros partidarios.

¡O al menos eso yo creo, por paradójico que pueda parecer! No digo que sea el peor error que podemos cometer, pero en verdad sería un error que lo que podría llegar a considerarse un triunfo colectivo de nuestra Nación acabe siendo enarbolado cuando suceda (y probablemente sucederá) por los que anhelan su total destrucción o paganización, cuando no las dos cosas a un tiempo. En ese sentido, yo creo que las formaciones patriotas sensatas deberían hacer suya la causa de la República (aunque no la de la bandera tricolor bajo la cual se martirizó a tantos hermanos de fe católicos en los duros años de la nunca suficientemente maldecida II República y de la Guerra Civil que gracias a Dios concluyó con su afortunada finalización). O, por lo menos, posicionarse de manera claramente neutral, pemitiendo la coexistencia en su seno de sectores decididamente republicanos y de otros apegados a la Monarquía. Esa es mi opinión. Se que es falible. Por eso me encomiendo a la guía de Dios, pidiéndole lo siguiente: ¡Condúcenos a todos por tus caminos, que no por los nuestros!


Al final, todo esto hace que piense en la celebérrima película de Braveheart (aquella en la que un magistral Mel Gibson hace de William Wallace). Recuerdo con delectación el momento en el que, después de derrotar a los ingleses en Stirling, Wallace asiste a su propio nombramiento como Protector de Escocia y es testigo de una vergonzosa riña entre nobles. Instante en el que se larga ostensiblemente y anuncia su intención de invadir Inglaterra (para derrotar a los sajones en su propio terreno y obligarles a hacer una paz que reconozca la independencia de su patria). Grande el momento en el que Craig, uno de los más importantes nobles, le espeta "¿Invadir? Eso es imposible?" A lo que Wallace contesta "¿Por qué es imposible? Os habéis acostumbrado hasta tal punto a vivir de las sobras del plato del Zanquilargo [el Rey Eduardo I de Inglaterra] que habéis olvidado vuestro derecho a algo mejor. Entre vosotros y yo existe una diferencia: vosotros creéis que los escoceses existen para daros una posición; mientras que yo creo que vosotros existís para dar a los escoceses su libertad. Y yo voy a procurar que la obtengan." 

Pues algo parecido a lo que Wallace pensaba es lo que yo creo sobre la República. ¡Que demostrado me parece que si a tantos les parece imposible es solo en base al prejuicio! Y también, por qué no decirlo, a que han olvidado su derecho a lo mejor. Razón que explica que vivan sometidos a políticos a los cuales, si se sustituye en lo dicho por Wallace la palabra "escoceses" por "españoles", les es enteramente aplicable la definición dada por el héroe celta a los nobles de su país. Que seguramente no fueran más rapaces, sino menos, de lo que lo son los actuales mandatarios del nuestro. Muchos de ellos pobres diablos incompetentes; con los que no obstante me temo que se mezclan Enemigos malos de los que Dios tenga a bien protegernos, porque solo Él hasta cuán lejos son capaces de llegar en el mal. Mi consuelo es éste: más lejos que ellos llega etérnamente Cristo en el bien a los hombres. IHS

miércoles, 4 de junio de 2014

MI PERSONAL APUESTA POR LA REPÚBLICA

Por primera vez parece verdaderamente factible que España, en el corto o medio plazo, se convierta en una República. No doy por hecho que eso sea lo que vaya a suceder. No sería la primera vez que a la Monarquía se la da por definitivamente muerta, y ahí sigue.

Sin embargo, es un hecho que la República puede llegar, que hay un fuerte movimiento a favor de la misma, y que la descomposición del bipartidismo del PPSOE puede generar una inestabilidad política que favorezca el advenimiento de un nuevo régimen. Que, desgraciadamente, no por ser republicano tendría muchas probabilidades de ser mejor que el actual. Más bien todo lo contrario. Sobre todo si en él el actual reparto de poder entre la nada, la socialtontocracia, el BOL(UDO)chevismo y los separatas se desequilibra en favor de los dos últimos, como parece estar ya sucediendo, a tenor del resultado de las europeas.

