miércoles, 22 de agosto de 2012

¿MI VOTO? ¡PUES PARA MARIO CONDE!

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Se ha estado hablando a lo largo de los últimos días del nuevo partido de Mario Conde. Lo ha llamado Sociedad Civil y Democracia. Sus siglas son SCD o SCyD. A decir verdad, yo prefiero que sean las primeras y no las segundas, porque lo de "yD" al final de las siglas recordaría de manera demasiado explícita a UPyD. Lo que reforzaría la impresión que ciertas terminales mediáticas de eso que Mario Conde denomina "el Sistema" tratan de trasladar de la nueva formación, de la que dicen que no es más que una especie de UPyD conservadora. Según he leído en diversos medios informáticos, parece ser que, igual que UPyD nació para arrebatar votos al PSOE, SCyD (o SCD o como cuernos acabe llamándose) habría nacido para medrar a costa de la fuga de los votos peperos.

Por de pronto, es bastante discutible que UPyD solo le arrebate votos al PSOE. Sabido es que el navío magenta también ha recalado en algún que otro caladero de votantes peperos insatisfechos.

Más discutible, por lo tanto, es el hecho de que el nuevo partido de Mario Conde sea solo eso que dicen algunos medios. A mi me gustaría creer que va a representar mucho más que eso. Desearía estar absolutamente convencido de que SCD va a representar para España lo que ninguno de los partidos políticos actuales va a representar nunca, como tampoco lo hicieron antes. Ni ellos ni sus antecesores. No en vano España permanece postrada en un modelo cutre de oligarquía blanda. ¿Qué otra cosa podíamos esperar, si al fin y al cabo nunca ha existido en este país ningún partido -al menos de entre los que han estado representados en nuestras Cortes- verdaderamente comprometido con nada que ni siquiera lejanamente se parezca a ninguna clase de ideales verdaderamente democráticos? En este país, me temo, lo más parecido a un partido democrático que ha existido es la CEDA, allá por los años de la República. Y eso es muy triste.

(No sostengo que los partidos políticos españoles hayan sido tradicionalmente antidemocráticos -aunque de eso tampoco ha faltado, por desgracia-. Más bien sostengo que lo que ha sucedido es que incluso los partidos que no han atacado directamente a la democracia jamás se han distinguido por una defensa inquebrantable de la misma. Puede que por falta de oportunidades históricas, pero eso era una excusa en la España de antes de Franco. ¿Y qué sucede con éstos casi treinta y siete años que han venido después? Pues sucede que a nadie le ha importado desarrollar un modelo democrático en este país. Pese a que las condiciones venían dadas para un proyecto de envergadura..., y no solo en términos de democracia)

En fin, no se cuáles son los senderos que a SCD le tocará transitar de aquí a las próximas elecciones ni imagino el resultado que obtendrá, pero tengo claro que propone cosas que hasta ahora han sonado a tabú en el mundillo de las ideas políticas descafeinadas que han imperado en esta nuestra patria española. Y si además sirve de castigo al actual partido en el Gobierno, mejor que mejor. Yo no he votado a Mariano, y me alegro de no haberlo hecho.

SCD es un partido que me atrae, porque es un partido cuyos planes de acción política para el futuro parten del mismo presupuesto que servidor siempre ha manejado en cuestiones políticas, o casi. El error fundamental no está en nuestras leyes. El error está en la Constitución de 1978. A decir verdad, prácticamente toda ella es el error fundamental, madre de todos los demás errores.

En este país muchos solemos quejarnos de que las leyes imponen realidades absurdas, cuando no abiertamente contraproducentes. Pero pocos saben delimitar claramente y de manera fundada dónde está la raíz de los problemas que hoy nos azotan. Hasta cierto punto, eso es normal. La mayoría de las personas carecen de los mínimos rudimentos jurídicos necesarios para entender las bases de nuestro sistema. La gente vota en las elecciones, pero no sabe cómo funciona el sistema electoral, ni qué es lo que elige exactamente. La gente percibe muchas normas jurídicas como injustas, pero apenas saben nada del principio de jerarquía normativa.

