lunes, 14 de octubre de 2013

¿FUE LO DE AMÉRICA UN DESCUBRIMIENTO?

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

http://mercaba.org/FICHAS/gratisdate/hechos_america_100.htm

Hoy voy con un texto extremadamente interesante que me ha hecho pensar en algo en lo que nunca había reparado. Hoy día es habitual descalificar del modo más ignominioso, ruin y subnormal la impresionante empresa colonizadora y civilizadora que España le regaló al mundo durante el periodo en que mantuvo bajo su dominio político la América que descubrió Cristobal Colón para los Reyes Católicos allá por el glorioso y decisivo año del Señor de 1492. Sin embargo, es llamativo que incluso los que valoramos en su justa medida el beneficio inconmensurable que el Descubrimiento supuso para la entera Humanidad analizada en su conjunto solemos reconocer y aceptar que la palabra "Descubrimiento" solo tiene sentido que sea usada aplicada a los españoles, europeos y el resto de habitantes del Viejo Mundo en general. Habitualmente se dice que carece de sentido emplear esta expresión en relación con los indios, pues las innumerables naciones indígenas ya llevaban miles de años establecidas en los continentes americanos antes de la llegada de la Pinta, la Niña y la Santa María.

Pues el caso es que ya las primeras líneas del escrito cuyo enlace os dejo al final de este estado echan por tierra del todo esa tonta teoría, incidiendo sobre una faceta del Descubrimiento en la que incluso aquellos a los que nos gusta la Historia pensamos demasiado poco: el escaso conocimiento que los mismos nativos americanos tenían del continente que llevaban habitando desde hacía ya entonces incontables milenios. A diferencia de lo que sucedía en Europa y el resto del Viejo Mundo civilizado, los indios no sabían apenas nada, no ya de sus descubridores, sino hasta unos de otros.

A un inca un maya no le sonaba de nada. Ni a un maya un azteca. Ni a un azteca un caribe. Ni a un caribe un mapuche. Ni a un mapuche un jíbaro. Ni a un jíbaro un iroqués. Ni a un iroqués un esquimal. Ni a un esquimal un taíno. Ni a un taíno un chibcha. Ni a un chibcha un indio-pueblo. Así pues, lo que sucedía entre los indios (que en general solo conocían a sus vecinos inmediatos, y más bien escasamente -pues cuando coincidían con ellos no solía ser en circunstancias amistosas de esas que permiten estudiarse mutuamente-) era radicalmente contrario a lo que desde tiempos romanos nos encontramos en Europa, que lo sabía todo de sí misma y mucho de las otras regiones del mundo, y que no perdió del todo el conocimiento de las otras culturas del Viejo Mundo ni siquiera durante la Edad Media y el aislamiento a que nos sometió la presión musulmana sobre los territorios de la Cristiandad y el bloqueo que los mahometanos nos impusieron hacia el Este.


Y ésta es una razón importante por la que, si bien tiene sentido hablar de los europeos como una unidad cultural consciente de su propia existencia; esto mismo no se puede decir de los indios americanos. No tenían ni repajolera idea de las enormes similitudes existentes ente ellos, porque sabían de sus hermanos de raza tan poco como los propios europeos de antes del Descubrimiento. No es exageración el afirmar que no pasaría mucho tiempo antes de que los descubridores españoles y el resto de Europa supiéramos bastante más de los pueblos indios de lo que conocía cada pueblo indio singularmente considerado de las demás tribus de su continente.

Tampoco es que pudiese esperarse otra cosa de un conjunto de pueblos que no disponían de animales de tracción como el caballo que -además de para trabajar el campo- pudiesen servir de montura a las personas, y que por desconocer desconocían hasta la rueda (y por ende los medios de locomoción derivados de la misma). Evidentemente, cuando no es posible recorrer las distancias de otra manera que caminando es muy difícil que nos consigamos poner en contacto los unos con los otros.