Es normal que, a causa de esto, cunda el miedo, y muchos prefieran no moverse y seguir instalados en Guatemala antes que moverse de Guatemala a Guatepeor. Ahora bien, que esa postura sea comprensible no significa que sea sensata. De hecho, los que defienden seguir en Guatemala en lugar de marchar hacia Guatepeor olvidan que convertirse en Guatepeor no es más que la consecuencia lógica derivada del hecho de haber sido Guatemala (especialmente cuando no solo no se ha hecho nada por impedirlo, sino que se ha aceptado la conversión en Guatemala hasta con entusiasmo). Y que, por ende, permanecer en una Guatemala que, incluso sin convertirse en Guatepeor, es un hecho que va empeorando y hundiéndose un poco más en la más abyecta de las miserias a cada año que pasa, es pedir a gritos que venga un salvapatrias BOL(UDO)chevique a "redimirnos" a base de libertoclastia; además de estimular el deseo de una proporción cada vez mayor de los habitantes de las regiones díscolas de Vascongadas y Cataluña a separarse del resto de España.

Así pues, no es posible atajar el problema permaneciendo como estamos. Se hace preciso coger el toro por los cuernos, y enarbolar la bandera de la reforma. Y eso implica que muchos de los que, como yo, se oponen a la nada pepera, a la socialtontocracia, a los separatas y al BOL(UDO)chevismo revisen la postura que esa gente, colectivamente considerada, mantiene mayoritariamente en relación con la Monarquía. La razón de ello: que es innecesaria, supérflua, y divide a los españoles mucho más de lo que lo haría una República. Aunque solo sea porque al común de la gente monárquica le molestaría mucho menos una República de lo que al común de los que somos republicanos nos molesta la Monarquía. Lo que es normal, dado que son muchos los que son monárquicos únicamente por miedo al BOL(UDO)chevismo. Gente que, en caso de no existir el BOL(UDO)chevismo, quizá tampoco sería republicana, pero se mostraría más indiferente ante la cuestión hasta el punto de quedarse quizá en casa en lugar de apoyar la Monarquía.

Muchos temen la República porque dan por hecho que vendría acompañada de ciertas cosas que, en honor a la verdad, no está escrito que tuvieran que venir con ella, como el BOL(UDO)chevismo. Insisto en que ese temor al que hago referencia es más bien infundado, dado que la Monarquía Parlamentaria es per se un sistema de ejecutivo dualista (para saber mejor a qué me refiero, pueden leer el que ahora mismo es el artículo más leído del blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html). Es decir, que la Jefatura del Gobierno y la del Estado están separadas. Contando la Jefatura del Estado -que evidentemente está en manos del Rey- nada y menos. 

Lo diré de este modo, a nosotros lo que nos tiene que dar miedo es que Pablo Iglesias Turrión de Suchard llegue a ser Jefe del Gobierno. Que luego la Jefatura del Estado la sumara Monedero o que la asumiese también Pablo Iglesias Turrión de Suchard porque quedara unificada con la Jefatura del Gobierno, a mi me la refanfinfla. En todas las naciones con la excepción de Francia y las que se organicen de manera similar, lo que de verdad interesa es a cargo de quién queda la Jefatura del Gobierno. La Jefatura del Estado es supérflua. Tranquilo me quedaría yo en el caso de que Pablo Iglesias Turrión de Suchard fuera Presidente de la República con carácter vitalicio siempre y cuando los Gobiernos estuvieran siempre presididos e integrados por personas que defendieran mis propios puntos de vista. Por el contrario, de nada nos serviría tener un Rey o un Presidente de la República irreprochables si un BOL(UDO)chevique a sueldo de los islamistas de Irán como el anteriormente citado profesor de la Complutense accede a la Jefatura del Gobierno.

