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lunes, 4 de abril de 2016

"SOBRE ALGUNAS ATREVIDAS IDEAS ACERCA DE CÓMO ARRANCAR EL PONTIFICADO DE LAS SUCIAS MANOS DE LA HEREJÍA PARA QUE EL CATOLICISMO RECUPERE EL TIMÓN DE LA IGLESIA" (o "¿POR LA REVOLUCIÓN HACIA DIOS?")

En estos días he andado reflexionando, creo que profundamente, acerca de la apurada situación de decadencia y corrupción doctrinal y moral generalizadas que vive no ya solo la Iglesia Católica en general, sino también específicamente el Episcopado y el Presbiterado. Situación que se ha hecho aún más grave desde que Francisco asumió como Papa (el que no lo crea, que lea enlaces como éste que en parte es el que me ha llevado a darme el trabajo de empezar y terminar en un solo día de escribir la presente entrada: https://enraizadosencristo.wordpress.com/2016/02/25/bergoglio-alabo-a-un-asesina/). Conste que hablo de una corrupción generalizada, pero no total. Existe cierta porción aún importante dentro de la propia Iglesia que sigue siendo fiel a la recta doctrina emanada de Cristo. Ese es el caso de honrosas excepciones a la empalagosa retahíla de lugares comunes y de palabras dulzonas propias de nuestro tiempo. Es el caso de dignos apóstoles de Jesucristo como lo son monseñor Reig Pla -muy digno Obispo de Alcalá de Henares-, de monseñor Demetrio Fernández -muy digno Obispo de Córdoba-, de monseñor Jose Ignacio Munilla -muy digno Obispo de San Sebastián-, del Cardenal Sarah, del Cardenal Sebastián, del Cardenal Burke, de monseñor Javier Augusto del Río Alba -muy digno Obispo de Arequipa- y del egregio y sumamente digno sucesor de Joseph Ratizinger (nuestro añorado Papa Benedicto XVI) al frente de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe: el Cardenal Gerhard Ludwig Müller.

Ahora bien, la valerosa y encomiable labor de estos servidores de Dios no solo no puede hacer olvidar la, en el mejor de los casos, negligencia manifiesta de la mayoría de sus conmilitones del Episcopado. Al contrario, obliga a preguntarse por qué alabamos a hombres que deberían constituír la regla en el seno de la Santa Madre Iglesia. ¿Por qué esta gravísima crisis? La fe retrocede de manera sostenida, y en algunos casos puede decirse sin temor a exageración que a auténtica velocidad de crucero. Pero lo peor de este hecho es que pasa desapercibido a los ojos de muchas personas que son creyentes de una manera esencialmente sincera, lo que ha de deberse a una nefasta combinación entre deficiente formación tanto religiosa como secular.

La ausencia de formación religiosa impide a muchos católicos darse cuenta de porqué no es católicamente aceptable referirse al Corán como libro "profético" de "paz", pretender que es "bueno" que quienes profesan religiones falsas que entran en contradicción con la católica como única religión verdadera y emanada directamente del mismo Dios "profundicen" en la fe que les vincula a sus creencias erradas (y a menudo aberrantes y rebosantes de horror); que el Papa observe impávido cómo Rainiero Cantalamessa, su predicador oficial, alaba públicamente a Lutero, que seguramente sea el más grande de los herejes que han existido en todos los tiempos, afirmando que éste devolvió al plano que le correspondían ciertas enseñanzas de la Iglesia en relación al papel de la gracia en la salvación después de varios siglos de no se sabe qué supuesta ocultación de esa primacía de la gracia en la predicación de la Iglesia Católica -lo que implica olvidar tanto a San Agustín como al Doctor Angélico y a otros muchos maestros y predicadores de la fe de la Iglesia-; o que Francisco haga que en un rito como lo es la misa en su conjunto, cuyo objeto principal es la adoración de Dios, tomen activamente parte hombres que niegan tanto la divinidad como la doctrina de Jesucristo y que no hay motivos para creer que dejarán de hacerlo (todo ello contraviniendo las propias normas canónicas dictadas por Francisco al efecto), como ha sucedido ahora que el pasado Jueves Santo ha lavado los pies a inmigrantes de diferente extracción de los cuales varios eran a la vez cismáticos y herejes y algunos otros directamente paganos (musulmanes e hindúes). Cosa que es inaceptable no porque tengamos nada personal en contra de ninguna de esas personas, sino porque implica banalizar la celebración religiosa y concebir la celebración más para halagar la sensibilidad -y encima la sensibilidad desquiciada y equivocada- de los hombres que para manifestar el sacrosanto respeto que ha de inspirarnos el mismísimo Dios. Majestad que es incompatible con invitar a participar activamente de una misa a individuos que, objetivamente, no pueden estar en comunión con Él (y que, de hecho, pueden estar en grave pecado, en la medida en que su paganidad no obedezca a la radical imposibilidad de conocer -y por ende de aceptar- el mensaje y la divinidad de Jesucristo).

La ausencia de formación secular, por su parte, impide a esos mismos católicos, formarse un juicio acerca de la oportunidad y pertinencia de determinados actos del Papa y de gran parte de la jerarquía eclesial. Es normal, por ejemplo, que gente que apenas sabe qué son el comunismo o la masonería y qué tipo de relación ha tenido históricamente con la Iglesia, no vea nada de malo en la repugnante obsequisidad que éste Papa ha demostrado con tiranos apóstatas de la peor calaña como son los hermanos Castro. O que nos les llame la atención que el Papa acuda a EEUU y pronuncie un discurso ante el Congreso que se resume en dejar con el culo al aire a aquellos yankis católicos que se han movilizado por la Iglesia a fin de hacer valer el legítimo reinado social de las ideas de Cristo y confirmar en su ausencia de fe a los apóstatas que promueven activamente las más agresivas políticas descristianizadoras que uno pueda echarse a la cara (aborto, sucedáneo de matrimonio para personas del mismo sexo, fecundación artificial, clonación humana, eutanasia activa, etc.). Que es lo que hizo allí y lo que hace en todas partes (a menudo criticado a los fieles por no compartir sus puntos de vista en relación a cuestiones que son perfectamente opinables desde una perspectiva católica -como sucede con el derecho a la tenencia y porte de armas de fuego o con la pena de muerte-; mientras elogia a los apóstatas por compartir esos mismos puntos de vista relativos a cuestiones puramete opinables). Como tampoco les llama la atención que, en Madrid, el Arzobispo Osoro menosprecie una valiosa carta pastoral publicada por sus Obispos sufragáneos mientras él alaba públicamente al Gobierno apóstata municipal de Carmena y trata de chiquillada la profanación sacrílega e inmunda perpetrada en su día por Rita Maestre y demás feminazis en la capilla de la Complutense; y mientras la Conferencia Episcopal apoya descaradamente a través de 13TV a todos los Gobiernos -tanto nacional como autonómicos- del PP, que es el partido que precisamente promovió la aprobación en la provincia eclesiástica que encabeza Osoro de una nefasta Ley de Transexualidad (aunque al final se abstuvo al arrinconarlo los demás partidos que proponían una Ley todavía más fanáticamente proclive al aberrosexualismo). Ley cuyo efecto es el de elevar la chifladura de las personas que tienen la desgracia de ser transexuales (trastorno de la personalidad relativa al sexo que aún contempla como tal la propia OMS, pese a la presión enorme del lobby LGTBI para que se descatalogue) y que, como tales, niegan la propia realidad biológica de su sexo, a la categoría de realidad amparada, protegida e incluso promovida por las Leyes.