Por suerte, ahí está Mario Conde, de quien se dice que consiguó la mejor nota de acceso de toda la Historia en las oposiciones a la Abogacía del Estado. ¿Quién da más? De Mario Conde se dice que robó en su día centenares de millones de pesetas de Banesto, banco que presidió entre diciembre de 1987 y el 28 de diciembre de 1993. Pero hasta sus enemigos se ven forzados a reconocer que el hombre es sencillamente brillante. Yo tiendo a creer que bien podría ser el hombre más brillante de España, y esa creencia se refuerza especialmente cuando se oyen sus intervenciones en la tertulia de "El Gato al Agua". Desde luego, es un hombre que nadie duda sabe cómo manejar cuestiones jurídicas. En ese sentido, si denuncia los males de nuestra Constitución actual, y se ofrece para remediarlos, no puede dudarse de que desde luego sabría cómo meterle mano al documento para mejorar la calidad de sus disposiciones y apuntalar sus prestaciones. Vamos, que si se trata de reformar España mediante la reforma de su Derecho, de las normas que -actualmente de una manera que yo estimo equivocada- rigen nuestra convivencia, no se me ocurre un candidato mejor.

Muchas personas estarían dispuestas a crucificarme por esta apología de las capacidades de Mario Conde. Pero bueno, me consuela saber que eso no se debe a que yo haga nada que lo merezca. El problema de esas personas es que estarían dispuestos a crucificar a muchísima gente, y lo peor de todo es que la mayoría lo harían por los motivos más espurios imaginables. ¡Allá ellos con su intolerancia! Malo el que se entretiene señalando la paja ajena en el ojo del prójimo sin percatarse de la viga en el propio o en el de otros de los que nada se dice, ni siquiera cuando son mucho más cantosos. Es tan simple como que no tiene sentido meterse con Mario Conde por lo de Banesto y negarle el pan y la sal (algunos han cuestionado incluso su legitimidad para presentarse a las elecciones, cuando luego son los primeros en señalar que el paso por prisión no tiene por qué hacer de uno un apestado de por vida); para luego solicitar el voto para los de Mercasevilla (PSOEciatas) o para los del tinglado valenciano (PPeros). Esto es como empezar a poner a caer de un burro a uno que aparca en doble fila para, ipso facto, coger y dejar el coche en una plaza de minusválidos. Insana ausencia de todo patrón lógico de conducta que lleva demasiado tiempo presidiendo la política nacional (esa misma que cada vez que un Gobierno está en minoría dominan partidos que son de todo menos "nacionales").

De todas maneras, es verdad que la figura de Mario Conde suscita grandes interrogantes para muchas personas honestas a las que les cuesta bastante fiarse de un tipo que ha estado en la cárcel. Un tipo que recurrió al Tribunal Supremo y consiguió que éste, en la sentencia mediante la que resolvió los recursos de casación presentados contra sentencia en primera instancia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, le declarase culpable de delitos de los que previamente había sido absuelto, aumentándole la condena. No son los antecedentes que deberían de servir precisamente para que el sujeto inspirase confianza.

¡Y sin embargo, a mi me la inspiran! Tiene su gracia. Me explicaré.

En España sabemos bien que el poder judicial (me da reparo referirme a él como "la Justicia", porque bien se que cualquier parecido con ese sacrosanto concepto es mera concidencia) es esclavo de los intereses políticos. Más a medida que más se va subiendo en la escala judicial. Este es un fenómeno del que en España nos hemos dado cuenta recientemente. Pero el hecho de que solo hayan pasado unos pocos años desde que, con motivo de las barbaridades zapateriles y de la nueva Constitución de Catalunya (¡perdón, quería decir "del nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña"), nos hayamos dado cuenta de lo politizado que está el Tribunal Constitucional y hasta la misma jurisdicción ordinaria; no significa en modo alguno que el fenómeno no sea una cosa que venimos arrastrando de mucho tiempo atrás. La verdad es que toda esta mierda se remonta a los mismos días de ese periodo de la Historia española del que nunca nos arrepentiremos lo suficiente, por lo que tiene de oportunidad perdida: la Transición de la dictadura declarada a la invisible de los partidos políticos y sus amigotes del mundo de las altas finanzas. Pasamos de la España del futbol de Franco a la España del futbolín de los politicastros. Pasamos a un modelo de Estado en el que lo importante era la paz social, sin importar el precio que se pagase, que fue el del aborregamiento social masivo. En ese modelo de Estado, el actual, todo valía y todo vale, pero manteniendo las apariencias. Como todo vale, pues se decidió enterrar a un Montesquieu que, por lo que respecta a España, como a la mayoría del continente europeo, nació muerto. El PSOE sustituyó la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1981 por la actual en 1985. Y el Consejo General del Poder Judicial -tristemente famoso últimamente por obra y gracia de su más nefasto presidente, Cárlos Dívar, afortunada aunque tardíamente dimitido- pasó totalmente a manos del poder político. Cosa que el actual Gobierno pepero prometió enmendar, pero que parece empeñado en intentar empeorar. Era una tarea difícil, pero parece que es una de las pocas cosas que este Gobierno ha conseguido hacer a derechas. Quieren volver a la Ley de UCD de 1981, pero eliminar el deber de dedicación exclusiva al cargo de todos o parte de los vocales. En definitiva (no me extenderé más porque éste no es el tema central del post), si el PSOE ató de manos y pies el poder judicial (no "la Justicia", que afortunadamente está más allá de todo el daño que puedan intentar infligirle estos pobres aprendices de déspota), el PP está haciendo todo lo posible para entregárselo envuelto en una caja y con lacito a la peor estirpe de plutócratas financieros que ha conocido nuestro país a lo largo de su dilatada Historia.