¡De modo que ya está bien de tanto apego bobo al Rey! Tontos somos si vinculamos la cuestión de la Monarquía a cualquier otra cuestión relevante. Sobre todo porque cuando se vinculan innecesariamente unas cosas y otras es cuando se consigue que éstas acaben estando vinculadas de facto. ¿Cómo no vincular la República con el BOL(UDO)chevismo si son solo las formaciones políticas BOL(UDO)cheviques las que la defienden? Distinta sería la cosa si, por ejemplo, el PP, VOX o AES se posicionasen por la República. Y, en verdad, bastaría con menos. Sería suficiente con la neutralidad. Esto es, con que los partidos a los que he hecho referencia admitiesen la existencia tanto de alas decididamente monárquicas como de alas decididamente republicanas en su seno.

Creo que la gente identificaría mucho menos la República con el sectarismo ideológico BOL(UDO)chevique y chekista si de cuando en cuando aparecieran líderes políticos de formaciones políticas de signo contrario manifestando, siquiera tibiamente, su preferencia por la República. Lo que le haría un gran bien al país, porque eso disminuiría las posibilidades de que un triunfo de la alternativa republicana tuviera que venir necesariamente acompañado de un encumbramiento político de la socialtontocracia más agresiva y del BOL(UDO)chevismo. Esto es, de los Chacón, Madina, Iglesias, Garzón, Monedero, Lara... y demás excrecencias políticas (y algunas si no todas también humanas) herederas del zapaterismo.

También le haría un gran bien a la gente que comparte mis valores asumir de una vez que no hay diferencia entre esa gente y la nada pepera. Que es lo mismo Rajoy que Chacón, como prueban las leyes del estilo de ésta (http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2014-5488) que el PP aprobó teniendo mayoría absoluta en la región que fue cuna de su fundador, Manuel Fraga. Si asumiesen que, votando PP, hacen tanto mal al país como votando PSOE y contribuyen al éxito de los siniestros proyectos a los que el PP nunca ha resistido lo suficiente y con los que ahora hasta colabora; seguramente la República no intimidaría tanto a tanta gente. Que ya es hora de que supere la Guerra Civil. Que se vé obsesiona a todos, y no solo a los BOL(UDO)cheviques.

Se impone, entonces, apostar por la República, o, por lo menos, no oponerle una resistencia numantina. Si Rajoy fuera sensato -no digo honrado, sino simplemente sensato; con independencia de que luego el interés general del país pudiera seguir sin importarle un pimiento morrón-, estaría ya pensando en cómo efectuar una importante reforma política de España que vaya más allá de lo meramente cosmético; pero sin por ello dejar de tener en cuenta las cuestiones relativas a la cosmética, como lo es la de la Jefatura del Estado.

De manera que aprovecharía este último año y medio de legislatura para empezar a trabajar en una reforma significativa de la Constitución. Aunque solo sea porque si la hace ahora saldría como el PP y el PSOE quisieran, mientras que si espera habrán sido las próximas generales, y quizá ni siquiera sigan él y su partido al frente del Gobierno; teniendo que lidiar el PPSOE con un Congreso de los Diputados mucho más fragmentado que el actual. Lo que significa que si el hundimiento del sistema, que puede sobrevenir en cualquier momento, acaece entonces, las formaciones BOL(UDO)cheviques más extremistas partirían de una posición mucho más fuerte que aquella de la que actualmente gozan (no olvidemos que PODEMOS, pese a su reciente éxito en las europeas, no cuenta con un solo asiento en el Congreso de los Diputados, por lo que no pintaría nada en el caso de que se llevase a cabo una reforma de la Constitución antes de la finalización de la presente legislatura).

En definitiva, que si fuese Rajoy y actuase sin otro móvil que el que me temo que preside la forma de conducirse, pasada y presente, de nuestra casta política parasitaria, que es el de la mera conveniencia personal, tengo claro que lucharía por non hundirme con el sistema. Y que, en lugar de forzar la inmovilidad, buscaría hacer como los antiguos patricios romanos cuando éstos tuvieron que enfrentarse a crisis con los plebeyos tales como la secesión del Monte Sacro. Esto es, cedería parte de lo que me sobra para no perderlo todo. De manera que, en lugar de enrocarme en la defensa de la Monarquía a toda costa, convocaría pronto un referéndum para que los españoles manifestasemos libremente si queremos seguir o no soportando a la Corona. Antes de que termine la legislatura, desde luego.

