[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]
Se ha estado hablando a lo largo de los últimos días del nuevo partido de Mario Conde. Lo ha llamado Sociedad Civil y Democracia. Sus siglas son SCD o SCyD. A decir verdad, yo prefiero que sean las primeras y no las segundas, porque lo de "yD" al final de las siglas recordaría de manera demasiado explícita a UPyD. Lo que reforzaría la impresión que ciertas terminales mediáticas de eso que Mario Conde denomina "el Sistema" tratan de trasladar de la nueva formación, de la que dicen que no es más que una especie de UPyD conservadora. Según he leído en diversos medios informáticos, parece ser que, igual que UPyD nació para arrebatar votos al PSOE, SCyD (o SCD o como cuernos acabe llamándose) habría nacido para medrar a costa de la fuga de los votos peperos.
Se ha estado hablando a lo largo de los últimos días del nuevo partido de Mario Conde. Lo ha llamado Sociedad Civil y Democracia. Sus siglas son SCD o SCyD. A decir verdad, yo prefiero que sean las primeras y no las segundas, porque lo de "yD" al final de las siglas recordaría de manera demasiado explícita a UPyD. Lo que reforzaría la impresión que ciertas terminales mediáticas de eso que Mario Conde denomina "el Sistema" tratan de trasladar de la nueva formación, de la que dicen que no es más que una especie de UPyD conservadora. Según he leído en diversos medios informáticos, parece ser que, igual que UPyD nació para arrebatar votos al PSOE, SCyD (o SCD o como cuernos acabe llamándose) habría nacido para medrar a costa de la fuga de los votos peperos.
Por de pronto, es bastante discutible que UPyD solo le arrebate votos al
PSOE. Sabido es que el navío magenta también ha recalado en algún que
otro caladero de votantes peperos insatisfechos.
Más discutible, por lo tanto, es el hecho de que el nuevo partido de
Mario Conde sea solo eso que dicen algunos medios. A mi me gustaría
creer que va a representar mucho más que eso. Desearía estar
absolutamente convencido de que SCD va a representar para España lo que
ninguno de los partidos políticos actuales va a representar nunca, como
tampoco lo hicieron antes. Ni ellos ni sus antecesores. No en vano
España permanece postrada en un modelo cutre de oligarquía blanda. ¿Qué
otra cosa podíamos esperar, si al fin y al cabo nunca ha existido en
este país ningún partido -al menos de entre los que han estado
representados en nuestras Cortes- verdaderamente comprometido con nada
que ni siquiera lejanamente se parezca a ninguna clase de ideales
verdaderamente democráticos? En este país, me temo, lo más parecido a un
partido democrático que ha existido es la CEDA, allá por los años de la
República. Y eso es muy triste.
(No sostengo que los partidos políticos españoles hayan sido
tradicionalmente antidemocráticos -aunque de eso tampoco ha faltado, por
desgracia-. Más bien sostengo que lo que ha sucedido es que incluso los
partidos que no han atacado directamente a la democracia jamás se han
distinguido por una defensa inquebrantable de la misma. Puede que por
falta de oportunidades históricas, pero eso era una excusa en la España
de antes de Franco. ¿Y qué sucede con éstos casi treinta y siete años
que han venido después? Pues sucede que a nadie le ha importado
desarrollar un modelo democrático en este país. Pese a que las
condiciones venían dadas para un proyecto de envergadura..., y no solo
en términos de democracia)
En fin, no se cuáles son los senderos que a SCD le tocará transitar de
aquí a las próximas elecciones ni imagino el resultado que obtendrá,
pero tengo claro que propone cosas que hasta ahora han sonado a tabú en
el mundillo de las ideas políticas descafeinadas que han imperado en
esta nuestra patria española. Y si además sirve de castigo al actual
partido en el Gobierno, mejor que mejor. Yo no he votado a Mariano, y me
alegro de no haberlo hecho.
