sábado, 9 de mayo de 2015

IMPORTANCIA DE RESTABLECER LA DIGNIDAD DEL CULTO

A monseñor Lorca, obispo de Murcia -al igual que al sacerdote al que éste ha defendido- habrá infinidad de palurdos que los critiquen y que vayan por ellos a degüello, incluso dentro del seno de la Iglesia (ya se sabe que hay millones de apóstatas que siguen siendo formalmente -que no de corazón- hijos de la Iglesia). Sin embargo, ya podríamos ir todos los católicos tomando ejemplo. No es plan de seguir prostituyendo o permitiendo que otros prostituyan indefinidamente la santa y venerable doctrina que Cristo hizo bajar del Cielo a la Tierra ni el culto que tributamos al Padre desde nuestras iglesias. Eso ni nos hace más caritativos ni beneficia a nadie más que al diablo. San Pablo ya nos alerta de que "Quien come y bebe indignamente el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor se come y se bebe su propia condenación" (en otras versiones la frase termina diciendo "...se hace reo del cuerpo y de la sangre de Nuestro Señor"). Aquí adjunto el enlace a la noticia que fundamenta esta nueva entrada del blog:

http://infovaticana.com/blog/cristo-era-sabio/2015/05/08/el-obispo-de-cartagena-respalda-al-parroco-linchado-en-facebook-por-recordar-la-doctrina-de-la-comunion/

Y lo mismo que sucede con la cuestión de permitir comulgar a quien no debe comulgar es lo que pasa con prácticamente todas las cosas que rodean el culto a Dios en el marco del sacrificio eucarístico. Hoy, mismamente, el espectáculo de las Primeras Comuniones (que en el orden natural de las cosas deberían ser el primer contacto mínimamente maduro con la vida cristiana; pero que, desgraciadamente, en muchos casos son el último -a no ser que, ya más adultos, los chicos que hoy comulgaron decidan retornar a la fe que dudo mucho que sus padres les estimulen nada a vivir aunque solo sea porque ellos mismos dudo de que la vivan nada en absoluto-) ha sido lamentable en extremo. No sabría decir si ha sido peor que en otros años pasados, pero reconozco que yo me lo estoy tomado especialmente mal. Porque uno le tiene cariño a niños a los que durante dos años ha estado dando catequesis, que si no iba a ir la celebración el Tato. 

Para mí, desde luego, la ceremonia no ha sido un plato de buen gusto. La mala educación de la mayoría de la gente que ha ido allá (que ha llegado al punto de que tuvo lugar una auténtica estampida antes incluso de que terminara propiamente la misa -aunque esa es una mala práctica asentada, dado que parece ser que la mayoría de la gente ignora que no corresponde marcharse antes de que el sacerdote abandone la estancia-) ha sido lisa y llanamente pasmosa. Por otra parte, la vulgaridad e impudicia más extremos en la forma de vestir de muchos hombres y mujeres jóvenes -e incluso algunos no tan jóvenes- por igual es cosa que a mi modo de ver ha clamado al Cielo y hasta al Infierno. Sin duda alguna, todos tenemos derecho a que se los acoja dentro de la Iglesia, pero solo si manifestamos formas externas que sean acordes a los valores que la Iglesia promueve en el mundo. Si a los paganos les gusta la impudicia, son libres de practicarla, pero en su casa. No en público, y mucho menos en un templo de Jesucristo. Aunque no es tan vergonzoso el hecho de que esa gente ignorante actúe así como el hecho de que quienes tienen poder para impedir estos hechos no hagan absolutamente nada. ¿Dónde queda el amor por lo sagrado de quien permite que sea mancillado como si tal cosa?

Asco constante y vergüenza propia y ajena es el sentimiento que en ningún momento me ha terminado de abandonar hoy durante el transcurso de la ceremonia, que apenas he podido seguir a la vista de los constantes cuchicheos de los familiares de los niños que andaban incordiando alrededor (que parecían estar de romería; cosa que también me indigna en la medida en que me parece muy probable que esa gente hubiera mostrado más respeto en una función escolar del que mostraron a Dios en la propia casa del Padre). Por no hablar del despilfarro radicalmente anticristiano que normalmente adorna en estas fechas la actitud de las familias ante el evento. Que me llama especialmente la atención, porque todo el santo día nos estamos quejando de la crisis y de lo mal que está todo, pero luego vamos y por una simple primera comunión organizamos con toda la familia un festejo digno de la boda de un hijo del Rey y nos gastamos un dineral. Dineral que más adelante diremos que nunca tuvimos cuando justifiquemos ante las cámaras de televisión delante de las cuales a tanta gente le gusta hacerse la víctima el por qué no pagábamos la hipoteca a ese banco malo malísimo que nos quiere desahuciar.

En fin, mi conclusión final es la de que cuando sufres un día así, lo que a uno le queda no es precisamente confianza en la forma en que hoy se maneja a todos los niveles la barca de la Iglesia. Para mí está claro que nadie nos va a respetar si nosotros mismos no nos sabemos hacer respetar. Y menos aún respetará a nuestro Dios. La gente respeta al falso diosecillo ante el que lamentablemente los musulmanes doblan la cerviz precisamente porque son plenamente conscientes de que le tienen un respeto más bien criminal en su exageración. Y, por contra, se cachondea de nuestro Dios en nuestras narices como si tal cosa precisamente porque no les parece que nosotros mismos sintamos particular respeto por Él. He ahí la cuestión: nos falta sangre en las venas. Ojalá de cuando en cuando tuviéramos más episodios de aquella Santa Ira de la que Nuestro Señor hizo gala cuando echó a los mercaderes del Templo, por haber convertido en tenderete la casa de su Padre. Ese es el ejemplo: ni matar, torturar o herir como se hace en los países en que se profesa el Islam; ni quedarnos con los brazos cruzados como si fuéramos un atajo de castrati gilipollas como suele suceder en Occidente. He dicho. IHS

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