Si a eso se le suma que esos mismos laicos con deficiente formación tanto religiosa como secular suelen ser gente un tanto acomplejada ante la sociedad secular apóstata, y por tanto gente que da muchísimo más valor al hecho de que esa sociedad los vea bien y a poder vivir en paz con ellos que a todo lo que implique procurar seguir con fidelidad y sin componendas el mensaje del Evangelio en la medida en que eso implique que no te sonrían paganos y apóstatas (actitud que incluso se tiende a descalificar como "fanática"), pues no ha de extrañar que les encante un Papa del que se piensa a lo largo y ancho del Orbe que predica el diálogo incondicional con el mundo (aunque sea a costa de arrinconar en una esquina del desván las verdades más sagradas y elementales entre aquellas que ha defendido la Iglesia Católica desde que la constituyera Cristo). Un Papa que, al hacer patente su escaso compromiso con la lucha en favor del Evangelio, se granjea la sonrisita falsa, la adulación y la complicidad aparente de un mundo que odia al Evangelio y que se jacta de haber reducido los valores derivados de la religión católica a la insignificancia social y normativa. Y, para más inri, con la connivencia de católicos convencidos que han votado por los partidos que han promovido en los Estados democráticos todas estas derivas descristianizadoras de la sociedad, cuando no se han involucrado incluso más activamente para garantizar su éxito.

En el transcurso de una crisis de tal magnitud, es muy comprensible que muchos fieles se lleven las manos a la cabeza y que se planteen cuestiones tales como la de si, en éstas circunstancias, es posible que el Papa Francisco sea un hereje o que, aunque él mismo no lo fuera, más pronto que tarde nos veamos en la tesitura de que uno de sus sucesores lo sea más allá de toda duda razonable. Idea que se antoja tanto más plausible en el momento en que constatamos que ya hay Cardenales que pueden ser considerados herejes sin la más mínima duda. Y bien se los podría elegir Papas en un futuro Cónclave. Especialmente si se tiene en cuenta que, incluso aunque Francisco no fuera hereje, en el mejor de los casos sería el más peligroso y eficaz de todos los "tontos útiles" de los que puedan servirse los herejes, es decir, un Pontífice que favorece en extremo la propagación de la herejía a lo largo y ancho de todo el cuerpo eclesial. Y ante el cual prácticamente es imposible presentar una oposición eficaz sin parecer un lefebvriano ultramontano y sedevacantista de esos que todavía se oponen a la libertad religiosa y sueñan con el restablecimiento de la Inquisición y del estatuto diferenciado de los ciudadanos en base a su religión.

Al respecto de la posibilidad de que llegáramos a tener un Papa hereje, lo cierto es que pienso que ningún católico puede acogerse exclusivamente a su propia apreciación personal a la hora de considerar despojado de su cargo a semejante Papa. De nada vale tener la suficiente seguridad en el fuero interno de que un Papa es hereje como para, llegado el caso, desobedecerlo incluso de manera pública y notoria, si dicho Papa sigue siendo considerado legítimo sucesor de San Pedro por el conjunto de la Iglesia de Jesucristo. Por eso mismo es muy interesante plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué forma habría de que la Iglesia desposea a través de un pronunciamiento formal a un Papa hereje de toda apariencia de Sumo Pontífice? El otro día leía un artículo (http://adelantelafe.com/estudio-historico-doctrinal-puede-un-papa-ser-hereje-puede-la-iglesia-deponerlo/) en el que se planteaba la hipótesis de la declaración del Papa como hereje por parte de un Concilio Ecuménico "imperfecto" (o, al decir del celebérrimo Cardenal Tomás Cayetano -que fue el que en un primer momento destinó Roma a fin de confrontar y refutar las heréticas enseñanzas de Lutero y de llamar al díscolo fraile agustino al orden-, de un Concilio Ecuménico "perfecto según el estado de la Iglesia en ese momento", habilitado únicamente para decidir sobre la posible herejía papal). Momento a partir del cual se concedería al Romano Pontífice la posibilidad de retractarse públicamente de sus errores, declarándose formalmente la entrada de la Iglesia en periodo de sede vacante en caso de acreditada pertinacia en el error por parte de un Papa aparente que se negara a adherirse a "la fe que, de una vez para siempre, ha sido dada a los santos", y que no acreditara su adhesión a la doctrina católica anulando cuantas enseñanzas o actuaciones suyas fueran señaladas como expresamente incompatibles con la profesión de una fe ortodoxa.



Sin embargo, el artículo que leí me deja todavía algunas dudas. ¿Quién podría convocar el citado Concilio Ecuménico "imperfecto"? Hay quien plantea que el Colegio Cardenalicio. Mas, por hereje que pudiera ser un Papa, nadie imagina que un Colegio Cardenalicio compuesto por una mezcla entre muchos de sus Cardenales electores y otros muchos Cardenales que él hubiera creado como tales (presumiblemente igual de herejes que el Papa aparentemente reinante, si no más) vaya a convocar tal Concilio Ecuménico por mayoría. Esa alternativa se antoja extremadamente improbable incluso en el caso de que supusiéramos que el Papa hereje pudiera haber concedido el capelo por accidente o por calculismo a algún Cardenal verdaderamente fiel a Cristo. Por otra parte, y suponiendo que los fieles estuvieran en minoría, ¿bastaría cualquier número mayoritario o minoritario de Cardenales fieles para convocar tal Concilio? Y si no quedaran Cardenales fieles o se tratara de un número irrisorio, ¿cualquier número de Obispos bastarían para convocar el Concilio? Evidentemente, no planteo la hipótesis de la corrupción universal del Episcopado y el Presbiterado porque eso equivaldría a desechar directamente la religión católica (además, aunque las circunstancias actuales son graves, parece evidente que todavía queda una fracción apreciable de clero fiel). Lo que, al margen de toda esta interesante controversia teórica, está a mis ojos más que claro es que la Iglesia ha llegado a un punto peligroso en el que (quizá no por vez primera en la Historia, pero si con más fuerza que en otros momentos) la herejía parece capaz de conquistar lo que cabría considerar la cúpula misma de la Iglesia.



Peligro demasiado grave contra el que los últimos Papas no han sabido reaccionar, y que el Papado de Francisco incluso estimula. Yo no puedo afirmar, por mal Papa que me parezca, que Francisco sea un hereje ni un apóstata (aunque reconozco que lo sospecho, y eso no lo voy a ocultar para evitar que se me pueda acusar de dobleces, ocultamientos ni hipocresías de ninguna clase). Pero tengo claro que tipos como Reinhald Marx o Walter Kasper son apóstatas de aquí a China. Y si no ellos mismos, es factible pensar que tipos parecidos a ellos puedan llegar a ser Papas en el transcurso de los días de mi vida. Eventualidad ante la que hay que precaverse, y que solo perderá peligro cuando se vuelva a actuar positivamente a fin de mantener la herejía fuera del Colegio Cardenalicio, del Episcopado y del Presbiterado. Cosa que hoy no se hace. Y que debería hacerse con urgencia ya que, en verdad, declarar desposeído al Papa hereje del Pontificado, incluso aunque se estuviera todo lo razonablemente seguros que se pueda estar de que efectivamente fuera tal hereje, es complicado si no se controlan todos los demás resortes institucionales de la Iglesia (e, incluso aunque ese fuera el caso, seguiría siendo extremadamente complicado). Y es prácticamente imposible si esos mismos resortes están en manos del Enemigo. Es tan sencillo como que, en un caso en el que el remanente fiel decidiera desposeer al Papa hereje de su ministerio sagrado, éste sería el que a los ojos del mundo y de gran parte del pueblo de Dios aparentaría tener la razón. Los "rebeldes", por mucho que la verdad pudiera estar de su lado, darían la sensación de ser unos exaltados y unos imprudentes, y esto lo creerían incluso muchos fieles proclives a asumir como válidas la práctica totalidad de sus quejas hacia el Sumo Pontífice hereje.