En resumen, que nuestros jueces no merecen crédito ahora ni lo merecían en la década de los noventa ni de los dos mil, cuando tuvo lugar el proceso a Mario Conde. Por lo tanto, sus juicios son cosa que creo que debemos coger con pinzas, porque no son fiables. Y más los que han afectado a personas con una proyección política como la que tenía por entonces Mario Conde. Su descripción del proceso en su libro los "Dias de Gloria" deja en muy mal lugar a nuestro poder judicial. Lo peor no es eso, pues el libro lo escribe él, que por definición no puede ser neutral ni objetivo en este asunto (quizá pueda, pero hemos de tener presente de que en ese caso quizá es que no quiera). Lo peor es que sus argumentos tienen sentido. Y que se arriesga demasiado para mentir. Hace mención a hechos que de ser verdad serían sangrantes, suficientes per se para invalidar cualquier proceso en una nación respetuosa del Estado de Derecho. Hechos, por lo demás, fáciles de comprobar. Yo no lo he hecho, porque no es mi guerra. Pero entiendo que nadie se arriesgaría a publicar algo que pudiese desmentirse de una manera tan fácil. ¿Jugará Mario Conde con esa impresión que crea en los lectores? Espero que no.

No solo eso, sino que luego está el asunto de que el Comité de Derechos Humanos de la ONU dio la razón a Mario Conde en cuanto a su queja contra nuestro Estado por vulneración de sus derechos humanos fundamentales (en este caso por violación del derecho de Mario Conde a un recurso contra la nueva sentencia dictaminada en su contra por el Tribunal Supremo). Hecho ante el cual no tengo noticias de que el Estado haya reaccionado. Entre su visión del proceso y esta resolución, las brumas se ciernen sobre todo el proceso en su contra, que huele a politiqueo de la peor especie.

¿Y si es culpable? Normalmente, por más que haya ido a la carcel y pagado su deuda con la sociedad, mi modelo de líder para una sociedad no es un hombre que ha pisado merecidamente ningún calabozo o presidio. Pero, pese a mi radicalidad ideológica absoluta, procuro ser un hombre relativamente pragmático. Por lo que, si robó, lo sigo prefiriendo a quienes nos han robado a todos durante todos los días transcurridos desde nuestro nacimiento. Sobre todo si de verdad pretende aplicar en la práctica las interesantes ideas de las que se declara paladín. Estoy dispuesto a votarlo por esas ideas, porque peor no podemos estar, porque es casi imposible que sea peor que nuestros actuales gobernantes o que nos falte más al respeto, porque los otros ya han gastado todo su crédito. Y porque, si de verdad aplica el proyecto político que han adelantado sus medios, semejante acto por cierto que lo redimiría a mis ojos por el mal que hubiera hecho en el pasado.

Bueno, ya ha quedado claro que, en la España de hoy, Mario Conde me merece más confianza que el resto de la clase política, ¿y qué propone Mario Conde?

Pues hasta donde yo se, Mario Conde propone atacar la raíz del mal, o lo que es lo mismo: el articulado de la actual Constitución. Sus propósitos de reforma se resumen en los puntos siguientes:

-Reforzar la unidad nacional, eliminando la estúpida referencia a las nacionalidades que se hace en el artículo 2 de la actual Constitución.

-Reorganizar la estructura territorial de España, revirtiendo muchos poderes cedidos a las Comunidades Autónomas a manos del Estado Central.

-Reafirmar la irrenunciabilidad del carácter oficial de la lengua española a todos los niveles.

-Avanzar firmemente hacia la democracia en España. ¡Si, señores, lo oyen bien! Avanzar hacia la democracia como nunca lo hemos hecho en este país. ¿Cómo? Sencillo, estableciendo la división de poderes siempre ausente de nuestro organigrama institucional. Lo que se conseguiría desvinculando a unos poderes de otros. En concreto, se separaría la elección del Gobierno y de las Cortes, y el CGPJ dejaría de ser elegido por las Cortes. Asimismo, se independizaría el Ministerio Fiscal de los poderes ejecutivo y legislativo, como forma de hacerlo más imparcial.