Que no nos sorprenda pues el hecho de que, a la llegada de los españoles, los indígenas no tuviesen ni la menor idea de cómo se estructuraba en un sentido geográfico su propio continente, y que no se haya oído jamás hablar de grandes viajeros indios de tiempos precolombinos que marchasen a lo lejos para conocer tierras lejanas y las culturas diversas del continente por puro deseo de aumentar el conocimiento que su propia nación tenía de los pueblos que la rodeaban y de otros más lejanos. Los únicos intercambios culturales de los que tenemos noticia son los que tuvieron lugar al abrigo de las guerras que libraban con armas de madera, hueso y piedra; de las conquistas; y de las grandes migraciones.

Aunque claro, es normal que no tengamos noticia ni la tengan ellos. Al fin y al cabo, ¿de qué hubiera servido que alguien se hubiese pateado el continente de arriba a abajo y de Este a Oeste antes de Colón? No existía ninguna escritura a través de la que registrar nada de lo que hubiera conocido ese anónimo Marco Polo indio. Es tan sencillo como que la misma Historia de América empieza el 12 de octubre de 1492.

Todo eso sin contar que al instalarse en América sus primeros pobladores perdieron todo recuerdo de la Siberia de la que procedían, por lo que se puede decir que más que descubrir nada -pues "descubrir" un territorio es algo más que instalarse en él- olvidaron todo lo que dejaron atrás. Cosa que no critico. Aunque solo sea porque, teniendo en cuenta las circunstancias de aquella época, ¿cómo los siberianos que cruzaron el estrecho de Bering habrían podido volver sobre sus pasos, y qué razón habrían tenido para hacerlo, siendo como era la tierra a que llegaron mucho más templada y agradable -al menos a poco que avanzaron hacia el Sur- que la que abandonaron?. Pero que impide que hablemos del "Descubrimiento" indio de las Américas, y que nos obliga más bien a hablar, como yo acabo ya antes de indicar, del "Olvido" indio del Viejo Mundo. Que bien podría considerarse el mayor olvido de la Historia de la Humanidad.

En ese sentido, es importante hacer mención del hecho de que es evidente que los indios se quedaron progresivamente más y más boquiabiertos a medida que fueron conociendo mejor y en mayor profundidad la cultura extremadamente superior de los españoles que se convertirían en sus señores tras la Conquista. Quizás por eso su sujeción fue tan fácil, sin que fueran necesarios ejércitos de ocupación ni ninguna política de terror sistemático de ningún tipo para mantener la hegemonía española sobre esos territorios (aunque sin duda en eso jugaron mayor papel aún las enfermedades nuevas traídas por los europeos que diezmaron a la población indígena y sumieron en la postración a los supervivientes). Y tan seguro como lo antedicho es que debió de parecerles igual de interesante empezar a conocerse por fin los unos a los otros. ¡Y todo gracias a España! Que es el sujeto político que ha puesto en contacto permanente a más pueblos entre todas las que han pasado por la Historia. Roma incluída.

Es triste que no nos demos cuenta de la grandeza de nuestra propia obra en América. La empresa civilizadora que llevamos ahí a cabo durante los siglos que perduró nuestro Imperio supera todo lo visto antes y después en los anales de la Historia humana, incluyendo la obra civilizadora de la Romanización y la obra evangelizadora de la primera Cristianización del Mediterráneo. Fundamentalmente porque la Hispanización de América llevó a esa Tierra las dos revoluciones que sus pueblos tenían pendientes: tanto la de la cultura y la técnica como la del espíritu.

Como para que luego mucho paleto aquí se asombre cual Cletus versión hispana de las glorias de la civilización de los bárbaros sajones (que son unas cuantas -especialmente por el lado de unos EEUU cuya existencia se debe a España incluso más que al Reino Unido-, y también de notable entidad, pero que palidecen ante una hazaña como la realizada por España en el Nuevo Mundo que ella creó del otro lado del Atlántico). Lo peor de todo es que los mismos palurdos que se hacen el culo coca-cola con los dos o tres topicazos que conocen de la Historia británica y estadounidense se atreven a denigrar los más gloriosos hechos protagonizados por esa Hispanidad de la que tan orgullosos deberían sentirse. Pese a su decadencia y a la amenaza de ruina general del país. De la que solo la confianza en el Dios al que otrora tan bien servimos -mejor seguramente que cualquier otra nación pasada o presente- podrá librarnos... ¡He dicho! IHS

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