jueves, 16 de marzo de 2017

GEERT WILDERS vs PIM FORTUYN. COMENTARIO A LAS ELECCIONES EN LOS PAÍSES BAJOS

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Hace casi quince años, el 6 de mayo de 2002, Holanda estaba a apenas nueve días de celebrar sus elecciones generales. Desde menos de un año antes, su panorama político había sido revolucionado por el surgimiento de un líder político peculiar, carismático y de ideas controvertidas. Su oratoria incendiaria y su verbo sin complejos sacudieron como quizá no se haya hecho nunca la política bátava, y le valieron un continuado e irrefrenable ascenso en las encuestas de intención de voto, hasta alcanzar la segunda plaza. El elemento principal de su discurso era la oposición a una política de inmigración desenfrenada que favorecía el constante incremento de la población de origen musulmán en los Países Bajos, el deseo de recuperar el control de las propias fronteras y economía de manos de una UE cuyas competencias se acrecentaban de una manera cada vez más desmedida, y el convencimiento de que el modelo multiculturalista desalentaba la integración de los inmigrantes, poniendo en tela de juicio principios tan sacrosantos como el de igualdad ante la ley; siendo por ello fuente de graves perjuicios para Holanda. Asimismo, era simpatizante hacia el catolicismo en la Holanda tradicionalmente dominada por los calvinistas (situación relativamente sorprendente dada su abierta condición homosexual). Se llamaba Pim Fortuyn, y es concebible que hubiera podido llegar muy lejos. Tan arriba como a la jefatura del Gobierno de su país.

Sin embargo, el 6 de mayo de 2002, un fanático ecologista le descerrajó varios tiros, cometiendo el que fue el primer asesinato político relevante perpetrado en Holanda desde el siglo XVII (concretamente, desde el linchamiento de los hermanos Johan y Cornelius De Witt en 1672); al menos si se exceptúan los crímenes de la II Guerra Mundial. De este modo tan sórdido consiguió truncar muy anticipadamente la que quizá sea la carrera política más fulgurante y prometedora que haya conocido Holanda en toda su Historia. Pim Fortuyn no llegó a ser Primer Ministro. Y su partido, la Lista Pim Fortuyn (LPF), si bien cumplió y hasta mejoró levemente las expectativas electorales en los comicios celebrados inmediatamente después, irrumpió en la política nacional descabezada, y sin rumbo. Decidió aceptar la oferta de entrar en el Gobierno, y esto fue un error, ya que al hacerlo permitió que los partidos del sistema le hicieran el abrazo del oso. Si Pim Fortuyn hubiera vivido, quizá entrar en el Gobierno hubiese sido incluso un acierto, pero en ausencia suya no hubo figuras de relieve en el ejecutivo, donde sus correligionarios hicieron de figurantes, ejerciendo sus cargos sin pena ni gloria. Sea como fuere, lo que interesa es que la LPF no fue capaz de reponerse del golpe. Era un partido recién formado y, por tanto, no era nada sin el líder que lo formó. No estaba lo suficientemente consolidado como para sobrevivir largo tiempo sin el amparo de la arrolladora personalidad de su fundador, y pronto se disolvió como un azucarillo. Le pasó lo mismo que habría pasado con PODEMOS en España si antes de las europeas hubieran asesinado a Pablo Iglesias.

Hoy es 16 de marzo de 2017. Ayer Holanda celebró otra vez elecciones generales. Las quintas desde que asesinaran a ese mismo Pim Fortuyn que, de haber seguido vivo, quizá hoy gobernaría Holanda. Cinco oportunidades ha tenido Holanda de restablecer el equilibrio del universo político neerlandés que tan brutalmente alteró aquella terrible atrocidad. Cinco veces una enorme mayoría del pueblo holandés ha decidido desaprovecharlas. A partir de 2006, Geert Wilders se hizo cargo de la herencia de Pim Fortuyn, y el nuevo Partido por la Libertad (PVV) reemplazó a la efímera LPF. En determinados momentos, ha llegado a parecer insuflarle vida de nuevo hasta alcanzar e incluso superar la fuerza que éste llegó a tener en la política holandesa. Empero, siempre se ha quedado corto. Y si parecía que este año iba a ser diferente, al final no lo ha sido en absoluto. Ha mordido un polvo peor que el de la derrota. El de la mediocridad. Sigue prácticamente en el mismo sitio en el que se encontraba. Pese a los sondeos que han llegado darle hasta 42 curules en un Parlamento de 150 (que no es poco teniendo en cuenta que el sistema electoral holandés es ultraproporcional), al final se ha quedado en 20. Apenas cinco más que los 15 obtenidos en 2012. Menos que los 24 obtenidos en 2010. Y menos todavía que los 26 que la LPF obtuvo en aquellas elecciones de pesadilla de 2002.

Con todas las circunstancias a favor, Geert Wilders ha obtenido un resultado que no supera al obtenido póstumamente por Pim Fortuyn. Peor aún, su resultado no supera ni siquiera al que él mismo obtuvo en 2010, y si bien supone un incremento respecto de los comicios inmediatamente antecedentes, queda deslucido a la vista de los incrementos experimentados por otros partidos, todos absolutamente comprometidos con perpetuar el actual sistema, si acaso corregido y empeorado (caso que temo será el de quienes sin duda son los grandes vencedores de la jornada de hoy: los ecologistas de GröenLinks). Todo esto después de que durante meses los sondeos afirmaran que por fin Wilders ganaría las elecciones, y que se afirmaría de largo como el Trump de Holanda, rompiendo la baraja política del país, y abocando a los demás partidos a ententes antinaturales por medio de las cuales impedirle gobernar. Con la consiguiente zozobra del sistema vigente, que parecía enfrentarse a su mayor crisis; la cual al final no ha tenido lugar en absoluto. Desgraciadamente, Holanda no ha querido seguir los buenos ejemplos con los que el Reino Unido y los EEUU han asombrado al resto del mundo, y conseguido que los defensores del actual estado de cosas en todas partes de Occidente se muerdan los nudillos hasta hacerse sangre.