No digo que, en el caso de estar en la piel de Rajoy me volviese repentinamente republicano (porque si ahora el PP sale defendiendo la III República, eso no se lo cree nadie). Pero manifestaría mi clara disposición, pese a no ser republicano, a convertirme llegado el caso en el primer Presidente de la III República Española. Y, una vez conocido el resultado, intentaría pilotar el proceso de reforma de la Constitución, que se llevaría a cabo atendiendo al resultado, cuidando de excluir de las negociaciones a las formaciones políticas BOL(UDO)cheviques. Cuyas protestas fácilmente podrían desactivarse si PP y PSOE hacen causa común para imponerles un bloqueo informativo del estilo del que sufren VOX o AES.

¿Qué ganaría Rajoy con esto? Probablemente pasar por reformador (incluso aunque luego las reformas no fueran gran cosa), abierto, tolerante, respetuoso de la voluntad del pueblo incluso cuando ésta no fuese la suya, y por ende aumentar las probabilidades de que se salve el culo político de una casta que tendría la oportunidad de rehabilitar por lo menos hasta cierto punto su imagen ante el conjunto de la sociedad. Además, no hay que olvidar que si aquí se celebrase un referéndum sobre la Monarquía, igual ésta lo gana y Felipe VI pasa a reinar con renovadas garantías de terminar sus días como Rey de lo que quede de España (mirad hasta qué punto no puede decirse que esta cuestión sea una prioridad nacional: seguir siendo Monarquía o convertirnos en una República no es cosa que apenas pueda contribuir en nada a salvar el país del desafío separata). Lo que supondría un triunfazo para Rajoy.

Lo gracioso del caso es que, al llegar a este punto, surge la cuestión de si sería posible convocar un referéndum para consultar al pueblo español acerca de la cuestión republicana. Los partidarios de la República cometen el error bobo de negar legitimidad a la Monarquía, que fue votada en 1978 junto con la Constitución (el que votó a favor de ésta ya sabía que la Monarquía iba en el cesto; de manera que si le resultaba inaceptable le bastaba con votar NO a la Constitución). Los partidarios de la Monarquía nos toman a todos el pelo diciendo que la única forma de consultar al pueblo acerca de esto sería reformar la Constitución y que luego la reforma efectuada al respecto fuera votada en referéndum. Eso no es cierto. Cuando el Fiscal General del Estado sale en los medios diciendo que lo que no existe en la Constitución no existe en la realidad y no se qué otras pamplinas nos está mintiendo, así de sencillo.

Y su mentira es tan burda que no cuesta entender lo fácil que lo están teniendo hasta ahora el BOL(UDO)chevismo y el sepatarismo para dictar sus términos en el debate político. Explicaré por qué soy tan tajante a la hora de acusar a Torres-Dulce de mentirnos a todos deliberadamente (me imagino que porque sabe que muchos que están dispuestos a luchar por la República..., precisamente solo en la medida en que eso no implique entrar en el camino de la ilegalidad; de manera que le conviene hacer creer a la gente que el referéndum sería ilegal, aun cuando en verdad no lo sería).

Porque no lo sería. Sin duda alguna, Pablo Iglesias Turrión de Suchard y otros muchos BOL(UDO)cheviques desean que se celebre un referéndum para, en el caso de que salga la República, proceder a establecer la misma pasando por encima de la Constitución y hasta desechando ésta para proceder a abrir un nuevo proceso constituyente por la cara. Cosa que sí que es inconstitucional. Mas eso no quita que en sí misma considerada, la celebración de un referéndum en el que se pregunte a los españoles si están de acuerdo con que se modifique la Constitución para convertir España en una República no entra en contradicción con nuestra norma fundamental; que establece en su artículo 92.1 que "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos". A los monárquicos yo les pediría que, a la luz de la impudicia con que se nos engaña desde medios favorables a la Monarquía (lo que no disculpa los engaños que también vierten muchos partidarios del establecimiento de una República, como Pablo Iglesias -la nueva superestrella del sistema-), revisasen sus puntos de vista. Otra cosa sería hacer de tonto útil al servicio del parasitismo.