La grey sencilla podría sentirse más proclive a aceptar la condena del Papa como hereje y su desposesión del ministerio petrino en el caso de que contemplaran con sus propios ojos a la práctica unanimidad de los Cardenales y Obispos del mundo actuando al unísono para proclamar sin lugar a dudas ni vacilaciones al Papa como tal en el transcurso de un Concilio "imperfecto" formalmente convocado a ese efecto. Y aún cabe imaginar que no pocas personas (especialmente entre aquellos cristianos nominalmente católicos que estén infectados por el tipo de herejías que predicara el propio Papa, pero también entre los verdaderos fieles) se dejarían arrastrar por el "legitimismo" papal, dada la falta de precedentes de deposiciones legítimas de Romanos Pontífices, de modo que seguirían seguramente dando crédito al Papa hereje (que en verdad lo que sería es Antipapa) como legítimo, por lo que el Papa hereje estaría en disposición no ya solo de provocar un Cisma, sino de que dicho Cisma fuera el más grave jamás visto. Hemos de tener en cuenta de que el Papa hereje tendría el punto a favor de que siempre habría católicos, incluso entre los de fe intelectualmente más sólida y mejor fundada, que tenderían a preguntarse si el hereje no seguiría siendo con todo el auténtico Papa -quiérase que no, ante una situación así, es lógico que hubiera muchos que no terminen de ver claro que realmente exista procedimiento legítimo alguno en virtud del cual desposeer a un Papa que haya sido realmente tal-. Imaginémonos entonces lo que pasaría si lo que el pueblo sencillo ve es a un Papa apoyado por la gran mayoría e incluso por la práctica unanimidad de los Cardenales y de los Obispos. Tal Papa, aún cuando fuera el mayor hereje del mundo (y lo sería, al menos por la trascendencia de su herejía) e incluso un apóstata y un hombre inmoral, tendería a ser considerado incluso por muchos católicos fieles que recelaran de su ortodoxia como el Papa legítimo (al menos siempre y cuando no hiciera gala de una vida particularmente inmoral). Y de este modo la Iglesia quedaría secuestrada por los herejes. No digo que para siempre, porque hay que confiar en las promesas de Cristo providente, y de algún modo libraría a su Iglesia.

Podría creerse entonces que, para actuar contra el Papa hereje, sería preciso actuar primero contra los Cardenales y Obispos herejes que lo apoyaran. Ahora bien, en el seno de una organización sólidamente jerárquica como lo es la Iglesia desde su misma fundación por Jesucristo hace ya dos milenios, ¿de verdad cabe esperar que esas actuaciones tengan éxito si son torpedeadas por la propia cabeza formal de la Iglesia? Insisto, por mucho que creamos que el Papa deja materialmente de ser tal desde el mismo momento en que se convierte en hereje (lo que significa que, si lo fuera ya incluso de antes de ascender al solio pontificio, jamás habría sido Papa ni gobernado legítimamente la Iglesia), creencia que por otra parte sería discutible; lo cierto es que sería imposible que, al menos mientras la Iglesia en su conjunto acepte como legítimo su Pontificado, se adoptaran pronunciamientos formales de ninguna clase cuando éstos, por necesarios que fueran, contaran con su oposición activa. De hecho, es que bastaría la oposición incluso meramente pasiva de quien aparentemente fuera Papa a tales pronunciamientos para que se hiciera imposible que éstos surtieran sus efectos; ya que, cuando hay Papa, nadie puede suplirlo en el gobierno ordinario de la Iglesia (cosa que es normal, dado que el Papa existe para confirmar en la fe, y lo que uno ordinariamente espera de un Papa es que no solo no ponga trabas a los miembros de la grey cuando éstos luchan en pro de las causas del Señor, sino que se ponga a su cabeza sin remolonear ni intentar escurrir el bulto). Pretender que un Papa activamente hereje que no solo profesa herejías sino que pretende que dichas herejías se enseñoreen totalmente de la Iglesia de Jesucristo limpie de herejes de su misma clase el Colegio Cardenalicio que elegirá a su sucesor es una quimera. Pura fantasía e ingenuidad.

Ante una situación como ésta, solo cabría esperar una solución duradera si la limpieza general del Colegio Cardenalicio aconteciera en un momento en el que el Papa hereje ya no pudiera servir de apoyo a dicho Colegio Cardenalicio tan corrupto y tan alejado de "la fe que, de una vez para siempre, ha sido dada a los santos". Lo ideal sería que ese momento fuera el que llegara con la elección de un Papa que creyera de modo ortodoxo y sin vacilaciones la fe de la Iglesia y que estuviera dispuesto a confirmar en dicha fe a sus hermanos actuando con toda la contundencia necesaria contra la herejía intraeclesiástica. Pero partimos de la base de que, si el Colegio Cardenalicio hubiera sido capaz de elegir ya a un Papa hereje, lo normal sería que tendiera a volver a elegirlos (y con más razón si pensamos que el Papa hereje crearía más y más Cardenales igualmente herejes). De modo que la alternativa deseable se antojaría más bien improbable. Y esto no es falta de confianza en Dios, sino constatación del hecho de que Dios no suele intervenir de un modo radicalmente sobrenatural en los acontecimientos humanos (es decir, que no parece que sea su costumbre abrir a toda costa a la voluntad de Dios los corazones de los Cardenales que no se muestran receptivos a su gracia cada vez que se reúne el Colegio Cardenalicio en Cónclave para la elección papal). Más bien tiende a emplear medios humanos imperfectos y a menudo incompetentes a los que él capacita en grado suficiente para que cumplan los cometidos que les encomienda.

¿Qué opciones tendríamos por delante? Honestamente, creo que solo nos quedaría actuar con rapidez para, una vez terminara el Pontificado presuntamente hereje, no dar oportunidad ninguna al Cardenalato hereje de hacer elegir en el Cónclave subsiguiente a un nuevo Papa aparente que fuera igualmente hereje, sino más. Y la forma de hacer esto podría ser prepararse para, una vez tuviera lugar el final de ese ominoso Pontificado, reunir lo antes posible el Concilio Ecuménico "perfecto según el estado de la Iglesia en ese momento" pregonado por el Cardenal Cayetano (cuya denominación del Concilio me parece bastante atinada, dado que nada mejor podría hacerse en ese momento), a fin de que dicho Concilio sometiera a juicio tanto la posible herejía del último Papa como la de todos aquellos Cardenales respecto de cuyas posibles tendencias herejes se tuviera constancia suficiente como para crear una duda razonable acerca de su herejía. Aunque en realidad esto podría hacerse incluso si no recayeran sospechas de herejía en el Papa, siempre que recayeran en Cardenales contra los que anteriores Papas, pese a su intachable ortodoxia, no se hubieran atrevido a proceder por debilidad o por apreciación errada de las circunstancias (lo que constituye una virtud de este plan).