SCD es un partido que me atrae, porque es un partido cuyos planes de
acción política para el futuro parten del mismo presupuesto que servidor
siempre ha manejado en cuestiones políticas, o casi. El error
fundamental no está en nuestras leyes. El error está en la Constitución
de 1978. A decir verdad, prácticamente toda ella es el error
fundamental, madre de todos los demás errores.
En este país muchos solemos quejarnos de que las leyes imponen
realidades absurdas, cuando no abiertamente contraproducentes. Pero
pocos saben delimitar claramente y de manera fundada dónde está la raíz
de los problemas que hoy nos azotan. Hasta cierto punto, eso es normal.
La mayoría de las personas carecen de los mínimos rudimentos jurídicos
necesarios para entender las bases de nuestro sistema. La gente vota en
las elecciones, pero no sabe cómo funciona el sistema electoral, ni qué
es lo que elige exactamente. La gente percibe muchas normas jurídicas
como injustas, pero apenas saben nada del principio de jerarquía
normativa.
Por suerte, ahí está Mario Conde, de quien se dice que consiguó la mejor
nota de acceso de toda la Historia en las oposiciones a la Abogacía del
Estado. ¿Quién da más? De Mario Conde se dice que robó en su día
centenares de millones de pesetas de Banesto, banco que presidió entre
diciembre de 1987 y el 28 de diciembre de 1993. Pero hasta sus enemigos
se ven forzados a reconocer que el hombre es sencillamente brillante. Yo
tiendo a creer que bien podría ser el hombre más brillante de España, y
esa creencia se refuerza especialmente cuando se oyen sus
intervenciones en la tertulia de "El Gato al Agua". Desde luego, es un
hombre que nadie duda sabe cómo manejar cuestiones jurídicas. En ese
sentido, si denuncia los males de nuestra Constitución actual, y se
ofrece para remediarlos, no puede dudarse de que desde luego sabría cómo
meterle mano al documento para mejorar la calidad de sus disposiciones y
apuntalar sus prestaciones. Vamos, que si se trata de reformar España
mediante la reforma de su Derecho, de las normas que -actualmente de una
manera que yo estimo equivocada- rigen nuestra convivencia, no se me
ocurre un candidato mejor.
Muchas personas estarían dispuestas a crucificarme por esta apología de
las capacidades de Mario Conde. Pero bueno, me consuela saber que eso no
se debe a que yo haga nada que lo merezca. El problema de esas personas
es que estarían dispuestos a crucificar a muchísima gente, y lo peor de
todo es que la mayoría lo harían por los motivos más espurios
imaginables. ¡Allá ellos con su intolerancia! Malo el que se entretiene
señalando la paja ajena en el ojo del prójimo sin percatarse de la viga
en el propio o en el de otros de los que nada se dice, ni siquiera
cuando son mucho más cantosos. Es tan simple como que no tiene sentido
meterse con Mario Conde por lo de Banesto y negarle el pan y la sal
(algunos han cuestionado incluso su legitimidad para presentarse a las
elecciones, cuando luego son los primeros en señalar que el paso por
prisión no tiene por qué hacer de uno un apestado de por vida); para
luego solicitar el voto para los de Mercasevilla (PSOEciatas) o para los
del tinglado valenciano (PPeros). Esto es como empezar a poner a caer
de un burro a uno que aparca en doble fila para, ipso facto, coger y
dejar el coche en una plaza de minusválidos. Insana ausencia de todo
patrón lógico de conducta que lleva demasiado tiempo presidiendo la
política nacional (esa misma que cada vez que un Gobierno está en
minoría dominan partidos que son de todo menos "nacionales").
De todas maneras, es verdad que la figura de Mario Conde suscita grandes
interrogantes para muchas personas honestas a las que les cuesta
bastante fiarse de un tipo que ha estado en la cárcel. Un tipo que
recurrió al Tribunal Supremo y consiguió que éste, en la sentencia
mediante la que resolvió los recursos de casación presentados contra
sentencia en primera instancia de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional, le declarase culpable de delitos de los que previamente había
sido absuelto, aumentándole la condena. No son los antecedentes que
deberían de servir precisamente para que el sujeto inspirase confianza.
