lunes, 2 de junio de 2014

MONARQUÍA, REPÚBLICA Y PREPARACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO

Si existe un argumento carente de peso entre los que se esgrimen para defender la mayor conveniencia de la Monarquía Parlamentaria y no de la República es el de la mayor "preparación" de la que, en el seno de una Monarquía, están provistos los Reyes en tanto que Jefes del Estado al haber sido educados específicamente para cumplir las funciones de máxima representación honorífica que se les encomiendan.

Difícilmente podía hacérsele un favor más flaco a la Monarquía que el de alegar a su favor tamaña pamplina. Aunque solo sea porque no existe plan de "estudios" en este mundo que te pueda "preparar" adecuadamente para una tarea de un calibre tal como el que supone la de representar internacionalmente a un Estado tanto hacia dentro como hacia fuera de sus fronteras. 

Por otra parte, siempre he creído que debería ser el más alto representante de la nación quien ejerce el máximo poder dentro de la misma. ¿Qué valor en orden a la representación puede tener un hombre que no pinta apenas nada en la vida política nacional? Me cuesta creer que de verdad en el extranjero haya demasiadas personas con formación que tomen en mucha consideración lo que sea que diga o haga en cada momento el Rey de España.

En cambio, estoy convencido de que esas mismas personas prestarán una atención incluso pormenorizada a lo que sea que digan o hagan en cada momento los Presidentes de EEUU o de Francia (aunque en el caso del Presidente de la República francesa, según, y el que quiera entender por qué afirmo una cosa así que lea el que de momento -y no sé por qué- es el artículo más leído de este blog: http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2013/04/monismo-y-dualismo-ejecutivos-mencion.html).

Ahora bien, incluso en el caso de que persistamos en el dualismo ejecutivo, y de que por ende la Jefatura del Gobierno y la Jefatura del Estado permanezcan separadas, me parece extremadamente dudoso que una Monarquía Parlamentaria facilite una "preparación" superior a la que podría exhibir el Presidente de una República Parlamentaria al estilo de Italia, Portugal o Alemania. Tengo mis dos buenos motivos para pensar de esta manera.

El primero es que es la "preparación" muchas veces depende más de los talentos y cualidades innatas de las personas que de su formación; o, dicho de otro modo, que a un paleto le puedes estar preparando veinte años ex profeso para representar al país y no por eso lo hará mejor que cualquier persona sensata, culta e inteligente que no hubiera recibido preparación jamás (conste que no estoy tachando al Príncipe de paleto; pero si ese fuera el caso no sería el primer reinado indigno que padeceríamos).

El segundo es que un Rey, por la propia naturaleza de su cargo, lo ejerce con carácter vitalicio no revisable (es decir, lo ejerce de por vida y sin que se lo pueda someter jamás a escrutinio popular). De ahí que sea hacerle un feo muy grande al pueblo eso de obligarle a cargar con un personaje indigno, incompetente o las dos cosas a la vez al que no podrá retirársele de la Jefatura del Estado hasta que muera o abdique. ¿Y todo por qué? Porque el espermatozoide que contribuyó a su formación como ser humano es el del padre adecuado y fecundó el óvulo de la reinona correspondiente en medio de un torrente de sangre azul.

Eso no sucede en una República (con independencia de que el ejecutivo sea monista o dualista), dado que al Jefe de Estado se lo ha de reelegir periódicamente. Es verdad que sería posible que la Presidencia de la República se ejerciera de manera vitalicia (cosa que a mi no me rebela ni lo más mínimo). Sin embargo, y con independencia del tiempo que durase el mandato del Jefe del Estado, la República seguiría siendo superior a la Monarquía desde una perspectiva democrática, aunque solo sea porque el cargo sería directamente asignado por el pueblo y por ende estaría abierto a cualquier ciudadano al margen de sus origenes familiares.

No niego la posible compatibilización de la Monarquía con la democracia, en la medida en que muy buenamente puede ser que la voluntad de la ciudadanía sea la de mantener la institución por fidelidad a la tradición multisecular de nuestros padres. No tengo problema en reconocer que la selección de cargos públicos a través de procedimientos ajenos a la voluntad popular es aceptable en un sentido democrático. Para mi, ese será el caso en la medida en que tales procedimientos no conlleven hurtarle al pueblo el derecho a que los procesos políticos en los que nos jugamos colectivamente nuestro destino deban forzosamente (si no en exclusiva) estar sujetos al poder de decisión de representantes que éste haya elegido, y en que los procedimientos no democráticos de selección de cargos públicos si que hayan sido democráticamente aceptados por el pueblo (bien en solitario o bien como parte de un conjunto más amplio de preceptos -solución esta última que fue la adoptada por España, que reconoció la Monarquía en el contexto de la ratificación del texto constitucional votado en referéndum el 6 de diciembre de 1978-).

Lo que si niego es que los ultras de la Monarquía nos tomen por estúpidos hasta un punto tal como para negar que, indudablemente, la elección popular directa de los cargos públicos es la forma más democrática de acometer la selección de los individuos llamados a ejercer los mismos; aunque no sea la única forma aceptable de hacer en democracia, como ya se ha indicado arriba.

Resulta obvio que, en el pasado, razones que no vienen al caso (entre otras, la imposibilidad por falta de adelanto tecnológico de crear sistemas políticos basados en elecciones en entidades de tamaño superior al concejo o cantón de turno; y por la seguridad que proporcionaba a la hora de proveer la sucesión necesaria de los gobernantes que iban falleciendo a fin de evitar guerras civiles) hicieron muy aconsejable el fortalecimiento de la institución monárquica, redundando éste en ventaja para toda la sociedad. Pero los tiempos cambiaron hace ya dos siglos y medio. El timón de la Historia ha girado, y este es un hecho demasiado evidente como para que todavía se lo niegue desde sectores relativamente amplios de nuestra sociedad.

Me apena profundamente observar hasta qué punto España, para su pesar y para mal de todos (también de los que siguen aferrándose a instituciónes que no pro su larga Historia cobran un sentido que perdieron a la par que la teconología hizo posibles nuevas formas de organizar políticamente a las comunidades nacionales), vuelve a marchar una vez más con retraso respecto a lo que marcan los tiempos que vivimos.

Y todo esto lo dice una persona que está convencida de que si existe algo peor que el PPSOE que padecemos es la irrupción en la escena política del neofrentepopulismo que encarnan formaciones tales como IU, PODEMOS o Equo y el ascenso del separatismo que amenaza con arruinar España como nación. Lo que demuestra una cosa que ya digo en este artículo de mi blog (http://lascronicassertorianas.blogspot.com.es/2014/06/el-rey-ha-abdicado-salud-y-republica.html), y es que la República es cosa que hoy en día queremos para España incluso muchos de los que no nos avergonzamos de defender públicamente la insigne figura histórica del Caudillo. IHS

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