La jugada sería una apuesta a todo o nada, sin la más mínima duda. Por hacer una analogía con la Revolución Francesa, vendría a ser una especie de versión eclesiástica del celebérrimo "Juramento del Juego de Pelota" (que fue el famoso episodio histórico acaecido el 20 de junio de 1789 al jurar los representantes de la burguesía en los Estados Generales de Francia de 1789 -tras autoproclamarse Asamblea Nacional y arrogarse de este modo la representación de la totalidad del pueblo apenas tres días antes- que no se separarán ni dejarían de reunirse bajo ninguna circunstancia hasta haber aprobado una Constitución para la Nación francesa). Es decir, una acción radical, e incluso revolucionaria, pero motivada por una situación de extrema necesidad. Y que, ¿quién sabe? ¡Quizá sea exactamente el tipo de catarsis que necesita la Iglesia para volver a ponerse las pilas! Igual que entonces sucedió en Francia, tendríamos una situación de emergencia que justificaría lo que, de ordinario, sería de todo punto de vista inaceptable. Esto es, el hecho de, no pudiendo confiar en la elección de un auténtico Papa, aprovecharse de una situación de ausencia de superior para, al no existir éste (y no poder por tanto autorizar pero tampoco impedir nada), arrogarse la potestad de, en base a enseñanzas que por otra parte son objetivas y están respaldadas por muchas centurias de los mejores Magisterio y Tradición eclesiásticos, juzgar la actitud de quienes no serían más que iguales (que quedarían apartados de la misma manera en que ocurrió con los estamentos nobiliario y eclesiástico al proclamarse la Asamblea Nacional).

Una vez ya iniciado el Concilio Ecuménico "perfecto según el estado de la Iglesia en ese momento" (por ser el más completo Concilio que podría celebrarse en tales circunstancias) tendría que prohibir expresamente en su primer decreto la celebración de un Cónclave para elegir Papa el tiempo que fuera necesario para concluir sus deliberaciones y dilucidar la cuestión cuyo estudio justificaría que se reuniese, declarar herejes al Papa y a los Cardenales y Obispos que considerara incursos en esta situación (dando oportunidad a los Cardenales y Obispos herejes para defenderse en el curso de un procedimiento contradictorio y, en su caso, tiempo para retractarse de sus herejías en público; y declarando excomulgados a los herejes que fueran declarados como tales y se mantuvieran impertérritos en su error, excluyéndolos del Colegio Cardenalicio -cosa que habría de hacer como legítima sanción también en el caso de que algún hereje se retractase de su herejía- y suspendiendo su ejercicio del Episcopado), y dejar constancia de que en realidad la situación de sede vacante habría empezado desde el primer momento en que se tuviera constancia de la condición de hereje del Pontífice aparente. Una vez hecho todo esto, que ante la gravedad de la situación debería procurar hacerse en tiempo record, el remanente del Colegio Cardenalicio -del que, por cierto, también quedarían excluidos los Cardenales fieles que hubieran sido creados por el Papa hereje-, siempre que fuera lo suficientemente numeroso y representativo de la Iglesia fiel esparcida sobre la superficie del Orbe, podría convocar Cónclave para la elección de un nuevo Papa, y tener razonables garantías de elegir para tan alta posición a un hombre de cuya fidelidad a la enseñanza de la Santa Madre Iglesia no quepan dudas. Y si no fuera posible u oportuno celebrar un Cónclave en regla, el propio Concilio podría justificar la suspensión para el caso concreto de las reglas ordinarias de elección del Pontífice Máximo, y elegir él mismo al nuevo Papa.

Indudablemente, este camino revolucionario ofrecería un gran problema que, por otra parte, es de esperar: el de que el Enemigo no estaría quieto. Probablemente atacaría procurando presentarse a los ojos del mundo (seguramente con éxito) como la "verdadera", "única" y "legítima" Iglesia "Católica", y presentaría a los propulsores del Concilio Ecuménico "perfecto según el estado de la Iglesia en ese momento" como los propulsores del más ambicioso "cisma" jamás acontencido desde el Gran Cisma de Occidente. Como una especie de Fraternidad Sacerdotal San Pío X (que son los popularmente conocidos como lefebvrianos, cismáticos ultramontanos surgidos de la por otra parte comprensible protesta de Marcel Lefebvre contra muchas de las innovaciones que trajo consigo el desastrosamente mal implementado Concilio Vaticano II), solo que culpable de llevar las cosas mucho más al "extremo" por su total "carencia de escrúpulos"; ya que en lugar de limitarse a ordenar Obispos sin autorización papal, aquí lo que tendríamos es a un "terrorismo paraeclesial" decidido a replicar las instituciones "legítimas" de la Iglesia sin pararse a pensar en el terrible "daño" que haría.

Seguramente, los Reinhald Marx, Walter Kásper, Rainiero Cantalamessa, Carlos Osoro u Óscar Andrés Rodríguez de Madariaga de la vida celebrarían con normalidad su propio Cónclave -esperando, caso probable de ser mayoría, de beneficiarse a los ojos del gran público y de la misma grey de Dios a la que extravían del mero peso del número a efectos de "legitimación", no importa que falsa-. Elegirían a un nuevo Papa aparente (que, si las cosas fueran como más convendría, sería conocido al igual que su antecesor inmediato como Antipapa), y o bien se decidirían a declarar "cismático" al remanente fiel (bien por medio de su Antipapa o bien mediante la convocatoria de un contra-Concilio igualmente Ecuménico), o bien tendrían la desfachatez de intentar incluso atraerlo como hace el PP español con el voto católico a fin de poder seguir inutilizándolo y haciéndolo inoperativo. Quizá aún tendrían la cara de aparentar "magnanimidad", a ver si una actitud conciliadora les favorece por el contraste con la "intransigencia" de sus contrincantes y si anima a dar marcha atrás a aquellos Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Laicos que hubieran secundado la convocatoria del Concilio Ecuménico "perfecto según el estado de la Iglesia en ese momento" que los declarara con razón herejes.

Ante esa eventualidad, la única solución sería la de permanecer firmes en la resolución ya adoptada, no bajar la guardia, no aceptar la legitimidad de sospechosos de herejía para proceder a efectuar actuaciones de ninguna clase en tanto no hayan clarificado sus iguales debidamente si las acusaciones son o no válidas, y procurar ir rápido a fin de adelantarse al Enemigo, si fuera posible. Es decir, lo deseable sería nombrar un nuevo Papa sobre cuya legitimidad no hubiera dudas antes de que los herejes pudieran nombrar a su Antipapa; y que dicho Papa se encargara de proceder a ocupar inmediatamente todos los espacios de poder y decisión eclesiales adelantándose a los herejes. Es decir, tendría que proceder a gobernar la Iglesia exactamente de la misma manera en que lo haría si no existieran disputa alguna. Tendría que hacer cumplir todos los decretos del Concilio Ecuménico "imperfecto" que diera paso al Cónclave que lo eligiera como legítimo Sucesor de San Pedro, instalarse en el Vaticano, nombrar nuevos Obispos y Nuncios (no diré tanto como destituir a los Obispos y Nuncios preexistentes que se consideraran herejes, dado que ésta tarea seguramente convendría que la realizara el propio Concilio imperfecto -que podría recurrir al fácil recurso de declarar herejes a quienes lo negaran y suspendidos en el legítimo ejercicio del Episcopado y del Presbiterado a quienes no lo afirmaran-), crear Cardenales, gestionar el patrimonio de la Iglesia, preparar y realizar visitas al extranjero, redactar y publicar encíclicas y exhortaciones apostólicas, tomar parte en reuniones internacionales... En una palabra, hacer todo lo que es razonable que haga el Papa, aparentando la mayor normalidad posible. De hecho, el Papa debería procurar ser él quien diera legítimo trato de cismáticos y herejes a quienes hubieran sido formalmente declarados como tales por el Concilio Ecuménico "imperfecto".