¿Significa esto que todo está perdido? No necesariamente. El actual Primer Ministro, Mark Rutte, ha sido astuto, y en los últimos días de campaña ha promovido un conflicto probablemente falso y artificial con Turquía solo para demostrar que él también puede ponerse firme con los países musulmanes. Ha relajado su eurofilia. Y ha cosechado los frutos de una de tantas operaciones de engaño político de tanto en tanto orquestadas por las élites políticas de los Estados de la UE, acostumbrados cada tanto tiempo a favorecer que algo cambie para que todo siga igual. El mero hecho de que la clase política holandesa haya tenido que aproximar su ideario al de Wilders para derrotarle es una victoria. No para Wilders, en quien algo debe de fallar si ha sido derrotado en una elección en la que todo lo tenía tan a favor (si bien eso no le resta el incuestionable mérito de haber sabido mantener vivas las ideas en su día enarboladas por Pim Fortuyn). Pero si para las ideas que representa, que quizá solo necesiten ser enarboladas por un líder más capacitado para terminar de abrirse camino y salvar, si todavía es posible, a Holanda del gran peligro que para ella más aún que para otros países supone el arraigo creciente del Islam dentro de sus fronteras.

Al final, Geert Wilders tampoco llegará a Primer Ministro (lo que, con todo, era extremadamente difícil, como también lo habría sido para Fortuyn, a causa del endiablado y demencial sistema electoral holandés, basado en una circunscripción única de 150 diputados distribuidos muy proporcionalmente). Ni siquiera encabezará la primera fuerza política de Holanda, derrotado en parte según parece por la movilización electoral de unos turcos y marroquíes que ni deberían contar con la nacionalidad holandesa, ni deberían tan siquiera estar establecidos en ese país como residentes, y mucho menos todavía deberían poder votar. Por consiguiente, Pim Fortuyn sigue sin ser electoralmente vengado. Ironías de la vida, los verdes -a cuyo movimiento pertenecía el asesino de Fortuyn- han obtenido el mejor resultado electoral de todos los tiempos. ¿Moraleja? Que seguramente para vengar a Pim Fortuyn sea necesaria otra clase de líder, muy diferente de Wilders, y más parecido al propio Pim Fortuyn. Que no era ni muchísimo menos perfecto, ni particularmente santo de mi devoción. Pero que siempre me ha parecido que tenía esa chispa casi divina que irradian los verdaderos líderes. Wilders, y digo esto sin ánimo de hacer leña del arbol caído, siempre me ha dado la sensación de volar más a ras de suelo, a la manera de un Cleómbroto de Esparta, con ideas en muchos sentidos acertadas, pero expresadas de una manera quizá un tanto elemental y poco inspiradora. Por contra, el difunto Pim Fortuyn me recuerda más al espíritu innovador e intrépido de otro gran heleno, acreditadamente homosexual al igual que él. Que no fue otro que el general tebano Epaminondas (vencedor precisamente de Cleómbroto en la batalla de Leuctra, que en el 371 a.C. acabara para siempre con la grandeza espartana e inaugurara la breve pero intensa primacía de Tebas sobre el resto de la Hélade).

Ojalá Pim Fortuyn sea otro Epaminondas. Porque si ese es el caso, entonces más tarde o más temprano tendrá que aparecer un discípulo aventajado, como en el caso del tebano lo fue el gran Filipo II de Macedonia. Si Pim Fortuyn fue Epaminondas, entonces Holanda tendrá su Filipo. Y tener un Filipo abre la posibilidad de acabar teniendo ni más ni menos que al mismísimo Alejandro Magno, hijo del anterior. Quiénes serán ese Filipo o ese Alejandro holandeses, o incluso si llegarán a existir, eso no lo sabemos ni yo ni nadie. Pero en un día triste como el de hoy el que os manifiesto busca ser un pensamiento alentador, de esos que impulsan a no cejar en la lucha por más que las circunstancias presentes de ese país sean desalentadoras. Seamos positivos, porque la próxima parada de este tren es Francia, y no está escrito de antemano lo que en ese país pueda suceder. Marine Le Pen se me antoja mucho más capaz que Wilders. Solo añadir una cosa más sobre Pim Fortuyn. Seguiré llorando su trágica muerte. Seguiré lamentando que su país se empecine en seguir transitando los ignominiosos derroteros políticos a los que le condenó aquel verdadero crimen de odio. Que me temo que no está beneficiando a nadie más que a Alá. Seguiré lamentando que seguramente hoy en Holanda muchos crean, lo confiesen o no, que aquel asesinato valió la pena y les sigue rentando políticamente. Y rezaré para que, a pesar de todos los pesares, el finado pueda descansar tranquilo, ajeno a los sinsabores y derrotas que en este mundo cosechan sus sucesores.

Que el Señor le perdone si es posible sus imagino que muchos pecados. Y, si también es posible, que el Señor lo bendiga y lo guarde. Que el Señor haga brillar su luz sobre él y le conceda su gracia. Que el Señor vuelva hacia él su rostro y le conceda la paz. IHS

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