domingo, 15 de diciembre de 2013

DISCUSIÓN INÚTIL SOBRE EL ABORTO

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

He estado esta tarde comentando el estado de Facebook de un buen amigo en el que se hablaba acerca del polémico libro "Cásate y sé sumisa", de Constanza Miriano. Iba a escribir un segundo comentario, pero prefiero hacer de esto un estado. Sobre todo porque hay interlocutores con los que vale la pena intentar comunicarse y otros con los que no. En este caso, no valía la pena. Cuando una persona no sabe razonar, simplemente es que no sabe. Y se trata de algo que no se puede enseñar. O al menos no a través de las redes sociales.

Eso exactamente es lo que sucedía con mi interlocutor. Su problema es que no me ha ofrecido ni una sola razón digna de ser tenida en cuenta para defender su posición (a saber: que el libro de la señora Miriano debe ser prohibido en nombre de la dictadura de lo políticamente correcto, que no es tiranía diferente de la que está llamada a ejercer la Bestia a que se hace referencia en el Apocalipsis). Lo único que ha hecho es marearme con normativa comunitaria que, según esta persona (y, desde luego, no fío nada en absoluto de su criterio), justificaría desde la perspectiva del Derecho la censura de la obra de la autora italiana.

Yo lo que me pregunto es: ¿Por qué creería mi oponente que un comentario en el que lo único que hace es invocar en defensa de su totalitario y liberticida punto de vista una montaña de reglamentos y directivas de la Unión Europea aportaría algo al debate que estábamos manteniendo? Aquel pasado intercambio de ideas no se centraba en torno al "ser" de las cosas -que tampoco creo que todavía sea el que sugiere nuestra interlocutora, aunque vayamos por desgracia camino de ello-. De lo que estábamos hablando era de cómo creemos nosotros que las cosas "deben ser". La salida que tuvo equivaldría a la que tuviera en una conversación sobre el Holocausto un contertulio que lo defendiese por ser legal conforme a la juridicidad nazi que rigió en Alemania durante los años del totalitarismo hitleriano; o una que lo criticase alegando que no se ajustaba al ordenamiento de la República de Weimar vigente cuando el cabo bohemio ascendió a la Cancillería. ¿Serviría eso acaso de base realmente valedera para estar a favor o para estar en contra de lo que hizo Hitler?

Lo cierto es que no. Porque no estábamos hablando en términos de legal/ilegal; sino de justo/injusto. Y cuando se habla en clave de justo/injusto a mi, al menos (y creo que no soy el único) me la pela totalmente lo que se suponga que sea legal o ilegal. Impedir la práctica de un aborto jamás dejará de ser bueno, por más que en el mundo entero se decidiera legalizar el Holocausto de los no nacidos. E intentar poner fin a un genocidio jamás estará mal, por más que el genocidio que se comete sea conforme a las leyes del país en el que tuviera lugar tal aberración.

De todas maneras, que nadie se sorprenda de la perfecta demostración de falta de juicio que acaba de correr a cargo de mi replicante. ¿Podía esperarse algo diferente de un pagano beligerante, perteneciente a ese grupo de personas que parece que se considerasen a sí mismas en perpétua guerra contra la voluntad de Dios y contra la Racionalidad perfecta y con mayúsculas que se sobreentiende caracteriza a nuestro Creador? Como decía el gran Chesterton, los seres humanos, en el momento en el que dejan de creer en Dios, empiezan a creer en cualquier cosa. Y yo a esa gran verdad añado que además lo hacen con notable gozo, en la medida en que sus creencias -por irracionales, irrazonables e insensatas que sean- les sirven de excusa a sus propios y necios ojos para justificar su falta de fe en las verdades reveladas a los hombres por el Altísimo.

Esos paganos (y una persona que habla como la que ocasiona este estado se cuenta entre ellos -con independencia de lo que esa misma persona afirmara respecto de sus creencias íntimas-) no tienen bastante con descristianizar el mundo ocasionándole un infinito daño que seguramente se volverá contra las mismas personas que propugnan esta gran maldad. ¡Si por estos enemigos de la Verdad fuera, se descristianizaría también la fe que desde hace veintiún siglos enseña la Iglesia Católica, y hasta la misma figura de nuestro Maestro! Pues eso es lo que quieren: que la fe que profesamos quede vacía de todo contenido más allá del que impongan en cada ocasión histórica distinta las pasajeras modas del momento. De ahí la necesidad que tienen de emprender toda esta patética persecución de un libro en el que lo único que pretende su autora es exponer lo que tanto ella como muchos otros consideran que es la enseñanza cristiana acerca del matrimonio que nos fue transmitida a los creyentes por San Pablo, y que a éste le fue revelada por nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo. Bendito sea el Apóstol de los Gentiles, y más todavía el Mesías Redentor que lo eligió para ocupar la alta posición que le fue encomendada. Así sea. IHS

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