Y al mismo tiempo, aunque esto pueda parecer contradictorio, el Papa debería prepararse y preparar a la Iglesia para lo que posiblemente se le vendría encima. Y es que el mundo apóstata odia a la Iglesia, y no permanecería neutral, dado que gran parte de sus designios malévolos se cimentan sobre la seguridad de tener una Iglesia paniaguada que no les dé problemas. Es decir, una Iglesia cobarde cuya cobardía la haga proclive a dar cabida en su seno a la herejía como medio a través del cual congraciarse con el mundo. De modo que ningún hipotético Concilio Ecuménico "imperfecto" que pusiera a los herejes en su lugar -esto es, fuera de la Iglesia- y que restableciera la plena vigencia a nivel interno dentro de la Iglesia y a nivel externo en la predicación de la Iglesia de la totalidad de la doctrina de ésta podría complacer, se mire desde donde se mire, a los poderosos de la Tierra. Éstos seguramente se las ingeniarían, incluso desde el primer momento, para hurtarle a la Iglesia fiel todo reconocimiento "oficial" (desde una perspectiva puramente jurídico-mundanal) como la Iglesia Católica. Reconocimiento que con gozo procurarían conferir a los herejes. Que entonces serían quienes "heredarían" jurídicamente la posición que en justicia habría de corresponder a la Iglesia Católica, a la que usurparían literalmente hasta el nombre.

Ellos serían "la Iglesia Católica", mientras que a nosotros se nos catalogaría como un mero cisma. La Ciudad del Vaticano, Cáritas y demás redes católicas de asistencia social, los comedores sociales, los hospitales, colegios, institutos y universidades católicas, etc., quedarían en manos de los herejes. Ellos serían quienes nombrarían Nuncios y quienes dispondrían de todo el aparato vaticano y de la capacidad de relacionarse con los poderes del mundo. En principio, se nos toleraría como religión separada del "catolicismo oficial", pero la totalidad de nuestros templos e instalaciones y recursos materiales quedarían en manos del Enemigo (aunque no nos sintamos tan mal, que a fin de cuentas más o menos eso mismo sucedería igualmente en el caso de que dejáramos que nos hurtaran lo único que no nos deben poder sustraer, que es la Iglesia misma -la cual recuperaríamos, compensando este hecho por sí solo todos los posibles perjuicios-). Si bien es verdad que quizá algunas naciones tendieran a favorecer a la verdadera Iglesia y a apoyar sus reivindicaciones de legitimidad -lo que atenuaría el latrocinio a que nos someterían los herejes y sus amigos-. Aunque no tanto por simpatía genuina hacia nuestra causa (es decir, hacia la causa de Jesucristo y de su Iglesia) como por que ese apoyo al sector minoritario contribuyera a evitar su desaparición práctica y consolidara la división de la Iglesia, en última instancia vista como enemigo (que nadie crea que si Putin nos apoyara eso pudiera deberse a una repentina caída del caballo al mejor estilo paulino por la cual llegara a albergar el convencimiento de que la Iglesia a la que él ayudara sería en verdad la verdadera representante del Cielo en la Tierra; y que nadie crea que se nos equipararía en Rusia a la Iglesia cismática griega de allá).

Todo esto plantearía un interesantísimo debate: si los herejes despojaran a la Iglesia Católica de todos sus derechos jurídicos e incluso del derecho oficial a ostentar su propio nombre, ¿cómo deberíamos responder a algo así? ¿Deberíamos respetar tal usurpación o negarnos a reconocerla? La primera opción implicaría registrarnos en los países donde existen registros de confesiones religiosas como una Iglesia diferente de la cismática y hereje, que sería la que se arrogase el derecho a ostentar el nombre de "Iglesia Católica Apostólica Romana". La segunda implicaría negarnos a reconocer que se tratase oficialmente a los herejes como si éstos fueran la verdadera Iglesia Católica, incluso aunque nadie aparte de nosotros mismos hiciera el menor caso de nuestra pretensión. La ventaja principal de la primera opción estribaría en que nos permitiría interactuar jurídicamente con el resto del mundo, y que gestionáramos nuestros propios asuntos con mayores seguridades jurídicas, pero yo no la aceptaría, dado que los detalles son importantes, y el Enemigo se anotaría una gran victoria propagandística que haría su reivindicación de ser ellos la "verdadera" Iglesia Católica más fuerte a los ojos de toda aquella gente que se guía meramente por la apariencia externa de las cosas. Si nos allanáramos a la usurpación, ¿con qué argumentos procuraríamos luego que se rectificase y que se nos devolviera todo lo que fuera usurpado y por legítimo derecho correspondiera a la Iglesia de Jesucristo? Por el contrario, oponerse a la usurpación y negarnos a que se nos registre como religión aparte nos dificultaría operar en el mundo de modo práctico (no podríamos ser considerados oficialmente como una religión más que en caso de que la usurpación finalizara y recobráramos el pleno goce y disfrute de los derechos asociados a la personalidad jurídica de la "Iglesia Católica"), pero reforzaría a los ojos de muchos la justicia de nuestra causa, y evitaría que los que se dejan impresionar por las apariencias exteriores dieran por hecho que una Iglesia que no reivindica que se la reconozca oficialmente como la Iglesia Católica Apostólica y Romana sea efectivamente la Iglesia que durante incontables siglos recibió esa misma denominación.

De todos modos, pienso que al final podríamos superar esos inconvenientes y los demás de los que sea que no haya hecho mención que seguramente también sobrevendrían. Sobre todo, creo que los hechos son los que demostrarían qué Iglesia sería la legítima y qué Iglesia sería una inmunda y blasfema impostura de la que fundó Jesucristo. En ese sentido, mi punto de vista es el de que:

La Iglesia que no es quien para juzgar y que ni ata ni desata ni deja atar;

La Iglesia que se niega a cumplir el mandato de Jesucristo de ir por el mundo predicando el mensaje del Evangelio (y bautizando a los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) porque niega el proselitismo y cree que lo mejor que pueden hacer los que no creen en la verdadera religión y rinden culto a falsos dioses es seguir encadenados por siempre a sus falsos cultos y a sus falsos dioses porque profundizar en ellos es lo que más les "acercará" a Dios;

La Iglesia que mantiene televisiones como 13TV que celebran y alaban Gobiernos apóstatas de partidos que apoyan sin disimulo toda la ingeniería social anticristiana (aborto, sucedáneo de matrimonio para personas del mismo sexo, fecundación artificial, etc.) y que el resto del tiempo lo invierten en echar westerns -y encima de los cutres, que ya podían poner algo tipo "El hombre que mató a Liberty Valance" para variar-;

La Iglesia cuyos Obispos responden cuando les preguntan sobre qué les parece el hecho de que la actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid entre en braguitas y sin sujetador en una capilla universitaria diciendo que "no hay nada que perdonar" porque les importa un comino que se profieran las más vulgares y hediondas blasfemas contra el santo nombre de Jesucristo en suelo sagrado;

