martes, 30 de agosto de 2016

ARMAS Y LIBERTAD

La gente suele cometer el error de creer que cuando no se comparte su pensamiento es porque no se ha reflexionado lo suficiente sobre la cuestión que suscita la discrepancia. Por eso muchas personas no comprenden mi posición favorable a la libertad de armas existente en países como EEUU, y probablemente más de uno y más de dos se me queden mirando como si fuera gilipollas. Sin embargo, lo cierto es que mi posición será acertada o equivocada, pero no fruto de la falta de meditación al respecto.
A lo largo de los últimos años he reflexionado mucho sobre el tema. Y veo obvio que la libertad de armas es necesaria para la pervivencia a largo plazo de la democracia. ¿Que eso puede generar un costo en vidas humanas? No lo tengo claro, ya que circulan informaciones en sentido contrario, y yo no llego a tanto como para discernir hasta qué punto unas me parecen decididamente más acertadas que las opuestas. Ya señalé en el último estado que publiqué sobre este asunto que no hay una clara correlación matemática entre la violencia armada y el estatus jurídico de las armas. Yo mismo tiendo a creer que probablemente la violencia armada en EEUU no guarda tanta relación con la cultura de las armas como con la cultura de los ghettos raciales.
Sin embargo, incluso si el aumento de pérdidas de vidas humanas fuera la consecuencia legítima de la libertad de armas, y aunque sea desgarrador hablar en estos términos, considero que cierto perjuicio para los individuos aislados que puedan sufrir las tragedias que hayan de venir es un terrible precio que no obstante vale la pena pagar por establecer una garantía mínimamente firme de que jamás seremos esclavos del poder político de la manera en que lo son los súbditos de los peores totalitarismos del mundo (todos los cuales se han cimentado siempre sobre la base del total control de armas y han estado o están obsesionados con cortar de raíz todo conato de quebrantamiento de su monopolio sobre la violencia).
Como dijera hace ya tantos años aquel gran hombre que al margen de sus humanas debilidades fue Thomas Jefferson: "Vigilia pretium libertatis" ("La vigilancia es el precio de la libertad"). Este mundo, arruinado por el ocio en que deliberadamente nos han criado nuestros gobernantes, está acostumbrado a que le resuelvan los problemas antes que hacer el menor amago de intentar resolverlos por sí mismo. Y así no es posible a largo plazo mantener a salvo nuestra libertad. No podemos fiarnos de que lo que hemos conseguido vaya a mantenerse para siempre, ni de que la democracia sea un fenómeno político irreversible, porque no lo es. ¿Cómo va a serlo, si ni siquiera hemos terminado de alcanzarla?
Al paso que vamos, no tardará mucho en convertirse en un recuerdo del pasado. No podemos seguir delegando en el poder nuestra propia responsabilidad. Un pueblo verdaderamente merecedor de la libertad no mendigaría a los políticos de turno a fin de que les den tanto lo que les corresponde por derecho como lo que desean por puro capricho. Respetando ciertos límites, se serviría él mismo lo que le resultase imprescindible en la medida en que los poderosos no se lo quisieran entregar. Empezando por la seguridad y la Justicia.
Estamos a punto de morir de sobredosis de civismo. ¡Cuánto agradecería vivir cualquier situación que me llevara a percibir que recuperamos algo de la sangre que a nuestros ancestros no tan lejanos todavía les corría por las venas! Pero claro, para que todo esto sea posible debemos estar de vuelta dispuestos a hacer valer nuestra fuerza. ¿Y cómo ocurrirá eso en el seno de una sociedad que ruega a los poderosos que limiten lo máximo posible la capacidad de respuesta del común, y que se goza viéndose inerme? Por todo ello doy tanta importancia a luchar esta batalla, y a no cejar en la reivindicación del derecho del pueblo a disponer directamente y sin intermediarios de medios armados útiles para su autodefensa. IHS

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