martes, 2 de abril de 2013

LIBERTARIANISMO CATÓLICO Y CUESTIONES DIVERSAS (II)

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

Si la entrada que le dediqué al matrimonio llevaba explicita una crítica a los libertarios católicos que anteponen el libertarianismo a su catolicidad; podría decirse que esta entrada va dirigida en un sentido totalmente inverso. Va dirigida a los libertarios católicos que, procurando anteponer, como es correcto que se haga, su catolicidad a su libertarianismo, acaban pasándose de frenada, en el sentido de que dejan tan poco margen a la sociedad para actuar y autoorganizarse que uno ya no sabe dónde cuernos queda su tan cacareado libertarianismo. Asimismo, esta entrada del blog es una crítica a tantos hermanos de fe que no son libertarios (podemos, pues, denominarlos "tradicionalistas") y que se consideran con derecho (no digo que de mala fe, e incluso quizá no sean conscientes de ello, pero es el caso -independientemente de que ellos lo vean así o no) a imponerles a los paganos pautas de comportamiento que van mucho más allá de lo que es necesario para la armónica convivencia social entre los ciudadanos adscritos a las diferentes sentibilidades religiosas.

Desde medios católicos se anda criticando mucho la posibilidad de que se conceda a los empresarios el derecho a establecer libremente el horario de trabajo de sus empresas. El caso es que soy libertario..., y por ende me declaro totalmente favorable a la completa libertad de horarios. La razón fundamental que en este terreno orienta mi pensamiento a algunos les sorprenderá. El caso es que creo que los empresarios deben de gozar de la misma libertad religiosa que otro ciudadano cualquiera. Deben de poder optar por creer la fe católica o por no hacerlo, y, en consecuencia, deben de poder optar por descansar (tanto ellos como sus negocios, que no dejan de ser una prolongación de ellos mismos) en el momento de la semana que estimen más pertinente.

A algunos de los que creen que nos es lícito imponer a la fuerza el descanso dominical les costará entender qué puede tener que ver la libertad religiosa con todo este berenjenal. Y nos dirán, para defender sus tesis, que la mayor parte de los empresarios que no den el domingo como día de descanso a sus trabajadores no actuarán de acuerdo a ningún planteamiento profundo, sino que lo harán en base a meros cálculos económicos, sin razones más profundas para despreciar el día del Señor que el grosero beneficio material.  De hecho, se indignarán todavía más, porque con toda justicia considerarán despreciable que un empresario pueda obligar a sus trabajadores católicos a laborar en domingo -impidiéndoles, por tanto, santificar debidamente las fiestas- solo por ganar unos pocos miles de euros más.

Y, sin duda alguna, los que razonen de esta manera dirán una enorme verdad. Pero analizarán todo este espinoso asunto obviando cierto número de realidades que deberían tener en cuenta. La primera de todas es que el mundo es quizá un poco más amplio de lo que ellos creen. Más de uno y más de dos de los empresarios que no respeten el descanso cristiano seguramente lo que buscarán conseguir haciendo esto es afirmar su propia identidad, dejando bien claro que ellos mismos no son cristianos, y que por ende no se les puede obligar a vivir como si lo fuesen. Lo que significa que tampoco se les puede obligar a tener en cuenta la religión de terceros a la hora de organizar el trabajo en sus empresas. No solo eso, sino que es también posible que lo que algunos empresarios paganos busquen al imponer horarios de trabajo en sus empresas  asegurarse, imponiendo condiciones de descanso inasumibles para quien de verdad sea cristiano (excepto en casos de extrema necesidad), de que ningún cristiano trabaje para él.

No diré que me agrade que se actúe así, pero casi peor que el que algunos paganos actúen así es el pretenderse con un derecho que no se tiene para impedírselo. Yo no apruebo la forma de actuar de quien no se somete a la idea cristiana del descanso. Es más, he evitado en todo momento hacer mención de ningún supuesto derecho de los paganos a nada. Precisamente porque no creo que lo tengan, ni en esto ni en cualquier otra cosa. Tengo clarísimo que no existe el derecho a hacer el mal, y que a menudo si que existe el deber de evitarlo y de imponer el bien. Pero jamás se me pasaría por la cabeza pretender que siempre se tiene el deber o el derecho de evitar todos los males y de obligar a los hombres a conducirse de acuerdo a la doctrina de la Iglesia.

Una razón pesa mucho a la hora de que me manifieste en el sentido en que lo he hecho: amarás al prójimo como a ti mismo. Yo no daría al prójimo un trato diferente del que me daría a mi mismo. Y el caso es que si tuviese un negocio y pudiera elegir libremente, yo no daría días de descanso diferentes de los de los cristianos, y tampoco contrataría a trabajadores de determinadas procedencias ni religiones (musulmanes, mormones, Testigos de Jehová, etc.), por lo que tomaría las medidas adecuadas para evitar que desearan trabajar para mi. Así pues, no me considero quién para impedir que otros actúen igual que yo lo haría pero al revés.

Al final, obligarle al empresario a trabajar con gente que no le gusta o cuando no quiere es obligarlo a vivir de un modo determinado. Y a esto nadie tiene derecho. Sobre todo porque él no obliga a nadie que no quiera a que trabaje para su empresa.

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