La Iglesia que acusa a los traficantes de armas de ser los principales culpables de los atentados terroristas perpetrados en nombre del Islam mientras exonera a la odiosa e inmunda religión del falso "profeta" Mahoma de toda responsabilidad por los mismos en base a que el Corán es un libro "profético" de "paz";

La Iglesia que considera que puede escupir impunemente a la cara a los esposos cristianos que son capaces de ser fieles al mandato de Cristo expresado en la sentencia "que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" y que por gracia son capaces de resistir la fuerte tentación de cometer adulterio arrojando la perla de inconmensurable valor que es la Eucaristía a los cerdos permitiendo que los adúlteros participen de ella en clara contravención de la más elemental doctrina cristiana;

La Iglesia que se mea encima de la memoria de incontables millones de nasciturus abortados en contra de su enseñanza de siempre en centros abortorios movidos a partes iguales por la maldad y por el ánimo de lucro afirmando que no hay que estar "obsesionado" con salvar vidas a través de la oposición al aborto y alabando públicamente a una asesina inmunda como Emma Bonino que reconoció jactándose de ello haber abortado a 10.000 niños mediante procedimientos bastante brutotes que parecen propios de sacerdotes de Kukulkán y luego haberlos metido en tarros de mermelada que luego se tiraban a la basura y que alaba a personas así proclamándola una de las "grandes" de la Italia contemporánea y que no importa cómo piensen porque lo que interesa es lo que hacen;

... Esa Iglesia no puede perdurar largo tiempo. Y sobre sus puertas, como sobre todas las otras puertas a las que lleva el ancho camino que lleva al Infierno y a la perdición, prevalecerá la verdadera Iglesia, sean cuales fueran las circunstancias. Porque tal es la promesa que Jesucristo hizo brotar de sus labios delante del primero de los Papas.

Exurge Domine, et iudicam causam tuam. IHS

sábado, 26 de marzo de 2016

MONSEÑOR CARLOS OSORO: IRENISTA Y MAL PASTOR

He aquí otra horrible noticia que nos da el infausto y pésimo sucesor de monseñor Antonio María Rouco Varela al frente del Arzobispado de Madrid, don Carlos Osoro:


Compárenla con esta otra noticia que nos dio el ahora Arzobispo emérito, Rouco Varela, hace casi cuatro años:

http://www.20minutos.es/noticia/1457549/0/rouco/obispo-alcala/mociones/

Miren que Rouco  Varela ha sido un Arzobispo sumamente discutible, pero creo que pese a graves errores cometidos, tenía cierto genuino sentido de la eclesialidad que le falta a su decepcionante sucesor. ¡Qué contraste entre las actitudes de uno y otro!

Entremos ahora propiamente en materia. ¿Ésta es la "renovación eclesial" que nos trae el desdichado pontificado del también nefasto Papa Francisco? Unos Obispos escriben una carta pastoral oponiéndose a una Ley de Transexualidad que además de a la doctrina católica se opone directamente a la cordura dando carta de naturaleza a un comportamiento consistente en la autonegación de la naturaleza -en este caso biológica- en que incurren determinados seres humanos de ambos sexos al pretender ser del sexo contrario (todo ello apelando a una creencia esquizofrénica y radicalmente anticientífica -por más que la defiendan supuestos adalides de la supuesta supremacía de la ciencia- como es esa de que el género es una "construcción social" enteramente independiente de la biología, y que por ende el individuo humano no tiene una naturaleza masculina o femenina-). Acto seguido, estos Obispos sufragáneos de la provincia eclesial de Madrid se ven implícitamente desautorizados por un Arzobispo metropolitano que no firma la citada carta.

En sí mismo, tal acontecimiento es un mal indicio, pero no constituye per se prueba de nada excesivamente grave, ya que podría deberse a múltiples razones que quizá incluso pudieran tener cierta justificación desde una óptica católica. Cierto es que igual yo, que no quiero pecar de mentiroso, tendería a creer de todos modos que la ausencia de la firma obedece ante todo a que monseñor Carlos Osoro es esa clase de mal pastor al que cualquier clase de acción u omisión contraria a la fe católica se la trae al pairo. Sin embargo, ha sucedido algo más, que es lo que me lleva a pensar que todo esto es resultado exactamente de esa mala condición que le atribuyo al Arzobispo. Y es que Osoro, no contento con desautorizar implícitamente a los Obispos sufragáneos incardinados en la provincia eclesiástica que él encabeza, los humilla explícitamente y los echa mediaticamente a los pies de los caballos afirmando que no ha leído su carta. Esto solo cabe interpretarlo como un desaire y un menosprecio nada disimulado a los valerosos y dignos Obispos de Getafe y Alcalá de Henares.

Y lo gracioso es que seguramente su atentado en toda regla contra la dignidad de sus colegas en el episcopado será apoyado por el mismo tipo de gente que exalta públicamente las bondades de la colegialidad episcopal y se queja de que los Papas tradicionalmente hayan tenido demasiado poco en cuenta a sus Obispos y de que los Arzobispos metropolitanos tengan demasiado poco en cuenta a sus Obispos sufragáneos. Suele decirse que éstos deberían tener más fácil actuar por iniciativa propia. Y para una vez que lo hacen, y encima con la noble finalidad de manifestar su legítima oposición a una Ley de Transexualidad de contenido profundamente contrario a la doctrina de la Iglesia, se los abandona a su suerte. Todo sea, a la manera del Papa Francisco, no cabrear al mundo no sea que éste vaya a enfadarse y se cumplan las palabras que pronunció Cristo ante sus Apóstoles diciéndoles que si Él había sido perseguido ellos no podían esperar nada mejor, porque no es más el discípulo que su Maestro.

Vivimos tiempos de nefando irenismo que ha contaminado, y lo que es peor, idiotizado a la Iglesia. Por eso el Papa se marca una homilía que pareciera centralizar la culpa de la última atrocidad islamista en los traficantes de armas en lugar de en los propios asesinos (y yo no niego que habrá traficantes de armas sin escrúpulos que las vendan sin mirar a quién, pero creo que no tiene sentido que la crítica principal se dirija a ellos, mientras que en cambio se pase de puntillas por encima del hecho de que es la religión que en su día predicó Mahoma la principal responsable de que nuestra vida colectiva cada tanto tiempo se vea estremecida por un nuevo baño de sangre). Cuya jerarquía parece en su mayor parte sumamente complacida con la progresiva conversión de la misma en un mero club social y en una excusa para que algunas abuelas se reúnan los domingos, para que la gente celebre ceremonias vacías de todo contenido y significado en según qué momentos de su vida en los que le apetezca tomarse la gran molestia de acudir para escuchar los aburridos e insulsos sucedáneos de homilías con los que hoy agreden nuestros oídos la mayoría de los sacerdotes, para que alguna gente con evidente afición por las tallas de madera y no por las realidades sagradas que las inspiran salgan a procesionar en una Semana que cada vez tiene menos de "Santa", y para que unos Obispos predicadores de una impostura de incalculable potencial mongolizador satisfagan sus vanidades metiendo la mano en la hucha de Papá Estado y participando de "importantes" reuniones con la élite político-económica y cultural del mundo apostata que se nos viene encima que solo sirven para hacer avanzar más y más el cumplimiento de la predicción de San Pablo: "No queremos que Él reine sobre nosotros".