Aprovecho este momento para introducir otra cuestión, que es la de la excesiva ambigüedad que manifiestan los partidarios de la República. Comprendo que los republicanitos socialtontócratas más agresivos o ya directamente BOL(UDO)cheviques no describan en detalle el tipo de República que ellos desearían, porque seguramente se enajenarían radicalmente a mucha gente, o incluso surgirían conflictos entre ellos. Sin embargo, hay cuestiones respecto de las cuales deberían posicionarse, y no lo hacen. Por ejemplo, cuando yo escucho hablar a los defensores de la III República sobre su deseo de que se convoque un referéndum, me pregunto si tanto cuesta aclarar algunas cosillas que tienen su importancia y que no son tan conflictivas como para no poder confesarlas.

Por ejemplo, estaría bien que aclarasen si, en el caso de que España se convirtiese en una República, ellos abogarían por el establecimiento de un ejecutivo monista o dualista. Cuestión no menor, a la que he hecho referencia en mi anterior artículo. Aunque solo sea porque para mí resultaría mucho más estimulante una República monista en la que la Jefatura del Estado le fuese transferida al Presidente del Gobierno que una República dualista en la que a Juan Carlos I lo sustituyese otro fantoche sin poder al frente de la máxima magistratura de nuestro Estado. Y creo que también redundaría en una mayor simplicidad y ahorro.

Es a causa de eso que considero que, si se convocara a referéndum, éste debería constar de dos preguntas que deberían ser las siguientes:

1ª Pregunta) ¿Estaría usted de acuerdo con que se modificase la Constitución a fin de que España pasase de ser una Monarquía Parlamentaria a ser una República?

a) SI

b) NO

2ª Pregunta) En el caso de que España se convirtiese en una República, ¿querría usted que el Presidente del Gobierno pasase a ser también Jefe del Estado, o prefiere que esas dos funciones las ejerzan personas distintas?

a) QUIERO QUE EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO SEA TAMBIÉN JEFE DE ESTADO, AHORA Y EN EL FUTURO.

b) QUIERO QUE LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO Y LA JEFATURA DEL ESTADO RECAIGAN, AHORA Y EN EL FUTURO, EN PERSONAS DISTINTAS.

Y con esta idea me despido de todos mis lectores. De los que hoy me despido diciéndoles que no es incompatible identificarse al mismo tiempo con dos lemas asociados a espectros tan distintos de la sociedad española como son, por un lado, el "¡Arriba España!" falangista tan habitualmente empleado por el bando franquista durante la Guerra Civil, y por el otro lado el "¡Salud y República!" que suelen emplear quienes defienden establecerla de vuelta en España. IHS

lunes, 2 de junio de 2014

MONARQUÍA, REPÚBLICA Y PREPARACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO

Si existe un argumento carente de peso entre los que se esgrimen para defender la mayor conveniencia de la Monarquía Parlamentaria y no de la República es el de la mayor "preparación" de la que, en el seno de una Monarquía, están provistos los Reyes en tanto que Jefes del Estado al haber sido educados específicamente para cumplir las funciones de máxima representación honorífica que se les encomiendan.

Difícilmente podía hacérsele un favor más flaco a la Monarquía que el de alegar a su favor tamaña pamplina. Aunque solo sea porque no existe plan de "estudios" en este mundo que te pueda "preparar" adecuadamente para una tarea de un calibre tal como el que supone la de representar internacionalmente a un Estado tanto hacia dentro como hacia fuera de sus fronteras. 

Por otra parte, siempre he creído que debería ser el más alto representante de la nación quien ejerce el máximo poder dentro de la misma. ¿Qué valor en orden a la representación puede tener un hombre que no pinta apenas nada en la vida política nacional? Me cuesta creer que de verdad en el extranjero haya demasiadas personas con formación que tomen en mucha consideración lo que sea que diga o haga en cada momento el Rey de España.

