miércoles, 3 de abril de 2013

RAZONES CONTRA LA TRIBUTACIÓN PROGRESIVA

Desde hace ya demasiados decenios, ha regido en España un sistema tributario basado en la  tributación progresiva. Este sistema es aquel en virtud del cual han de imponerse diferentes tipos impositivos a los contribuyentes, que van elevándose a medida que lo hace también la riqueza del ciudadano llamado a aportar a las arcas del Estado. Servidor deja constancia del hecho de que no es liberal (o, por lo menos, no tengo conciencia de serlo). En ningún sentido. Pero desde luego que me parece adecuado que el nivel de retención sea el mismo para todos.


Considero que debe distinguirse siempre entre los bienes que deben imponerse a toda costa y los que no deben ser impuestos. Sin duda alguna, está bien que decidan contribuir más en pro de una sociedad los integrantes de dicha sociedad que más tienen. Bien está que los hombres libremente decidan hacer el bien. Todo eso nadie que sea católico habrá de negarlo. Ahora bien, desde no pocos medios, muchos de ellos católicos, se dice que es necesario que los que más tienen entreguen una mayor fracción de lo que poseen. No pongo en duda la catolicidad de aquellos entre mis hermanos de fe que afirmen eso (ni soy quien para hacerlo ni me molesta que crean eso, dado que tampoco se puede decir que la tributación progresiva sea la gran monstruosidad de los siglos XX ni XXI, ni mucho menos). Pero considero sumamente desacertada la imposición de un modelo de tributación progresivo. Esto se debe, fundamentalmente, a las razones que enumero a continuación:



-1ª) La progresividad fiscal es profundamente antieconómica. No se estimula la creación de riqueza penalizando el enriquecimiento, y éste se ve cuasi criminalizado cuando se le dice a un hombre que a poco que gane dinero casi que le será mejor no haberlo ganado, porque se le va más en impuestos y al final la ganancia restante no compensa el trabajo duro realizado.



-2ª) Aun cuando la progresividad fiscal no fuera antieconómica (cosa que quizá podría conseguirse instaurando una progresividad menos agresiva que la actual, pues de este modo podría llegar a permitirse suficiente margen de beneficio a los empresarios como para que quedase neutralizado casi por completo el desincentivo que la progresividad supone per se para la labor empresarial de que necesariamente debe nutrirse todo posible progreso de la economía -progreso que es preciso, dado que solo si existe es posible que se beneficien de él las clases más desfavorecidas-), el caso es que la progresividad fiscal es per se discriminatoria. Y encima para nada. Pues si se articulase de modo tal que no fuera antieconómica, el grado de progresividad fiscal sería tan nimio, que la ganancia extra que se le reportaría a las arcas públicas (digo en comparación con las que le reportaría un sistema de tipo fijo para todos) sería demasiado pequeña como para compensar el agravio de que sería objeto la igualdad. No es que esté bien cargarse un noble valor político y moral solo por obtener una gran ganancia. ¡Pero es que en este caso nos los estamos cargando por cuatro perras locas, que es ya de tontos!



-3ª) La discriminación generada por la progresividad fiscal carece, a mi humilde juicio, de toda justificación. Ésta última me parece la razón más interesante entre todas las que invitan a descartarla. ¿Está justificado que, mediante la imposición de una tributación progresiva como la actual, el Estado contravenga la necesaria igualdad de los ciudadanos ante el Derecho en la que yo por lo menos creo que ha de basarse un Estado que se precie de ser justo? Me parece que no. Creo que el Estado solo debe imponer los bienes morales necesarios para garantizar su subsistencia a la vez que una convivencia mínimamente armónica entre los hombres. Creo que la solidaridad es un gran bien (faltaría más, dado que soy católico), pero no lo creo un bien tan prominente como para que su práctica sea impuesta a la fuerza a todas las personas. Los impuestos son estrictamente necesarios, pues sin ellos no puede financiarse el Estado. Pero la tributación progresiva es per se una imposición a la fuerza de la solidaridad, que en verdad no es necesaria para financiar eficientemente al Estado y conseguir que éste y la sociedad a la que debe gobernar y representar se sostengan. Ergo, considero que es un gran mal contra el que se debe de combatir. La redistribución de la riqueza es buena. Es un imperativo moral categórico para todo cristiano. Pero la redistribución de la riqueza a la fuerza es un mal terrible (de hecho, para mi no es más que latrocinio), que solo sirve para generar a largo plazo fundados rencores sociales. En explicar eso consistirá el siguiente punto.



-4ª) La progresividad fiscal, generalmente defendida por los autoproclamados defensores de la solidaridad (que dan a entender que quienes nos oponemos a ella no somos solidarios), implica una falta de respeto de esas personas por la libertad de los individuos que no comparten la fe común que muchas personas -por de pronto, los católicos- tenemos en el carácter eminentemente benigno de la solidaridad. Digo que no se respeta la libertad de esas personas en el sentido de que se les obliga a la fuerza a ser solidarias, les guste o no... O mejor dicho, se les obliga a ser más solidarias que el resto. Ya pagar impuestos es ser solidario con el conjunto a cuyo sostenimiento económico se contribuye. Y en modo alguno creo que esto sea malo. Obligar a un hombre que no cree en la solidaridad a ser tan solidario como los demás puede estar justificado, dado que permitir que quien no crea en la solidaridad no contribuya a financiar al Estado sentaría un precedente muy peligroso que casi seguro llevaría a la destrucción de toda autoridad pública. Obligar, en cambio, a ese mismo hombre a ser más solidario que los demás solo porque es más rico es lo mismo que escupirle en la cara. Cosa que puede que un hombre que no es solidario merezca, pero que no nos corresponde a nosotros hacer.



En cualquier caso, este asunto va mucho más allá del debate "progresividad vs. tipo impositivo único". Dado el modelo actual de Estado, esa es una disertación ridícula, puesto que solo mediante la progresividad es posible sostener nuestro actual modelo sociopolítico, suponiendo que dicho modelo sea todavía salvable (de hecho, esto es solo posible recurriendo a una progresividad extremadamente agresiva, más de lo que ya lo es), lo que tengo la sensación de que es mucho suponer. Así pues, la verdadera discusión que estamos llamados a plantear es la relativa a la viabilidad de ese modelo tan intrincado de Estado que solo puede ser sostenido mediante la progresividad fiscal llevada al extremo. Mientras no solucionemos ese asunto no tiene sentido plantear el otro. Que en verdad, para poder ser planteado, haría necesario que antes hubiésemos llegado a la conclusión de que no queremos el actual modelo sociopolítico de Estado, que es el verdadero enemigo a batir, al que dedicaremos la próxima entrada del presente blog. Hablo, como es lógico, del Estado Social.



Un saludo a todos los lectores, estén o no de acuerdo con servidor. Que Jesucristo, Redentor de la Humanidad, además de Señor y Dios nuestro, tenga a bien bendecirnos a todos nosotros. IHS

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