¡Y sin embargo, a mi me la inspiran! Tiene su gracia. Me explicaré.
En España sabemos bien que el poder judicial (me da reparo referirme a
él como "la Justicia", porque bien se que cualquier parecido con ese
sacrosanto concepto es mera concidencia) es esclavo de los intereses
políticos. Más a medida que más se va subiendo en la escala judicial.
Este es un fenómeno del que en España nos hemos dado cuenta
recientemente. Pero el hecho de que solo hayan pasado unos pocos años
desde que, con motivo de las barbaridades zapateriles y de la nueva
Constitución de Catalunya (¡perdón, quería decir "del nuevo Estatuto de
Autonomía de Cataluña"), nos hayamos dado cuenta de lo politizado que
está el Tribunal Constitucional y hasta la misma jurisdicción ordinaria;
no significa en modo alguno que el fenómeno no sea una cosa que venimos
arrastrando de mucho tiempo atrás. La verdad es que toda esta mierda se
remonta a los mismos días de ese periodo de la Historia española del
que nunca nos arrepentiremos lo suficiente, por lo que tiene de
oportunidad perdida: la Transición de la dictadura declarada a la
invisible de los partidos políticos y sus amigotes del mundo de las
altas finanzas. Pasamos de la España del futbol de Franco a la España
del futbolín de los politicastros. Pasamos a un modelo de Estado en el
que lo importante era la paz social, sin importar el precio que se
pagase, que fue el del aborregamiento social masivo. En ese modelo de
Estado, el actual, todo valía y todo vale, pero manteniendo las
apariencias. Como todo vale, pues se decidió enterrar a un Montesquieu
que, por lo que respecta a España, como a la mayoría del continente
europeo, nació muerto. El PSOE sustituyó la Ley Orgánica del Poder
Judicial de 1981 por la actual en 1985. Y el Consejo General del Poder
Judicial -tristemente famoso últimamente por obra y gracia de su más
nefasto presidente, Cárlos Dívar, afortunada aunque tardíamente
dimitido- pasó totalmente a manos del poder político. Cosa que el actual
Gobierno pepero prometió enmendar, pero que parece empeñado en intentar
empeorar. Era una tarea difícil, pero parece que es una de las pocas cosas que este Gobierno ha conseguido hacer a derechas. Quieren volver a
la Ley de UCD de 1981, pero eliminar el deber de dedicación exclusiva
al cargo de todos o parte de los vocales. En definitiva (no me extenderé
más porque éste no es el tema central del post), si el PSOE ató de
manos y pies el poder judicial (no "la Justicia", que afortunadamente
está más allá de todo el daño que puedan intentar infligirle estos
pobres aprendices de déspota), el PP está haciendo todo lo posible para
entregárselo envuelto en una caja y con lacito a la peor estirpe de
plutócratas financieros que ha conocido nuestro país a lo largo de su
dilatada Historia.
En resumen, que nuestros jueces no merecen crédito ahora ni lo merecían
en la década de los noventa ni de los dos mil, cuando tuvo lugar el
proceso a Mario Conde. Por lo tanto, sus juicios son cosa que creo que
debemos coger con pinzas, porque no son fiables. Y más los que han
afectado a personas con una proyección política como la que tenía por
entonces Mario Conde. Su descripción del proceso en su libro los "Dias
de Gloria" deja en muy mal lugar a nuestro poder judicial. Lo peor no es
eso, pues el libro lo escribe él, que por definición no puede ser
neutral ni objetivo en este asunto (quizá pueda, pero hemos de tener
presente de que en ese caso quizá es que no quiera). Lo peor es que sus
argumentos tienen sentido. Y que se arriesga demasiado para mentir. Hace
mención a hechos que de ser verdad serían sangrantes, suficientes per
se para invalidar cualquier proceso en una nación respetuosa del Estado
de Derecho. Hechos, por lo demás, fáciles de comprobar. Yo no lo he
hecho, porque no es mi guerra. Pero entiendo que nadie se arriesgaría a
publicar algo que pudiese desmentirse de una manera tan fácil. ¿Jugará
Mario Conde con esa impresión que crea en los lectores? Espero que no.