En cambio, estoy convencido de que esas mismas personas prestarán una atención incluso pormenorizada a lo que sea que digan o hagan en cada momento los Presidentes de EEUU o de Francia (aunque en el caso del Presidente de la República francesa, según, y el que quiera entender por qué afirmo una cosa así que lea el que de momento -y no sé por qué- es el artículo más leído de este blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html).

Ahora bien, incluso en el caso de que persistamos en el dualismo ejecutivo, y de que por ende la Jefatura del Gobierno y la Jefatura del Estado permanezcan separadas, me parece extremadamente dudoso que una Monarquía Parlamentaria facilite una "preparación" superior a la que podría exhibir el Presidente de una República Parlamentaria al estilo de Italia, Portugal o Alemania. Tengo mis dos buenos motivos para pensar de esta manera.

El primero es que es la "preparación" muchas veces depende más de los talentos y cualidades innatas de las personas que de su formación; o, dicho de otro modo, que a un paleto le puedes estar preparando veinte años ex profeso para representar al país y no por eso lo hará mejor que cualquier persona sensata, culta e inteligente que no hubiera recibido preparación jamás (conste que no estoy tachando al Príncipe de paleto; pero si ese fuera el caso no sería el primer reinado indigno que padeceríamos).

El segundo es que un Rey, por la propia naturaleza de su cargo, lo ejerce con carácter vitalicio no revisable (es decir, lo ejerce de por vida y sin que se lo pueda someter jamás a escrutinio popular). De ahí que sea hacerle un feo muy grande al pueblo eso de obligarle a cargar con un personaje indigno, incompetente o las dos cosas a la vez al que no podrá retirársele de la Jefatura del Estado hasta que muera o abdique. ¿Y todo por qué? Porque el espermatozoide que contribuyó a su formación como ser humano es el del padre adecuado y fecundó el óvulo de la reinona correspondiente en medio de un torrente de sangre azul.

Eso no sucede en una República (con independencia de que el ejecutivo sea monista o dualista), dado que al Jefe de Estado se lo ha de reelegir periódicamente. Es verdad que sería posible que la Presidencia de la República se ejerciera de manera vitalicia (cosa que a mi no me rebela ni lo más mínimo). Sin embargo, y con independencia del tiempo que durase el mandato del Jefe del Estado, la República seguiría siendo superior a la Monarquía desde una perspectiva democrática, aunque solo sea porque el cargo sería directamente asignado por el pueblo y por ende estaría abierto a cualquier ciudadano al margen de sus origenes familiares.

No niego la posible compatibilización de la Monarquía con la democracia, en la medida en que muy buenamente puede ser que la voluntad de la ciudadanía sea la de mantener la institución por fidelidad a la tradición multisecular de nuestros padres. No tengo problema en reconocer que la selección de cargos públicos a través de procedimientos ajenos a la voluntad popular es aceptable en un sentido democrático. Para mi, ese será el caso en la medida en que tales procedimientos no conlleven hurtarle al pueblo el derecho a que los procesos políticos en los que nos jugamos colectivamente nuestro destino deban forzosamente (si no en exclusiva) estar sujetos al poder de decisión de representantes que éste haya elegido, y en que los procedimientos no democráticos de selección de cargos públicos si que hayan sido democráticamente aceptados por el pueblo (bien en solitario o bien como parte de un conjunto más amplio de preceptos -solución esta última que fue la adoptada por España, que reconoció la Monarquía en el contexto de la ratificación del texto constitucional votado en referéndum el 6 de diciembre de 1978-).

Lo que si niego es que los ultras de la Monarquía nos tomen por estúpidos hasta un punto tal como para negar que, indudablemente, la elección popular directa de los cargos públicos es la forma más democrática de acometer la selección de los individuos llamados a ejercer los mismos; aunque no sea la única forma aceptable de hacer en democracia, como ya se ha indicado arriba.