¿El gran estorbo? Jesucristo y una tradición bimilenaria; y el remanente de quienes aún conservan siquiera un mínimo de fe no adulterada. Yo todavía tengo esperanza en que se vivirá un renacimiento, por más que esto pueda ocurrir después de haber transitado una senda difícil y miserable, incluso de clandestinidad. Creo que hoy en dia la Iglesia sigue infestada de Richelieus de pacotilla como éste porque aún sigue siendo poder, como lo ha sido en todos estos siglos. Aún los Obispos y el Papa tienen más de Príncipes terrenos que de Pastores de almas. Sin embargo, eso no durará mucho. Quizá el poder quiera que la Iglesia conserve a toda costa su posición social, como forma de mantenerla controlada, pero los cabecillas del movimiento apóstata son esclavos de sus acciones. No se puede arremeter contra los privilegios de la Iglesia siendo esta mayoría y preservarlos cuando se convierta en una minoría, incluso irrisoria.

A medida que el abandono de la fe por parte de nuestro pueblo sea más evidente y generalizado, más irrelevante tendrá que tender a ser la Iglesia. Cuando esto ocurra, ¿qué atractivo tendrá meterse a cura y llegar a Obispo para personas como el indigno Arzobispo Osoro? El tipo de gente que conservan la suficiente fe, aunque sea una fe plagada de herejía o que aún ve la Iglesia una salida profesional atractiva cuando pasen una o dos generaciones no tendrá ni siquiera ese poco de fe (porque ya no serán herejes, sino directamente apóstatas), ni tampoco verán en la Iglesia salida profesional apetecible. Entonces espero que el timón de la Iglesia (aunque sea de una Iglesia de tamaño muy reducido, irrelevante socialmente, hostilizada por el poder y por el resto de la sociedad e incluso reducida a condiciones de semiclandestinidad o clandestinidad declarada), vuelva a manos de personas que estén comprometidas de corazón con la propagación de "la fe que, de una vez para siempre, ha sido dada a los santos". IHS

viernes, 15 de mayo de 2015

APACIENTA A MIS CORDEROS

He aquí la noticia que me llevó en su día a redactar un artículo que se me había pasado publicar:



Si de verdad el Santo Padre ha hecho declaraciones como éstas, claro me queda que como Primer Pastor del rebaño de Cristo sobre la Tierra tiene mucho margen de mejora. En verdad, ahora que ha transcurrido un año y medio de pontificado de Francisco, no dudo de que nuestro Sumo Pontífice no ha aprendido todavía a confirmar en la fe a los hermanos, a los que a menudo genera unas dudas y unos quebraderos de cabeza que no les generaba su antecesor (que, por de pronto, se exponía mucho menos mediáticamente, y cuando lo hacía era evidente que se curraba mucho más sus declaraciones). Esta carencia de Francisco es seria, en la medida en que un Papa está ante todo para servir de guía al rebaño, y si no sabe hacerlo todos los bienes que pueda hacerle a la Iglesia de Cristo que encabeza de manera visible en este mundo no compensarán el mal que se deriva de esta circunstancia tan desafortunada.



Soy catequista, y el otro día una chiquilla comentó que en clase de religión le habían contado que el ángel Gabriel había dado un mensaje a un profeta llamado Mahoma, y que a partir de ese mensaje se escribió un libro sagrado. Evidentemente, se refería al Corán. A mí aquel comentario me llamó notablemente la atención. Por de pronto, porque no sé qué cuernos tienen en la cabeza los editores de libros de religión católica al introducir contenidos relativos a otras religiones en libros que se utilizan para impartir clase de esa asignatura. Lo único que se consigue con eso es generarles a los pobres chavales un cacao mental de primera magnitud. Cacao mental que no sirve más que para alimentar esa ignorancia religiosa a la que Benedicto XVI echaba con tanta sabiduría y más razón que un santo la culpa principal en lo que respecta al actual retroceso que en general está sufriendo el catolicismo en todas partes.



Fue para evitar que la chiquilla y el resto de los de mi curso de catequesis acaben albergando ideas confusas acerca del Islam (y crean erróneamente que el Corán tiene algo de sagrado o que Mahoma fue un profeta de Dios que charlaba en plan de colegui de toda la vida con su "brother" el arcángel Gabriel) que decidí dedicar unos minutos a hacer aclaraciones superficiales, pero a mi juicio suficientes y necesarias relativas a la naturaleza del Islam, de Mahoma y del Corán. Les expliqué brevemente:



-Que el Islam es una falsa religión que no tiene que ver prácticamente nada con el cristianismo y que lo niega (no lo complementa).



-Que Mahoma no fue profeta de nada, sino que fue un simple hombre. Peor aún, si fue algo fue un falso profeta que enseñó cosas contrarias a las que Jesús había enseñado. ¿Y por qué es un tipo tan relevante en la Historia del mundo? Pues porque los musulmanes lo consideran erróneamente el mayor de los profetas de Dios. En definitiva, que para un católico no hay motivo ninguno para creer que cruzara una sola palabra en toda su vida con el mismo arcángel Gabriel que anunció su próxima maternidad a la Virgen María.



-Que el Corán es una creación humana que no tiene absolutamente de sagrado desde la perspectiva de los cristianos (no se vayan a creer que es como una especie de "continuación" o "complemento" de la Biblia o algo así mis niños). Y que si contiene algún aporte procedente del mundo de lo sobrenatural, dicho aporte procede de Satanás, que no de Dios.



Eso fue, más o menos, lo que yo procuré explicarles a mis catecúmenos en palabras que ellos pudieran entender bien. El caso es que yo no sé de qué puede servir nada de lo que yo le diga a mis niños sobre este particular al transmitir la fe y la doctrina católicas si luego va el Papa y se refiere al Corán como un libro "profético" que habla de "paz". Decir semejante clase de cosas solo puede denotar o bien una peligrosa ignorancia de en qué consiste el Islam (que no es imposible en la medida en que el Santo Padre no tiene por qué saber apenas nada de otras religiones); o bien un calculado intento de llevarse bien con los musulmanes que a nadie puede sorprender en un Papa tan proclive a hacer siempre lo que políticamente se considera correcto y luce bien delante de las cámaras de televisión. Yo no creo que Francisco ignore de que pasta está hecha la religión musulmana, así que me inclino por la segunda opción. ¿Algo diferente de lo que han hecho tantísimos de sus antecesores desde hace incontables siglos? En esencia, no.



Desgraciadamente, la Iglesia lleva siglos siendo políticamente correcta (a veces hasta la náusea), y ese ha sido en el pasado y sigue siendo en el presente uno de sus mayores lastres. Ahora bien, históricamente la Iglesia ha contemporizado con el poder, pero no a costa de confundir su propia doctrina (con la que, sobre el papel, estaban comprometido el poder político al que la Iglesia retribuía con su apoyo), ni de generar duda alguna acerca de la condición que se autoatribuye de única religión verdadera entre las que existen en el mundo, ni de dejar abandonados a los hijos fieles que soportan persecución en lugares del mundo en los que la sociedad no ha sido iluminada por la luz contenida en el Evangelio (de hecho, en el caso de las sociedades musulmanas hablamos de sociedades que han sido "vacunadas" a fin de hacerse lo más impermeables que sea posible a la propagación del Evangelio).



