miércoles, 31 de julio de 2013

MALDAD INTRÍNSECA DEL ABORTO E ILEGITIMIDAD DE LA DIABLOCRACIA

A TODO EL QUE LE GUSTE LO QUE LEYERE, QUE LO DIVULGARA A TRAVÉS DE CUALQUIER MEDIO DISPONIBLE YO LE PIDIERE. ¡DIFUSIÓN ES PODER!

Leo en InfoCatólica (http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=18084) que en Suecia y en Finlandia los médicos no pueden alegar la objeción de conciencia para negarse a participar en ese homicidio/asesinato que es el aborto. En definitiva, que el Estado en esos dos países no se contenta con permitir males que deberían ser perseguidos con todo el peso de la ley y con todo el poder de las autoridades. Los paganos enemigos de la vida que dominan los Estados sueco y finlandés son tan soberbios y tan prepotentes que, en su engreimiento, se han creído con derecho hasta a imponer a los que son conscientes del mal la obligación de participar activamente en su comisión.

Esto es realmente grave. Tolerar el aborto ya es realmente mala cosa, porque significa no hacer nada para impedir un Holocausto que siega incontables vidas y que seguramente ha matado a más gente que Hitler y Stalin juntos. Sin embargo, obligar a practicar abortos a los profesionales de la medicina a despecho de que sean o no provida no solo les obliga a tomar parte en el derramamiento de la sangre más inocente que puede existir (la de los nasciturus que no llegarán a ver la luz del Sol). En el caso de los médicos y enfermeros que sean verdaderamente cristianos y consecuentes con su fe lo que se está haciendo es obligarles a cometer actos que repugnan a su conciencia y ponerlos entre la espada y la pared. Y es que a lo que se les obliga es a elegir entre el acatamiento de leyes maléficas y la desobediencia de dichas leyes. La primera alternativa les evitará tener que hacer frente a las iras del poder, pero no les evitará los problemas de conciencia. La segunda alternativa podría acarrear consecuencias más bien desagradables y represalias jurídicas y sociales de diverso género; mas es la única vía aceptable para un cristiano, que al colaborar en la comisión de un aborto no solo comete un pecado mortal al destruir una vida humana. Peor aun, y es que, aunque el pecado venga impuesto por el Estado, difícilmente Dios justificará a quien no imite a Cristo y procure ser fiel al camino que Éste indicó incluso cuando seguir ese camino azuce contra los cristianos la agresividad de muchos paganos intolerantes. En definitiva, que no solo se acaba con vidas humanas, sino que ponemos en peligro la vida que más nos tiene que importar, que es la que según nos enseñó el mismo Dios encarnado en Jesucristo nos espera después de la muerte.

Mi conclusión es que un Estado -incluso democrático- que tolera que las personas que viven en la "ignorancia ética" incurran en ciertas maldades realmente graves es un Estado que hay que procurar reformar, y plantearse destruir llegado el caso -incluso mediante el recurso a la violencia y a la fuerza armada, si los bienes amenazados son demasiado importantes como para renunciar a ellos solo porque la mayoría de la sociedad no los aprecie-. Pero un Estado que pretende obligarnos a ser malvados es totalmente intolerable, y es lícita toda forma de rebelión, violencia y guerra civil destinada a poner fin a los desmanes patrocinados por el mismo, así como su sustitución por cualquier otra forma de Gobierno respetuosa de nuestros derechos en tanto que personas y de las libertades que necesitamos para que esos derechos signifiquen algo. Malo es imponer a toda costa todos los bienes, pero imponer coactivamente el menor de los males no es -como lo anterior- un error, sino que es pura blasfemia. Aunque la teocracia jamás deba ser defendida por un cristiano -ni siquiera como mal menor-, siempre será mejor la teocracia autopretendidamente "católica" que la diablocracia (que puede disfrazarse de cualquier otra forma de Gobierno, pues no es tanto una forma específica de Gobierno como un Gobierno esencialmente corrompido y que además lo está por sistema). Es mejor una teocracia en la que no se permita que nadie ofenda a Dios que una diablocracia revestida con los ropajes de la democracia y el consenso. He dicho. IHS

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