-Continuar avanzando hacia la democracia mediante la extensión de los supuestos en los que podría efectuarse la Iniciativa Legislativa Popular, cuyo procedimiento sería menos engorroso de lo que es actualmente.

-Poner fin a las subvenciones que reciben partidos políticos y sindicatos.

-Avanzar mucho hacia la democracia mediante la instauración de un sistema de elección mayoritario para las Cortes, que serían unicamerales. Se dividiría España en circunscripciones uninominales, y saldría electo quien ganase por mayoría simple en cada una de ellas como Diputado. Se acercaría la elección al pueblo y se garantizarían la gobernabilidad (o no tanto, porque se garantizaría una gran independencia de los diputados), y la representatividad de los intereses locales. Se pondría fin al poder de la partitocracia.

¿Es oro todo lo que reluce? Pues no. Hay cosas que no me gustan. Y algunas que están bien, pero son mejorables. Ejemplo de las primeras es la pretensión que aparece en la página de SCD de revisión de las relaciones Iglesia-Estado, que suena a guiño anticlerical a cierto segmento del electorado mayormente nutrido por el odio a la Iglesia (cosa que tampoco debe sorprender, porque Mario Conde se confiesa masón, y nunca ha ido de cristiano por la vida, lo que no deja de serle de agradecer, porque, aunque defienda ideas que no son compatibles con la sólida fe católica de un servidor, por lo menos no va con engaños como tantos esbirros peperos de hoy día del estilo de Mayor Oreja, Vidal-Quadras o Luis Herrero; a los que se les va la fuerza siempre por la boca, lo que ha reducido a la nada la credibilidad que puedan merecer en tanto que defensores de ciertas nobles causas a cuyo servicio este servidor se adscribe con los ojos cerrados). Otra propuesta indeseable es la de la legalización de la prostitución, "en atención al hecho de que es un fenómeno social". Empezamos regulándola basados en la convicción de que así mejoramos la situación de las mujeres que la practican a la fuerza, y acabamos convirtiendo al Estado en el mayor putero (casi seguro que llegaría el caso de que tuviéramos que andarnos con cuidado, no sea que si no pagamos nuestros impuestos el Estado nos proponga compensar las deudas entregando a las más bellas de nuestras hijas por unos meses a fin de devolver lo atrasado y dar de paso al poder político la oportunidad de rentabilizar a unas buenas mozas que están en la flor de la edad y sacar de todo ello beneficio).

Pero bueno, lo dicho. Ni Mario Conde es cristiano ni va de ello por el mundo. Al contrario, de vez en cuando coge y habla en sus obras de Krishnamurti y la dictadura del hecho y demás pamplinas orientaloides de esas que tantos occidentales citan sin previo estudio ni comprensión por aquello de que son chorradas exóticas que sirven para que quien las cita se de aires. Cosa que a Mario Conde le gusta bastante, porque todos tenemos nuestros pecadillos (y algunos incluso pecadazos, esperemos que Mario Conde no se cuente entre ellos). Por lo tanto, puestos a votar entre tanto político cuya vida se desenvuelve al margen de la santa enseñanza de los Evangelios, mejor votemos a uno que, sea por convicción, sea por accidente, coincide en más terrenos con éstos que la mayoría. Si democratiza España, facilitará los cambios a quienes deseen grandes transformaciones y progresos sociales, como yo. Y ya llegará el momento en que las aberraciones introducidas en las últimas décadas (concretamente el aborto, el gaymonio, las tentativas de eutanasia y Telecinco e imitadores) puedan ser abrogadas. Lo único que nos quedará por hacer será convencer a una mayoría suficiente de españoles de que nosotros, y no nuestros contrarios, tenemos la razón en esos asuntos. ¡Vamos, casi nada comparado con lo que Mario Conde tendrá que hacer si desea (y yo espero que tenga suerte) superar el intenso bloqueo e intoxicación mediáticas a los que va a ser sometido!

PIENSO DAR MI VOTO A MARIO CONDE, PARA QUE AUMENTEN LAS POSIBILIDADES DE QUE EL DÍA DE MAÑANA PUEDA VALER DE ALGO UN HIPOTÉTICO VOTO MÍO EN CONTRA SUYA.

¡POR ESPAÑA, CONTRA ESTA CONSTITUCIÓN!

Un abrazo entusiasta a todos los lectores, y que Jesucristo, el único Dios, tenga a bien bendeciros a todos. Que paseis un buen día.

1 comentario:

  1. Creo que en lo de Krishnamurti te equivocas. Hasta donde sé Mario Conde es un gran conocedor de su filosofía. Saludos.

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