No solo eso, sino que luego está el asunto de que el Comité de Derechos
Humanos de la ONU dio la razón a Mario Conde en cuanto a su queja contra
nuestro Estado por vulneración de sus derechos humanos fundamentales
(en este caso por violación del derecho de Mario Conde a un recurso
contra la nueva sentencia dictaminada en su contra por el Tribunal
Supremo). Hecho ante el cual no tengo noticias de que el Estado haya
reaccionado. Entre su visión del proceso y esta resolución, las brumas
se ciernen sobre todo el proceso en su contra, que huele a politiqueo de
la peor especie.
¿Y si es culpable? Normalmente, por más que haya ido a la carcel y
pagado su deuda con la sociedad, mi modelo de líder para una sociedad no
es un hombre que ha pisado merecidamente ningún calabozo o presidio.
Pero, pese a mi radicalidad ideológica absoluta, procuro ser un hombre
relativamente pragmático. Por lo que, si robó, lo sigo prefiriendo a
quienes nos han robado a todos durante todos los días transcurridos
desde nuestro nacimiento. Sobre todo si de verdad pretende aplicar en la
práctica las interesantes ideas de las que se declara paladín. Estoy
dispuesto a votarlo por esas ideas, porque peor no podemos estar, porque
es casi imposible que sea peor que nuestros actuales gobernantes o que
nos falte más al respeto, porque los otros ya han gastado todo su
crédito. Y porque, si de verdad aplica el proyecto político que han
adelantado sus medios, semejante acto por cierto que lo redimiría a mis
ojos por el mal que hubiera hecho en el pasado.
Bueno, ya ha quedado claro que, en la España de hoy, Mario Conde me
merece más confianza que el resto de la clase política, ¿y qué propone
Mario Conde?
Pues hasta donde yo se, Mario Conde propone atacar la raíz del mal, o lo
que es lo mismo: el articulado de la actual Constitución. Sus
propósitos de reforma se resumen en los puntos siguientes:
-Reforzar la unidad nacional, eliminando la estúpida referencia a las
nacionalidades que se hace en el artículo 2 de la actual Constitución.
-Reorganizar la estructura territorial de España, revirtiendo muchos
poderes cedidos a las Comunidades Autónomas a manos del Estado Central.
-Reafirmar la irrenunciabilidad del carácter oficial de la lengua española a todos los niveles.
-Avanzar firmemente hacia la democracia en España. ¡Si, señores, lo oyen
bien! Avanzar hacia la democracia como nunca lo hemos hecho en este
país. ¿Cómo? Sencillo, estableciendo la división de poderes siempre
ausente de nuestro organigrama institucional. Lo que se conseguiría
desvinculando a unos poderes de otros. En concreto, se separaría la
elección del Gobierno y de las Cortes, y el CGPJ dejaría de ser elegido
por las Cortes. Asimismo, se independizaría el Ministerio Fiscal de los
poderes ejecutivo y legislativo, como forma de hacerlo más imparcial.
-Continuar avanzando hacia la democracia mediante la extensión de los
supuestos en los que podría efectuarse la Iniciativa Legislativa
Popular, cuyo procedimiento sería menos engorroso de lo que es
actualmente.
-Poner fin a las subvenciones que reciben partidos políticos y sindicatos.
-Avanzar mucho hacia la democracia mediante la instauración de un
sistema de elección mayoritario para las Cortes, que serían
unicamerales. Se dividiría España en circunscripciones uninominales, y
saldría electo quien ganase por mayoría simple en cada una de ellas como
Diputado. Se acercaría la elección al pueblo y se garantizarían la
gobernabilidad (o no tanto, porque se garantizaría una gran
independencia de los diputados), y la representatividad de los intereses
locales. Se pondría fin al poder de la partitocracia.
