martes, 15 de octubre de 2013

POR FAVOR, UN POQUITO DE AUTORRESPETO

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER! 

Nadie peor que aquellos que, por faltar al respeto a algo o a alguien, acaban faltándose al respeto a ellos mismos escribiendo mal aquello a lo que le faltan al respeto. El ejemplo perfecto es el relativo al concepto y a la palabra "Dios". La cuestión es simple. Se puede creer o no en la existencia de Dios con entera libertad. Pero la política que adoptan algunos paganos de escribir la palabra "Dios" con minúsculas como forma pajillera mental de faltarle al respeto a Él y a quienes creen en su existencia es una gilipollez que no diré que sea increíble (yo de esos sujetos me espero cualquier ocurrencia o barbaridad), pero que si que denota bastante pobreza de pensamiento y no poco niñaterío en quienes la llevan a cabo.

Esa gente se falta al respeto porque por fastidiar acaba empleando mal el lenguaje escrito, y porque en su ceguera lo que va a terminar es dejando un testimonio de repulsa o desdén hacia la divinidad (que generalmente no es otra que el Dios cristiano, lo que me molesta más porque en ese caso la ofensa se le hace al Verdadero y no a una falsa impostura) que las generaciones venideras quizá ni siquiera terminen de comprender.

No por nada, sino porque las palabras significan lo que significan, y "dios" no es en modo alguno lo mismo que "Dios". Aunque la existencia de Dios en la realidad esté sujeta a discusión, la existencia de Dios como concepto no puede discutirla nadie que esté en su sano juicio. Cuando se habla del segundo, que es el monoteísta, se está excluyendo por completo la existencia de los anteriores, que son los dioses del politeismo. Los hombres que el día de mañana lean lo que escribieron ciertos capullos de esta generación podrían buenamente preguntarse cuál era el dios que tanto les molestaba, y por qué era peor que los otros dioses; y pasar por encima de todo este asunto sin apercibirse de que la discusión ya no es tanto qué dioses adoramos o dejamos de adorar como si realmente creemos en la existencia de alguna divinidad o dejamos de hacerlo. A muchos les parecerá una posibilidad muy peregrina, pero quién nos asegura que el mormonismo (que, aunque muchos lo ignoren y no pocos mormones lo nieguen, es politeista) se vaya a dejar de expandir... Por eso siempre es tan importante no perder la buena costumbre de rezarle al Dios altísimo y a su único Hijo Jesucristo, nuestro Señor.



Otra cosa que ciertamente odio con toda mi alma es la utilización imbécil del lenguaje de la que hoy la gran mayoría de la sociedad española es víctima a causa de la promoción del lenguaje de género. Subnormalidad profunda que está haciendo estragos, y que lo es por la siguiente razón. Siempre se ha entendido que en lengua española el masculino sirve también como neutro (a diferencia de lo que sucede en otros idiomas en los que existe un género neutro). Por eso cuando se habla en masculino, en realidad se habla para los dos sexos tanto como para ninguno de ellos en especial. Así evolucionó la lengua, como pudo evolucionar en sentido inverso y no lo hizo. ¿Entonces por qué esa insistencia enfermiza en la mención a toda costa de los dos sexos, no siendo esta necesaria para que nos comprendamos perfectamente? Lo lógico cuando hacemos uso del lenguaje es no invertir más tiempo del necesario en hablar y escribir. El que no lo hace (el que hace mención a los/las lo que sea cuando habla y escribe) se alarga sin la más mínima necesidad. A veces uno se alarga porque procura hablar más correctamente, y pone cuidado en emplear construcciones verbales más elaboradas. Pero los que se extienden de más por el motivo antes señalado, no son más que unos pobres palurdos y unos analfabetos funcionales. Porque hablan y escriben y se expresan mal, y no infunden en un interlocutor mínimamente versado o con sentido común otra cosa que lástima. IHS

No hay comentarios:

Publicar un comentario