domingo, 15 de diciembre de 2013

BLASFEMAR NO DEBE SALIR GRATIS


A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

El presente artículo viene motivado por una imagen. Nada más y nada menos que la siguiente:




Si Dios quiere (y estoy seguro de que querrá), llegará el día en que esta repugnante blasfemia costará muy caro a quienes produciendo este tipo de material o compartiéndolo se mofan y befan de los más hondos sentimientos que hacia la Madre de Dios albergamos los que creemos en Él. Cosificar a la mujer es algo que nunca recibirá mi aprobación, y me la pela que por ello me llamen puritano o cosas peores. En mis relaciones con el otro sexo, prefiero quedarme corto que pasarme de frenada. Puede que eso a veces no ayude a encontrar a nuestra otra naranja, pero nos ayuda a vivir con honor. Divertirse con cosas tan vulgares y de mal gusto como ésta es una falta de respeto hacia las personas a las que convertimos en medios para nuestro placer, pero nos envilece y esclaviza ante todo a nosotros mismos. En definitiva, que a mi esta exaltación del puterío me ofendería y me asquearía incluso de no mediar el insulto a lo sagrado, cosa que creo que seguramente habrá quedado suficientemente clarita.

Sin embargo, no es por eso por lo que he estallado. El momento en el que se me ha hecho absolutamente imposible e inaceptable tragarme la procesión que me recorre por dentro fue aquel en el que me di cuenta de que se había utilizado un icono sagrado para colocarlo en uno de los sitios que menos podría corresponderle. El culo de una morenaza comprendo que sea cosa que nos guste a muchísimos hombres y haga que los ojos se nos salgan de las órbitas de puro deseo (qué duda cabe de que no estamos hechos de pìedra y de que a casi todos nos seduce la carne en mayor o en menor medida), pero no es ni será jamás un lugar adecuado para ubicar una imagen de Santa María siempre Virgen. A la que hoy, más que otras veces, le suplico que ruegue a su divino Hijo por todos nosotros. Digo "por todos nosotros" porque, aunque critique con frecuencia los pecados de otros, procuro no olvidar nunca que yo también necesito perdón y que quizás precise de él mucho más que aquellos a quienes afeo la conducta. IHS

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