Resulta obvio que, en el pasado, razones que no vienen al caso (entre otras, la imposibilidad por falta de adelanto tecnológico de crear sistemas políticos basados en elecciones en entidades de tamaño superior al concejo o cantón de turno; y por la seguridad que proporcionaba a la hora de proveer la sucesión necesaria de los gobernantes que iban falleciendo a fin de evitar guerras civiles) hicieron muy aconsejable el fortalecimiento de la institución monárquica, redundando éste en ventaja para toda la sociedad. Pero los tiempos cambiaron hace ya dos siglos y medio. El timón de la Historia ha girado, y este es un hecho demasiado evidente como para que todavía se lo niegue desde sectores relativamente amplios de nuestra sociedad.

Me apena profundamente observar hasta qué punto España, para su pesar y para mal de todos (también de los que siguen aferrándose a instituciónes que no pro su larga Historia cobran un sentido que perdieron a la par que la teconología hizo posibles nuevas formas de organizar políticamente a las comunidades nacionales), vuelve a marchar una vez más con retraso respecto a lo que marcan los tiempos que vivimos.

Y todo esto lo dice una persona que está convencida de que si existe algo peor que el PPSOE que padecemos es la irrupción en la escena política del neofrentepopulismo que encarnan formaciones tales como IU, PODEMOS o Equo y el ascenso del separatismo que amenaza con arruinar España como nación. Lo que demuestra una cosa que ya digo en este artículo de mi blog (http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2014/06/el-rey-ha-abdicado-salud-y-republica.html), y es que la República es cosa que hoy en día queremos para España incluso muchos de los que no nos avergonzamos de defender públicamente la insigne figura histórica del Caudillo. IHS

EL REY HA ABDICADO. ¡SALUD Y REPÚBLICA!

El Rey ha abdicado y lo sucede Felipe. No deseo que su reinado se alargue. Más allá del BOL(UDO)chevismo de PODEMOS, IU o Equo y de la socialtontocracia de un importante sector del PSOE; somos quizá millones los españoles que anhelamos la llegada de una República. Aunque claro, no de cualquier República. Yo, por mi parte, por lo que me inclino es por una República que no implique tirarnos de cabeza a la piscina de aguas fétidas de una nueva Guerra Civil en la que nos obligarían a bañarnos los partidarios de la nefasta bandera tricolor (y muy especialmente los que sustituyen el escudo por la despreciable estrella roja libertoclasta).

Abogo por una República verdaderamente democrática que se establezca, igual que lo hizo esta Monarquía, "desde la emoción en el recuerdo de Franco". Lo que a muchos españoles les parecerá contradictorio -dado que, innegablemente, no por necesario fue Franco menos dictador; y no por establecer una República sobre la base del reconocimiento a la labor aún no del todo desvirtuada de Franco se borra la realidad conocida de que éste era monárquico y entronizó a un Juan Carlos I que no ha hecho otra cosa que traicionar la inmejorable herencia recibida-, pero no por ello deja de ser la única salida sensata y digna que yo le veo al país.

Pienso en Batman cuando le dice a Gordon, al final de "El Caballero Oscuro", aquello de que "O mueres como un héroe, o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". Algo como eso es lo que le ha sucedido al pueblo español. Que lejos de honrar a los que lo han beneficiado, como hizo el Caudillo -que debería recibir cumplido homenaje los días 1 de abril y 18 de julio de cada año como verdadero Padre de la Patria que fue-, los vilipendian y se deshacen en elogios hacia los indeseables que en su día forzaron a auténticos héroes como lo fue Franco (de quien buenamente se puede decir que fue "el héroe que España se merecía Y TAMBIÉN el que necesitaba en ese momento") a intervenir para impedir que la nación que sin duda alguna aquellos valientes amaban con todo su corazón fuera arrojada por el totalitarismo patrio BOL(UDO)chevique al estercolero de la Historia.

Y peor aún, votan por los sucesores de aquella cuadrilla de maleantes masivamente, como pudimos comprobar en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Graves pecados individuales y colectivos por los que ya estamos rindiendo cuentas. ¿O alguien cree que es casualidad el proceso de creciente autodegradación que sufre nuestro país? Yo no me animo a afirmar tajantemente que sea castigo de Dios. Pero tampoco seré tan temerario como para negar por completo semejante posibilidad... IHS