¿Es oro todo lo que reluce? Pues no. Hay cosas que no me gustan. Y
algunas que están bien, pero son mejorables. Ejemplo de las primeras es
la pretensión que aparece en la página de SCD de revisión de las
relaciones Iglesia-Estado, que suena a guiño anticlerical a cierto
segmento del electorado mayormente nutrido por el odio a la Iglesia
(cosa que tampoco debe sorprender, porque Mario Conde se confiesa masón,
y nunca ha ido de cristiano por la vida, lo que no deja de serle de
agradecer, porque, aunque defienda ideas que no son compatibles con la
sólida fe católica de un servidor, por lo menos no va con engaños como
tantos esbirros peperos de hoy día del estilo de Mayor Oreja,
Vidal-Quadras o Luis Herrero; a los que se les va la fuerza siempre por
la boca, lo que ha reducido a la nada la credibilidad que puedan merecer
en tanto que defensores de ciertas nobles causas a cuyo servicio este
servidor se adscribe con los ojos cerrados). Otra propuesta indeseable
es la de la legalización de la prostitución, "en atención al hecho de
que es un fenómeno social". Empezamos regulándola basados en la
convicción de que así mejoramos la situación de las mujeres que la
practican a la fuerza, y acabamos convirtiendo al Estado en el mayor
putero (casi seguro que llegaría el caso de que tuviéramos que andarnos
con cuidado, no sea que si no pagamos nuestros impuestos el Estado nos
proponga compensar las deudas entregando a las más bellas de nuestras
hijas por unos meses a fin de devolver lo atrasado y dar de paso al
poder político la oportunidad de rentabilizar a unas buenas mozas que
están en la flor de la edad y sacar de todo ello beneficio).
Pero bueno, lo dicho. Ni Mario Conde es cristiano ni va de ello por el
mundo. Al contrario, de vez en cuando coge y habla en sus obras de
Krishnamurti y la dictadura del hecho y demás pamplinas orientaloides de
esas que tantos occidentales citan sin previo estudio ni comprensión
por aquello de que son chorradas exóticas que sirven para que quien las
cita se de aires. Cosa que a Mario Conde le gusta bastante, porque
todos tenemos nuestros pecadillos (y algunos incluso pecadazos,
esperemos que Mario Conde no se cuente entre ellos). Por lo tanto,
puestos a votar entre tanto político cuya vida se desenvuelve al margen
de la santa enseñanza de los Evangelios, mejor votemos a uno que, sea
por convicción, sea por accidente, coincide en más terrenos con éstos
que la mayoría. Si democratiza España, facilitará los cambios a quienes
deseen grandes transformaciones y progresos sociales, como yo. Y ya
llegará el momento en que las aberraciones introducidas en las últimas
décadas (concretamente el aborto, el gaymonio, las tentativas de
eutanasia y Telecinco e imitadores) puedan ser abrogadas. Lo único que
nos quedará por hacer será convencer a una mayoría suficiente de
españoles de que nosotros, y no nuestros contrarios, tenemos la razón en
esos asuntos. ¡Vamos, casi nada comparado con lo que Mario Conde tendrá
que hacer si desea (y yo espero que tenga suerte) superar el intenso
bloqueo e intoxicación mediáticas a los que va a ser sometido!
PIENSO DAR MI VOTO A MARIO CONDE, PARA QUE AUMENTEN LAS POSIBILIDADES DE
QUE EL DÍA DE MAÑANA PUEDA VALER DE ALGO UN HIPOTÉTICO VOTO MÍO EN
CONTRA SUYA.
¡POR ESPAÑA, CONTRA ESTA CONSTITUCIÓN!
Un abrazo entusiasta a todos los lectores, y que Jesucristo, el único
Dios, tenga a bien bendeciros a todos. Que paseis un buen día.
Creo que en lo de Krishnamurti te equivocas. Hasta donde sé Mario Conde es un gran conocedor de su filosofía. Saludos.
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