Mira que Francisco condena expresamente la persecución de los cristianos en Oriente Próximo y solicita que se haga algo para parar esto. Pero de nada vale tan valerosa petición si en la misma frase se nos oculta -peor aún, se nos niega- la raíz del mal que soportan los cristianos que no se someten al terror impuesto por los musulmanes. Y eso hace Francisco cuando afirma del Corán lo que no es en absoluto. ¿Sabe ahora más Francisco del Islam que Mahoma? Dice que lo que hace el Estado Islámico no es Islam (aunque quizá Francisco, como buen jesuíta, juegue con los conceptos; y en ese sentido es verdad que si Islam significa "sumisión a Dios", lo que practican, no los más afectos a la yihad, sino todos los musulmanes y en todas partes, no podemos considerarlo Islam -ya que, por paradójico que pueda parecer, el verdadero Islam sería el catolicismo-).



Ahora bien, si atribuímos a estas palabras el significado que probablemente quiso darles Francisco (esto es, que la religión de los salvajes del Califato Islámico no es la que predicó Mahoma), llama la atención que existan tantísimos paralelismos entre la forma en que según las propias tradiciones islámicas vivió Mahoma y la forma en que proceden los seguidores del Califa Ibrahim. Y llama todavía más la atención la escasa semejanza entre el Islam del falso profeta y el que, según el Papa, es el auténtico Islam que deberían vivir los musulmanes. A los que entiendo que el Papa no debería invitarlos a vivir el Islam color de rosa que sugiere que de verdad predicó Mahoma, sino la verdadera religión de Dios de la que él es máximo representante terrenal, que fue la que nos enseñó el Maestro del que Francisco no es más que vicario: Jesucristo. Que de sí mismo dijo "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí". Afortunadamente, aunque el Vicario de Cristo podrá flaquear, e incluso hacer bobadas o cometer maldades manifiestas; nosotros los cristianos tenemos la garantía de que el Mesías nunca falla. Alabado sea por los siglos. IHS

sábado, 9 de mayo de 2015

IMPORTANCIA DE RESTABLECER LA DIGNIDAD DEL CULTO

A monseñor Lorca, obispo de Murcia -al igual que al sacerdote al que éste ha defendido- habrá infinidad de palurdos que los critiquen y que vayan por ellos a degüello, incluso dentro del seno de la Iglesia (ya se sabe que hay millones de apóstatas que siguen siendo formalmente -que no de corazón- hijos de la Iglesia). Sin embargo, ya podríamos ir todos los católicos tomando ejemplo. No es plan de seguir prostituyendo o permitiendo que otros prostituyan indefinidamente la santa y venerable doctrina que Cristo hizo bajar del Cielo a la Tierra ni el culto que tributamos al Padre desde nuestras iglesias. Eso ni nos hace más caritativos ni beneficia a nadie más que al diablo. San Pablo ya nos alerta de que "Quien come y bebe indignamente el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor se come y se bebe su propia condenación" (en otras versiones la frase termina diciendo "...se hace reo del cuerpo y de la sangre de Nuestro Señor"). Aquí adjunto el enlace a la noticia que fundamenta esta nueva entrada del blog:

http://infovaticana.com/blog/cristo-era-sabio/2015/05/08/el-obispo-de-cartagena-respalda-al-parroco-linchado-en-facebook-por-recordar-la-doctrina-de-la-comunion/

Y lo mismo que sucede con la cuestión de permitir comulgar a quien no debe comulgar es lo que pasa con prácticamente todas las cosas que rodean el culto a Dios en el marco del sacrificio eucarístico. Hoy, mismamente, el espectáculo de las Primeras Comuniones (que en el orden natural de las cosas deberían ser el primer contacto mínimamente maduro con la vida cristiana; pero que, desgraciadamente, en muchos casos son el último -a no ser que, ya más adultos, los chicos que hoy comulgaron decidan retornar a la fe que dudo mucho que sus padres les estimulen nada a vivir aunque solo sea porque ellos mismos dudo de que la vivan nada en absoluto-) ha sido lamentable en extremo. No sabría decir si ha sido peor que en otros años pasados, pero reconozco que yo me lo estoy tomado especialmente mal. Porque uno le tiene cariño a niños a los que durante dos años ha estado dando catequesis, que si no iba a ir la celebración el Tato. 

Para mí, desde luego, la ceremonia no ha sido un plato de buen gusto. La mala educación de la mayoría de la gente que ha ido allá (que ha llegado al punto de que tuvo lugar una auténtica estampida antes incluso de que terminara propiamente la misa -aunque esa es una mala práctica asentada, dado que parece ser que la mayoría de la gente ignora que no corresponde marcharse antes de que el sacerdote abandone la estancia-) ha sido lisa y llanamente pasmosa. Por otra parte, la vulgaridad e impudicia más extremos en la forma de vestir de muchos hombres y mujeres jóvenes -e incluso algunos no tan jóvenes- por igual es cosa que a mi modo de ver ha clamado al Cielo y hasta al Infierno. Sin duda alguna, todos tenemos derecho a que se los acoja dentro de la Iglesia, pero solo si manifestamos formas externas que sean acordes a los valores que la Iglesia promueve en el mundo. Si a los paganos les gusta la impudicia, son libres de practicarla, pero en su casa. No en público, y mucho menos en un templo de Jesucristo. Aunque no es tan vergonzoso el hecho de que esa gente ignorante actúe así como el hecho de que quienes tienen poder para impedir estos hechos no hagan absolutamente nada. ¿Dónde queda el amor por lo sagrado de quien permite que sea mancillado como si tal cosa?

Asco constante y vergüenza propia y ajena es el sentimiento que en ningún momento me ha terminado de abandonar hoy durante el transcurso de la ceremonia, que apenas he podido seguir a la vista de los constantes cuchicheos de los familiares de los niños que andaban incordiando alrededor (que parecían estar de romería; cosa que también me indigna en la medida en que me parece muy probable que esa gente hubiera mostrado más respeto en una función escolar del que mostraron a Dios en la propia casa del Padre). Por no hablar del despilfarro radicalmente anticristiano que normalmente adorna en estas fechas la actitud de las familias ante el evento. Que me llama especialmente la atención, porque todo el santo día nos estamos quejando de la crisis y de lo mal que está todo, pero luego vamos y por una simple primera comunión organizamos con toda la familia un festejo digno de la boda de un hijo del Rey y nos gastamos un dineral. Dineral que más adelante diremos que nunca tuvimos cuando justifiquemos ante las cámaras de televisión delante de las cuales a tanta gente le gusta hacerse la víctima el por qué no pagábamos la hipoteca a ese banco malo malísimo que nos quiere desahuciar.

En fin, mi conclusión final es la de que cuando sufres un día así, lo que a uno le queda no es precisamente confianza en la forma en que hoy se maneja a todos los niveles la barca de la Iglesia. Para mí está claro que nadie nos va a respetar si nosotros mismos no nos sabemos hacer respetar. Y menos aún respetará a nuestro Dios. La gente respeta al falso diosecillo ante el que lamentablemente los musulmanes doblan la cerviz precisamente porque son plenamente conscientes de que le tienen un respeto más bien criminal en su exageración. Y, por contra, se cachondea de nuestro Dios en nuestras narices como si tal cosa precisamente porque no les parece que nosotros mismos sintamos particular respeto por Él. He ahí la cuestión: nos falta sangre en las venas. Ojalá de cuando en cuando tuviéramos más episodios de aquella Santa Ira de la que Nuestro Señor hizo gala cuando echó a los mercaderes del Templo, por haber convertido en tenderete la casa de su Padre. Ese es el ejemplo: ni matar, torturar o herir como se hace en los países en que se profesa el Islam; ni quedarnos con los brazos cruzados como si fuéramos un atajo de castrati gilipollas como suele suceder en Occidente. He dicho. IHS